Sé que escribir se considera una profesión solitaria, pero hay tantas personas que me ayudan y me dan ánimos que no me siento sola. Doy las gracias a los lectores que me envían esos preciosos correos electrónicos y también a las participantes del Message Board de mi web www.susanelizabethphillips.com. Es ahí donde he conocido a Beverly Taylor, que fue lo suficientemente amable para compartir conmigo sus vastos conocimientos sobre el este de Tennessee (No, Susan. No puedes poner Tennessee del Este). Les doy las gracias también a Adele San Miguel por aportarme una nueva visión sobre Tennessee y al doctor Bob Miller por asesorarme una vez más sobre las lesiones de los jugadores de fútbol americano. Varias maestras me ayudaron a entender «qué significa tener once años», incluyendo a Nelly LeSage y a mi estimada amiga Susan Doenges. También agradezco a los encantadores profesores de cuarto y quinto grado que me guiaron en la dirección correcta. Gracias por todo.
Mi mayor apoyo, como siempre, es mi marido Bill; mi hermana Lydia; mis maravillosos hijos; y las mejores nueras del mundo, Dana Phillips y Gloria Taylor. Además, doy gracias todos los días a mis talentosas, divertidas y perspicaces amigas escritoras, especialmente a Jill Barnett, Jennifer Crusie, Jennifer Greene, Kristin Han-nah, Jayne Ann Krentz, Jill Marie Landis, Cathie Linz, Lindsay Longford, Suzette Van, Julie Wachowski y Margaret Watson. Y a todos los libreros y bibliotecarios que continuamente me encuentran nuevos lectores. Lo aprecio de verdad.
En el ámbito profesional, cuento con el más fabuloso equipo del mundo, comenzando por el personal de William Morrow y Avon Books, y continuando con mi editora, Carrie Feron. Es un placer trabajar con tantas personas extraordinarias Bdel mundo del arte y del mundo editorial, así como de los procesos de comercialización, producción, publicidad y ventas. Sí, soy una persona afortunada. Steven Axelrod ha sido mi agente desde la escuela primaria. Ha sido un gran socio. Sharon Mitchell, es mi brillante ayudante, sabe todo lo que hay que hacer y estaría perdida sin ella.
Finalmente, mi especial agradecimiento a mi hijo Zach Phillips por dejarme usar dos de sus canciones, «Why not smile?» (© 2006) y «Cry like I do» (© 2003). Zach, eres un auténtico roquero.