13

«Olvidalo, Clara»

Era Clara.

Con ella entraron muchas cosas en la habitacion. La musica, por citar una. El Without you y el There'll be sad songs, aquella otra cancion que dice: Sin amor somos como barcos en la oscuridad, y tantas otras. Lo que son las cosas, gracias a ella yo entendia por fin las letras de las canciones romanticas, que siempre me habian parecido solemnes mamarrachadas y que ahora me parecian sabias palabras escritas por almas sensibles. Lo que son las cosas, yo queria abrazarla, besarla, calmarla, ser capaz de hacerla reir, que se sintiera bien conmigo… Y en vez de eso, permaneci de pie, con los ojos como si se me hubiera aparecido la Virgen de los Desamparados.

– Juan -dijo ella-. Quiero hablar contigo.

Estaba muy seria, transcendente como una persona adulta. Y muy guapa, incluso con el pelo mojado, las ropas empapadas y aquel ligero temblor en los labios.

– Ah -fui capaz de articular, tratando de aparentar una indiferencia que no sentia-. Te has perdido lo mejor de todo. Nos lo hemos pasado muy bien en el hospital.

Con una mirada, sin decir palabra, Clara echo a Pili, que huyo hacia la escalera murmurando que tenia que ayudar a mama.

Nos quedamos solos.

– Vengo a despedirme de ti -dijo-. Me voy definitivamente a vivir con mi madre… -marco una pausa-. Mi padre me lo ha pedido… Porque no quiere que vea como le detienen… -luchaba contra el llanto-. Como se le llevan a la carcel -se mordia los labios. Me parecio muy valiente, decidida, admirable. Pero no podia hacer nada por ella. Era cierto que el Lejia iria al talego, y era tambien cierto que yo no moveria un dedo para impedirlo-. Puedes estar contento, ?no? -anadio ella con los ojos llenos de rabia y de lagrimas-. ?Puedes estar contento…!

Yo no sabia que decir. Me encogi de hombros.

– Clara. Lo siento…

– ?Ah, fantastico, muy bien, ahora ya esta todo arreglado! ?Si lo sientes, ya no hay nada mas que decir! ?Un inocente ira a parar a la carcel, pero no pasara nada, porque Juan Flanagan lo siente mucho…!

«?Inocente?», preguntaron mis ojos conturbados.

Su rabia escupio las ultimas lagrimas. Con un movimiento brusco, se limpio el rostro. Sus ojos echaban chispas.

– ?Si, inocente, inocente! -grito-. ?Porque mi padre es inocente, para que te enteres! He hablado con el y me lo ha explicado todo, con el corazon en la mano. Me ha dicho: «He caido en una trampa y no se como librarme de ella.» Me ha dicho: «Vete, Clara, no quiero que veas como me vencen mis enemigos.» Mi padre ha estado relacionado con traficantes de droga, si, pero contra su voluntad. Le han embaucado, no ha podido evitarlo. ?Y ahora, cuando se han complicado las cosas, le toca hacer de cabeza de turco, ira a la trena para que los verdaderos culpables queden en libertad! -y, cargada de odio, concluyo-: ?Y todo por tu culpa!

Yo tenia el corazon encogido. ?Y si tenia razon? ?Y si el Lejia era inocente, despues de todo? Pasaba revista a todas mis deducciones intentando encontrar un resquicio que le diera la razon a ella. ?Queria encontrar ese resquicio, de verdad!

– Clara… -dije con un hilo de voz-: Tu padre obligo al Pantasma…

– ?A nada le obligo! -grito ella sin querer escucharme-. ?El Pantasma y mi padre son amigos! ?Mi padre solo queria ayudar al Pantasma, protegerle de Elias, que le estaba haciendo chantaje…!

Yo deberia haber comprendido lo que estaba ocurriendo. Tendria que haberme callado. Pero mi amor propio me impidio aceptar todas aquellas patranas.

– Pero es que el Pantasma… -dije timidamente.

