Capítulo 2

– Estoy de acuerdo en que se parece a Jane dentro de unos diez años aproximadamente. -Joe estudió la reconstrucción-. Tenía la esperanza de que no fuera así.

– Porque esta mujer se parece a Jane y ha sido asesinada. -Cruzó los brazos para resguardarse del frío-. Y sabías lo que me iba a encontrar cuando terminara la reconstrucción; sabías que iba a ser Jane.

– ¡Por el amor de Dios!, no es que intentara mantenerte al margen más tiempo del necesario -dijo con brusquedad-. He hecho lo que tenía que hacer. -Cogió el paño de la mesa de trabajo y cubrió la cabeza-. Ahora ya está hecho y ya lo sabemos.

– No sabemos nada. Al menos, yo no sé nada. -Se dio la vuelta y se fue al lavadero para limpiarse la arcilla de las manos. Le estaban temblando. No te espantes. No puede volver a suceder. Dos veces no. No después de Bonnie. -Pero me voy a enterar, Joe. Lo voy a averiguar todo. Cuéntame qué está pasando.

– Te contaré lo que sé por ahora. Descubriremos el resto. Te lo prometo. -Cruzó la habitación hasta la mesa de café y abrió su ordenador portátil-. Descubrieron a la mujer en una profunda tumba a las afueras de Cahoun. Tenía las yemas de los dedos quemadas y de su rostro sólo quedaba la calavera. El resto del cuerpo estaba intacto. Christy me dijo que Scotland Yard le había advertido de que el autor podía haberse trasladado a esta zona tras supuestamente haber asesinado a una mujer en Birmingham.

– ¿Supuestamente?

– No es exactamente el mismo modus operandi. La asesinó quemándola y no intentó ocultar su identidad. Salvo por su rostro que estaba destruido. -Sacó el informe del caso-. Era una prostituta e inmigrante ilegal y no encontraron una foto hasta que habían pasado unas semanas, cuando la historia apareció en la página cinco. Tuve que indagar para encontrarla. -Giró el ordenador hacia Eve-. No tanto, pero existe un parecido.

Otra Jane.

Labios más delgados, no tan firmes, la piel no tan resplandeciente de juventud, pero rasgos parecidos.

– ¿Qué es esto? -susurró Eve.

Él no respondió, pero pasó a otra pantalla.

– El e-mail del inspector Mark Trevor. Cuatro víctimas en Reino Unido.

Sabía lo que iba a ver, pero aún así supuso un shock para ella.

– Todas se parecen a Jane.

– No del todo. No son idénticas, pero se parecen lo bastante como para ser hermanas.

Y todas estaban muertas. Eve se humedeció los labios.

– ¿El mismo asesino en serie?

Joe asintió con la cabeza.

– En todos los casos ha destruido el rostro. Con fuego o arrancándolo tras haber cometido el acto, utilizando algún producto químico.

– ¿Para ocultar su identidad?

– Éste no parecía ser su propósito salvo en el último caso.

Eve inspiró angustiada.

– Entonces lo hizo porque no soportaba su aspecto. Y ésa es la razón por las que las asesina.

– Parece una conclusión lógica.

– ¿Lógica? No lo veo lógico. Tengo un miedo mortal. -Su voz sonaba desigual-. Calhoun está tan sólo a unos kilómetros por la autopista y si ha destruido sus huellas dactilares ha sido para que creyéramos que se trataba de otro asesino, con un modus operandi diferente. No quería que nadie supiera que estaba en esta zona. ¿Por qué?

– Quizá no quería que se alertaran las mujeres de esta ciudad.

– Pero no todas se parecen a Jane. -Eve apretó los puños-. Y eso es lo que está buscando ese loco. Intenta destruir a toda mujer que se parezca a Jane.

– No conoce a Jane.

– Entonces, a toda aquella que se parezca a una antigua amiga o a su madre. Alguien con el rostro de Jane.

– Encajaría con el perfil de un asesino en serie.

– Oh, sí, lo sé todo respecto a esos perfiles -dijo ella con voz entrecortada-. Los estudié tan a fondo tras el asesinato de Bonnie, que casi me asfixié con ellos. Muy bien, no va a sustituir a Jane en ninguna de sus fantasías psicóticas. Esto no va a volver a suceder.

