Mis secuestradores estaban tan nerviosos e indecisos como yo. Su conversacion se volvia incoherente por momentos.
– Y el taller como te va, ?bien? -decia de pronto la mujer, para llenar el silencio.
Y el Lejia le contestaba:
– Les han detenido. Seguro que la policia ha detenido al Puti y al otro y se han llevado la foto.
La mujer intentaba calmarle:
– Tal vez no. Tal vez hayan logrado escapar.
Y se producia un silencio, al final del cual el Lejia decia:
– ?El taller, dices? Bien, si, vamos, normal. En realidad, el taller no me importa demasiado. Tengo otros negocios…
– Si, claro -decia la mujer-. Claro que se habra presentado la policia, despues del follon que se ha armado…
– ?Donde? -preguntaba el Lejia.
– En La Tasca. Seguro que ha ido la poli. Y si ha ido…
– ?No quiero hablar mas de este tema! -la cortaba el hombre. Y los dos callaban mientras el se paseaba arriba y abajo, arriba y abajo, y de pronto anadia-: Esta claro que la policia se debe de haber presentado. Les habran acusado de haber organizado el jaleo y se los habran llevado…
– Pero eso no significa que la policia tenga la foto.
– Bueno, ?quieres que te diga una cosa? ?Me importa un rabano quien la tenga! ?Ya esta dicho!
– Tienes razon. Al fin y al cabo, si la pasma tiene la foto, sera a Miguel a quien detendran. El se lo ha buscado. Tienes razon. No tenemos por que preocuparnos.
– ?Que no tenemos por que preocuparnos? -saltaba el, enfurecido-. Si pescan a Miguel, Miguel hablara de nosotros. ?Es un histerico! ?Se hundira y lo cantara todo!
Yo estaba sentado en el suelo, junto a la puerta, y pensaba que acabaria loco si continuaba oyendo tantas tonterias.
El Lejia y la mujer habian llegado ya a la conclusion de que la policia habia detenido al Pantasma, cuando este se presento de improviso. No parecia estar al corriente de nada.
– Buenas tardes -le oi-. ?Como va todo?
Note unos instantes de dudas. No osaban preguntarle directamente por que no estaba en comisaria, o si la policia le habia ido a buscar.
– ?Como va eso, Miguel? ?Todo bien?
– Oh, hoy han estado insoportables…
– ?Quien ha estado insoportable?
– ?Los ninos!
– Ah, claro, los ninos…
– Claro. ?A quien pensabais que me referia?
– No, no, a nadie. Los ninos. Insoportables. Claro. No pensaba en los ninos, ahora…
Seguia el dialogo para besugos.
– ?Que? -dijo por fin Miguel, poniendo el dedo en la llaga sin saberlo-. ?Ya habeis recuperado mi foto?
– No… Todavia no -el Lejia carraspeo-. ?Y tu? ?Sabes algo de la foto?
– No, nada. ?Por que? ?Que tendria que saber?
– Por nada, por nada. Era por si alguien te habia hablado de ella…
– Nadie. ?Por que? ?Quien iba a hablarme de la foto?
– Nadie, nadie. Hablaba por hablar…
– Bueno… Como minimo, habreis localizado al chico aquel a quien Elias iba a dar la foto, ?no?
– Si… Al chaval si lo tenemos…
– ?Pues quiero verle!
«Ayayay…», pense yo en la habitacion. El Pantasma se estaba oliendo que algo iba mal y empezaba a subirse por las paredes.
– Pero… -objeto Asuncion.
– Pero, ?que?
– Pues… Que dice haber visto la foto…
– ?La ha visto? ?La tiene?
– No. La ha visto, pero no la tiene.
– ?Y donde esta?
– ?La foto? No lo sabemos…
– ?Traedme al chico! ?Quiero hablar con el!
Realmente, aquel recien llegado al mundo del hampa trataba como soldados rasos a veteranos de toda la vida. Comprendi que los otros no le miraran con buenos ojos. Incluso pense que tal vez estaba jugando con fuego aquel mosquita muerta.
