7

Entre la espada y la pared

El bar todavia no habia cerrado. Al contrario, en aquella noche de sabado parecia mas lleno que nunca de humo, de calor, de gente, de voces y de rumor de domino.

– ?Estas son horas de llegar? -me pregunto mi padre, agarrado a las palancas de la maquina de cafe-. ?Donde has estado?

– Jugando con los amigos -dije, mas solo e incomprendido que nunca.

– ?Has cenado? -pregunto mi madre, que estaba en la cocina preparando bocadillos.

– No.

– Hazte una tortilla. Yo tengo mucho trabajo.

Pili estaba sentada en el bar, chupando un polo e intentando entender el final de la pelicula de la tele, a pesar de todo el bullicio que la rodeaba.

Me hice una tortilla a la francesa. Abri una lata de esparragos y me fui a comerlo todo a mi despacho.

Entre una cosa y otra, me estaba deprimiendo. ?Despacho? ?Como podia llamar despacho a aquel reducto sin ventanas, polvoriento, atestado de cajas de bebidas, con una bombilla desnuda colgando del techo, una tabla de madera sobre dos caballetes como mesa, y montones de cajas de zapatos llenas de fichas de todos los chicos de la escuela?

Pasaba mi padre:

– Ya sabes que manana tienes que recogerlo todo, ?eh? Que el lunes vienen los albaniles…

Mojaba los esparragos en un bote de mayonesa e intentaba consolarme. A fin de cuentas, los detectives de las novelas tambien vivian en antros siniestros que olian a meados. No tanto como aquello, claro, pero, en proporcion, teniendo en cuenta mi edad, pensaba que ya debia ser un equivalente. Que esplendido futuro me esperaba. Persevera, Flanagan, persevera, que si sigues asi, cuando seas mayor viviras en un antro siniestro que olera a meados.

Pasaba mi madre, llevando y trayendo bocatas del bar:

– ?Eso cenas? -decia a la ida. Y a la vuelta-: Vamos, date prisa, que luego nos tienes que ayudar a recoger las cosas.

Subi a mi habitacion y revolvi todos mis cassettes hasta encontrar el de Billy Ocean. Lo puse en el walkman y me tendi en la cama.

Habia una cancion titulada Love is forever, y otra, Without you.

En pocas horas habia ganado a Clara (todos aquellos atontados mirandonos y temblando de envidia), y la habia perdido («?Tu no puedes entenderlo!», y aquella mirada tan fulminante mientras ayudaba a caminar a su padre).

Eso era lo que realmente me preocupaba. Que yo no lo pudiera entender. Yo era un nino que jugaba y que no tenia que meterse en las cosas de los mayores. Pero, ?que era lo que yo no entendia? «Cada cual se busca la vida como puede…» Eso si que lo comprendia. Yo mismo me buscaba la vida a mi manera. ?El chantaje? Yo mismo estaba a punto de hacerle algo parecido a la familia Gual para conseguir que me dejaran utilizar su cobertizo como despacho. ?Que demonios era lo que yo no entendia?

Oh, I need you, girl, remember this…

No entendia lo que habia pasado aquella noche entre Clara y yo.

Asi de simple. Me habia despistado y, en algun momento, alguien me habia escamoteado el clasico beso de despedida. Y ahora me dolia aquella distraccion. Me dolian todas y cada una de las notas de la cancion que unas horas antes habia bailado con Clara.

Nos habiamos reido a gusto. Y, despues, sus ojos azules diciendome: «?Vete, vete!»

Y todo por la tonteria de querer hablar con su padre. ?De que me habria servido?

«?Que quieres saber de mi vida?», me habria preguntado.

Y yo: «Solo queria saber si fue usted quien zurro a Elias para quitarle aquel maldito sobre de papel de embalar.»

Y el: «Pues mira, si, chico. Le puse la cara guapa hasta lograr que me diera el maldito sobre de papel de embalar y, cuando lo tuve, pude sacarle un cuarto de millon al Pantasma.»

Y yo: «Fantastico, senor Longo. Como le admiro. Como le comprendo. ?Me podria decir que habia en aquel maldito sobre de papel de embalar?»

Jope, que tonteria.

Without you. Sin ti. Ahora tenia sentido.

