52

Nicolás Valdivia a Tácito de la Canal


Señor: Soy breve. Esta se la entregará el señor Jesús Ricardo Magón, persona de todas mis confianzas. No abundaré sobre asuntos que usted conoce de sobra y yo también. Simplemente, quiero advertirle que los documentos incriminatorios están en mi poder y bien salvaguardados.

Reconociendo su nunca desmentida inteligencia, comprenderá por qué no los hago públicos. La publicidad lo eliminaría a usted de cualquier aspiración política superior. Es decir, que su candidatura presidencial no prosperaría a la luz de tamaño escándalo. Esto lo sabía el señor Presidente Terán. Lo sabe su contrincante el exsecretario de Gobernación Bernal Herrera, a quien tengo el honor de sustituir en este despacho. Lo sabe doña María del Rosario Galván, a quien de manera tan poco caballerosa ha tratado usted pero que, siendo mujer de vasta inteligencia política, entiende que es mejor pedirle, señor De la Canal, que se retire de la vida pública a cambio del discreto silencio de quienes conocemos sus objetables manejos.

Los papeles permanecerán en sitio bien sellado por una sencilla razón. Incriminan a demasiadas personas. Banqueros, gestores y capitanes de empresa que le son más útiles al país fomentando el desarrollo que purgando penas en la cárcel de Almoloya. Al fin y al cabo, ¿qué fueron sus indiscreciones en el negociado de MEXEN sino eso, riachuelos de un caudaloso río de inversiones, subafluentes del indispensable capital y ahorro que el país necesita para avanzar?

Ponga dos cosas en la balanza. El progreso de México en un platillo. Su culpabilidad en el otro. ¿Qué pesa más? Me dirá que usted no es el único culpable. ¿Arrastraría por puro despecho a sus poderosos cómplices a la catástrofe? Mejor será que todos mantengamos la compostura y un discreto silencio sobre este asunto. Estimo que a usted le conviene tomarse una larga vacación. Una vacación perpetua, le recomendaría yo. Seguramente Acapulco es más apetecible que Almoloya. A sus compañeros de travesura no les diremos nada, ni usted ni yo. Vamos dejándolos en paz, ¿no le parece? Lo que yo haré es promover leyes de vigilancia sobre las operaciones de compañías públicas y privadas a fin de eliminar el fraude y la información privilegiada, asegurar el acceso a la contabilidad de las empresas y castigar severamente a los PDGs (perdone mi formación francesa: Présidents Directeurs Généraux) que vendan acciones en alza semanas antes de que caigan en picada, a sabiendas de que quienes se aprovecharon de valores inflados se escabulleron a tiempo, como los lamentados Bushito y Cheney, y abandonaron a su suerte a los pequeños inversionistas, como esa señora doña Penélope Casas que trabajaba en su oficina, ¿se acuerda? Para muestra basta un botón…

Me propongo establecer una presunción de culpa jure et de jure para los piratas corporativos, que a ellos les tocará desmentir ante los tribunales. Le repito: voy a proteger al pequeño accionista defraudado porque careció de la información confidencial de los jefes de empresa y sus contadores. Pero voy a mirar hacia el futuro, no hacia el pasado. El castigo del pasado sólo demuestra incapacidad para administrar el presente o proyectar el futuro. No caeré en ese error. Pero su expediente sigue vivo, De la Canal, como crimen que puede ser indispensable sacar a luz, no para condenar el pasado, sino para apuntalar el futuro.

A partir de estos principios, queda advertido de que no iniciaré acción alguna contra usted ni contra sus co-conspiradores en el fraude. En cambio, si usted mueve las aguas para salvar, imprudentemente, su propio pellejo o para hundirse acompañado de sus cómplices o para tener la satisfacción masoquista de suicidarse con tal de que se mueran otros, en ese caso, señor De la Canal, todo el peso de la ley caerá sobre su desguarnecida cabeza.

Considérese pues, de aquí en adelante, bajo la espada de Damocles.

Quedo de usted atento y seguro servidor.


Nicolás Valdivia

Subsecretario de Gobernación

Encargado del Despacho

Загрузка...