– No, no sucederá -dijo Joe en voz baja-. No lo permitiré. ¿Crees que eres la única que se preocupa por Jane?

No, por supuesto que él también amaba a Jane. Pero no había perdido a una hija. No sabía lo que era vivir con el terror constante de que volviera a suceder.

– Lo sé. -Joe estudiaba la expresión de Eve-. Deberías darte cuenta de cómo me siento. ¿Quién te conoce mejor?

Nadie. Y ella no estaba siendo justa. El miedo nublaba su buen juicio.

– Lo siento. Sé que estás tan preocupado como yo. Entonces, ¿qué vamos a hacer?

– Contactar con Trevor y averiguar todo lo que podamos de lo que saben ellos de este monstruo. El e-mail era escueto, por decir algo. Le llamé a su móvil esta tarde, pero salió su buzón de voz. Le dejé el mensaje de que me llamara. -Joe miró su reloj de muñeca-. Ya es pasada la medianoche. Puede que no tengamos noticias suyas hasta dentro de unas horas. Allí sólo son las cinco de la madrugada.

– Vuelve a llamarle. No me importa si le despertamos.

Joe accedió.

– Y nosotros hemos de saber cómo se han enterado de que el asesino ha cruzado el Atlántico, si no conocen su identidad. En Yard han de tener algunas teorías si han estado trabajando en el caso durante los tres últimos años. Hemos de conocer las razones antes de que podamos prever sus movimientos.

– Les basta con mirar las fotos para saber por qué lo está haciendo. -Pero, ella no quería mirar más esas fotos. La asustaban demasiado. Se dio la vuelta-. Voy a ver cómo está Jane.

– Está bien, Eve. Estamos aquí en la habitación de al lado.

– Probablemente eso es lo que pensaron los padres de esa niña de California antes de que el asesino entrara en su hogar y se la llevara.

– Jane no es una niña. Es una jovencita fuerte e inteligente y a cualquiera que se meta con ella más le vale ir con cuidado.

– Nadie se va a meter con ella. Nadie va a hacerle daño -dijo ferozmente-. No voy a dejar que eso suceda. Otra vez, no. Llama a Trevor y sácale toda la información. Vamos a descubrir a ese bastardo antes de que él encuentre a Jane.


Jane dormía tranquilamente.

«Esa noche no soñaba», pensó Eve mientras la miraba. O, si soñaba, no eran pesadillas. ¿O sí lo eran? No recordaba que Jane le hubiera hablado jamás de sus sueños. Quizá tenía que habérselo preguntado antes. Jane había encajado con tanta facilidad en sus vidas, que le había resultado muy fácil considerarla como a un miembro más de la familia. Era extraño, puesto que la personalidad de Jane era tan fuerte como la suya. Pero Jane nunca había querido retarla. Les había entregado su afecto a los dos, se había esforzado mucho por conseguir su puesto en la familia y nunca había pedido nada.

¡Era una persona maravillosa!

Y nadie iba a destruir esa maravilla.

Se dio la vuelta y salió de la habitación. Al momento pasó al lado de Joe, que supuestamente estaba llamando a Trevor y salió al porche. Se sentó en el primer escalón de arriba y apoyó la cabeza contra la columna. Hacía frío, el aire era puro y el lago estaba tranquilo esa noche. Todo era hermoso, familiar y hogareño.

Pero el hogar se podía convertir en un lugar de desolación y terror. ¿Quién podía saber mejor que ella que nadie estaba a salvo?


– Nadie, mamá. Pero no has de preocuparte hasta que haya un motivo concreto para ello. La vida es demasiado corta.

Giró la cabeza y vio a Bonnie sentada en el balancín del porche. Tenía las piernas cruzadas, iba vestida con téjanos y su habitual camiseta de Bugs Bunny.

– Eso es lo que dice Joe. No os estoy escuchando a ninguno de los dos. Él es demasiado lógico y tú eres un sueño. Creo que tengo un montón de razones para preocuparme.

Bonnie suspiró.

– No soy un sueño, soy un fantasma. En el fondo sabes que es cierto.

– No sé nada de esas cosas. Probablemente te inventé cuando estaba tan deprimida que o buscaba una forma de hacerle frente a mi situación o me suicidaba.

– Sí, por eso vine a verte la primera vez. -Una sonrisa iluminó su rostro-. Y porque te echaba de menos.