Al dia siguiente, como un simbolo de mi derrota, tuve que desmantelar el despacho. Mi padre, Pili y yo nos pasamos toda la manana trajinando cajas de cerveza, trasladandolas a un rincon del bar que habiamos limpiado previamente de mesas y sillas. Mis utiles de trabajo quedaron almacenados en mi dormitorio.

A media manana, aprovechando que nos tomabamos un descanso para desayunar, llame a Maria Gual. En realidad, a quien queria llamar era a Clara, pero me aguante.

– ?Maria? -dije-. Las cosas se han vuelto a complicar…

Queria decirle que Elias volvia a tener el «documento comprometedor» en su poder y que, ahora, ayudado por el Puti y su banda, no se conformaria con utilizarlo tan solo para aprobar los examenes. Sin embargo, nosotros conociamos su juego, lo que nos daria la oportunidad de negociar con el. Queria contarle todo esto y pedirle su parecer, pero ella me corto:

– ?Ya lo creo que se han complicado! -dijo-. ?Y mucho!

– ?Que pasa?

– Elias no ha venido a dormir esta noche y, ahora, con todo eso del incendio de las motos, mis padres estan muy preocupados. Hasta han ido a comisaria…

– ?Con eso de que?

– Del incendio de las motos. ?No te has enterado?

– No…

Habia oido las sirenas de los bomberos en el Centro, pero no les habia prestado atencion.

– Hace cosa de una hora se han incendiado cuatro o cinco motos en los Jardines. Ha habido un estrepito de aupa, porque hasta han estallado los depositos de gasolina. Y ha resultado que se trataba de las motos del Puti y compania. Les han detenido y estan en comisaria… Mis padres estaban preocupados, porque Elias no ha venido a dormir a casa, y yo les he contado que solia ir con el Puti, y ahora han salido hacia la comisaria…

Jope. De mal en peor.

– Bien, bien -dije-. Llamame si te enteras de algo mas.

Marque rapidamente el numero de Clara. De nuevo, no sabia que decirle. Me imaginaba lo que habia ocurrido. «En ese caso, ?para que llamas, capullo?», decia una voz en mi interior. Se trataba de una simple comprobacion.

– ?Diga?

– ?Clara? Soy Juan, el Flanagan…

– Mira, Juan, olvidalo todo, ?quieres?

– ?Como esta tu padre?

– Bien. Mi padre es muy fuerte. Y ahora…

– Perdona, Clara, pero me parece que ya lo voy entendiendo todo. He estado pensando, y he llegado a la conclusion de que es cierto que cada cual se busca la vida como puede… Yo mismo…

Ella suspiro vehementemente, no se si angustiada o harta de mi. Cambie el tono:

– ?Que pasa, Clara? ?Por que somos enemigos ahora? ?Que hice ayer? ?O que deje de hacer?

– Ya te lo explicare un dia de estos, ?eh? -me cortaba energicamente-. Ahora tengo otras cosas en las que pensar… Mi padre esta en comisaria, ?sabes?, y esto no es un juego, y no me sobra el tiempo para perderlo jugando.

Y colgo.

?Pero, ?quien demonios le habia dicho que yo estuviera jugando?!

– Papa -anuncie-, voy a ver que es eso que ha pasado…

– Tu no vas a ninguna parte hasta que no acabemos de arreglar esto -dijo el patron.

– Si, buana -refunfune.

Me di toda la prisa que pude y acabamos cerca de la una. Mientras, transmiti la noticia del incendio de las motos a mi familia.

– Pues a mi me parece muy bien que les quemen las motos -comento mi padre-. Ojala les quemasen tambien a ellos… ?Delincuentes y drogadictos, que eso es lo que son, delincuentes y drogadictos!

– Pues a mi me parece que deberiamos hacer un esfuerzo para comprenderles -dije yo-. Cada cual se busca la vida como puede…

– Pero, ???que dices??? -bramo mi padre.

– Bueno… Es una manera de hablar… -trate de arreglarlo-. No queria decir que… En fin, queria decir que…

A la una y cuarto, despues de una acalorada discusion, Pili y yo fuimos a la carretera, deIante de la comisaria, para ver que pasaba. De entrada, no se veia nada de anormal, pero te enterabas de muchas cosas si ponias la oreja aqui y alla.

