9

En camisa de once varas

Escondido tras un buzon cercano, estuve espiando las idas y venidas de la clientela del tugurio.

Como ya habia imaginado, a aquellas horas el local era mas Bar Nando que La Tasca, es decir, estaba mas frecuentado por trabajadores o parados con ganas de trabajar que por el tipo de jovenes que por las noches agotaban las reservas de cerveza. El video de los heavies no funcionaba y solo se oia la musica de un transistor colocado tras el mostrador. Incluso el camarero que recordaba a Fernando Esteso parecia mas relajado y animado.

Cuando llegue a mi lugar de observacion, habia cuatro clientes. Tres iban juntos, y salieron bromeando despues de acabar sus cafes y sus copas de media manana. El cuarto comia un sandwich y leia el periodico. Cuando acabo el bocata, salio sin levantar la vista de su lectura.

Por fin, Fernando Esteso quedo solo en el bar.

Me arme de valor, saque un billete de quinientas y entre en el local parapetado tras el.

– Hola, buenos dias, ?te acuerdas de mi? Toma, te traia esto porque el otro dia se me olvido pagarte, cuando se armo aquel lio… -dije de un tiron, deslumbrandole con mi fantastica sonrisa modelo Mira que espabilado e inocente soy.

Y aun hubiera dicho muchas cosas mas si el no me hubiera quitado el billete de las manos y me hubiera cortado:

– De acuerdo. Muy bien. Estamos en paz. Ya puedes volver al colegio.

– Un momento, un momento -dije, siempre sonriente-. ?Te has enterado de lo que le ha pasado a Elias?

Me miro con desconfianza.

– ?Que Elias?

– Vamos, no tienes por que disimular. Elias se paso el dia de ayer escondido en el bar. ?No ves que somos amigos? -No. No lo veia. Decidi demostrarselo-: ?Sabes que hizo unas cuantas llamadas desde aqui? Pues era para mi. Dijo que me daria un sobre… Y que quiza me lo dejaria aqui…

El camarero me escudrinaba atentamente. Parecia extremadamente desgraciado. Le sabia muy mal lo que tenia que decirme.

– ?Y que le ha pasado a Elias? -pregunto.

– ?Que?

– Que que le ha pasado. Al entrar, has dicho: «?Te has enterado de lo que le ha pasado a Elias?» Bueno, pues no, no me he enterado…

– Le ha atropellado un coche. Aqui, en la plaza del Mercado. Esta gravisimo… -El camarero inspiro mucho aire por la nariz, procurando no cambiar de expresion. Hincho mucho los pulmones y los desinflo lentamente. Se habia asustado, es decir, se lo habia creido. Lo que significaba que el comportamiento de Elias el dia anterior, alli, en el bar, habia resultado lo bastante convincente con respecto al peligro que corria. Aproveche que bajaba la guardia para atacar-: De modo que vamos al grano. ?Tienes el sobre?

– Tengo el sobre… -admitio el-. Pero no se si debo dartelo a ti.

– ?Que te dijo Elias?

– Dijo: «Esto es para mis amigos. Ya sabes a quien me refiero.»

– ?Y a quien piensas que se referia? -salte.

– No lo se… -dudaba. No lo tenia demasiado claro. Probo-: El Puti, el Piter…

– ?Vamos, anda! ?Si se estaba escondiendo de ellos! ?No te pidio que si venian el Puti y el Piter no les dijeras nada?

– Si, me lo pidio.

– Y, tal vez, incluso vinieron a buscarle y tu les dijiste que no estaba…

– ?Mira, a mi no me vengas con problemas!

– dijo el camarero. Su mano buscaba algo bajo el mostrador, y yo adivine que cogia el sobre de papel de embalar con la intencion de darmelo y acabar de una vez. Pero aun no se decidia.

– Soy amigo suyo -insisti, para tranquilizarle y darle el ultimo empujoncito-. Hoy he ido con el en la misma ambulancia, cuando le han llevado al hospital. Y he estado hablando con su familia… ?Piensas que le tenia miedo a su familia?

– No, a su familia no…

– Claro. Su propia hermana vino a traerle una caja envuelta en plastico, ?te acuerdas?…

– Si…

Yo estaba aprendiendo que la mejor manera de obtener informacion es decir todo lo que sabes. El camarero, que parecia desgraciado, iba tomandome confianza.

