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?Que hace un heavy como tu en una fiesta como esta?

Lo primero que hice el viernes fue ir en busca de Maria Gual y decirle:

– Empieza a preparar a tus padres. Tu hermano suspendera hoy el examen de Mates y no creo que apruebe ninguno mas en lo que queda de curso.

– ?Como lo sabes? -se sorprendio ella, maravillada.

– Otra cosa: Todo esto, hasta ahora, me ha costado mil pelas…

– Eh, eh, eh, que somos socios… -protesto ella.

– Antes de serlo, me debias quinientas, ?te acuerdas? Las necesito esta tarde. Si no me las traes… me encargare de que Elias vuelva a aprobar.

– ?Oh, no! ?Eso no! -grito horrorizada.

Lo sabia. Mas importantes que su interes por el cobertizo y por asociarse conmigo, eran los odios que Maria sentia por su hermano, y las ganas de que sus padres le castigaran. Ahora que tenia la oportunidad de recuperar su privilegiado podio de reina de la casa, no la dejaria escapar asi o asi.

Ah, otra cosa -dije finalmente. Carraspee-: Hmmmm… He decidido que manana… -Me mire las unas-… Ire a la fiesta de octavo…

– ?Oh, fantastico! -exclamo.

Mirando fijamente una minuscula pintada a boligrafo inscrita en la pared, esforzandome inutilmente por leerla, conclui:

– Ah… y hablale de mi a Clara… -carraspee de nuevo, todo lo fuerte que pude, como una cortina de humo, como en un intento de que Maria se preguntara si habia oido bien lo que acababa de decir.

– Oh… -dijo ella, con toda naturalidad-: Si no hacemos mas que hablar de ti todo el dia…

Y alli me dejo, petrificado, con todos los pelos de punta.

Despues, el examen de Mates. Diez ejercicios de la leccion una a la leccion diez, y el sermon de todos los viernes.

– … Es muy probable que no podais acabarlo, pero no debeis preocuparos. Este examen sirve tan solo para que vosotros, y yo, naturalmente, y vuestros padres, y si es necesario, todos juntos, podamos comprobar los progresos que habeis realizado a lo largo del curso.

«Descomponed en factores las siguientes funciones polinomicas:»

a) f(x) = x2-4

b) g(x) = x4-16

c) h(x) = 4x6 – 25

Al acabar, los de octavo C nos informaron de que Elias Gual se habia marchado de la clase sin entregar el examen, aduciendo que le dolia muchisimo el golpe que unos dias atras se habia pegado contra una puerta.

A mediodia, Maria intento regatear:

– ?Ah, no! Mi hermano no ha suspendido el examen. ?Se ha ido porque no se encontraba bien…!

– Sabes tan bien como yo que hacia teatro. La pasta.

Por fin me pago. Quinientas. Por fin. Quien cobra aun descansa mas, como se suele decir.

Despues paso el taller de la tarde, y vino Antonia Soller protestando porque no encontrabamos su perro. Decia haber observado que no lo buscabamos con el suficiente interes. Estuve hablando con ella en el despacho, demostrandole con los informes mecanografiados por Pili todas las gestiones que habiamos hecho hasta el momento. Y, apenas se fue ella, entraron dos chicas de octavo A, muy excitadas ante la perspectiva de la fiesta del dia siguiente, pidiendo informes sobre Jorge Castell. Pense que a Jorge Castell le gustaria mucho saberse tan solicitado.

Mi padre interrumpio aquella consulta:

– Venga, dejad de jugar y saca tus cosas de aqui, que el lunes vienen los albaniles y los pintores. Despues me ayudaras a retirar las cajas…

Que yo recuerde, a Philip Marlowe nunca le ocurrio nada parecido.

Bien, y se hizo de noche, y nos fuimos a dormir, y salio de nuevo el sol, y habia llegado el gran dia.

Ejem. En aquella epoca, mi relacion con las chicas era un poco dificil. Mientras muchos colegas se pasaban las horas hablando de que si esta, de que si la otra, de que si la delantera, las tetas, los botijos, las domingas y otras mil palabras diferentes que significaban lo mismo, yo todavia veia lejano el dia en que me encapricharia de una chica, saldria con ella y le pediria si queria hacer manitas en el cine. Esta perspectiva tenia para mi un regusto empalagoso y un color rosa, y me seducia tan poco como pasearme por la calle disfrazado de Reina de las Hadas.