En los bancos donde tomaban el sol los viejos, oi:

– Pues se ve que ayer esos gamberros zurraron al Lejia. Si, hombre, ?sabes a quien me refiero?, al del taller de coches… Y hoy, sin comerlo ni beberlo, se encuentran con las motos quemadas…

– Les esta bien empleado. Mas les tendria que pasar…

– No se puede andar con bromas con el Lejia…

En la terraza del bar donde tomaban el vermut los que salian de misa, se decia:

– Si, pero cuando han ido a detenerles estaban todos juntos, ?eh? El Lejia y ese al que llaman el Puti y todos los demas, que son los duenos de las motos quemadas. Estaban juntos y charlando tan tranquilos, ?eh?

– Pero es que no fueron ellos quienes cascaron al Lejia. Porque han estado todos en comisaria y el comisario le ha preguntado: «?Son estos los que te atacaron ayer?» Y el Lejia ha contestado que no…

– ?Porque se protegen entre ellos! Lo que ha pasado aqui es que el Puti y los suyos calentaron anoche al Lejia, y el Lejia les ha quemado las motos esta manana, y despues se han reunido y han decidido: «Estamos en paz, aqui no pasa nada.» Y ni hablar de chivarse a la policia, ?eh? Porque eso si lo tienen. Si hay follones, se los arreglan entre ellos…

Yo lo comprendia perfectamente. Pensaba que las cosas no habrian sido exactamente de aquella forma (resultaba todo demasiado simple, demasiado elemental), pero algo de eso debia haber.

?Como se podia haber armado tanto follon por algo que solo comprometia a un simple conserje de escuela?

Al volver a casa, antes de comer, llame a Maria Gual.

– ?Sabes algo de tu hermano? -pregunte.

– Nada. No se sabe nada. ?Que le puede haber pasado, Flanagan?

Pense que, tal como estaban las cosas, podia haberle pasado cualquier cosa, pero no se lo dije.

– Ni idea. Escucha: Explicame que ha ocurrido en la comisaria…

En esencia, era lo que yo habia oido. Inmediatamente despues del incendio de las motos, la policia habia ido a buscar a los propietarios (el Puti, el Piter y un par mas) para detenerles. Les habian encontrado en un bar de la carretera con el Lejia, tan amigos. El Lejia habia declarado que siempre habia sido amigo de aquellos muchachos y que el no sabia nada del incendio. Los heavies, que echaban humo, dijeron que consideraban inocente al senor Longo, y que creian que los culpables eran los punkies de las Casas Buenas. Y habian salido de la comisaria tan amigos.

?Y Elias?

Los unicos que habian preguntado por el eran sus padres.

– ?Que nos importa a nosotros Elias? -habia exclamado despectivamente el Puti-. No es de los nuestros…

– ?Que piensas de todo el asunto, Flanagan? -me pregunto despues mi hermana Pili, mientras comiamos.

– Que si es lo que me imagino, Elias esta entre la espada y la pared -dije.

– ?Que sabras tu…! -se reia mi padre, moviendo la cabeza.

Por la tarde no me atrevi a llamar de nuevo a Clara, pero no pude evitar acercarme a su casa.

De camino, pasando por los Bloques, y por el Centro, y por el Parque, observe un movimiento de gente nueva en el barrio y de coches de policia como no lo veia desde la famosa batida de aquella banda internacional de ladrones de pisos. Es algo que se respira en seguida en el barrio. Una inquietud que emana de miradas sospechosas, de movimientos furtivos, de gente que parece estar esperando a alguien pero que evidentemente no esta esperando a nadie… No se como explicarlo, pero lo cierto es que en dias como los estos padres llaman a sus hijos y les meten en casa, y las parejas van a arrullarse al cine, en vez de hacerlo en los bancos del Parque.

Yo mismo, cuando di un rodeo para pasar por los Jardines, tenia la sensacion de que de un momento a otro oiria: «En, tu, ?que haces aqui? ?A donde vas?»