– Pues ya lo ves… Soy amigo de la familia… Cuando hablaba de «sus amigos» se referia a mi, de verdad… Ya te he dicho que ayer me llamo desde aqui…

Un poco aturdido, y temiendo que yo fuera a repetir todo lo que ya le habia dicho, me interrumpio:

– Si, ya lo se, de las tres llamadas una era para ti… Ya lo se… Toma.

Su mano emergio de debajo de la barra con el sobre de papel de embalar. Un sobre limpio, inmaculado, impecable, sin ninguna inscripcion que indicara a quien iba dirigido. Yo tambien me estaba preguntando a quien se referia Elias con lo de «mis amigos». Y tambien habia otras cosas que me preocupaban.

– ?Tres llamadas? -dije.

– Si. Tres llamadas -por fin, parecia que se decidia a hablar-. Me dio tanto la lata con lo de las tres llamadas… El telefono lo tengo aqui, en la barra, ?ves?… -hizo un inciso para referirse al sobre-. Venga, venga, esconde esto. Que no te lo vea el Puti…

Meti el sobre dentro de la mochila Mistral, donde llevaba las cosas del cole. Tenia muchas ganas de abrirlo, pero antes debia terminar mi conversacion con aquel hombre. No queria cortarle, ahora que se estaba mostrando comunicativo.

– Esta bien, esta bien -dije-. Sigue. Tenia miedo de que le viese el Puti, ?verdad?

Asintio.

– … Asi es. Como el telefono esta aqui fuera, tengo que hacer unas peripecias tremebundas agachado bajo la barra, y cosas por el estilo…

– ?Y no sabes a quien llamo?

Yo recordaba la sensacion de panico que le habia notado a Elias cuando le descubri que llamaba desde La Tasca. Pense que antes de hablar conmigo podia haber hablado con algunos de sus enemigos, y que en aquel momento penso: «Si este ha adivinado que llamo desde La Tasca, el otro tambien ha podido averiguarlo.»

Fernando Esteso dudaba.

– Mira… -le ayude-: La primera llamada debio ser bastante excitada, muy nerviosa… No me lo nego-. La segunda la hizo a su casa, a su hermanita, para que le trajera el paquete y le diera mi numero de telefono. La tercera fue para mi… -Hizo un ademan de si, tal vez si, no te digo que no-. ?A quien llamo la primera vez?

– Al Puti -confeso el camarero-. Repitio su nombre el numero suficiente de veces para que no quedase la mas minima duda… «Puti, por favor, dame otra oportunidad», lloriqueaba…

– Y el Puti no le dio otra oportunidad -conclui yo. El camarero fruncio los labios y movio negativamente la cabeza-. Y Elias llamo a su familia, y despues a mi… Y despues… -Trataba de adivinar-. Te pidio que recogieras que traeria su hermana y salio volando… El camarero hizo que si, que muy bien-… Y, mientras el estaba fuera, vino la hermana a traer la caja…

– Que si, que si-… Y tal vez tambien se presentaron el Puti y compania…

Aqui, Fernando Esteso abrio la boca como para repetir lo que habia dicho antes («Mira, a mi no me vengas con problemas»), pero estaba tan claro que yo lo acertaba todo que suspiro y me dio la razon.

– Ni mas ni menos.

– Y venian en son de guerra.

– Si, senor.

– Y tu les dijiste que Elias no estaba.

– Porque no estaba.

– Y se fueron.

– Y se fueron -confirmo el.

– Y te dijeron: «Mira que si nos estas escondiendo algo lo pasaras mal» -aventure.

– Siempre tienen que decir la ultima palabra -me concedio el camarero.

– Y despues volvio Elias…

– … Se metio ahi dentro con la caja que habia traido su hermana, y salio al cabo de un rato y me dejo este sobre, y me dijo que se iba, que no dormiria aqui…

– Tambien te dijo: «Dales esto a mis amigos…»

– Si, senor… -Aquel hombre parecia cansado de hablar conmigo. Se le veia mucho mas desgraciado que antes.