Eve notó que se le hacía un nudo en la garganta.

– Te echo de menos, pequeña.

– No me echarás tanto de menos si le abres más tu corazón a Joe. Durante un tiempo pensé que ibas a estar bien, pero le apartaste de ti.

– Ya sabes por qué lo hice.

Suspiró.

– Otra vez yo. Fue un error, pero lo hizo porque te quiere.

– Ya sé todo eso. Estamos trabajando en ello. -Eve miró atrás hacia el lago-. ¿Por qué has venido? Hacía meses que no te veía.

– Me necesitas. Siempre estaré contigo cuando me necesites.

¿Por qué estaba mirando el lago cuando podía mirar a Bonnie? No importaba que fuera un fantasma o un sueño, era Bonnie. Se giró y la miró enfadada.

– Te necesito. Te necesito cada minuto del día.

– Jane puede estar en peligro. Tengo miedo por ella.

Bonnie asintió con gravedad.

– Yo también temo por ella. Él está cerca.

– ¿Quién está cerca?

– El malo. -Descruzó las piernas y las dejó colgando por encima del suelo del porche.

¡Era tan pequeña!, pensó Eve. Tan pequeña y querida…

– ¿No sabes quién es?

Ella movió la cabeza negando.

– Sólo que es malo.

– ¿Cómo el hombre que te mató a ti?

– No puedo pensar en eso, mamá. Ya ha pasado. No puedo responder a tu pregunta. Pero sé que el hombre que ha asesinado a Ruth es retorcido y macabro.

– Me alegro de que no puedas recordar eso, pequeña. -Se aclaró la garganta-. Pero maldita la gracia si no puedes decirme ningún hecho concreto. ¿De qué sirve un fantasma si no puede ser útil?

Bonnie echó atrás la cabeza y se rió.

– Yo soy útil. Evito que vayas por ahí como un alma en pena pensando en suicidarte. Además, no tengo por qué ser útil. Me querrás de todos modos.

– Sí, es verdad.

– Y querrás a Jane, haga lo que haga.

– No estoy segura de que ella crea eso.

– Tiene miedo de creerlo. La han herido demasiadas veces.

– Eso fue hace mucho tiempo. Joe y yo hemos intentado compensarla por todos esos años.

– Ella no es como yo. Los malos tiempos todavía no la han abandonado.

– Entonces, ¿qué caray puedo hacer?

Bonnie movió la cabeza.

– Ella tiene que encontrar el camino por sí sola.

– Si tiene tiempo. Si algún bastardo no la mata como te mató a ti.

– Tú no lo permitirás. -Ladeó la cabeza para escuchar-. Creo que Joe casi ha terminado de hablar. Será mejor que me vaya. ¿Sabes cuándo sabré que ya no me necesitas?

– Siempre te necesitaré.

Ella movió la cabeza.

– No me necesitarás cuando estés tan cerca de Joe que me compartas con él. Cuando le digas que vengo a verte.

– ¿Y que piense que me he vuelto loca?

– Lo ves, todavía no estás preparada. -De pronto frunció el entrecejo-. Jane está soñando de nuevo. Tiene miedo. Mejor que vayas con ella.

Eve se puso de pie.

– Estaba bien cuando he ido a verla antes.

– Ahora no. Despiértala. Ahora no puede hacer nada. Necesita ayuda, pero no hay nada que… la despierte.

Eve se dirigió a la puerta.

– Si no está soñando tu credibilidad será nula.

Bonnie sonrió.

– Despiértala. Adiós mamá. Hasta pronto.

– Más te vale.


Abrió la puerta mosquitera y vio a Joe sentado en el sofá hablando por teléfono. Eve miró hacia el balancín del porche y vio lo que esperaba. No había nadie. No estaba Bonnie.

– Enseguida estaré contigo -dijo Joe cuando la vio en el umbral de la puerta-. Sólo unos minutos.

Ella asintió con la cabeza.

– Voy a ver Jane. -Atravesó la sala para ir al cuarto de Jane-. No tardaré.

Joe había colgado el teléfono y estaba sirviendo café recién hecho cuando ella regresó a la habitación.

– ¿Está bien?

Eve frunció el entrecejo.

– No, estaba teniendo otra pesadilla. Le he dado un vaso de agua y he hablado con ella durante unos minutos.

