Capítulo 10

Trevor sonrió compungido mientras observaba cómo Jane cerraba la puerta.

Debería haber supuesto que ella sabría que la estaba vigilando. Estaban en la misma onda y lo habían estado desde el momento en que entró en la cabaña.

O quizá desde antes. Al menos, en lo que a él respectaba. Lo había estudiado todo respecto a ella desde el momento en que Bartlett le trajo su foto del recorte de prensa. Era normal que hubiera sentido esa empatía.

¿Lo era?

Su sonrisa se esfumó. Por supuesto que era normal. Él no era un psicópata como Aldo. Cira también le había fascinado e intrigado, pero nada tenía que ver con lo que sentía por Jane. Ella era poco más que una niña y él no era un corruptor de menores. Pero Cira sólo tenía diecisiete años cuando Herculano fue destruida. Había sido la amante de al menos tres hombres importantes de la ciudad y se había labrado una carrera que la hacía brillar como una estrella en la negrura de esa oscura era. Había acumulado décadas de experiencias en su corta existencia.

¡Por Dios!, Cira no era Jane MacGuire. Estaba en una era y cultura distinta. Así que, deja ya de hacer comparaciones y aparca el pensamiento de que Jane sea algo más que una posible víctima.

– ¿Cómo se lo ha tomado?

Se giró hacia Bartlett que estaba de pie detrás de él.

– Todo lo bien que se podía esperar. Se sentirá mejor cuando haya tenido oportunidad de meditar sobre todo esto y pueda aceptarlo. Ya ha empezado a hacerlo.

– ¿Y luego qué?

– Luego, haremos lo que hemos estado haciendo desde que viste su foto en el periódico. -Miró hacia la cabaña recordando su aspecto allí sentada en el escalón junto a su perro. Joven, delgada, vulnerable, pero irradiando una extraña fuerza-. Esperar.

Pittsburgh, Pensilvania

Tenía los guantes de látex ensangrentados.

Aldo se miró las manos con desagrado. No soportaba usar guantes, pero era mejor que tocar a esos seres indignos. Cuando tenía tiempo de hacer una buena selección nunca se cubría las manos. Le gustaba sentir el calor de la sangre sobre su piel. Pero, una vez más, no tenía mucho tiempo y esa mujer sólo guardaba una pequeña semejanza con Cira.

Estas matanzas no le proporcionaban ningún placer, pensó frustrado.

Envolvió a la mujer en una manta y observó cómo se filtraba la sangre a través de la lana. Bien. La sangre atraerá la atención de inmediato, pensó cuando lanzaba el cadáver detrás del restaurante Red Lobster donde la había encontrado. De lo contrario, habría utilizado una lona para envolverla.

Sintió una gran satisfacción cuando la puso en su furgoneta. La última. La pista ya estaba demasiado lejos de Jane MacGuire como para levantar sospechas. La policía siempre estaba dispuesta a lavarse las manos de sus errores. Probablemente, no engañaría a Joe Quinn y a Eve Duncan, pero estarían solos.

Ahora debía regresar a por Cira.


Joe se apartó del teléfono.

– Lea Elmore. Una camarera del Red Lobster de Pittsburgh. La han encontrado esta mañana en la parte trasera del restaurante. Sin rostro. Cenizas en la manta en la que estaba envuelta.

– ¿Se parecía a Jane? -preguntó Eve.

Joe asintió.

– Según la foto de su documento de identidad se parece un poco más que las de Charlotte y Richmond.

Eve sacudió la cabeza en un gesto de desesperación.

– ¿Cómo las encuentra desplazándose tan rápido? Lo entendería si pasara una cantidad razonable de tiempo entre los asesinatos, pero apenas han transcurrido cuarenta y ocho horas desde los anteriores. No es posible que simplemente tropiece con esas mujeres por azar. -Miró a Jane-. ¿Te dijo Trevor…?

– No -respondió Jane-. Te he contado todo lo que me dijo. Pero me parece que ha trabajado con muchas hipótesis intentando encajar el rompecabezas. Quizá ya lo ha averiguado. ¿Quieres que le llame? Me dijo que le llamáramos si Joe tenía preguntas.

– ¿Joe? -preguntó Eve.