Se abrio la puerta. La luz me hizo cerrar los ojos. Mientras me empujaban por el pasillo, me pregunte que le diria al conserje. Decidi contarle la verdad.
Abri los ojos ante su guardapolvo gris. Le mire a la cara. Tan palida como la de un vampiro, enmarcada por un pelo tan negro y tan brillante. En sus ojos habia una majestad que nunca le habia notado en la escuela.
Me dio una bofetada que casi me giro la cara. Grite y cai de rodillas, con la respiracion entrecortada.
– Eso para que veas como las gasto -le oi decir, a pesar del silbido que se habia instalado en mi oido izquierdo-. Y todavia puede irte peor si no nos ayudas.
Senti un miedo insuperable, y el temblor de las piernas se me transmitio a todo el cuerpo.
– ?Donde esta mi foto?
– La… La tenia el Puti, arrugada en las manos, cuando le pegue una patada en la cara…
Solto de nuevo la mano. Esta vez me dio en la boca con el dorso y me hizo sangre.
– ?Pero si es verdad! -grite rabioso.
– ?Por si las moscas! -me grito el.
Decidi liarlo todo:
– ?La tenia el Puti en las manos cuando le detuvo la policia!
– ?Queeeee? -hizo el. Se volvio hacia los otros dos-: ?La policia tiene mi foto…?
Tardaron un poco en responder. Mientras, yo me incorporaba en el centro del comedor. ?Que podia pasar si le contestaban que si, que ya estaba condenado, que la policia conocia su secreto? Tal vez decidiera denunciarles a todos…
Si, aquella era la posibilidad que temian.
– Bueno… -dijo el Lejia, despues de toser-. No es seguro, no lo sabemos… Este chico ha visto una foto y piensa que era la tuya pero, a lo mejor…
El Pantasma se volvio hacia mi. No pude evitar un gesto de esquivar un golpe, pero esta vez solo queria agarrarme de la ropa y zarandearme adelante y atras, arriba y abajo, como si pretendiera comprobar si tenia las orejas bien pegadas a la cabeza.
– ?Como era la foto que has visto? ?Como era?
Me habria gustado poder convencerle de que era la foto que el temia. Me habria gustado verle tan asustado como yo.
– Salia usted -dije.
– ?Salia yo? ?Y quien mas…?
– Y una…
Y, en este momento, podria haber dicho mil cosas. Podria haber hecho un intento de aproximarme a lo que sospechaba, o no decir nada en concreto y esperar a que el se delatara. Pero no hice nada de eso. Cuando abria la boca para contestar, se me aparecio el rostro pateticamente sonriente de Elias, y dije, casi sin pensarlo:
– Y una sardina. Y una sardina muy grande.
Del trompazo que me propino sali disparado contra una butaca y la derribe.
– ?A mi no me tomes el pelo! -emitio un chillido agudo y espantoso, como si hubiera enloquecido-. ?A mi no me tomes el pelo!
Yo deseaba haber perdido el conocimiento pero, por lo que se ve, no se pierde asi como asi. Me incorpore detras de la butaca, sintiendo una terrible quemazon en el rostro y el latir de la sangre en un ojo, y vi como le sujetaban para que no siguiera pegandome. Se lo agradeci.
De pronto, el Pantasma se habia echado a llorar.
– ?Es la foto! -gemia-. ?Es la foto, maldita sea…!
Me quede de piedra. Pero, ?que decia! ?Que era la foto? No entendia nada. Habia dicho «sardina» y el habia contestado «no me tomes el pelo», y, acto seguido, afirmaba que aquella era la verdadera foto. ?Pero si yo sabia que no podia serlo, de ninguna manera!
El Pantasma habia perdido el control. Le propino una patada a una silla y la mando al quinto pino. El Lejia le sujetaba como buenamente podia.
… Tal vez aquello significara que el secreto estaba en la palabra «sardina». Decidi hacer una prueba. Dije:
– ?Sardina!
Los chillidos del Pantasma se hicieron mas agudos y tremebundos.
– ?Sardina! -insisti.
