Capítulo 1

Calhoun, Georgia

Joe miraba cómo el equipo forense levantaba cuidadosamente de la tumba el cuerpo envuelto en una lona de color verde oscuro.

– Gracias por venir, Quinn. -La detective Christy Lollack se dirigía hacia él-. Ya sé que éste no es tu caso, pero te necesitaba. Es un caso especial.

– ¿Qué tiene de especial?

– Mírala. -Se acercó a la camilla donde habían colocado el cadáver-. Los niños que la encontraron casi vomitan.

La siguió y observó mientras destapaba la lona verde.

No tenía rostro. Sólo quedaba la calavera. Sin embargo, desde el cuello hacia abajo el cadáver estaba sólo un poco descompuesto, pero prácticamente intacto.

– Según parece, alguien no quiere que sea identificada. -Bajó la mirada para verle las manos-. Ha metido la pata. Debería haberle cortado las manos. Ahora podremos identificar enseguida sus huellas dactilares. El ADN tardará más, pero eso…

– Mira más detenidamente. Le han quemado las yemas de los dedos -interrumpió Christy-. No hay huellas. Trevor me advirtió de que posiblemente no habría.

– ¿Quién?

– Un inspector de Scotland Yard, Mark Trevor. Envió un e-mail al cuerpo después de haber leído el caso de Dorothy Millbruk de Birmingham y la capitana me lo reenvió a mi ordenador. Decía que había enviado el mismo e-mail a la mayoría de las ciudades de la región del Sureste para advertirles de que posiblemente el autor de los hechos se dirigiera hacia sus jurisdicciones.

Millbruck… El homicidio de una prostituta que había levantado mucho revuelo hacía cuatro meses. Joe revisó los detalles mentalmente.

– El caso Millbruck no tiene ninguna conexión. No era el mismo modus operandi. Fue quemada y abandonada en un contenedor de basura.

– Pero cuando fue quemada ya no tenía rostro.

– No intentó evitar que la policía de Birmingham averiguara quién era la víctima. Todavía pudieron encontrar huellas. -Movió la cabeza-. No es el mismo asesino, Christy.

– Me alegro de que estés tan seguro -dijo ella sarcásticamente-. Porque yo no lo estoy. No me gusta esto. ¿Y si no quisiera que relacionáramos ambos casos? ¿Y si le hubiera arrancado la cara para retrasarnos y que no supiéramos que se había trasladado a esta zona?

– Es posible. -Joe la miró fijamente a los ojos-. ¿Qué quieres de mí, Christy? No es habitual que pidas ayuda.

– En cuanto los forenses terminen con ella, quiero que le lleves el cráneo a Eve para averiguar qué aspecto tenía esta mujer. No quiero esperar a saber quién es.

Era la respuesta que esperaba. No era la primera vez que le pedían que hiciera de intermediario entre el cuerpo de policía y Eve. Ella probablemente era la mejor escultora forense del mundo y la capitana no iba a dejar pasar por alto semejante recurso humano. Movió la cabeza negativamente.

– De ninguna manera. Tiene un montón de trabajo atrasado y ahora mismo está hasta el cuello. No voy a cargarla con nada más.

– Hemos de saberlo, Joe.

– Y yo no quiero que se agote.

– ¡Por favor! ¿Crees que te pediría esto si no fuera urgente? Aprecio a Eve. Conozco a Eve y a Jane desde hace casi tanto tiempo como a ti. Estoy asustada. Te digo que es necesario, ¡maldita sea!

– ¿Por algún vago consejo de Scotland Yard? ¿Qué caray tienen que ver ellos con todo esto?

– Dos casos en Londres. Uno en Liverpool. Uno en Brighton. No han atrapado al asesino y creen que se trasladó a Estados Unidos hace tres años.

– Entonces pueden esperar a identificarla o a que Eve se ponga al día.

Christy movió la cabeza.

– Ven a mi coche y te enseñaré el e-mail de Trevor.

– No me va a hacer cambiar de opinión.

– Puede que sí.