Diriamos que me hallaba a medio camino entre el nino y el adulto. Eso que se llama adolescencia, y que pone tan nervioso.

Bien, el caso es que, antes de darme cuenta, ya estaba en la fiesta, en el aula de octavo A.

Habian retirado las mesas para hacer sitio, y las habian alineado contra la pared, convirtiendolas en una especie de bufet con naranjada, coca-cola, patatas chips, crees, crics, panchitos y otros suculentos manjares, alternando el heavy con el tecno, los Hombres G con Beat Street, dependiendo de quien se hallara mas cerca cuando acababa el disco anterior. Los breaks se obstinaban en hacer demostraciones. Los heavies subian el volumen del aparato. Los tecnos se creian muy listos. Anadian a la coca-cola chorros de una botella de ginebra que habian traido a escondidas. Los de octavo C soltaban la mano tonta y hablaban de delanteras y de domingas. Las chicas controlaban la situacion, haciendo de anfitrionas, contandose secretos a susurros, riendo y tapandose la boca con la mano. La mayoria esperaba la aparicion del Guaperas de BUP. La mayoria de los chicos daba la impresion de no saber exactamente que se esperaba de ellos. Jorge Castell estaba muy solicitado por las dos chicas que la noche anterior habian hablado conmigo. Tres chicos trataban de contarle, todos a la vez, el argumento de Rocky IV a Antonia Soller. Cada uno de ellos intentaba gritar mas que los otros, recordar mas detalles y relatar las secuencias mas interesantes. A Antonia Soller le importaba un comino Rocky IV, y no le gustaba el boxeo, pero sonreia halagada y se dejaba querer.

Y Clara Longo estaba acorralada por una legion de admiradores incondicionales que le salian al paso, la ahogaban, derramaban sus bebidas sobre ella y no sabian de que hablar.

Lo tenia muy dificil, si pretendia llegar hasta ella. Y, despues de todo, tampoco yo sabia de que hablar. Y Maria se me habia venido encima desde el mismo momento de mi llegada y casi no me permitia ni mirar a su amiga del alma.

Tenia muchas cosas que contarme, Maria. Oh, si. La desesperacion de su hermano, por ejemplo. No habia hablado del examen en casa la noche anterior, pero se le veia frenetico, de mal humor. Su padre habia tenido que amenazarle con romperle el tocadiscos en la cabeza si no bajaba el volumen de una punetera vez.

– Hola, Flanagan -sono tras de mi una voz que ponia los pelos de punta.

Me volvi lentamente, como para dar a entender que no existia voz alguna capaz de ponerme, a mi, los pelos de punta.

Y me vi frente a Clara Longo.

Era una sinfonia en rojo y negro. La melena sujeta con una pinza roja, cazadora negra satinada con una cremallera muy ancha de arriba abajo, minifalda roja, medias negras y zapatos planos rojos.

La mirada de sus ojos, de un azul intensisimo, profundos y pintados, fue un punetazo en la mandibula que me hizo girar como una peonza y me proyecto contra la mesa de las bebidas. Sus labios anchos, su sonrisa seductora, fueron como unos directos al estomago, capaces de convertirme los intestinos en pure. La linea de su cuerpo, de sus piernas/medias/ negras, senti que me estrujaba los pulmones como si fuera una bayeta empapada. Y, en fin, toda la cruel, perversa, adulta belleza que se desprendia de aquella chica fue como una patada entre pierna y pierna capaz de hacerme gritar, doblarme en dos y caer de bruces al suelo, completamente desmadejado.

Ella sonrio, inocente, como si no tuviera nada que ver con todos aquellos estragos.

Yo tambien sonrei.

– Tenia ganas de hablar contigo, Flanagan -dijo.

– ?Ah si? -dije yo, como si se me antojara una pretension muy curiosa.