El conserje, debatiendose ferozmente entre los brazos del Lejia, se congestiono como si estuviera a punto de estallar, y pataleo como un nino rabioso.
– ?Sardina, sardina, sardina!
Aquella palabra tenia la virtud de provocar una especie de violentas descargas electricas en el cuerpo del Pantasma. Ahora, sus gritos se habian convertido en una letania obsesiva: «Que se calle, que se calle, que se calle», y a mi empezaba a escaparseme la risa, cuando el Lejia se volvio hacia mi y ladro:
– ?Haz el favor de callar, o te rompo este baston en la cabeza!
Y se acabo la juerga.
Un segundo despues, apaciguado por el Lejia y una taza de tila que le hizo la mujer, el Pantasma entraba en la fase depresiva de su crisis.
– Tienen la foto, estoy acabado -lloriqueaba sonandose con una servilleta que habia cogido de la cocina. Una especie de temblor le recorria el cuerpo. Los demas querian calmarle, pero no sabian como hacerlo.
– Tranquilo, tranquilo…
– A lo mejor la policia no ha cogido la foto… -argumentaba el Lejia, contradiciendose.
– Si, si que la han cogido. ?Como quieres que les pasara por alto una foto como aquella?
– Pero la pasma no te ha ido a buscar, ?no? No te han reconocido, Miguel…
– ?No, no, no! -hacia el-. ?Si, si, si! ?Se me reconoce perfectamente! ?Sois unos desgraciados! ?Lo habeis echado todo a perder…! No me han venido a buscar porque…, porque…
No sabia por que. En realidad, nadie sabia por que no le habian detenido si la foto habia caido en manos de la policia. La unica explicacion sensata era la que ahora repetia, una y otra vez, el Lejia.
– Que no la tienen, Miguel. Hazme caso, que no la tienen…
Parecia uno, de esos animadores de gran transatlantico que tienen que decir que todo va bien aunque el agua les llegue a las cejas. Y el Pantasma parecia el pasajero mas bajito de todos los que no saben nadar.
Y yo pensaba en la palabra que habia provocado todo aquel numero. «Sardina.» Debia de tener algun significado secreto para el conserje. Un significado que Elias conocia: por eso eligio aquella foto, aquella y ninguna otra, para gastar su broma privada.
«Sardina.»
Acaso antes de entrar en la escuela, el Pantasma hubiera llevado una vida criminal donde se le conocia por el alias de «El Sardina». No, eso no tenia ni pies ni cabeza. Ademas, el comportamiento del conserje evidenciaba su condicion de debutante en el mundo de la delincuencia.
?Entonces?
Pense en las otras fotos de Elias, de las que me habia hablado su hermana. El Pantasma paseando por las Ramblas. Mujeres que hacen la carrera. Imaginemos que la foto le mostrara cerrando tratos con alguna de ellas. ?Y que? Me deshinche de inmediato. ?Es que una cosa asi podia comprometerle? Ni siquiera estaba casado. Y la palabra «sardina» no acababa de encajar en esta especulacion.
La llegada del gitano y del Moreno de Nieve me hizo bajar de las nubes y prendio de nuevo el interes de cuantos estabamos en aquella habitacion. Ahora obtendriamos la respuesta a nuestras preguntas. Yo estaba tan interesado en escucharla como los demas.
– ?Que ha pasado?
– ?Que sabeis?
– ?Teneis la foto?
Venian jadeando y les gustaba ser el centro de atencion, de modo que se hicieron rogar.
– Un momento, un momento, sin prisas…
– ?Lo explicas tu o lo explico yo?
– ?Os poneis de acuerdo antes de que cuente hasta tres -grito exasperado el Lejia-, u os arranco las orejas con unas tenazas!
Quien le habia visto y quien le veia. A veces daba miedo el padre de Clara.
– La policia ha clausurado La Tasca y se han llevado al Puti y al Piter… -el gitano me dedico una mirada rencorosa-. El chaval los ha dejado para el arrastre…
– ?Peor para ellos! -ladro el Lejia-. ?Sigue!