Ella se dirigió al coche. Joe primero dudó, pero luego la siguió. Encendió su ordenador portátil y abrió el e-mail.

– Aquí está. Léelo y haz lo que creas conveniente. -Se dio la vuelta y se marchó-. Tengo que acabar unas cosas por aquí.

Joe ojeó la carta y el informe y luego pasó a la página de la víctima.

Se quedó paralizado del horror.

– ¡Joder!

Cabaña del lago Atlanta, Georgia

No podía respirar.

– ¡No!

No iba a morir, pensó ella con coraje. No había llegado tan lejos para yacer eternamente en la oscuridad. Era demasiado joven. Todavía tenía que hacer, ver y ser muchas cosas.

Otro giro y seguía sin ver luz al final del túnel.

Quizá no tenía final. Quizás éste fuera su final.

Hacía mucho calor y no había aire.

Notaba que le entraban ganas de gritar de pánico.

No te rindas. El pánico era para los cobardes y ella nunca había sido cobarde.

Pero, Dios mío, hacía mucho calor. No podía soportarlo…


– Jane. -La estaban moviendo-. Por Dios, despierta pequeña. No es más que un sueño.

No, no era un sueño.

– Despierta, ¡maldita sea! Me estás asustando.

Eve. No debía asustar a Eve. Quizá fuera un sueño, si ella lo había dicho. Abrió los ojos con mucho esfuerzo y miró el rostro preocupado de Eve.

La preocupación se transformó en alivio.

– ¡Guau! Debe haber sido una pesadilla horrible. -Eve le apartó el pelo de la cara a Jane-. Tenías la puerta cerrada y aún así te he oído gemir. ¿Estás bien ahora?

– Sí. -Se humedeció los labios-. Siento haberte preocupado. -El latido del corazón empezaba a normalizarse y la oscuridad había desaparecido. Quizá no volvería. Pero si lo hacía, debía asegurarse de no molestar a Eve-. Vuelve a acostarte.

– No estaba en la cama. Estaba trabajando. -Encendió la lámpara de la mesilla de noche y sonrió mientras se miraba las manos-. Y no me he sacado la arcilla antes de venir aquí. Probablemente debes tener trozos en el pelo.

– No pasa nada. Me lo pensaba lavar mañana por la mañana. Quiero tener buen aspecto para hacerme la foto para mi carné de conducir.

– ¿Es mañana?

Suspiró con resignación.

– Ayer te dije que necesitaba que tú o Joe me llevarais.

– Me he olvidado. -Eve sonrió-. Quizá sea porque estoy un poco negativa al respecto. El primer permiso de conducir es como un rito de paso. Puede que inconscientemente no quiera que seas tan independiente.

– Sí, sí que quieres. -Le respondió mirándola a los ojos-. Desde que estamos juntas te has asegurado de que yo supiera cuidar de mí misma en todos los aspectos. Has hecho de todo, desde enseñarme kárate hasta hacer que Sarah entrenara a Toby como perro guardián. Así que no me digas que no quieres que sea independiente.

– Bueno, no tan independiente como para que te alejes de Joe de mí.

– Eso no lo haré nunca. -Se sentó en la cama y le dio a Eve un rápido y extraño beso. Incluso después de tantos años, le costaba manifestar su afecto-. Tendréis que echarme. Crees que no sé valorar lo que tengo. Bueno, ¿quién de los dos va a llevarme al Departamento de Permisos de Conducir?

– Probablemente, Joe. He de terminar este cráneo ahora mismo.

– ¿Por qué es tan urgente?

Eve se encogió de hombros.

– ¡Yo qué sé! Joe me lo trajo de la comisaría y me dijo que tenía una prioridad absoluta. Me comentó que estaba relacionado con una serie de homicidios.

Jane se quedó en silencio durante un momento.

– ¿Es una niña?

Eve lo negó con la cabeza.

– Una mujer. -Su mirada se fijó en el rostro de Jane-. ¿Has pensado que podría ser Bonnie?