– Adelante, que llame. Aceptaré toda la ayuda que me puedan ofrecer. -La voz de Joe tenía un tono ausente mientras se movía por la sala de estar para mirar por la ventana-. Aunque no es una prioridad en estos momentos.

– ¿Qué estás mirando? -Eve le siguió con la mirada.

– Nada -respondió apretando los labios-. Nada, ¡maldita sea!

– ¿Qué…? -Su mirada siguió a la de Joe-. El coche patrulla se ha ido.

– Vale. -Sonó su móvil-. Apuesto a que es Mac Gunther para explicarme por qué. -Escuchó durante un momento-. Lo entiendo. No, no puedo permitir que hagas eso. Está bien, Mac. -Colgó-. La capitana ha sacado a Mac y a Brian de la vigilancia; se ha disculpado y me ha dicho que le gustaría volver cuando no esté de servicio y que está dispuesto a doblar su turno si le necesitamos.

– El cuerpo está haciendo exactamente lo que Trevor dijo que Aldo intentaría conseguir -dijo Eve farfullando-. Quiere que estemos solos y desprotegidos.

– Entonces, se ha equivocado -dijo Jane furiosa-. No estamos solos. Nos tenemos mutuamente. Deja de poner esa cara Eve. No se va a salir con la suya. -Se giró hacia Joe-. ¿Piensan en comisaría que Aldo se ha olvidado de mí?

Joe asintió con la cabeza.

– Este último asesinato se lo ha acabado de confirmar. -Miró a Eve-. Pero Jane tiene razón, no tenemos por qué estar solos. Puedo llamar a una empresa de seguridad privada y tener hombres ahí fuera. Sólo significa que el departamento está fuera del caso.

– Entonces, hazlo -dijo Eve-. Ahora.

– Es lo que voy a hacer. -Volvió a mirar a la ventana-. Ha llegado la hora de que busquemos toda la ayuda que podamos conseguir. -Se calló un momento antes de separarse de la ventana y empezar a marcar un número de teléfono-. Llamaré a la empresa de Matt Singer. Son buenos. Jane, tú llama a Trevor y dile que venga aquí. ¿Ha dicho que quiere protegerte? Bueno, pues deja que se moje el culo en lugar de estar merodeando por los bosques como una maldita ardilla.


– ¿Ardilla? -repitió Trevor cuando entró en la cabaña una hora después-. Francamente Quinn, al menos podías haberme comparado con un animal más interesante y letal. Un puma o un lobo hubieran sido mejor.

– O una mofeta -murmuró Jane-. Las mofetas son interesantes.

Trevor le lanzó una mirada de reproche.

– He venido aquí a riesgo de que me maten o mutilen y lo único que obtengo son insultos. -Se volvió hacia Joe-. Por lo que me ha dicho Jane, entiendo que tus compañeros del cuerpo de policía te han retirado su ayuda.

– Eso ya lo esperaba -dijo Joe-. Se basan en las estadísticas y, si Aldo sigue el perfil del asesino en serie, es poco probable que vuelva.

– ¿Debería sentirme halagado por que estés prestando más atención a mis advertencias que a las estadísticas?

– No, sólo le presto atención a mantener a Jane con vida y al cuerno con las estadísticas. -Le miró a los ojos-. Bueno, dime qué es lo que puedes hacer que justifique el hecho de que estés cerca de Jane.

La sonrisa de Trevor se esfumó.

– Por una parte mi mera presencia es un factor disuasorio menor. Aldo me conoce y será algo más cauteloso respecto a acercarse a ella.

– ¿Sólo algo más cauteloso?

– Eso es lo que hay. A veces un momento de duda puede salvar una vida. Deberías saberlo -añadió crispado-. También me han dicho que has contratado más protección para Jane. Podrías dejarme la coordinación del equipo de seguridad. Sé algo de labores de reconocimiento y vigilancia.

– Eso tengo entendido.

– De ese modo no me tendrías tan cerca y no te molestaría demasiado. Además, eso te facilitaría trabajar más de cerca con tu departamento para seguirle la pista a Aldo. -Su tono era suave pero enérgico-. Y te garantizo que nadie se dormirá en su guardia si yo estoy al mando. ¿Cuándo han de llegar?

– En un par de horas.

– Entonces, he llegado a tiempo para domarlos ¿verdad?

Joe le estudió detenidamente y asintió lentamente con la cabeza.