– Hemos entrado en La Tasca por el patio de luces. Alli hemos encontrado una foto arrugada…
– ?Habeis encontrado la foto? -se ilusiono el Pantasma, creyendose salvado.
Yo contenia la respiracion.
– Hemos encontrado una foto. Pero no era la foto.
Desencanto general.
– ?Como… Como lo sabeis? -pregunto el Pantasma, poniendose livido.
– Nos ha parecido tan rara que hemos ido a la Comisaria y hemos esperado a que saliera el camarero, que estaba declarando. Le hemos preguntado si era la foto por la que se peleaban… La foto, por fin, salio a la luz-… Y nos ha dicho que si…
Mientras la foto pasaba de mano en mano, pude echarle una mirada. Si, era la misma. La de la sardina. Y todos la miraban como habria mirado el hombre de Cromagnon una maquina tragaperras.
– Una sardina… -dijo el Lejia.
– Una sardina y Miguel -dijo la mujer-. ?Maria Santisima!
Ambos se echaron a reir dejando patidifusos al gitano y al Moreno de Nieve, que no sabian de que iba el asunto.
Yo miraba al Pantasma. A el le duro bastante mas la cara de alelado. Tardo mas en constatar que se trataba de una confusion. Por un momento parecio que tambien el echaria a reir, dando escape a toda la angustia pasada. Pero no. La risa se le helo en los labios, los ojos se le hicieron pequenos y feroces, llenos de rabia y, visto y no visto, se levanto de la silla y se abalanzo sobre mi insultandome de una manera estremecedora.
No fueron tanto sus insultos lo que me hirio, sino el hecho de que me agarrara por el cuello e intentara estrangularme.
Con las manos atadas a la espalda, yo no podia hacer mas que mover los ojos de un lado a otro para pedir ayuda. Si querian librarse de mi, habia llegado el momento. Bastaria con que dejaran que el Pantasma se desahogara a su aire.
Fueron los peores cinco segundos de mi vida.
Los otros cuatro se abalanzaron sobre el, todos a la vez, para sujetarle.
– ?Basta, Miguel!
– ?Calmate!
– ?Si tendrias que estar contento…!
Le arrastraron al otro extremo de la habitacion y le sentaron en una butaca, como si estuvieramos en un ring y acabara de sonar la campana. Todos se interesaron por el Pantasma, que lloraba y gritaba mientras intentaba zafarse de quienes le sujetaban. A mi nadie me hacia mucho caso, pero no me importaba, con tal de que concentraran todas sus fuerzas en la causa de sujetar a aquel energumeno.
– ?Si tendrias que estar contento! ?La poli no tiene la foto! ?Ha sido todo una confusion! ?Aqui no ha pasado nada!
– Pues, ?donde esta la foto? -protestaba el, obsesionado-. ?Quiero la foto! ?Estoy harto de este juego! ?Quiero la foto! ?Si aqui no ha pasado nada, quiero que me traigais la foto y que la quemeis delante mio! ?Lo ois? ?Lo entendeis? ?Traedme la foto, u os denuncio a todos…!
Eran palabras magicas. Al oirlas, los cuatro que intentaban calmarle le soltaron de golpe, dieron un salto atras y se quedaron muy quietos, mirandole.
– ?Entendido? -dijo el, tratando desesperadamente de conservar la dignidad. Anadio con voz mas debil y quebradiza-: ?Eh? -Y derrotado, livido como un cadaver-: ?En-ten-di-do?
– ?Que has dicho? -pregunto el Lejia, con cara de enterrador.
El Pantasma se habia pasado de la raya con su amenaza. Intento una sonrisa conciliadora y le salio una mueca espantosa. Busco nuevas palabras.
– Despues de todo… Todos vamos en el mismo caballo, ?no?
Comentario que hubiera podido pasarme por alto, de no ser por los cinco pares de ojos que automaticamente se clavaron en mi. Cinco interrogantes que querian saber si yo habia entendido el autentico significado de aquellas palabras.
Trague saliva. Me puse tan rojo como el culo de un mono.