Jane siempre pensaba que podría ser Bonnie, la hija de Eve que fue asesinada cuando tenía siete años y cuyo cuerpo nunca se encontró. Esa tragedia la había impulsado a estudiar escultura forense e identificar a las víctimas de asesinatos para que los padres de las mismas pudieran poner fin a su sufrimiento. La búsqueda de Bonnie y su pasión por su carrera todavía dominaban su vida. Jane sacudió la cabeza.

– Si hubieras sospechado que se trataba del cráneo de Bonnie, no habrías oído mis estúpidos lamentos. -Jane levantó las manos en cuanto Eve abrió los labios-. Lo sé. Lo sé. No me quieres menos que a Bonnie. Sólo que es diferente. Siempre lo he sabido. Desde el principio. Ella era tu hija y nosotras somos más… amigas. Y a mí ya me está bien. -Volvió a recostarse en la cama-. Ahora, vuelve a tu trabajo y yo volveré a dormirme. Gracias por venir a despertarme. Buenas noches, Eve.

Eve tardó un momento en responder.

– ¿De que iba tu pesadilla?

Calor. Pánico. Oscuridad. Una noche sin aire ni esperanza. No, había una esperanza…

– No me acuerdo. ¿Ya ha regresado Toby?

– Todavía no. No estoy segura de que sea una buena idea dejarle salir por la noche. Es medio lobo.

– Por eso le dejo salir a pasear. Ahora que es adulto, necesita más libertad. Es demasiado golden retriever como para ser peligroso para alguien más que no sean las ardillas. Probablemente, ni siquiera para ellas. Una vez atrapó una y lo único que quería era jugar con ella. -Bostezó-. Sarah dijo que no había problema, pero si tú me lo dices no le dejaré salir.

– No, creo que no. Sarah entiende más de estos temas. -Sarah Logan, la mejor amiga de Eve era adiestradora de perros de búsqueda y rescate y le había regalado a Toby-. Sólo que le vigiles.

– Lo haré. Soy responsable de él. Sabes que no te defraudaré.

– Nunca lo has hecho. -Eve se levantó-. Haremos una pequeña fiesta cuando vengas de recoger tu permiso de conducir.

Jane esbozó una pícara sonrisa.

– ¿Vas a hacer un pastel?

– No seas mala. No soy tan mala cocinera. Pero te lo merecerías si lo hiciera. -Eve sonrió mientras se dirigía hacia la puerta-. Le diré a Joe que pare en Dairy Queen y que compre un pastel helado cuando volváis a casa.

– Mucho más razonable.

Eve miró de reojo a Jane sobre su hombro con algo de preocupación.

– Quizá demasiado razonable. Me pregunto si no te he hecho demasiado responsable, Jane.

– No seas tonta. -Cerró los ojos-. Algunas personas nacen responsables. Otras nacen incapaces de sentar la cabeza. No se puede hacer nada al respecto. ¡Por el amor de Dios!, ni siquiera eres mi madre. Buenas noches, Eve.

– Bueno, creo que ya me lo has dicho -murmuró Eve. Su mirada se fijó en un dibujo que había en el asiento de debajo de la ventana. Era un dibujo de Toby durmiendo en su cama junto a la chimenea-. Eso está muy bien. Cada día lo haces mejor.

– Sí, lo sé. No voy a ser una Rembrandt, pero ser un genio no es tan bueno como lo pintan. Siempre he pensado que dedicarse al arte era para los bichos raros. Yo quiero tener el control de cualquier carrera que elija. -Sonrió-. Como tú Eve.

– Yo no siempre tengo el control. -Apartó la mirada del dibujo para mirar a Jane-. Pensaba que querías ser adiestradora de perros de búsqueda y rescate como Sarah.

– Puede que sí. Puede que no. Creo que estoy esperando a que la carrera me elija a mí.

– Bueno, tienes mucho tiempo para pensarlo. Aunque tu actitud es un poco sorprendente. En general, siempre sabes exactamente lo que vas a hacer.

– No siempre. -Sonrió con picardía-. Quizá mis hormonas de la adolescencia se están interponiendo en mi camino.

