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Una cara como un mapa

Al dia siguiente, como es natural, acudi al colegio dispuesto a observar a Elias. No ibamos a la misma clase (el estaba en octavo C y yo en el B), y por eso no habia tenido demasiadas oportunidades de observarle a lo largo del curso.

De lejos parecia exactamente lo que su hermana me habia descrito: Un heavy descafeinado, traicionado por el pelo, que su padre le obligaba a llevar bien cortadito, por el acne de la cara, que le reblandecia una expresion que pretendia ser de asesino a sueldo, por una cazadora de piel demasiado nueva y por una pulcra camisa que su mama debia plancharle cada noche mientras el sonaba placidamente.

De cerca, pude observar que tenia la cara como un mapa. Le habian dado algunos puntos en el labio y en una ceja, y sus gafas oscuras no conseguian ocultar del todo un espectacular moreton en su ojo derecho.

– No parece peligroso -comento Pili.

– Mas bien da lastima -corrobore yo.

Entrando en clase, le susurre a Maria Gual:

– ?Que le ha pasado al Matagigantes?

– Te has dado cuenta, ?eh? ?Que te dije? Anoche llego tardisimo. Y esta manana se levanta asi… Le ha dicho a mi padre que tropezo con una puerta…

– ?Con una puerta? -exclame-. ?Cuantas veces?

Mientras Isabel nos explicaba el apasionante fenomeno de la gelividad, jugue a imaginarme a Elias tropezando con una puerta por primera vez, y tratando de abrirla y tropezando de nuevo, y dandose un morron al pretender levantarse, y otro cuando entraba alguien y paf, le golpeaban sin querer, y otro cuando… Hasta que Isabel interrumpio su discurso para preguntarme:

– Anguera, ?se puede saber de que te ries?

– De nada -dije.

Adopte una expresion de concentrada atencion y empece a elaborar planes con respecto a Elias. Aquella cara como un mapa podia ser un buen primer objetivo. Poder decirle al senor Gual: -Con que una puerta, ?eh? Mire, mire como consiguio una cara nueva su hijo…

?Como podria demostrarlo? ?Siguiendole a todas partes con la maquina de fotografiar, a la espera de que empezara a arrearse con los punkies para dedicarle un carrete entero? No me gustaba la idea.

A mediodia, al salir del colegio, Pili y yo montamos un numero para aproximarnos al sujeto. Solo pretendiamos hacernos simpaticos, ganarnos su confianza para poder interrogarle sutilmente, sin que pudiera llegar a imaginar nuestras intenciones.

Con el libro de matematicas en las manos, nos pusimos a discutir un complicado problema sobre la descomposicion factorial de las funciones polinomicas. Como por casualidad, pasamos junto a Elias, que estaba quitando el candado de su Montesa. Elias tambien comia fuera de la escuela.

– ?Eh, Pili! -dije yo-. ?Gual nos lo explicara, y ya veras como tengo razon! Eh, Gual, tu que has aprobado todos los examenes semanales de matematicas… ?Es cierto o no que para sacar el cuadrado de esta suma se debe aplicar la propiedad distributiva…?

Nos miro como si llevasemos una navaja y le hubieramos exigido que aflojara la pasta.

– ?Lo que te digo yo es que aplicas mal la formula! -gritaba Pili-. El cuadrado de la suma es igual al cuadrado del primero mas el doble del primero por el segundo, y no mas la suma del primero y el segundo…

– Esta bien, Pili, deja hablar a Elias. ?Es cierto o no que hay que aplicar la propiedad distributiva?

En los segundos que siguieron, el rostro de Elias se convirtio en uno de los espectaculos mas impresionantes que jamas he presenciado. A los moratones azul-granas, consecuencia de la paliza recibida, se anadio una fantastica expresion de estar viendo marcianitos verdes con antenas.

– ?La propiedad distributiva? -farfullo. Se le caia el labio inferior.

La situacion empezaba a ser violenta. En teoria, habiamos sacado aquel tema de conversacion para darle la oportunidad de apabullarnos con sus conocimientos y de sentirse superior a nosotros; en una palabra: hacernos agradables. Pero el tiro nos estaba saliendo por la culata…

… De modo que trate de salvar la situacion poniendo cara de sorpresa y senalando con el dedo uno de sus cardenales.