– Bueno, al menos no le ha echado la culpa a mis filetes. -Joe le dio una taza y se sirvió una para él-. ¿Se ha calmado?

– Sí, o al menos ha hecho ver que sí. -Eve se sentó en el sofá y miró su bloc de notas-. ¿Has hablado con Trevor?

– De hecho, me ha llamado él antes de que empezara a hacer la llamada. Me ha dicho que era muy madrugador y que había pensado que como le había parecido que tenía urgencia por hablar con él se había atrevido a llamarme.

– ¿Qué te ha dicho?

– No demasiado. Me ha dicho que en estos años prácticamente no han conseguido nada. Que no tienen ni idea de la identidad del asesino.

– Entonces, ¿cómo le han seguido la pista hasta aquí?

– Siguiendo la pista de una serie de asesinatos con el mismo modus operandi. Me ha dicho que sabía que los asesinatos de este tipo se debían a una compulsión que no se detiene y que en Inglaterra habían dejado de producirse… Así que empezó a revisar los asesinatos que tenían lugar en Europa y a este lado del Atlántico.

– Entonces, tiene que saber más que nosotros. ¿No has podido hacerle hablar?

– Yo fui el que hablé la mayor parte del tiempo. Le llamó mucho la atención lo de Ruth y no dejaba de hablar de ella. Estaba muy interesado en el hecho de que sus huellas hubieran sido borradas.

– ¿Le has hablado de Jane?

– No, le dije que quería que me enviara inmediatamente un informe completo de todas las víctimas.

– Bien. ¿Cuándo llegará?

– A la una y media del mediodía. Los traerá él mismo.

– ¿Qué?

– Va a coger el primer vuelo desde Londres. Quiere estar aquí, en la escena del crimen. Nos ha ofrecido su ayuda.

– No necesitamos a Scotland Yard.

– Pero, podemos necesitar a Trevor. -Joe miró pensativamente su taza de café-. He captado algo en su… creo que está obsesionado con este caso. A veces sucede eso cuando dedicas años a atrapar a un asesino.

– «Años», es la palabra clave. ¿Por qué todavía no le ha encontrado Trevor? ¿Antes de que viniera a Estados Unidos? ¿Antes de que se convirtiera en un peligro para Jane, maldita sea?

– Estoy seguro de que se lo preguntarás en cuanto entre por la puerta -dijo Joe-. Se tomó un último sorbo de café y dejó la taza sobre la mesa. -Pero, entretanto voy a llevar la reconstrucción a la comisaría para ver si podemos averiguar algo sobre Ruth y poner en marcha los engranajes a ver si averiguamos con quién pudo haber estado los días anteriores a su muerte.

– Son casi las cuatro de la madrugada, Joe.

– No puedo dormir. -Se levantó-. He llamado a comisaría y he pedido que traigan un coche patrulla para vigilar la cabaña. Pronto estarán aquí.

– Jane se preguntará por qué están aquí en cuanto se levante.

– Entonces, será mejor que te inventes una explicación. Porque van a estar aquí cuando yo no esté.

– No te lo discuto. Yo también quiero toda la protección necesaria para ella. -Llevó su taza y la de Joe al fregadero-. Sólo era una observación y no pienso mentir. No me perdonaría que no fuera sincera con ella. -Sus labios se retorcieron con preocupación-. Probablemente pensará que soy estúpida por tener tanto miedo. Ella es más valiente que yo.

– Sólo ha tenido experiencias diferentes. -Joe le dio un beso superficial en los labios y se dirigió hacia la puerta-. Nadie tiene más agallas que tú.

– Sí, claro.

Joe giró la cabeza y vio su expresión de preocupación. Murmuró una palabrota, se dio la vuelta y volvió junto a ella. Esta vez la besó, pero no de forma superficial. Fue intenso, apasionado y mareante. Los brazos de Eve se deslizaban alrededor de su cuerpo, atrayéndole.

Joe levantó la cabeza.

– Nadie tiene más agallas, resistencia o belleza que tú y no lo olvides nunca. -Se apartó de ella-. Intentaré estar de vuelta dentro de unas horas, pero si no he regresado, estaré aquí al mediodía para traer a tus pies a este prodigio de Scotland Yard.