Eve se rió entre dientes.

– Lo dudo. No te imagino dejando que algo se interponga en tu camino. -Abrió la puerta-. Buenas noches, Jane.

– No trabajes mucho. Has estado trabajando muchas noches en estas dos últimas semanas.

– Díselo a Joe. Está realmente interesado en que acabe esta reconstrucción.

– ¡Qué raro! Siempre es él quien intenta conseguir que descanses. -Jane apretó los labios-. No te preocupes, ya se lo diré. Alguien ha de cuidar de ti.

Eve sonrió mientras abría la puerta.

– No me preocupo. No, teniéndote a ti de mi parte.

– Joe, también lo está. Pero es un hombre y ellos son diferentes. A veces las cosas se interponen en su forma de pensar.

– Una observación muy profunda. Debes hacérsela a Joe.

– Lo haré. Puede que me haga caso y además le gusta que sea sincera con él.

– Bueno, sin duda lo eres -murmuró Eve al salir de la habitación.

La sonrisa de Eve se desvaneció al cerrar la puerta del dormitorio. Las observaciones de Jane eran típicas de ella; punzantes, protectoras y propias de un adulto. Eve había ido a su dormitorio a consolarla y había sido Jane la que la había consolado a ella.


– ¿Pasa algo? -Joe estaba frente a la puerta de su habitación-. ¿Le pasa algo a Jane?

– Una pesadilla. -Eve atravesó la sala para dirigirse a su estudio-. Pero no me ha hablado de ella. Probablemente piense que las pesadillas son un signo de debilidad y buena es ella para mostrar debilidad.

– Como alguien que conozco. -Joe la siguió-. ¿Quieres un café? Puedo hacer una taza ahora mismo.

Ella asintió con la cabeza.

– Me parece una buena idea. -Eve volvió a situarse delante de su pedestal-. ¿Puedes llevarla mañana al Departamento de Permisos de Conducir?

– Pues claro. Ya lo había pensado.

– A mí se me había olvidado. -Eve hizo una mueca-. Eres mejor padre que yo, Joe.

– Últimamente, no paras de trabajar. -Joe puso el café en la cafetera-. Y eso es culpa mía. Además, Jane nunca había querido tener padres cuando vino a vivir con nosotros. No era precisamente la «huerfanita Annie». ¡Demonios!, puede que sólo tuviera diez años, pero era más astuta que una mujer de treinta. Hemos hecho todo lo posible para ofrecerle un buen hogar.

– Pero, yo quería que ella… -Miró ciegamente al cráneo-. Tiene diecisiete años, Joe. ¿Sabes que nunca le he oído decir que tenía una cita, que iba a ir al baile del instituto o a un partido de fútbol? Estudia, juega con Toby y dibuja. Esto no basta.

– Tiene amigas. La semana pasada se quedó en casa de Patty hasta bastante tarde por la noche.

– ¿Y cuántas veces ha sucedido eso?

– Creo que está muy equilibrada, teniendo en cuenta su pasado. Te preocupas demasiado.

– Quizá debía haberme preocupado antes. Es que siempre ha actuado con tanta madurez que me olvido de que sólo es una niña.

– No, no te has olvidado de eso. Lo que pasa es que te das cuenta de que las dos sois tan parecidas como dos gotas de agua. ¿A cuántos bailes de instituto fuiste tú cuando eras adolescente?

– Eso es diferente.

– Sí, en vez de educarte en una docena de hogares de acogida, tenías una madre drogadicta.

Eve puso mala cara.

– Muy bien, las dos hemos tenido una infancia difícil, pero yo quería algo mejor para ella.

– Pero Jane también ha de quererlo. Probablemente piense que los bailes de instituto son bastante estúpidos. ¿Te la imaginas con uno de esos vestidos recargados, entrando en una de esas grandes limusinas que los jóvenes alquilan esos días?

– Estaría preciosa.