Es curiosa la cantidad de nombres de animales que utilizamos para designar cosas diversas. El rata de hotel que es gato viejo y que esta al loro para entrar a robar en las habitaciones. El gorila del pez gordo. La vieja cacatua que esta un poco foca y se cree un aguila. El macarra que huele a tigre y que se pone gallito con la navaja en la mano, pero que es un gallina cuando va desarmado. La zorra que se liga a un mirlo blanco. Y el camello que tiene una clientela de tios que se ponen como fieras cuando tienen el mono, y que por eso le compran caballo al precio que sea…
«Caballo», habia dicho el Pantasma.
Y yo habia entendido perfectamente a que se referia.
Caballo, heroina, demonios, ya lo creo que lo habia entendido. Y los otros tambien, y la palabra magica les habia frenado y ahora el Pantasma aprovechaba la ventaja para recoger los pedazos de su dignidad hecha anicos.
– … Yo me limito a distribuir… -agrego.
El gitano le sacudio una bofetada.
– ?Calla!
Aturdido e impresionado, yo comprendia que el Pantasma vendia droga. Que de esas ventas salian las famosas doscientas cincuenta mil pesetas. Que primero le habian obligado a colaborar con ellos presionandole con la misteriosa foto y despues habian pactado pasandole un sueldo. Al fin iba entendiendolo todo.
– Quiero decir… -gemia el desgraciado- que estoy muy nervioso… Que puedo perder los nervios en el momento menos pensado… Somos un equipo, yo os ayudo a vosotros y vosotros me ayudais a mi… -casi lloraba, como un nino consentido, cuando anadio-: ?Solo os pido que encontreis la foto!
Se relajaron. Al parecer, consideraban que la suya era una aspiracion razonable.
El Lejia no me quitaba el ojo de encima. Y por mas que yo me esforzara en poner cara de inocente, de no he oido nada, y aunque lo hubiera oido, no lo habria entendido, el sabia que yo lo sabia y yo sabia que el sabia que yo lo sabia. Llegados a este punto, el padre de Clara parecio comprender que no habia motivos para no hablar claro ante mi.
– El unico que sabe donde esta la foto -dijo mirandome a los ojos- es Elias…
– Elias esta muy grave, en el hospital -intervino el Moreno de Nieve.
Ahora, el Lejia hablo conmigo.
– ?Por que no llamas a la familia de Elias y les preguntas como esta?
Aunque hice un esfuerzo de buena fe para comprenderle, me parecio la persona mas cruel del mundo. Era el asesino y solo pretendia que yo le confirmara que su victima habia muerto para poder quedarse tranquilo y poder continuar adelante con su negocio de drogas. Tuve que apretar los dientes. Tenia ganas de escupirle. Pero no, decidi que no lo haria. Preferia transmitirle la noticia de que Elias todavia estaba vivo.
Asenti con la cabeza. Y pensaba: «Ahora vereis.»
El Lejia cogio el telefono. Me ordeno que le dijera el numero y espero con el aparato en la oreja a que respondieran. En el intervalo, el Moreno de Nieve anuncio que se iba al supletorio a escuchar, no fuera a ser que yo intentara hacerles la pirula.
Contesto una voz muy infantil.
– ?Diga?
El Lejia me puso el auricular en la oreja. Yo no podia cogerlo, porque continuaba con las manos atadas a la espalda. Mientras hablaba, procuraba no mirarle a la cara, y no pensar en que era el padre de Clara.
– ?Maria? Soy Flanagan…
– ?Flanagan! ?Donde estas?
– Por ahi… ?Como esta tu hermano?
– Bien.
Me hizo feliz. Se lo habria gritado a la cara a todos aquellos animales: «Esta bien, ?lo habeis oido? ?Esta bien!»
– Esta bien, ?no? -repeti, para que quedara claro.
– Ha recuperado el conocimiento -seguia ella. Estuve a punto de gritar un «?bravo!»-. Pero se sentia un poco confuso y cansado, y todavia le tienen en la UVI. Esta durmiendo.
– Ha recuperado el conocimiento y esta durmiendo -repetia yo, en un tono de Pues que os creiais-, pero el medico dice que se pondra bien, ?no?