– ?Eh, Gual! ?Que te ha pasado? ?Como te has hecho esto?

Le estaba ofreciendo una magnifica oportunidad para darselas de tio duro. En aquel momento, deberia haber sonreido con bravuconeria y haber dicho algo asi como: «Bah, ayer tuvimos una pelea con unos mierdas de punkies y les hicimos polvo», y nosotros habriamos comentado: «?Oh, Gual, que fantastico…!».

Pero la cosa fue de otra manera.

– ?Y a ti que te importa, enano? -ladro.

Bien, seguramente habia recibido mas de lo que habia dado. Sin perder ni los animos ni la sonrisa, ataque por otro flanco:

– ?Eh, que moto mas guai, tio…!

Me miro. Me di cuenta de que empezaba a pisar terreno peligroso. Pili me estaba dando codazos desde hacia rato, pero yo no soy de los que se rinden a las primeras de cambio. Lo intente de nuevo, con la boca cada vez mas dolorida a causa de la sonrisa forzadisima:

– ?Y la camara fotografica? De alucine, ?no?

Me cogio por el chandal y me levanto un palmo del suelo.

– Pero, ?se puede saber que te pasa, tio mierda? ?Que estas buscando? ?La hostia perdida? -Me salpico toda la cara de saliva.

– ?Tan solo intentaba serte simpatico, Gual…!

Me propino un empujon que casi da con mis huesos en el otro extremo de la calle.

– ?Pues ve a hacerte el simpatico con la madre que te pario!

Habia ido a parar tan lejos que, de haber querido acercarme para continuar discutiendo la jugada, habria tardado media hora larga. De modo que me rendi.

– Pues si que nos ha salido bien la estratagema… -ironizo Pili-. ?Que piensas hacer ahora?

– Cada vez estoy mas interesado por esta cara nueva que le han hecho a Elias -dije, muy pensativo. Pero lo cierto es que empezaba a preocuparme otra cosa-. Esta tarde me gustaria oir la version del Puti sobre la pelea de ayer…

– ?Del Puti? -se escandalizo Pili-. ?Te propones ir a ver al Puti?

– A La Tasca, si… -dije justo cuando llegabamos al bar de nuestros padres. Viendo la cara de preocupacion de mi hermana, agregue-: ?Oh, no te inquietes! Se hacerme el simpatico… Soy un especialista en caerle bien a la gente…

Mientras comiamos, y en el taller de la tarde, lo que absorbio mis pensamientos fue encontrar la manera de hablar con el Puti en La Tasca sin que Gual estuviera presente.

En el taller haciamos una revista, de modo que tenia a mi alcance una maquina de escribir. Me la apropie y escribi en una cuartilla: «Si te interesa un trabajo facil y muy lucrativo, ve al Sotano de Gran Via, cerca de la Universidad (esperaba que aun existiera aquel bar donde solian reunirse heavies de toda Barcelona), entre las cinco y media y las seis y media (de este modo, no tendria tiempo de pasarse por La Tasca para consultar con sus amigos, y yo dispondria de un margen de una hora para mi trabajo) y hablaremos de negocios.»

Era arriesgado, porque si Elias investigaba en la escuela, podia averiguar que maquina se habia utilizado. Pero solo con imaginarme a Elias investigando, con aquella cara de muermo que se le habia puesto al mediodia, me venian ganas de reir. Lo que me interesaba era que el mensaje le picara la curiosidad y fuera a ver de que se trataba.

Lo consulte con Maria Gual.

– ?Que te parece? -le dije.

– ?Oh, Flanagan, es fantastico!

– ?Tu crees que esto le alejara?

– ?Claro que si! ?Yo misma se lo dare y le convencere! ?Oh, Flanagan, que emocionante! ?Y te presentaras en La Tasca?

– Por supuesto. ?Para que imaginas que estoy montando toda esta peripecia?

– ?Oh Flanagan, ?puedo acompanarte?!

– ?Naturalmente que no! -Alce tanto la voz que todos mis companeros del taller de periodismo se volvieron para mirarme. Les devolvi la mirada, muy digno y, para que quedara muy claro, repeti, ahora dirigiendome a toda la clase-: Naturalmente que no. -Y, alejandome de Maria, le susurre al oido a una chica bajita que me miraba divertida-: Na-tu-ral-men-te… que no.