– Me han contado que tienes un despacho y que haces investigaciones por encargo…

– Oh, bien, estooo… -Hice ademan de quitarle importancia a la cosa. Como quien dice: «Ninerias.» Consciente de haberme ruborizado intensamente, estruje, sin darme cuenta, el vaso de papel que tenia en las manos y me manche las manos de naranjada. Rei sin ganas, me quise morir y simule que lo del vaso habia sido a proposito-: Oh, la chica mas guapa de la escuela y nadie me habia avisado…

Esbozo una sonrisa condescendiente, copiada de la Tina Turner de Mad Max III. Alguien le habia hecho creer que con aquella caida de ojos ponia de rodillas a los chicos. Oi que me decia: «Ya sabes de que quiero hablarte… Informe Clara Longo Pella», e intente anticiparme senalandola con el dedo:

– Veamos… ?Como se liga con Clara? Para empezar, se le habla de Mickey Rourke, tal vez… ?Has visto Manhattan sur o Nueve semanas y media? ?…O prefieres que hablemos de Iron Maiden? ?O tal vez de AC/DC?

Es alucinante la cantidad de tonterias que se pueden llegar a hacer cuando a uno le gusta una chica y no sabe que decirle, y escoge el camino de hacerse el simpatico. Empezaba a tararearle Shake your foundations, convirtiendome en el objetivo de todas las miradas de la fiesta, en una de aquellas miserables y odiosas exhibiciones a las que te empuja la timidez, cuando ella me corto:

– Deja de hacer el payaso… ?De que vas? ?Me quieres hacer creer que eres un crio de pecho?

?Flasss! Me dejo helado. Apretaba, la chica. ?Quien se creia que era? ?Si solo me llevaba un ano! Hice desaparecer la sonrisa. Recompuse el gesto:

– No quiero hacerte creer nada. Juan Anguera, encantado de saludarla. Eras tu la que queria hablar conmigo, y no has empezado con buen pie.

Me di la vuelta y fui hacia la mesa de bebidas. Me sentia avergonzado, pero lucia una expresion de perdonarle la vida a aquella aprendiza de tigresa.

Ella me siguio, claro. Todos los pretendientes de Clara nos miraban, y me envidiaban, y me querian asesinar. La mayoria eran clientes mios, a los que habia dejado leer el informe Clara Longo Pella. Supongo que imaginaban que yo conocia secretos que no les habia contado, y que me daban ventaja sobre ellos.

– ?Schweppes con un poco de alcohol? -dije, un poco ironico, siguiendo el juego.

– Eres un caso, Flanagan -dijo ella-. Normalmente, me las veo con chicos blandos que pretenden hacerse los duros. Y tu, que tienes fama de duro, juegas a hacerte el blando.

La mire. Le di un vaso de papel lleno de coca-cola. Yo me quede otro. Hice durar la mirada, y Clara me la aguanto con firmeza.

– Bueno, yo os dejo, ?eh? -dijo Maria Gual cuando ya nos habiamos olvidado de su existencia.

– Yo juego a ser blando, tu juegas a mujer fatal. Supongo que todos jugamos. Estamos en la edad, ?no?

– ?Bailas? -dijo de repente.

?Glup! La mire de la cabeza a los pies. La cremallera, la minifalda, las medias negras. Ella tambien me miro. Yo no vestia el chandal, pero tampoco iba hecho una preciosidad. La gente que me conoce suele decir que yo no me visto; me tapo.

Bien, si ella queria bailar conmigo, yo tambien querria bailar con ella. Una cosa es hacerse el duro y otra hacer el tonto.

En la busqueda del tipo de musica que se debia bailar en la fiesta, se habia llegado a un termino medio que no gustaba a nadie, pero que apaciguaba a todos. Un viejo disco de Billy Ocean, Love Zone, una especie de Sonido de Filadelfia, con temas muy sincopados que permitian que los breaks hicieran sus exhibiciones y que todos los demas bailaran y gritaran para hacerse oir por encima de la musica. Los heavies protestaban, y nunca se sabe cuando lo hacen en serio y cuando por una cuestion de imagen.

De modo que Clara y yo, en un instante trascendente de mi biografia, nos dirigimos al centro de la clase y nos abrazamos justo cuando Billy Ocean cantaba Without you.

Fue una experiencia magica. Mientras duro, me sorprendi a mi mismo preguntandome si no seria una buena idea escribir alguna poesia acerca de aquellos ojos tan azules. (?Una poesia? ?Yo? ?Lo que me faltaba!)

Without you.

Yo tenia las manos en su cintura, y ella las suyas en mi espalda. Eramos, aproximadamente, de la misma estatura, y su mejilla derecha quedaba muy cerca de la mia. Podia sentir la calidez de su piel.

Without you.

Es curioso lo que puede pasar con un tema mediocre como este. En determinadas circunstancias, puede llegar a parecerte lo mejor, lo mas sublime del mundo. Como si lo hubieran escrito especialmente para ti, en un dia de extraordinaria inspiracion.