– Esta bien. Veamos que tenia para sus amigos…

Cogi la mochila Mistral, busque el sobre de papel de embalar. Lo abri. Contenia una foto de tamano cuartilla.

Mostraba el puesto de pescado de un mercado. Supuse que era La Boqueria. De perfil al enfoque, una vendedora muy gorda y expansiva como una explosion de Goma-2 reia a mandibula batiente sacando pecho y echando la cabeza hacia atras. Ante ella, al otro lado del mostrador, tambien de perfil a la camara, el Pantasma tenia una sardina en las manos y le miraba el interior de la boca, con una expresion muy comica.

Era una magnifica fotografia. Digna del primer premio de un concurso.

Pero para mi no tenia ningun significado.

Como si acabara de decir esto en voz alta, alguien a quien le gustaba llevar la contraria, dijo a mis espaldas:

– Muy bien, chaval… Ahora nos explicaras que significa esto…

Me volvi rapido como una peonza. Pero ellos fueron mas rapidos que yo. Una mano me quito la foto de un tiron. Otra mano me sujeto en lo alto del taburete que me mantenia a la altura de la barra.

Hice ademan de perseguir la foto y la mano que me agarraba por el impermeable amarillo me empujo contra la barra. Senti el golpe en la espalda y aquel puno se me clavo en el pecho y me hizo dano.

– ?Quieto, entrometido…!

– ?Eeeeh…! -hice yo.

Era el Puti quien me habia quitado la foto y ahora la miraba como si se tratara de un valioso papiro egipcio. Y era el Piter quien me sujetaba. E iban acompanados de un tercer elemento que parecia escapado del mismo zoo que los otros dos. Me aterro verlos tan cerca. Pero ni el miedo ni el dano fisico que me acababan de causar me inclinaban al llanto. Al contrario, una rabia sorda, densa y agria como un mal vomito, me lleno el estomago y crecio, y se me subio a la cabeza.

?Aquellos salvajes eran responsables de lo que le habia pasado a Elias…!

Sin pensarlo, golpee el brazo que me sujetaba…

– ?Suelta! -grite.

Aquel movimiento brusco sirvio para librarme de aquella garra y mi taburete alto cayo hacia un lado, proyectandome contra los demas taburetes. Fue una caida muy poco digna, pero me permitio alejarme un poco de la amenaza. A cuatro patas, rapidamente, me zafe de un intento de agarrarme del Piter, me escurri entre dos sillas y me incorpore detras de una mesa, colocandola como parapeto entre mi perseguidor y yo.

Queria pedirle ayuda al camarero, pero se me habian adelantado.

El Tercer Simio se habia abalanzado sobre el y le habia puesto la navaja al cuello.

Al mismo tiempo, el Puti corria hacia la puerta. Habia dado un salto, se habia colgado de la persiana metalica y la habia bajado de un fuerte tiron.

Habia sido un zafarrancho de combate en toda la regla.

Iban a por todas.

Yo estaba acorralado y acababan de declararme la guerra.

Al otro lado de la mesa, el Piter me miraba cargado de paciencia. Parecia decir: «Venga, corre todo lo que quieras; de esta no sales.» El Simio de la Navaja le dijo al camarero:

– Y tu quieto, ?eh? Quietecito, que ya has intentado tomarnos el pelo una vez, y eso no se hace…

Y el Puti, muy senor, en su papel de jefe de la banda, con la foto entre manos, muy perdonavidas:

– Ahora, nos explicaras que significa esto…

– ?Por que habria de saberlo? -grite. Tenia muchas ganas de hacerles dano-. ?Vosotros erais sus amigos…!

– Tu vas a la escuela con Elias. Tu conoces al colega que trabaja de conserje. Tu tienes que saber por que paga tanta pasta, ese hombre, por una foto como esta…

– Pero, ?no os habiais aliado con el conserje…? -salte yo.

Al ver que le plantaba cara, el Piter intento atraparme. Empuje la mesa contra el y busque refugio detras de otra, en una esquina del local. Mal asunto. Pronto estaria completamente acorralado.

Fernando Esteso queria protestar, pero la navaja del Tercer Simio se lo impedia.