– Es preciosa -respondió Joe-. Y es fuerte, inteligente y me gustaría tenerla a mi lado si alguna vez me encuentro en un aprieto. Pero a ella no le van las florituras, Eve. -Le sirvió una taza de café y se la llevó-. De modo que deja de intentar forzarla a que adopte ese rol.

– Como si pudiera. Nadie obliga a Jane a hacer algo que no quiera. -Dio un sorbo e hizo una mueca de desagrado-. Lo has hecho muy cargado. Realmente quieres que esté despierta para acabar este cráneo, ¿verdad?

– Sí.

– ¿Por qué? No es propio de ti. Hasta Jane se ha dado cuenta.

– Es importante para el caso. ¿Ya la has bautizado?

– Por supuesto. Se llama Ruth. Ya sabes que siempre les pongo nombre antes de empezar a trabajar. Es más respetuoso.

– Sólo era una pregunta. -Joe se dirigió a la puerta de entrada-. Creo que he oído a Toby.

– Ya has cambiado de tema.

– Sí. -Joe giró la cabeza y sonrió por encima del hombro-. Después de tantos años he de conservar un poco de misterio. Si soy demasiado predecible, puede que acabes aburriéndote de mí.

– Imposible. -Eve apartó la mirada de él-. Puede que una vez pensara que sabía cómo ibas a reaccionar, pero eso ya no volverá a suceder.

– ¡Hija de puta!

Eve levantó la mirada, Joe la miraba furioso.

– Lo siento. No debería haber dicho eso.

– No, ¡mierda!, no deberías haberlo dicho -dijo él con aspereza-. Aunque sabía que lo estabas pensando. ¿Cuándo vas a confiar en mí? ¡Por el amor de Dios!

– Confío en ti.

– Dentro de unos límites.

– No me lo eches en cara. Fuiste tú quien los puso.

– Mentí. Te engañé. Pero, ¡maldita sea!, sabes muy bien que lo hice para evitar que siguieras torturándote.

– Me dejaste creer que había enterrado los huesos de mi Bonnie, cuando eran los de otra niña. Lo hiciste a propósito. -Ella le miró a los ojos-. Te dije que me costaría perdonar eso. Lo intento. Lo intento todos los días. Pero a veces me viene a la cabeza y digo… te quiero Joe, pero no puedo estar siempre fingiendo. Si eso no te basta, te toca a ti.

– Y ya sabes lo que voy a hacer. -Respiró profundo y con dificultad-. Me conformaré con lo que me des. No te dejaré escapar. -Abrió la puerta mosquitera-. Cada mes, cada año que estamos juntos es como si nos tocara la lotería. Lo superaremos. ¿Dónde está ese maldito perro? -Salió al porche y le silbó-. ¡Toby!

Estaba herido y enfadado. Si no hubiera estado tan cansada, no se le hubieran escapado esas palabras. Solía tener más cuidado. Cuando decidió seguir con Joe, lo hizo con la intención de que la relación funcionara. Sabía que iba a ser duro, pero las cosas que valían la pena nunca eran fáciles. La mayor parte del tiempo su vida era buena, estaban bien juntos.

– Ya le tengo. -Toby entró en la habitación delante de Joe, jadeando y rebosante de felicidad-. Ha estado cazando. Esa sangre de lobo le domina más cada día. No estoy seguro de que Sarah tenga razón en lo de dejarle merodear por ahí.

– Eso es lo que le he dicho a Jane. -Joe actuaba como si la tensión de los últimos minutos no hubiera existido y ella hizo lo mismo-. Me ha dicho que no le dejaría salir si no nos gustaba que lo hiciera.

Joe se agachó y acarició a Toby en la cabeza.

– Le vigilaremos. Quizá tener algo de lobo no sea tan malo. Siempre me quedo más tranquilo cuando está con Jane. -Joe miró a Eve-. Probablemente, por eso se lo regaló Sarah. Seguro que pensaría que te sentirías más cómoda si Jane tenía protección.