Se rio la chica, se rio el resto de la clase, y la profe me dijo que por favor, si no era mucho pedir, que dejara de hacer el payaso.

Le conteste que si, que con mucho gusto.

Al salir de clase, observe de lejos como Maria le daba la nota a su hermano. Despues, ella misma me explico como habia ido:

– Toma… -le habia dicho a Elias-. Me lo ha dado un senor muy bien vestido, de terciopelo rojo, con un parche en el ojo. Debia de ser tuerto.

– ?Por que le has dicho que llevaba un traje de terciopelo rojo? -pregunte, horrorizado.

– Para darle un aire de misterio al asunto…

– ?Y tuerto, jope…! -gruni. Y, recuperandome-: ?Y que te ha dicho?

– Lo mismo que tu: «?Vestido de rojo? ?Tuerto? ?Con un parche…?», y yo le he contestado que si, que si, que parecia forrado de pasta y que queria hablar con el a toda costa…

– ?Y por que no me ha dado la nota personalmente? -le habia preguntado Elias, dando muestras de una minima inteligencia.

– ?Ah, eso no lo se…! No habra podido encontrarte -le respondio su hermana, tan frivola como siempre.

– Bien; abreviando… -corte yo el relato-. ?Acudira a la cita, o no?

– Si. Se lo ha tragado todo. Ha dicho: «Bien, a ver de que se trata.» Y parecia como inquieto, como si pensara que pudiera tratarse de alguien a quien el conocia…

– Lo que parecia ya me lo explicaras despues. Ahora tengo que ir a La Tasca…

Lo que llamabamos La Tasca era en realidad el Bar Nando, el cuartel general de los heavies del barrio. Una panda de chicos entre los dieciseis y los veintipocos, con grenas, cazadoras y munequeras de cuero claveteadas, que jugaban a ser peligrosos, bebian litronas a morro y te miraban con ojos turbios, como si estuvieran aburridos de la vida. Las mesas estaban acribilladas de inscripciones grabadas a punta de navaja. Abundaban las S dibujadas como un rayo, imitando el grafismo de las SS nazis: «KISS», «PASSAKONTIGO», «LORENSSO». En el televisor, un video de los Warlock in Concert dando cana y ensordeciendo al personal.

Ahi es donde me fui a meter. Yo solo, sin Maria.

Me dije que no debia asustarme de aquella gente. En el fondo, si te mantenias lejos de los conciertos y de las provocaciones punkies, eran inofensivos. Eso si: su espiritu de clan era tan fuerte que si no vestias a su estilo podian acabar pidiendote explicaciones. De modo que no considere oportuno presentarme en chandal y, al salir de la escuela, a las cinco, pase por casa para cambiarme.

Botas, conjunto tejano y la camisa roja que mi madre siempre quiere tirar a la basura.

Para romper un poco el efecto country, entre en una tienda y me compre chapas de Makoki, de Deep Purple, Kiss y Bruce Springsteen, asi como unas gafas estilo Blues Brothers. Con todo eso encima, ya me veia con animos de entrar en La Tasca, a no ser que la policia me detuviera por el camino.

El local estaba casi vacio cuando llegue. Sin embargo, en una mesa, llamando la atencion como moscas en un plato de nata, el Puti y uno de sus complices contemplaban admirados las contorsiones de Doro Pesch, de Warlock, tambien conocida como la Tigresa Rubia.

Me acerque a la barra preguntandome como me las arreglaria para acercarme a ellos. Mira por donde, me temblaban las piernas.

– ?Que quieres? -dijo bruscamente el camarero, que tenia cara de sentirse muy desgraciado, como Fernando Esteso.

– Una birra -dije yo, muy en mi papel. Y me deje llevar por la inspiracion, engolando la voz y poniendome de puntillas («No te preocupes, aqui sirven cerveza a cualquiera. No la cagues ahora pidiendo una naranjada») -: Y… llevales tambien un par de birras al Puti y a su amigo… Me estaba soltando el pelo-: ?Como se llama su amigo?

– Pedro. Le llaman Piter.