– ?El Pantasma, nada! ?El Pantasma no es mas que un homosexual, un gay! ?Y eso no es ningun crimen! ?No puede evitarlo! Pero aun hay gente… -y me incluia a mi entre esa gente-…Hay gente que todavia cree que ser de la otra acera es un crimen…!

Hice un gesto involuntario. De nuevo me traiciono el amor propio, el ansia de defender todo lo que yo habia averiguado.

Se me movieron las manos y ella vio que yo escondia algo parecido a una foto.

Callo. A mi se me seco la boca. De pronto comprendi que ella me estaba diciendo lo que necesitaba creer. Su padre le habia contado aquella sarta de mentiras y ella se habia dejado convencer porque tenia que creerlo, porque no podia soportar que, de repente, la imagen que tenia de el saltara en mil pedazos. Si yo hubiera sido mas inteligente, o quiza mas honesto, o simplemente de otra manera, le habria dicho que si, que tenia razon, que era yo el equivocado. Pero, imbecil de mi, movi las manos.

Imbecil de mi, deje que viera la fotografia, pique su curiosidad. Otra necesidad que ella tenia: la de constatar si lo que le habia dicho su padre era verdad. Al darme cuenta de mi error, hice otro movimiento falso, ahora de ocultacion, y aquello intrigo aun mas a Clara.

– La foto -dijo.

– No… -retrocedi-. No es nada…

– Dejamela ver… -ella se acerco.

– No. Vete. No te importa a ti…

– ?Dejamela ver!

Se me echo encima y me horrorizo tener su cuerpo tan cerca, y sentir sus brazos que me rodeaban, y su aliento… Mientras yo me mantenia en mis trece, me resistia, le gritaba de mala manera.

– ?Dejame en paz! ?Vete de aqui! ?Largate de esta habitacion! ?No quiero volver a verte!

Tropece con la mesilla de noche, cai de lado sobre la cama y ella, abalanzandose sobre mi sin ningun pudor, me arranco la foto de las manos. Cayo sentada en el suelo, yo exclame: «?Clara, no…!», y la miro.

Su alma se hizo anicos como una porcelana caida desde un quinto piso. Nunca he visto tanto desconsuelo en un rostro. Se quedo atonita, los ojos incredulos y ofendidos, como si acabara de pegarle una bofetada.

Aquella foto, aquella maldita foto, le aclaraba que el Pantasma no era un homosexual incomprendido. El Pantasma era un corruptor de menores, que es muy distinto. Era alguien que realmente merecia la carcel. Y el Lejia le protegia. Y si el Lejia habia mentido en aquel punto… Tambien podia haber mentido en todo lo demas.

Horrorizada, Clara estaba llegando a las mismas conclusiones que yo. Un corruptor de menores implicado en un asunto de trafico de heroina es uno de los peores monstruos que se puedan imaginar.

Intui la tempestad que estaba zarandeando a Clara en aquellos momentos. Su padre le habia mentido y ella habia tenido que creerle. No obstante, a la hora de la verdad, todas las sospechas tomaban cuerpo y las dudas dejaban de serlo. En el fondo, Clara ya sabia cual era la verdad, pero no habia querido verla. Habia sido necesario que yo, imbecil de mi, permitiera que la foto cayera en sus manos.

Ella no podia moverse. Y yo tenia que hacer algo. De modo que me sente en el suelo, a su lado, y la abrace.

– Eh, Clara -murmure. No tenia palabras.

Y ella dijo:

– Rompela, Juan. ?La romperas? ?La romperas y no le diras nada a la policia?

Yo me aparte de ella, como si de repente su cuerpo quemara, negando con la cabeza, asustado porque estaba tentado de hacer lo que me pedia.

– No.

Pero era una simple formula. Ella misma podria haber roto la foto que, por otra parte, solo era una prueba circunstancial a la hora de inculpar al Lejia. Solo queria ponerme a prueba. Supongo que me pedia algun tipo de ayuda que yo, definitivamente, le negue.