– Pero recuerda que son ciudadanos, no mercenarios. No son tíos bragados.

– Seré bueno con ellos -dijo Trevor sonriendo-. Tanto como lo serías tú si les pillaras distraídos. Vosotros los SEAL [1] siempre estáis más dispuestos a razonar y a persuadir que a llevar a cabo una acción violenta.

– Eres un hijo de puta. -Jane pudo ver cómo le temblaban los labios-. Eso fue hace mucho tiempo.

– No tanto. -Se giró antes de dirigirse a la puerta-. Por cierto, voy a poner a un hombre mío ahí delante para vigilar la cabaña. Se llama John Bartlett e intentará no estorbar.

– Has dicho que Bartlett ya estaba en el caso. Pero ¿por qué debería aceptarle porque tú me lo digas? -preguntó Joe.

– No tienes por qué. Consulta a Scotland Yard sobre él. Descubrirás que tiene una motivación que habla por sí misma.

– ¿Qué motivación?

– Su ex mujer era Ellen Carter. Fue una de las primeras mujeres que Aldo asesinó en Londres. No soportaba vivir con ella, pero todavía la amaba. Saber que la había asesinado quemándola viva le destrozó hasta tal punto que estuvo dispuesto a soportarme a mí para tener la oportunidad de encontrar a Aldo. -Giró la cabeza para mirar a Jane-. Él es quien descubrió tu foto en el periódico. Tenía un interés especial en ti, puesto que me trajo el recorte. Averiguó todo lo que pudo sobre ti, Quinn y Eve. No es exactamente un guardaespaldas, pero no dejaría que se te acercara si no creyera que es el mejor hombre para este trabajo. No permitirá que se le pase por alto nada sospechoso. Pero si no le quieres, envíamelo de nuevo a mí.

– Lo haré.

Pero no le oyó. Ya había abandonado la cabaña y estaba bajando los escalones.

– Ha estado haciendo todo lo posible para controlar la situación, ¿no es cierto? -preguntó Jane-. Tendrás que vigilarle.

Eve la miró sorprendida.

– Pensaba que querías que le trajéramos aquí.

– Así es. Y sigo pensando que ha sido una buena idea. -¿Cómo podía explicarles la dicotomía de sus sentimientos respecto a Trevor? Mientras una parte de ella se había divertido y admirado a Trevor mientras se estaba insinuando para entrar en el juego, ella todavía conservaba el instinto de interponerse entre él y Eve y Joe. Nunca había perdido la conciencia de la vulnerabilidad y el peligro que la acechaban desde el primer momento que le conoció-. Sólo vigílale.


– ¿Señorita MacGuire? -El hombre que había llamado a la puerta sonrió-. Soy John Bartlett. Soy la persona que investigó sobre usted y su familia. Y luego tuve el honor de vigilarla para asegurarme de que estuviera a salvo. Siento como si ya la conociera.

– Supongo que así es. -Bartlett definitivamente no era como ella esperaba. Era rellenito, no mediría más de un metro setenta, mejillas sonrosadas, pelo castaño poco abundante y unos grandes ojos azules que la miraban con una especie de inocencia preocupada que le recordaban los de… alguien.

Su expresión se apagó con la sequedad del tono de Jane.

– Sé que he violado su intimidad. Sólo pretendía ayudar y ahora no quiero ser indiscreto. Intentaré no molestarla. Pero Trevor cree que puedo ayudar como guardaespaldas… -Hizo una mueca de apuro-. Bueno, no realmente como guardaespaldas. Eso implica cierto arte en la violencia del que yo carezco. Eso es el fuerte de Trevor y lo hace muy bien. Pero puedo ayudar de otras formas.

– ¿De qué formas?

– Tengo un gran talento para la observación -añadió con entusiasmo-. Le prometo que no se me pasa nada ni nadie por alto.

Winnie-the-Pooh, se dio cuenta de pronto. Le recordaba a Winnie-the-Pooh. Esa misma mirada con los ojos muy abiertos y una adorable franqueza.

– Es muy reconfortante.

Él asintió con la cabeza.