Without you.

Por encima del hombro de Clara vi que, afuera, en el pasillo, los invitados mas jovenes habian trazado con yeso un circuito en el suelo y jugaban a chapas. Jo, con lo que me gustaba a mi jugar a chapas y en aquel momento no lo habria hecho por nada del mundo.

Without you.

Despues, cuando sonaba la sugestiva There'll be sad songs, alguien dijo que aquello no habia dios que lo bailara, actuando como si nosotros no existieramos, y puso el primer tema de la cara A, «porque este si podemos bailarlo todos». Los breaks se echaron a la pista, y Clara y yo nos fuimos hacia un rincon.

Nos reimos mucho, cuando ella me explicaba las mil y una anecdotas provocadas por mi informe Clara Longo Pella. La cantidad de fotografias de Mickey Rourke que habia recibido, las invitaciones a «Schweppes con un poco de alcohol…» ?Y, sin ir mas lejos, el dia anterior, Jorge Castell, rojo como la grana, le habia regalado un sujetador!

– Imagino que te exigira que le devuelvas…porque yo le dije que no usaba sujetador… -explico.

– ?Ah, no? -proteste-. ?Y cuando vi como la tia Teresa te compraba uno? La oi perfectamente, aqui, en una parada del mercadillo. «Es para mi sobrinita…», y yo tome nota…

Ella me lo recriminaba moviendo la cabeza, pero sonreia, y ambos nos sentiamos a gusto. Y yo, detras del rimmel de sus ojos y el grana de su boca, veia a la nina, la nina juguetona con quien, de un momento a otro, podriamos ponernos a jugar a chapas, afuera, en el pasillo, con los mas pequenos. ?Que hacemos aqui plantados, hablando como aburridisimos adultos, cuando podriamos estar jugando a churro-mediamanga-mangotero, el juego mas fantastico que jamas se haya inventado? (?Jo, y a ella tambien le gustaba jugar a churro-mediamanga-mangotero!)

Acababa la fiesta y yo dije las cuatro palabras magicas, las que deshacian el hechizo, porque las habia ensayado en mi habitacion, mientras me cambiaba para acudir a la fiesta:

– ?Quieres que te acompane a casa? Supongo que no te debe entusiasmar la idea de subir sola alli arriba, ?no?

– ?Claro que si! -dijo ella, con un entusiasmo nada ensayado.

Teniamos que atravesar todo el barrio, por el Centro, hasta la Montana. Estaba oscureciendo mientras cruzabamos el semaforo de la plaza del Mercado, y yo me obstinaba en pensar que todo aquello formaba parte del trabajo, que habia ido en busca de Clara para poder hablar con ella y con su padre, para que me aclararan los puntos oscuros que me quedaban por encajar.

Cuando bordeabamos el Parque, despues de pensarlo mucho y de un silencio que empezaba a hacerse incomodo, me lance:

– Clara…

– ?Que?

– Tu saliste durante un tiempo con Elias Gual, ?no?

– Oh, bah, que plomo de tio…

– Iba a por ti. Se le veia capaz de cualquier cosa con tal de conquistarte, ?verdad?

– Hacia tantas tonterias… -dijo ella, sonriendo al recordarlo.

– ?Te conto lo del chantaje? -pregunte. Y, en mi imaginacion, yo cerraba los ojos como aquel que ha tirado una bomba hacia atras y espera oir la explosion.

– ?Ah, tu tambien lo sabes? -dijo Clara, mas inocente que nunca.

– Algo se… ?Como era, exactamente?

El corazon me palpitaba desbocado.

– Uy, eso no me lo dijo. Solo que tenia amarrado al Pantasma y que gracias a ello conseguiria una copia de todos los examenes hasta final de curso… Decia: «Y el dia que necesite pasta, tendre pasta, puedes estar segura…» A este Elias le caera un palo el dia menos pensado… Parecia que le preocupara.

Yo habia empezado a comprobar la exactitud de mis suposiciones. Primer punto, bingo. Elias se lo habia dicho a Clara. Segundo punto…

– ?Y tu le contaste la historia a tu padre…?

Me miro brevemente. Habia un destello de aviso en sus ojos.

Subiamos por la pronunciada pendiente, campo a traves, tomando un atajo por la Montana, cruzando la carretera de la Textil. Jadeabamos, cansados, y durante un rato ninguno de los dos dijo nada.