– Porque Bonnie no la tuvo. -Eve movió la cabeza-. ¡Qué Dios me ayude!, ni siquiera se me había pasado por la cabeza la idea de que pudiera necesitarla. No podía imaginar que alguien hiciera daño a mi Bonnie. Era tan… maravillosa que… -Se calló y guardó silencio por un momento. Incluso después de todos esos años, el dolor y la rabia seguían presentes-. Pero tú ya lo sabes todo de los monstruos que matan a inocentes. Eres policía. Tratas con ellos todos los días. -Empezó a medir de nuevo la profundidad de los tejidos-. ¿Ha sido otro de esos monstruos el que ha asesinado a esta mujer?

– Eso creo. Cabe la posibilidad de que haya estado cometiendo asesinatos durante mucho tiempo. No sólo en esta zona.

– ¿Cuándo me vas a hablar de ella? -Eve le miró por encima del hombro-. Y no me digas que es confidencial. No me lo trago. Sabes que puedes confiar en mí, maldita sea.

– Hablaremos de ello cuando termines. -Joe gesticuló a Toby-. Vamos, muchacho, te voy a dejar entrar en el dormitorio de Jane antes de que empieces a aullar para pedirlo. Eso le da pesadillas a cualquiera. -Empezó a atravesar la sala y se detuvo-. Sabes, creo que la semana pasada tuvo una pesadilla. Yo estaba despierto haciendo informes y la oí… jadear. -Frunció el entrecejo-. ¿Quizá lloraba? No lo sé. Cuando asomé la cabeza por la puerta, dormía tranquilamente.

– Si tiene pesadillas con frecuencia, quizá no esté tan bien como pensamos.

– Dos, no es frecuencia.

– ¿Y cuántas más puede haber tenido sin que nos hayamos enterado?

– Lo único que podemos hacer es estar a su lado por si quiere hablar de ellas. Tú también tienes pesadillas. Dios sabe que no quieres hablar de ellas.

Sí, Eve tenía su ración de pesadillas y sueños con Bonnie. Las pesadillas habían desaparecido, pero, afortunadamente, los sueños sanadores continuaban.

– Le pregunté por su pesadilla y me dijo que no se acordaba. Creo no era cierto. Quizás hable contigo mañana.

– No voy a someterla a un interrogatorio. Pero si surge el tema… -Se encogió de hombros-. No obstante, no creo que salga. Está demasiado absorta en su examen para el carné de conducir.

Eve sonrió.

– Quiere estar bien segura y también quiere salir bien en la foto. Ésta ha sido la primera señal de vanidad que le he visto. Me dio esperanzas.

– Bueno. Pero mejor que te contentes con ese ápice de vanidad. -Le guiñó el ojo-. Porque nunca conseguirás que sea coqueta.


¡Ya está! Jane aparcó el SUV, saltó del coche y subió corriendo los escalones del porche donde Eve les estaba esperando.

– Ha sido un examen muy fácil, Eve. Deberían ponerlo más difícil. No me gusta la idea de circular por la carretera con niñatos que pueden superar este nivel… Toby, baja. -Le dio un apretón en el cuello y le empujó hacia abajo-. Pero ya lo tengo y no he quedado mal en la foto, ¿verdad, Joe? -Le enseñó el permiso a Eve-. Al menos, estoy mejor que en mi permiso de aprendiza. No soportaba parecerme a uno de los Tres Stooges. No era una foto digna.

– ¿Por eso estabas tan enfadada? ¿Por qué no nos lo dijiste? Podíamos haber esperado a que te sacaran otra.

– Teníais prisa. Pero no importa.

Eve frunció el ceño.

– También podías haber conseguido este permiso el año pasado al cumplir los dieciséis. Nunca nos dijiste que querías tenerlo.

– Todo el año pasado estuviste muy agobiada por el trabajo. Y Joe estuvo yendo y viniendo de Macon durante meses por aquel caso de homicidio. Decidí que me lo sacaría a los diecisiete y que entonces todos podríamos disfrutarlo. Como he dicho, no importa. -Se giró hacia Joe-. Gracias por llevarme. Os lo recompensaré preparándoos una cena.