Aqui, en el barrio, cuando se habla de los Jardines, como cuando se habla de las Casas Buenas o del Parque, se hace en un sentido ironico, naturalmente. Las tres cosas representaron el intento desatinado de un trepa del ayuntamiento «para dignificar el barrio», como se suele decir. Los Jardines iban a ser «una zona verde, de cesped, parterres y setos de boj»; el Parque, «un autentico bosque frondoso, donde crezcan setas, y con un lago central donde se pueda ir a remar», y las Casas Buenas, unas casas mucho mas confortables que esos bloques feos y anonimos del Centro. El resultado, en principio, fue bueno. Pero, a los pocos anos, la mitad de las Casas Buenas fueron declaradas ruinosas, la otra mitad tenian continuos problemas con los servicios minimos; el Parque se convirtio en un barrizal con arboles que daban pena y los Jardines eran una pronunciadisima pendiente, completamente desprovista de hierba, salpicada, aqui y alla, por unos pocos cactus desmayados y amarillentos.

Los restos de las motos quemadas parecian, en medio de aquel paisaje lunar, los derrelictos de un feroz combate.

Segui pendiente arriba, hasta la Textil, en lo alto de la montana, y luego baje hacia el taller del Lejia.

No me atreveria a llamar y subir a la casa, desde luego. Podria hacerlo, con la excusa de que pasaba por alli, «y como ayer vi que quedaba tan malparado…». Pero no me atreveria. No queria volver a sentirme estupido, cortado delante de aquel hombre, sabiendo que no podia preguntarle lo que queria preguntarle.

Ya sabia que no me atreveria incluso antes de ver los dos coches aparcados en el descampado, frente al taller del Lejia.

Corri a esconderme tras los esqueleticos arboles del Parque, y desde alli, saltando de un parapeto a otro y forzando la vista, vi el Opel Kadett de los modernos que habian recogido la bolsa de Lolita con las doscientas cincuenta mil pesetas. Distingui incluso la pegatina del Snoopy Esquiador en la parte de atras. El otro coche tambien era de los caros, un Talbot Solara desconocido en el barrio.

Imagine una reunion en casa del Lejia, y no precisamente de amigos interesados por su salud.

Eso me desalento y volvi a casa, a escuchar el Without you y a hacer los deberes.

No tuve tiempo de ponerme melancolico.

En el fragor de la tarde de domingo, sono el telefono en el bar. Mi madre contesto. Despues me llamo y me dijo que pasaba la llamada al supletorio del piso.

Subi.

– Diga.

– ?Flanagan? -una voz que no reconoci y al fondo, a toda pastilla, el Bad Boys Running Wild de los Scorpions.

– ?Si?

– ?Soy Elias!

– ?Elias…! -el corazon me dio un salto. Si, era el, pero su voz sonaba deformada por la respiracion jadeante y porque hablaba en voz baja. ?Donde estas?

– No puedo decirtelo, Flanagan… Estoy escondido… Escucha…

– No, escuchame tu a mi -me impuse- ?Has llamado a alguien mas desde ese telefono?

– ?No te importa!

– ?Como quieras, pero dile al camarero que baje el volumen de la musica heavy, que resulta facil deducir que te escondes en La Tasca, atontado!

Se produjo un silencio cargado de panico. Si esto hubiera sido un tebeo, Elias habria lanzado el auricular al aire, habria dado dos vueltas al bar mordiendose las unas y chillando: «Me han descubierto, me han descubierto», y habria regresado al aparato antes de que este cayese al suelo.

– ?Escuchame, Flanagan -dijo jadeando, probablemente a causa del esfuerzo-, estoy metido en un lio…!

– Eso habia imaginado, Elias… He averiguado que el Lejia y el Puti se han aliado, y de eso se deduce que tu intentaste enganarles a los dos, ?no es asi?

La unica explicacion que podia tener el que el Lejia y el Puti se hubieran aliado despues de la paliza y el incendio de las motos era la de una alianza estrategica para conseguir algo mas valioso. Es decir: las pruebas que comprometian al Pantasma.

– ?Que importa lo que yo intentara…? -protestaba Elias.

– Si importa, Elias, porque de eso depende el que estes mas o menos entre la espada y la pared, ?me entiendes? Intentaste enganarles, ?no?

– ?Si, les queria enganar, claro! ?Uno me propino una paliza que me desfiguro la cara y el otro se pasa la vida burlandose de mi…! ?No les debia nada, ni al uno ni al otro! Y ahora escuchame…

– Necesitas ayuda -dije secamente. Tal vez acabara echandole una mano, pero mientras queria que se diera cuenta de que habia estado haciendo el imbecil.