Se incorporo, tiro la foto y salio corriendo hacia las escaleras. La segui casi sin darme cuenta, como el galgo que sale tras el conejo mecanico. Cruzamos el bar uno detras del otro, tiramos dos sillas al suelo y oi de pasada la bromita de un imbecil («?eh, el Juanito se esta haciendo mayor! ?Ya las castiga!»), y tambien sorprendi un destello de alarma en los ojos de mi padre.

Fuera llovia a cantaros. Corrimos bajo la tempestad sin notarla. La atrape cien metros mas alla, en la primera esquina.

– ?Clara! -grite.

Se volvio para mirarme.

– ?Es mi padre, Juan! ?Es que no puedes entenderlo? ?Conmigo siempre se ha portado bien!

La crei. Me daba cuenta de que en la vida las cosas no son tan simples como en las peliculas de la tele, donde el heroe aniquila al malo horroroso, desagradable y con mal aliento, y se gana de paso el amor de la chica. En el cine, todo es claro y elemental. En la vida, en cambio, resultaba que el Lejia era amable y considerado con su hija, mientras que padres de otros amigos del barrio, hombres a quienes jamas se les ocurriria traficar caballo, llegaban a casa y golpeaban a la mujer y a los hijos porque habian tenido un mal dia en el trabajo, o tan solo para ejercitar un poco los musculos.

– Heroina -dije, simplemente, porque necesitaba aferrarme a mis ideas-. El Pantasma repartiendola entre ninos a los que previamente habia corrompido sexualmente. Quiza la primera vez gratis, «porque me caes bien, hala»… ?Despues cobrando! ?Ninos, Clara, ninos! Las victimas mas faciles, los clientes mas seguros. Ninos que haran lo que sea por pagarse la droga. Ninos que robaran a punta de navaja y correran a darle el botin a cambio del caballo… ?Ninos que se haran matar en un atraco, si no la dinan antes de una sobredosis o de la mierda que mezclan con la droga! -se me estaba subiendo la sangre a la cabeza-. ?Me importa un rabano que despues tu padre te compre unos zapatos con la pasta que saca de ese negocio! ?Eso no le hace mejor!

Ella suspiro. Dijo:

– Lo siento. Perdona -estaba a punto de irse.

– Yo tambien lo siento -dije desesperado-. Pero tengo que hacerlo. Tienes que entenderlo, y lo entenderas… Tal vez no ahora ni dentro de un rato, ?pero acabaras comprendiendolo y me daras la razon! ?Me sabe muy mal, Clara, porque…, porque…! -y con un hilo de voz dije, por primera vez en mi vida-:… porque te quiero.

Clara se quedo mirandome como un soldado que, en el fragor de la batalla, descubre de pronto que le ha desaparecido el arma de las manos. Por un momento parecia que iba a decir algo, pero lo penso mejor. Abrio la boca y supe que queria insistir una vez mas, «rompe la foto, Juan, no denuncies a mi padre…», pero ella misma adivino la respuesta que le daria, y no dijo nada.

Es muy importante el primer dia de tu vida que le dices «te quiero» a una chica. A lo largo de los anos, supongo que debes de recordar como fue y lo que te contesto ella. A mi, Clara me dijo simplemente:

– Ya. Adios, Juan.

Me dio la espalda y se alejo bajo la tormenta mientras yo apretaba los punos y me tragaba palabras y gritos, y miraba a mi alrededor y veia barro y charcos y cristales de botellas rotas, hierrajos oxidados, toda la basura que me rodeaba y de la que los clientes del Lejia y del Pantasma nunca tendrian la oportunidad de huir.

Temblaba y tenia frio, y era como si hubiera empezado a llover en aquel preciso momento.

«?A que estas jugando, Juan? ?Pensabas que habia una raya en el suelo, los buenos a un lado y los malos al otro, y que bastaba con buscar la raya cada vez que aparecia una duda?»

– ?Juan! ?Juan! -mi padre llegaba corriendo-. Juan, ?que te ha pasado? ?Que haces aqui, con esta lluvia…?

No me renia. Solo estaba preocupado por mi. Despues de todo, era mi padre.

– Tenemos que ir a poner una denuncia, papa… Te lo contare por el camino.

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