– Tal vez -dijo por fin Clara, en tono -. ?Por que lo preguntas?

– No. Por nada -dije.

Habia oscurecido. Nos acercabamos a los dos solitarios bloques de casas, en uno de los cuales estaba el taller de mecanica de Tomas Longo, alias el Lejia. Se veia luz en una ventana, pero la persiana del taller estaba baja.

– Lo debes haber preguntado por algo, ?no? -insistio. Parecia molesta.

Me encogi de hombros. Pasamos entre los restos de coches esparcidos por el solar lindante con los bloques. Alli se estaba empezando a formar una especie de cementerio de automoviles.

Nos detuvimos ante la pequena puerta situada junto a la boca del taller. Por ahi se subia a la vivienda, al entresuelo, donde se veia la luz encendida.

– ?Es por la investigacion que tienes entre manos, Flanagan? -me pregunto, visiblemente preocupada. Y, antes de que pudiera continuar, agrego-: Flanagan, mi padre es muy especial…

– ?Podria hablar con el? -dije. Y en aquel momento ya sabia que me estaba metiendo en la boca del lobo, y no tenia ni idea de como le plantearia el asunto al Lejia. Tal vez me habia vuelto loco. Clara dijo:

– ?Flanagan, a mi padre dejale en paz!

– Si no tiene nada que esconder, tampoco tiene nada que temer… -se me escapo.

Clara hizo un ademan de exasperacion. La chica tenia muy bien ensayado el papel de Tina Turner.

– ?Tu no puedes entenderlo! ?Cada cual se busca la vida como puede…!

En lo alto de la escalera sono una voz ronca.

– ?Clara! ?Eres tu?

– ?Si, papa! -grito ella, asustada.

– Bien -susurre yo-. No hablare con el… Dimelo tu.

– ?Por que no subes? -dijo la voz ronca.

Aparecio un hombre en lo alto de la escalera. Vestia tejanos y camisa a cuadros. Parecia muy alto y muy fuerte, y demasiado joven para ser el padre de Clara.

– Ya voy, papa -le tranquilizo ella. Y sus ojos tan azules me decian: «?Vete, vete!»

Nunca me habia sentido tan rechazado.

– Ah, ?estas con una amiga? ?Por que no subis?

– No, papa, si ya se iba…

Y yo alli clavado, resistiendome a aceptar que Clara me despidiera de aquella manera.

El senor Longo, el Lejia, habia bajado un par de escalones. Me vio.

– Ah -dijo-. Si no es una amiga. Si es un amigo. Subid, subid y me lo presentas, Clara… Venga, subid, ?que haceis ahi plantados? ?He interrumpido algo interesante? -bromeo. Rio sana, clara y limpiamente-: Vamos, subid…

Suspire y pase delante. No sabia que iba a buscar.

– Buenas noches, senor Longo. Me llamo Juan.

– Sube, Juan, sube. -Me franqueo la entrada del piso. De cerca, se le notaban mas los anos. Parecia un hombre vigoroso y energico que estuviera un poco harto de hacer el papel de hombre vigoroso y energico. Explicaba-: A veces, a estas horas, todavia estoy trabajando, pero como hoy es sabado, he decidido tomarme un pequeno descanso…

Entre en un piso estrecho y decorado con pesimo gusto. Parecia que padre e hija hubieran ido a una tienda de souvenirs, de esos tan horribles y los hubieran comprado todos, absolutamente todos, para esparcirlos al azar por la vivienda. La tele estaba puesta. El hombre tenia una mediana de cerveza abierta sobre la mesa del comedor.

– Pasa, pasa, Juan. ?Que quieres tomar?

Asi fue como me encontre cara a cara con aquel hombre.

Posiblemente, el hombre que habia ido a buscar a Elias para enterarse de que era aquello del chantaje.

Posiblemente, el hombre que le habia partido la cara a Elias y le habia quitado las pruebas del chantaje.

Posiblemente, el hombre que ahora mismo hacia el chantaje, con aquellas pruebas, al Pantasma, pero que en vez de cobrarle en copias de examen, le cobraba doscientas cincuenta mil pesetas.

Aquellas eran mis suposiciones pero, ?como podria confirmarlas?

?Preguntandoselo?

«Oiga, senor Longo, ?es usted quien…?»

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