– Muy bien -susurró ella. No quería que se fuera. Quería irse a la cama, olvidarse de Ruth, del peligro que corría Jane y de todo lo demás, salvo del sexo maravilloso y salvaje que siempre había salvado cualquier abismo entre ellos.

– Yo tampoco. -Como de costumbre, Joe había leído sus pensamientos. Tocó sus labios con su dedo índice-. Sé lo que estás pensando. Una palabra y llamaré a la patrulla para decirles que me quedaré aquí un rato más. Probablemente no podré averiguar muchas cosas a esta hora. Puedo marcharme a las seis.

Eve le abrazó enérgicamente. Joe… él era la fuerza y la vida, y, ¡Dios mío!, le necesitaba.

– Llámales -le susurró-. Las seis ya es un buen madrugón.

Londres

Trevor colgó el teléfono y se recostó en su silla.

– Era Quinn. Creo que le ha impresionado ver que empezamos a trabajar tan pronto por aquí. Me iré a Atlanta a las nueve.

Bartlett sonrió.

– Has dicho que le atraparías. ¿Quieres que vaya contigo?

– Ahora, no. -Se levantó y se dirigió al armario-. Te llamaré si te necesito. Búscame ese archivo de Quinn y Eve Duncan mientras recojo. He de estar preparado. He de saberlo todo sobre ellos.

Bartlett ya había sacado el archivo y lo estaba ojeando.

– Puede que tengas problemas. Los dos son bastante complicados. Eve Duncan creció en un barrio pobre y su madre era drogadicta. Tuvo una hija ilegítima de adolescente y le cambió la vida. Fue a la universidad y luchó por ayudar a su madre. Su hija, Bonnie, fue raptada y probablemente asesinada por un asesino en serie cuando sólo tenía siete años. Nunca encontraron el cadáver. Hace unos años creyeron haber encontrado los restos de Bonnie, pero más tarde descubrieron que se trataba de otra niña.

– ¿Y Quinn?

– Nació en una familia acomodada y fue agente del FBI antes de convertirse en detective del cuerpo de policía de Atlanta. Tiene un terreno bastante grande con una cabaña junto a un lago cerca de Atlanta. Allí es donde viven Quinn y Duncan. -Miró a Trevor-. Es duro, inteligente y tenaz como un bulldog.

– ¿Su debilidad?

– Eve Duncan. No cabe duda. Está con ella desde la muerte de su hija y puede que se haya quedado en Atlanta en lugar de seguir con el FBI para estar junto a ella.

– Puede ser una tecla a tocar.

– No, a menos que quieras provocar una explosión en cadena.

– A veces las explosiones son necesarias. -Trevor sonrió de manera temeraria-. Me arriesgaré.

– Siempre lo haces. -La sonrisa de Barlett se desvaneció-. Son muy duros. Los dos. Ten cuidado de que la explosión no te alcance a ti.

Trevor cerró su maletín.

– ¿Por qué, Barlett? Me parece que estás preocupado por mí.

– Tonterías. Sólo que soy demasiado perezoso para conseguir un nuevo contacto. ¿Te vas a llevar este archivo?

– No, si no has descuidado ningún punto importante. -Colocó su maletín sobre la silla-. Revisaré el archivo de MacGuire mientras bajas la escalera y me paras un taxi.

– ¿Otra vez? Ya te lo has de saber de memoria. No hay mucho que leer. Jane MacGuire sólo tiene diecisiete años, se ha educado en hogares de acogida y está con Duncan y Quinn desde que tenía diez años. Es una estudiante excelente y nunca se ha metido en líos. Pero es demasiado joven como para tener mucha experiencia o un informe muy largo.

– No estoy de acuerdo. Mira su cara. Es joven, pero ese rostro encierra una gran experiencia. Y él se dará cuenta. Le atraerá como si fuera un imán. -Observó el rostro de la joven con su mirada desafiante-. Bartlett, el taxi.

– Enseguida.

Trevor apenas oyó la puerta cerrarse detrás de él. Estaba tan entusiasmado que tenía que reprimirse. Tenía que pensar con serenidad y claridad si quería ganar esta batalla. Y estaba dispuesto a ganarla, ¡maldita sea!

Tocó delicadamente la mejilla de la joven en la foto. Ella estaba cerca. Considerable y maravillosamente cerca.

– ¿Suficientemente cerca, Aldo? -murmuró-. ¿Cira?

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