– Es una de mis mejores cualidades. No es muy espectacular, pero reconfortante es suficiente. Tengo tres ex mujeres que podrían atestiguarlo. -De pronto su expresión volvió a ensombrecerse-. Dos ex mujeres. Ellen ya no está viva para poder recomendarme a nadie. -Empezó a darse la vuelta-. Sólo quería comunicarle que voy a estar por la labor.

– Espere.

Se giró para mirarla.

– ¿Quiere una taza de café?

– No, gracias. -Su sonrisa iluminó su redondeado rostro con una especie de resplandor infantil-. Es usted muy amable pero tengo que ir a trabajar.

Ella también le sonrió mientras le observaba bajando los escalones.

– ¿Ése era Bartlett? -preguntó Eve poniéndose a su lado.

– Eso creo -respondió moviendo la cabeza-. O quizás era Peter Pan o Winnie-the-Pooh.

– ¿Qué?

– ¿Por qué no vas a comprobarlo por ti misma? Llévale una taza de café. Está de servicio y no entrará -añadió solemnemente.

Eve observó a Bartlett mientras éste cogía una piedra y la lanzaba al lago haciéndola deslizar.

– Quizá lo haga. -Se dio la vuelta y se marchó a la cocina.


Jane no volvió a ver a Trevor durante el resto del día salvo a distancia. Parecía muy ocupado y resuelto cuando hablaba con Singer y sus hombres. A pesar de los temores de Joe, no veía ningún signo de que Trevor se estuviera excediendo en sus dotes de mando con el equipo de seguridad. No cabía la menor duda de que estaba al frente, pero parecía tratarles con respeto y humor.

Ya era noche oscura cuando regresó a la cabaña. Habló un momento con Bartlett antes de salir del SUV iba cargado con catálogos y paquetes.

– Te he traído el correo -dijo mientras subía los escalones del porche-. He mirado el buzón antes. ¿Siempre llega por la tarde?

Ella asintió con la cabeza.

– A eso de las cuatro. -Apartó el ordenador y extendió la mano para recibir el paquete-. Gracias. Pero no tenías por qué preocuparte.

– Sí, creo que sí. Tu buzón está a cinco kilómetros de distancia en la carretera principal. Quería asegurarme de que no hubiera sorpresas. Puesto que Aldo estaba acampado en el bosque, probablemente revisaría algunas veces tu buzón. Es lo que yo habría hecho. Nunca sabes qué puede serte útil cuando estás al acecho. -Se sentó junto a ella en el balancín-. Pero no me ha parecido ver nada de lo que preocuparse. La mayor parte es para Eve.

– Suele ser así. Eve es muy famosa y está muy solicitada. Y no le gustaría que miraras su correo.

– Como te he dicho no quiero sorpresas.

– ¿Qué esperabas? ¿Encontrar una cobra en el buzón?

– No, eso no encajaría en los patrones de Aldo. Pero Julia Brandon fue asesinada con gas venenoso. Hay formas de hacer que un sobre sea letal.

Su mente pensó inmediatamente en los días posteriores al 11-S.

– ¿Ántrax?

– O alguna otra cosa. Personalmente, no creo que se privara del placer de un asesinato con sus propias manos, pero no siempre es predecible.

– Parece que, de momento, estás haciendo un buen trabajo. Gas venenoso… Fue el único caso en que la víctima murió así, ¿no es cierto? Ahogamientos, incineraciones, estrangulamientos. Para ser un asesino en serie no parece ser muy coherente en sus métodos. Suelen tener preferencia por un arma, ¿no es así?

– Sí lo es. Cada una de esas muertes le ocurrió a algún ciudadano de Herculano durante la erupción. Está matando a Cira una y otra vez de todas las formas posibles en las que podía haber muerto esa noche.

– ¡Dios mío!

No hay aire. Calor. Calor. Calor.

– ¿Estás bien? -Trevor la miró atentamente.

– Pues, claro que sí. -Miró al lago-. ¿Cómo murió Cira?

– No lo sé. Todos los manuscritos de la biblioteca hablaban de la vida de Cira, no de su muerte.

– Entonces, a lo mejor no murió en Herculano. Hubo supervivientes, ¿verdad?

– Sí.

– Entonces, puede que ella fuera uno de ellos.

– Creo que se habría oído hablar de una mujer como Cira si hubiera sobrevivido al desastre.

– A lo mejor tenía una buena razón para desaparecer.

Trevor guardó silencio un momento.