– Si. Temian que llegara a caer en coma…
El Lejia me llamo la atencion con un gesto.
– Que te lo repita su padre -susurro. Y puso cara de bueno-. Para quedar tranquilos.
– Escucha… -dije-. ?Podrias decirle a tu padre que se ponga un momento?
– … O su madre… -apunto el Lejia.
– O tu madre -apunte yo.
– ?Mi padre o mi madre? ?Cual de los dos?
– Cualquiera, da igual…
Se puso el senor Gual. Me agradecia todo lo que habia hecho por su hijo y confirmaba lo que me habia dicho su hija.
– Mira si estamos tranquilos que hasta hemos venido a comer a casa… Claro que tampoco podiamos estar con el alli, en la Unidad de Vigilancia Intensiva…
El Lejia me estaba indicando con gestos que cortara, que me despidiera. «Adios y gracias» «Adios, adios», y corto la comunicacion.
Inmediatamente se levanto, me agarro por el impermeable y me arrastro hacia la misma habitacion de antes. Estaba maquinando algo, segun vi pintado en su rostro. Estaba maquinando algo muy fuerte y desde que lo intui empece a angustiarme.
Me metio en la habitacion con un empujon y cerro con llave. De un salto, me acerque a la puerta.
Empezaron a hablar en susurros, como conscientes de que yo podia escucharles, y aunque yo no llegaba a entender nada, aquellos murmullos secos, precipitados, imperativos, me helaban la sangre en las venas.
Me basto con cazar algunos fragmentos de la conversacion para comprender lo que se proponian.
– … Si le obligamos a decir donde esta la foto y la quemamos, te quedaras mas tranquilo, ?no, Miguel?
– … Entrar en el hospital…
– ?Como?
– … Comprar batas blancas…
– … Mediodia…
– … No habra nadie…
– … Ni sus padres…
– … Tu, de medico, ella de enfermera…
– … Un ladrillo en el bolso, por si las moscas…
– Pero, ?pensais que lo dira?
– … Inferioridad de condiciones. ?Le amenazamos, le desconectamos los aparatos, lo que sea!
Iban a maltratarle hasta que confesara donde estaba la foto…
Uno disfrazado de medico, la mujer de enfermera, entrarian en el hospital a mediodia, cuando habia menos movimiento, y el Pantasma se quedaria contento, ?no?
Si recuperaban la maldita foto y la quemaban, ya nadie podria hacerle chantaje, ?no?
… Y si, zarandeando al accidentado, aun en estado critico, se les quedaba entre las manos, tampoco se preocuparian mucho. Al fin y al cabo, ya habian tratado de matarle una vez.
Me puse como loco. Luche freneticamente contra el esparadrapo que me sujetaba las munecas. Queria encender la luz para ver si podia descubrir algo que me ayudara, pero no encontraba el interruptor, y aquella gentuza, dicho y hecho, ya se ponian manos a la obra, ya se levantaban haciendo ruido con las sillas…
Empece a pegar patadas a la puerta. Me dio algo parecido a un ataque de locura. Entre lagrimas, me oi bramar:
– ?Se lo que os proponeis! ?Pero no lo conseguireis, asesinos! ?Porque ire a la policia y os hare pagar por lo que habeis hecho, asesinos!
?Y ahora matadme a mi, cobardes, dejad en paz a Elias…!
Nadie me hizo caso. Oi como se alejaban sus voces, y como se cerraba la puerta de la calle.
Me senti mas solo, mas impotente que nunca. ?Por que me metia en follones de los que despues no sabia salir?
Proyecte mi hombro contra la puerta. Hizo un ruido de mil demonios, pero no parecio dispuesta a abrirse. ?Ruido?, pense. Tal vez aquella fuera el arma. Grite. Como una sirena de fabrica. Como nadie puede haber gritado en toda la historia de la humanidad. Grite llenando mis pulmones hasta que decian basta y vomitando despues todo el aire, como una catarata ensordecedora.
– ? Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
Y mientras tanto pensaba. Vaya si pensaba, a mil por hora. Pensaba que con la ventaja que me estaban sacando ya no habia esperanzas. Calcule que llegarian al hospital en cosa de media hora.