– ?Si, necesito ayuda!

– … Porque, como eres muy listo y muy hombre, primero le pusiste la miel en la boca al Puti, imagino que diciendole que podriais hacer una pasta gansa con lo que tenia el Lejia, ?no? El viernes por la noche le comiste el coco para que te ayudara a recuperar el maldito sobre de papel de embalar, ?no?

– ?Si, si, si! Y ahora, ?quieres escucharme tu a mi…?

– No, no quiero -le dije-. Antes, quiero que tu imbecilidad quede bien patente. Cuando ayer cogiste ese maldito sobre de papel de embalar, y mientras el Puti y los suyos calentaban al Lejia, tocaste el dos dejandoles a todos chasqueados…

– ?Si, senor, ni mas ni menos! -casi se enorgullecia, el pobre desgraciado.

Pense: «… Y esta manana, el Lejia ha escarmentado a los heavies, les ha quemado las motos, les ha dado un buen tiron de orejas y les ha hecho prometer que no volverian a causarle problemas. (?Y ellos han bajado la cabeza y han dicho: «Si, buana»? Eso significa que el Lejia es mas poderoso de lo que imaginaba…) Y ahora, el Puti y los suyos se han unido al Lejia contra el pobre desgraciado de Elias… Ya se ha buscado un buen problema ese colega, ya…»

– ?Y que has hecho entre anoche y hoy? Has ido a ver al Pantasma y le has pedido la pasta, ?no?

– ?Si…! -estaba tan ansioso por hablar el, que ni siquiera le extranaba que yo supiera tanto.

– ?Y que te ha dicho?

– ?Que me vaya a la mierda!

– ?Y?

Siguio un silencio. Ahora, los Scorpions cantaban No one like you. Pude oir como tragaba saliva antes de revivir uno de los peores momentos de su vida:

– Han estado a punto de pillarme. Me estaban esperando…

– ?Quien?

– ?Ellos! ?El Puti, el Lejia, todos! Estaba hablando con el Pantasma en su casa y, de repente, me he dado cuenta de que me habian tendido una emboscada. ?Entonces han aparecido el Lejia y el Puti y el Piter, todos…! ?Venian a por mi! ?He tenido que saltar por la ventana! ?He salido por piernas, campo a traves! Si me llegan a coger, me matan, Flanagan, te juro que me matan… Llevaban cadenas, navajas… No se como he podido escapar… Tienes que ayudarme, Flanagan… ?Que me dices? ?Puedo contar contigo o no? -antes de que yo pudiera contestar, agrego-: Mi hermana me ha dicho que estas muy bien relacionado, que puedo fiarme de ti…

– Te hare un buen precio -dije. Me costaba ser comprensivo con el. Y cada cual se busca la vida como puede.

– ?Cuanto quieres? -jadeo.

– Cinco mil -no convenia apretar demasiado. Despues de todo, yo no era uno de ellos.

– ?Hecho!

– ?Que debo hacer?

– Manana te dare el sobre… Y tu negociaras con el Lejia, ?de acuerdo? Le daras el sobre con la condicion de que me deje en paz, ?de acuerdo?…

– ?Y si me pone la cara como un mapa, como te la puso a ti el miercoles pasado?

– Oh, tu te las apanaras… ?Les dices que no tienes el sobre, que yo me pongo en contacto contigo de vez en cuando!

– ?Y por que no lo hacemos asi?

Chillo histerico.

– ?Porque manana mismo tengo que pirarme del barrio! ?Si me quedo una hora mas, me encontraran y me mataran, Flanagan, te lo juro! Yo te dejare el sobre y me ire de aqui durante dos semanas. Pasado ese tiempo, te llamare y tu me diras como ha ido todo, ?de acuerdo? -De acuerdo – ?estaba realmente de acuerdo? Todo aquello, ?no era una solemne majaderia?-. Otra cosa… -dije, controlando mi nerviosismo-. ?Que hay en el sobre?

– Manana, en el semaforo de la plaza del Mercado, a las ocho de la manana, ?de acuerdo? -De acuerdo, Elias. Pero, dime, ?que hay en el sobre? No contesto. Corto la comunicacion, dejandome chasqueado.

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