Epilogo

Ahora tengo un cobertizo.

Cuando Elias se recupero, se mostro muy agradecido y me cedio el cobertizo para que lo utilizara como despacho. Alli me instale y Maria se asocio conmigo (no esta tan mal, despues de todo, esa tecno), y los dos juntos continuamos el trabajo que Pili y yo empezamos en casa, entre cajas de cerveza.

Elias ha dejado el barrio. Se ha ido a vivir al centro de Barcelona y dicen que estudia fotografia y colabora con una agencia de prensa al mismo tiempo. Dicen que es un fotografo muy bueno, y que le va muy bien, y yo me alegro.

Han pasado ya tres meses desde que acabo todo, desde que la policia detuvo al Pantasma por «pedofilia» (asi llaman ellos a su vicio), y el Pantasma arrastro consigo a toda la banda de traficantes, el Lejia incluido. A estas alturas, estan todos encarcelados en espera de juicio. La policia encontro un kilo de caballo escondido en el interior de un motor viejo, en el garaje del Lejia. La gente comenta que no saldran facilmente de esta.

Maria y yo estamos muy atareados, las clasicas tonterias de costumbre, pero a menudo yo le paso todo el trabajo a ella o a Pili y me quedo en el cobertizo sin hacer nada.

Solo escucho musica.

El Without you, por ejemplo.

Clara tambien se fue del barrio, a vivir de nuevo con su madre. A menudo la recuerdo como la vi por ultima vez, alejandose bajo la tormenta, y pienso en sus palabras («adios, Juan»), vacias de rabia y de rencor. Pienso que ya ha pasado tiempo suficiente desde entonces. Ha tenido tiempo de pensar en lo que hice y darse cuenta de que tenia razon, y de que no podia actuar de otra manera. Lo sabe, claro que lo sabe. Ya lo sabia, incluso mientras me lo pedia…

Por tanto, la espero. La espero todas las tardes aqui, en el cobertizo, escuchando musica y leyendo y releyendo el informe que hace siglos yo mismo hice sobre ella.

Y cada vez que se oyen pasos en el jardin, levanto la cabeza y miro con esperanza hacia la puerta. Porque se que volvera, y que el rumor de sus pasos sera el anuncio de su llegada.

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