Pero no me resignaba.
?De que me serviria salir de la habitacion?
Llamaria al hospital. ?Creerian la palabra de un desconocido? Bueno, ?acaso no daban credito a los avisos de bomba?
– Senorita, unos traficantes de droga quieren matar a uno de sus pacientes…
– ?Con quien hablo?
– ?Eso no importa! ?Es que no me oye? ?Que quieren matar…!
– Si, si, ya le he oido. Pero comprenda que para fiarme de usted primero tengo que saber quien es. Podria ser un cualquiera, ?me sigue? Un nino haciendo una travesura…
– ?Soy un nino, pero no hago ninguna travesura!
– Lo sospechaba.
La telefonista imaginaria se enfadaba y cortaba la comunicacion.
– ?Senorita, por favor! -yo me ponia optimista e imaginaba que aun no habia cortado, que existian las segundas oportunidades-. ?Tiene que escucharme!
– Esta bien… Veamos. ?De que paciente se trata?
– Elias Gual.
– ?Su segundo apellido?
– ?Y que importa su segundo apellido!
– De acuerdo, tienes razon. Aceptemos que no importa el segundo apellido… ?Que le ha pasado a este senor? ?Por que esta ingresado?
– ?Accidente de moto! ?Esta en la UVI!
– Ah, en ese caso, este no es el departamento pertinente. Tiene que llamar al numero…
– ? Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
?Y si comunicaban? ?Si la linea estaba ocupada?
?Y si el Lejia habia arrancado los cables del telefono? ?De que serviria salir de la habitacion?
De nada.
Llamaria desde una cabina de la calle. Desde la casa de un vecino, en la misma escalera.
Me pedirian explicaciones. La gente siempre pide explicaciones, siempre hace preguntas inoportunas e impertinentes.
– ?Pero tu quien eres, donde vives, como te has enterado de que Elias corre peligro, quien te lo ha dicho, seguro que no es una broma…?
– ?A usted no le importa quien sea yo y quien me lo haya dicho! ?Hagame caso! ?Estan a punto de matar a Elias!
De que me serviria llamar por telefono.
De nada.
Tendria que ir alli, correr hacia el hospital.
Tampoco podia correr mas que un Talbot Solara o que un Opel Kadett. ?O si? ?Como podria arreglarmelas para correr mas que ellos?
– ? Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
Ya debian de haber pasado cinco, quiza diez minutos. Ya estaban casi a mitad de camino. Y yo pensaba: «Tal vez hayan parado por el camino para recoger algo… ?Las batas! ?Claro! Tienen que comprar las batas blancas… Si han parado por el camino, quiza tarden una hora en llegar al hospital…! ?Bueno! ?Que importa eso? ?Me llevan diez minutos, quiza quince, de ventaja y yo ni siquiera he podido salir de aqui!
– ?Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
Y:
«No, en avion no. ?En que demonios puedo ir que corra mas que un Talbot Solara?
Me vino a la mente el viaje que habia hecho en ambulancia. La velocidad de aquel vehiculo para el que no existian los semaforos, al que todos ceden el paso. ?La ambulancia, claro! ?Y aquel numero tan facil, la misma cifra repetida siete veces!
?Si, si pudiera salir de la habitacion, llamaria a la ambulancia y le diria que me llevara al hospital a toda velocidad porque teniamos que salvar la vida de un hombre…!
?Me creerian?
– ? Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
Mi propio grito me impidio oir el crujido de la cerradura y la luz me cego y frustro mi rugido entusiasmado.
Parpadee, aturdido, encontrandome ante una Clara que me pedia silencio.
– ?Chhhst! ?Que haras que vuelva mi padre!
?Que guapa estaba! No llevaba maquillaje y vestia una sencilla blusa y unos tejanos cenidos. La habria abrazado, la habria besado en la boca, pero no habia tiempo que perder. Hice lo mismo que un gato hambriento que uno ha dejado dentro de la casa. Todo fue abrir la puerta y…… ?Fzzzuuummm, visto y no visto!