– ?Que pasa? -insisti, provocandolos. Porque no podia evitarlo; tenia que insultarlos, provocarlos como fuera, no podia soportar su proximidad-. ?Es que ahora os lo quereis montar por vuestra cuenta…? No os casais con nadie, ?verdad? Erais muy amigos del Lejia, pero cuando Elias os dijo que podiais sacar mucha pasta robandole la foto, no dudasteis en darle una buena paliza… No obstante, a la que veis que el Lejia os quema las motos y que es demasiado fuerte para vosotros, volveis a aliaros con el y os haceis amigos del conserje y os poneis todos contra Elias, que es el mas debil… Y, mira por donde, en cuanto el Lejia se descuida, quereis recuperar la foto para montaros la vida por vuestro lado y hacerle chantaje al conserje…

– Tu lo has dicho -afirmo el Puti-. Nosotros no nos casamos con nadie… Y ahora, di: ?Que significa esta foto?

– ?Que te lo explique el conserje!

El Piter se movio rapidamente. Lo estaba preparando desde hacia rato, y, de pronto, dio un tiron y ya tenia el cinturon en la mano. Tintineo una pesada hebilla. Me doleria mucho si llegaba a tocarme.

– Bajale los humos, Piter -ordeno el Puti.

Y se me vino encima.

Empuje la mesa y eche a correr en la unica direccion donde veia una posible via de escape: Una puerta interior protegida con una cortina de cintas de plastico. Oi el silbido de la correa, el chasquido del golpe contra la formica de la mesa, los gritos: «?Cogele, cogele!», y las maldiciones del Piter.

Enfile un pasillo atestado de cajas de cerveza y oi las precipitadas pisadas del heavy a mis espaldas. Me colgue de una caja de las de arriba, haciendo que cayera tras de mi. Y otra, y otra, y otra.

Aquello significo un ensordecedor estrepito de cristales rotos, y muchos mas insultos, maldiciones y blasfemias vomitados por la boca del Piter. Aquel hombre me queria matar. Un latigazo de la correa silbo muy cerca, y la hebilla me dio en los dedos y me hizo mucho, mucho dano. Pero yo no podia detenerme por aquella menudencia. Si me paraba, aun me harian mas dano.

Mientras el Piter se abria paso lanzando cajas en todas direcciones, rugiendo de rabia, yo llegue hasta una puerta acristalada. Daba a un patio exterior. La abri, sali a la lluvia, la cerre de nuevo, aunque no podia atrancarla con el pestillo y me volvi, dispuesto a enfrentarme con la libertad.

Vanas ilusiones.

Estaba en el fondo de un patio muy estrecho, rodeado de cajas de plastico llenas de botellas.

No tenia escapatoria.

Por encima de mi cabeza, ropa colgada, ventanas estrechas de lavabos o de cocinas, a juzgar por las canerias de desague que bajaban por las paredes. Y, arriba del todo, a cinco pisos de distancia, la cuadricula del cielo.

Abri la boca para gritar, pero en aquel mismo instante estallaban los cristales de la puerta, y solo me salio un ridiculo «Ayayayay», mientras trepaba como una ardilla hacia la cima del monton de cajas de plastico.

El Piter aparecio gritando:

– ?Baja de ahi…! -y me insultaba.

Me envio un correazo que logre esquivar a duras penas.

Replique tirandole una caja de cervezas. Pesaba demasiado, y no pude darle impulso, de modo que cayo por su propio peso, pero estallo como una bomba contra el suelo. Como minimo, consegui que aquel animal retrocediera.

Entonces, aparecio el Puti. Furioso, pero contenido.

– ?No hagas tonterias, chaval! -me rino-. ?No te das cuenta de que podemos hacerte bajar cuando nos de la gana? ?Explica que significa la foto, y acabemos de una vez!

Se me ocurrio que, tal vez, podria sacar algo en claro de aquella conversacion.

– Significa que… -y cante-: ?Saaardina freees-cue!

– ?Que? -hizo el Puti, como quien ve visiones.

– «Sardina fres-cue» -repeti, con menos entusiasmo-. Elias siempre estaba hablando de sardinas, ?no os acordais? «Sardina frees-cue», cantaba continuamente…

– Pero, ?es que quieres quedarte con nosotros…? -aullo Piter. Y esta vez se lanzo a por todas.

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