– Ah, si, el Piter… Llevale una birra tambien a el… Ah, y unas… -Pero el camarero, que parecia muy desgraciado, ya habia corrido en otra direccion. Espere pacientemente mi cerveza, tamborileando con los dedos para seguir el ritmo de la musica. Cuando me la trajo, le dije-: Ah, y tambien les sirves unas aceitunitas… Si, al Puti y al Piter. ?No te han dicho nunca que te pareces a Fernando Esteso…?

Me miro como preguntandose cuanto rato le duraria yo en un callejon solitario y se fue a preparar las cervezas y las aceitunas.

Ya os lo podeis imaginar: al servirles, les diria: «De parte del colega de la barra», y ellos se volverian y alzarian las birras a modo de saludo, sonriendo, y yo tendria un motivo para acercarme a ellos, muy natural y desenvuelto. «Eh, Puti, ?como te trata la vida…

El camarero les sirvio las cervezas y las aceitunas. Les dijo algo. El Puti y el Piter no le hicieron el mas minimo caso. Estaban alucinados con Doro Pesch, que cantaba el Burning The Witches. Empezaron a beber y a picar como si fuera muy normal que aquello les hubiera caido del cielo, como el mana.

Llame al Fernando Esteso.

– Eh.

– Que.

– Ponles tambien unas patatas. Unas «chips».

El Fernando Esteso se armo de paciencia.

– Mira, hijo -refunfuno-. No quiero peleas en mi bar. Si buscas bronca, llamas desde una cabina y le pides hora al Puti, pero en otra parte.

– Pero, ?de que hablas, tio? Si solo pretendia ser amable… Llevales unas patatas y diles que es de mi parte, hombre…

– Mira que si hay sarao, cuando lleguen los de la bofia les dire que tu eres el responsable y que pagaras los destrozos del local, ?entendido?

– De acuerdo, tio. Pero no te preocupes, que no pasara nada…

Se resigno. Dio media vuelta y fue a buscar una bolsa de patatas. Le segui con la mirada. Vi como llegaba a la mesa, como hablaba con el Puti y con el Piter, como les tocaba en el hombro para llamar su atencion, como repetia todo lo dicho y me senalaba a mi y, por fin, se volvieron los dos.

Yo sonrei, e hice un ademan de brindis con mi birra.

Se incorporaron lentamente, encorvados y manteniendo las manos alejadas del cuerpo, como quien se prepara para propinar o esquivar punetazos. Pero, ?que les pasaba? ?Si yo solo pretendia ser amable…!

Ambos eran muy delgados, llevaban dias sin afeitarse y tenian el pelo muy negro, abundante y grasiento. Apenas si se diferenciaban por los bigotes y las patillas del Piter, que lo hacian un poco mas rocker que heavy. El resto de las facciones casi les hermanaba: rostro huesudo, anguloso, chupado y duro, como cincelado en piedra. Por su expresion, se diria que estaban irritadisimos con la humanidad en general. Como si desde primera hora de la manana toda la gente del barrio se los hubiera estado toreando y tomandoles el pelo, y acabaran de decidir que ya estaba bien.

Lo peor de todo era que me veian a mi como la gota que habia hecho rebosar el vaso.

Trate de anticiparme:

– Eh, Puti, ?no me conoces…?

Me senalo con su dedo indice de una sucia, y me hizo el mismo efecto que si me apuntara con una Magnum 357 cargada con balas dum dum.

– Eres tu quien no me conoce a mi -dijo-. No me gustan las bromas, ni siquiera cuando estoy de buen humor. Hoy tienes suerte, ?de acuerdo?

Me parecio una persona un poco incoherente. Considere que la ilacion de sus pensamientos era bastante caotica. Pero no se lo dije. Tarde o temprano, en algun momento de su vida, ya lo descubriria por si mismo.

– Pero que pasa, colegui -dije con la sonrisa mas ancha y mas estrepitosa de toda mi carrera-. Si solo venia a… -«Improvisa, Flanagan, improvisa y compralos, o la cosa empeorara»- a… devolveros la pasta que perdisteis ayer…

Pasta. Aquello si que lo entendia el Puti.

– ?Pasta? -dijo.

– ?Perder? -abundo el Piter.

– ?Donde?

– ?Donde, donde, donde…! -hice yo, jugandome vida-. ?Donde estuvisteis ayer por la noche?