– Eso denota cierta desesperación. Realmente deseas que hubiera sobrevivido ¿no es cierto? ¿Por qué?

– No seas absurdo. No estoy desesperada por nada. Sólo que ella no merecía morir en ese túnel.

– ¿Túnel? -La miró asombrado-. ¿Por qué tenía que haber muerto en un túnel? Tenía una buena casa en Herculano.

– ¿A sí? Puede que estuviera pensando en el oro escondido en el túnel. -Cambió de tema-. Acabo de recordar que Joe quería saber si habías averiguado cómo podía encontrar Aldo a todas esas mujeres parecidas a Cira. Dijiste que la foto de una apareció en los periódicos y supongo que puede que tropezara por casualidad con una o dos más, pero no con todas. Y en estas últimas semanas se ha movido tan rápido que no es posible que sus elecciones se debieran al azar.

Movió la cabeza negativamente.

– Me he concentrado más en atrapar a Aldo que en averiguar las razones y los detalles. Pero dile a Quinn que voy a intentar averiguarlo.

– Bien. No estarás solo. Puede que Joe lo averigüe antes que tú. No le gusta pedir ayuda.

– No lo ha hecho. Lo has hecho tú por él. ¿Ha venido Bartlett a presentarse?

– Sí, es muy poco corriente. ¿Cómo le conociste?

– Estaba a punto de dar marcha atrás después de ver la foto de Peggy Knowles y haber interrogado a todas las familias de las víctimas que iba encontrando. Bartlett estaba en la lista de Ellen Carter. Fingí ser de Scotland Yard. Soy muy bueno como actor y nadie había sospechado hasta entonces. Pero Bartlett es mucho más inteligente de lo que parece. Me siguió hasta mi hotel y me apuntó con una pistola.

– ¿Bartlett?

Trevor sonrió.

– A mí también me sorprendió. Estaba aterrado, pero decidido. Le temblaba tanto la mano que pensé que más me valía hablar pronto antes de que se le disparara el arma por accidente e hiriera a uno de los dos.

– ¿Por qué no llamó a la policía para denunciarte?

– Porque tampoco estaba contento con el modo en que estaban llevando la investigación. Él amaba a Ellen Carter.

– Me dijo que tenía tres ex mujeres.

– Ella era la segunda. Bartlett mantiene buena relación con sus mujeres incluso después de haberse divorciado.

– ¿Por qué crees que se divorcian de él? Se le ve muy… dulce.

– Tiene la especialidad de elegir a las parejas incorrectas. No tiene problema en encontrar mujeres. Parece que las mujeres se derriten con él y se lo quieren llevar a su casa. ¿A ti no te ha pasado?

Jane asintió con la cabeza.

– Y Eve hoy le ha llevado comida y café. Y para eso ha tenido que dejar la reconstrucción en la que estaba trabajando.

– ¿Lo ves? Bueno, es evidente que vosotras tampoco os habéis librado.

– Tienes razón. -Retorció los labios.

– Es testarudo como una mala cosa y desde que se enteró de que iba detrás de Aldo no me ha dejado solo. Dejó su trabajo de contable y ha estado conmigo desde entonces.

– Me gusta.

– A todas las mujeres les gusta, ¡maldita sea!, a mí también me gusta. -La mirada de Trevor se dirigió a Bartlett-. Pero me vuelve loco. Probablemente tendré que atarlo, amordazarlo y arrastrarlo para sacarlo de ahí o se quedará en su puesto toda la noche. Estaba exultante de felicidad de poder hacer algo útil por ti.

– ¡Qué dulce!

– Tú también te estás derritiendo. -Trevor dio un suspiró mientras se levantaba-. Voy a entrar las cartas.

– Yo lo haré.

Trevor miró su ordenador.

– Estás ocupada. ¿Qué estás haciendo?

– Deberes. Me gusta trabajar aquí en el porche.

Trevor hizo una mueca.

– Deberes. A veces se me olvida lo joven que eres. A lo mejor es debido a algún deseo inconsciente. -Se encaminó hacia la puerta-. Asegúrate de que nadie más recoge el correo.

– Díselo a Joe.

– Quinn está dispuesto a dejarme hacer el trabajo pesado. Sabe que no voy a hacer nada que interfiera en su trabajo. Poco a poco vamos llegando a un entendimiento. -Abrió la puerta mosquitera-. Es Eve quien me preocupa.

– ¿Por qué no se derrite contigo como lo hace con Bartlett?

– Porque es una leona protegiendo a su cachorro. Lo que equivale a decir que es impredecible. -Trevor la miró por encima de su hombro-. ¿Vas a decirme por qué deseas tanto que Cira sobreviviera a ese volcán?

Era evidente que no le había engañado y no se iba a dejar engañar. Bueno, ella no iba a confiar en él.

– Puesto que según parece todo el mundo nos equipara, quizá sólo quiero que ella saliera airosa. Sería una buena señal.

– Sí, lo sería. -Estudió su expresión y movió la cabeza-. Pero no creo que ésa sea…

– Piensa lo que quieras.

– Siempre lo hago. -Se calló un momento-. Pero he de saberlo. He de saberlo todo sobre ti. Será más seguro para ambos.

– ¿Por qué?

– Él utilizará cada secreto, recuerdo y sentimiento para atraerte hacia él. Ya lo ha hecho una vez con Toby.

– Cometí un error. No volverá a repetirse. Y no voy a desnudar mi alma ante ti. Ya te has encargado de saber demasiadas cosas sobre mí por tu propia cuenta.

– Sí. -Una sonrisa repentina iluminó su rostro-. Ha sido un placer y sigue siéndolo. -Entró en la cabaña.

Jane tuvo que controlarse para apartar la mirada de esa puerta. ¡Dios mío!, ¡qué hermoso era! La mayor parte del tiempo que había estado a su lado sólo había sido consciente de su magnética personalidad y del recelo que le hacía sentir. Pero en el último momento se había dado cuenta de la maravillosa persona que realmente era Trevor.

¿Hermoso? A Trevor no le habría gustado. ¿De dónde había surgido esa palabra?

Hermoso como un dios.

Cira estaba pensando en Antonio cuando surgieron esas palabras en su mente. Antonio, inteligente, cínico y absolutamente carismático. Antonio, que la había seducido, deslumbrado y traicionado. Pero al final también había intentado salvarla ¿o era otro engaño?

¿Cuál era la diferencia? Estaba tratando el sueño como si fuera real. Y si se trataba de alguna conexión psíquica que tenía con Aldo; era evidente que ella la estaba perfilando y potenciando. Ella estaba dando vida a Cira con cada paso que daba y Aldo, sin duda, la veía como a una villana.

¿Y qué pasaba con Antonio?

Quizá necesitaba tener a un héroe que salvara a Cira. Aunque él era el prototipo del antihéroe.

Como Trevor.

Se puso tensa. La visión de Cira respecto a Antonio era muy semejante a la que ella tenía de Trevor. Y desde ese primer momento había sentido una extraña familiaridad. Incluso le había dicho a Eve que él le recordaba a alguien.

¿A Antonio?

Ni siquiera podía recordar el aspecto de Antonio. Cira le veía a él, no se veía ella. Cira sentía una tormenta de resentimiento, amargura, esperanza y amor.

¿Amor? ¿Todavía amaba Cira a Antonio?

¡Al demonio con esas historias! ¿Qué importancia tenía eso? Puede que nunca volviera a soñar con Cira. Habían pasado varias noches desde el sueño de que la tierra se abría bajo sus pies y veía el fuego fundido.

Pero desde que se enteró de la existencia del túnel de Herculano y de la mujer que había vivido y muerto allí, ya no era fuego fundido lo que veía, sino lava.

Trevor le había dicho que las cenizas eran del Vesubio y puede que su imaginación hubiera hecho el resto. ¿Cómo podía saber qué trucos utiliza la mente? Esos malditos sueños con Cira le habían arrebatado su confianza en sí misma. Al principio, tal como le había dicho a Eve, había podido ver a Cira y sus luchas con curiosidad y entusiasmo, como si estuviera leyendo una novela. Había sido interesante y esperaba con ansias el próximo capítulo para averiguar qué era lo que le iba a pasar. Ahora ya no era así. Después de lo que Trevor le había dicho, se debatía en la oscuridad, intentando hallar el camino. Estaba atrapada, cautiva y temía regresar al túnel.

– Aléjate, Cira -murmuró-. Ya tengo bastante con lo mío. No vuelvas.

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