– ?Anoche?

Trague saliva.

– Ayer tuvisteis una buena pelea, ?no?

– ?Ayer?

Aquella pregunta, y sus expresiones, significaban: «No.» Y aun significaban algo mas: «No, y nos estas pareciendo muy sospechoso.»

Trague mas saliva. En mi boca habia una inundacion de saliva.

– ?Ayer no tuvo una bronca el Gual, que le dejaron la cara como un mapa…?

El ambiente se relajo un poco. Rieron, se miraron, intercambiaron codazos. Era evidente que tenian conceptuado al Gual como a un ser inferior que solo merecia su desprecio y que le hicieran una cara nueva de vez en cuando.

– ?Ja, ja, ja, el Gual!

– ?Ja, ja, tienes razon!

– ?Ja, la cara como un mapa, si…!

– Se lo hicieron los punkies, ?no? -dije yo, haciendo un esfuerzo por reir a mi vez.

– ?Ja, ja, los punkies…

– ?Ja, los punkies, dice!

Resultaba muy dificil mantener una conversacion medianamente inteligente con aquel par de simios.

– Entonces, ?quien fue…?

El Puti se moria de ganas de explicarlo. Supongo que le gustaba ridiculizar a Gual. Lo dijo en voz alta, para que se oyera en todo el local. Me parecio que imaginaba que Doro Pesch callaria un momento en el video y escucharia atentamente:

– ?Al Gual le hincho las narices un albanil de la obra de aqui al lado! El de la maquina de perforar. Se la tenia jurada desde hacia dias, porque decia que la moto de Gual era demasiado ruidosa. ?Y Gual decia que mas ruidosa era la taladradora! Se la tenian jurada…

Este relato, sencillo y emotivo como la vida misma, hacia que el Piter se partiera de risa. Tenia que sujetarse el estomago para que no se le rompiera alguna cosa ahi dentro. De modo que yo aguante mi sonrisa clavada con chinchetas. Empezaba a pensar que jamas llegaria a entenderme con ellos.

– …Y esta manana aparece el Gual con la cara como un bistec. Y yo le digo: «?Que te has hecho?», y el me cuenta que anoche se cruzo con el albanil cerca del Parque, y que el otro le dijo algo de su moto, y que empezaron a calentarse… ?Me gustaria haberlo visto! -rugia el Puti.

– ?Yo lo vi, yo lo vi! -intervine, para recordarles mi presencia-. Fue fantastico…

El Puti cambio automaticamente de expresion. Se puso serio para pronunciar la palabra magica:

– ?Y que decias de la pasta?

– Ah, si. Que… -Volvi a la historia que me habia ocurrido antes-: Mientras peleaban, se le cayo un billete de quinientas pelas… Venia a devolverselo.

El Puti no se lo creia, pero si habia pasta de por medio, no era cuestion de dejarla pasar volando.

– Damelas a mi, ya se las devolvere yo -dijo.

Yo meti la mano en el bolsillo para sacar el billete que el dia anterior me habia dado Jorge Castell.

– No es necesario -sono entonces la voz congestionada de Elias Gual-. Ya las cogere yo mismo…

Habia entrado en el bar sin que nadie se apercibiera, y ahora se materializaba ante mi como el genio de la lampara de Aladino. Me miraba fijamente, reconociendome como el crio que le habia estado importunando a mediodia, posiblemente atribuyendome la responsabilidad del anonimo que lo habia enviado a la plaza Universidad para nada, y odiandome profundamente por todo ello. Me parecio que empezaba a considerar la posibilidad de asesinarme.

– … Perdonad que me haya retrasado, chicos -dijo con voz temblorosa-, pero he estado haciendo un negocio con un colega que juega fuerte. ?No lo habeis visto nunca por el barrio? -Me escrutaba intensamente-: ?Uno con un traje de terciopelo rojo? ?Y tuerto? Pues me ha ofrecido un trabajo dabuti… ?Ahora lo celebraremos… con la pasta que nos dara este mocoso!

Me supo mal, pero no pude dedicarle a su discurso toda la atencion que sin duda merecia, porque, mientras hablaba, yo estaba descubriendo que me habia dejado el dinero en casa, en el bolsillo del chandal.

No llevaba ni un duro encima.

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