– No, ni hablar. -Joe salió del asiento del lado del conductor y sacó una bolsa de comestibles del capó-. Esto es una celebración y tú eres la invitada de honor. Voy a hacer unos filetes a la brasa. -Subió los escalones-. Ha sacado una puntuación perfecta en ese examen tan «fácil», Eve. Y ella tan pancha.

– No esperaba menos. -Eve miró el carné de conducir. La foto era muy buena. Sus ojos castaños resaltaban en esa cara triangular, más fascinante que bella. Eve siempre había pensado que parecía una pequeña Audrey Hepburn con esas cejas aladas y los pómulos altos, pero Joe no le veía el parecido. Decía que Jane era un original y que si se parecía a alguien era a Eve. El mismo color de pelo rojo-castaño, la misma boca bien perfilada, la barbilla fuerte-. Es una foto estupenda, Jane.

– Parece que al menos tengo un atisbo de inteligencia. ¿Has terminado con Ruth?

– Estoy a punto.

– Está bien. -Apartó la mirada de Eve y se agachó para acariciar a Toby-. Entonces, no te preocupes por parar para cenar. Te traeré un sandwich. Ya lo celebraremos otro día.

¿Otro retraso después de que Jane había esperado un año porque no era «conveniente» para Eve y Joe?

– No, ni hablar. -Le devolvió el carné de conducir a Jane-. Ésta es una ocasión especial. Ruth puede esperar.

– ¿De verdad? -Jane levantó la mirada y una brillante sonrisa iluminó su rostro-. ¿Estás segura? No es por… Ha sido un examen muy fácil.

– Estoy segura. No me lo perdería por nada del mundo. Estoy muy orgullosa de ti. -Eve se dio la vuelta-. Pero trabajaré hasta que la cena esté lista. ¿De acuerdo?

– Vale. -Jane se dio la vuelta-. Pero si cambias de opinión, lo entenderé. -Bajó los escalones-. Venga Toby, vamos a correr al lago. -Giró la cabeza-. Llámame si necesitas ayuda, Joe.

– Creo que me las arreglaré. -Joe abrió la puerta mosquitera-. Toby y tú tenéis que gastar un poco de energía. Puede que no estuvierais nerviosos, pero estáis cargados. No volváis hasta que os hayáis calmado un poco.

Jane se rió pero no respondió mientras se alejaba velozmente por el sendero del lago con Toby corriendo detrás de ella.

– Es feliz. -Eve sonreía mientras seguía a Joe hacia la cabaña-. Me gusta verla así.

– Eso no es nuevo. No es que siempre vaya por ahí como un alma en pena. Normalmente es bastante feliz. Vive intensamente cada momento.

– Lo sé, pero esto es diferente. ¿Crees que deberíamos comprarle un coche?

– No, no lo aceptaría. Ya está pensando en buscar un trabajo a tiempo parcial para ganar dinero y comprarse uno ella misma.

– Eso le costará una eternidad. ¿Podríamos regalarle uno para su cumpleaños?

Joe la miró.

– ¿Tú que crees?

Eve suspiró.

– Que lo verá como una ayuda.

– Correcto. -Joe empezó a descargar la compra y a llevarla al mostrador de la cocina-. Lo mejor que podemos hacer es encontrarle el trabajo a tiempo parcial mejor pagado de la zona y buscarle medios de transporte. -Desenvolvió los filetes-. Ahora mejor que vuelvas a tu trabajo. ¿Cuánto te falta?

– Puede que lo termine esta noche. Empezaré con la fase final en cuanto Jane se vaya a su habitación.

– Buena idea. -Joe cogió la bolsa de carbón y la sacó de la puerta principal.

Ni una protesta respecto a que trabajara demasiado. Ninguna sugerencia de que pospusiera el trabajo hasta el día siguiente.

Eve frunció ligeramente el entrecejo mientras atravesaba la sala de estar para dirigirse a su estudio. Las facciones de Ruth estaban en blanco, a la espera de la última capa y de que le diera la forma que les hiciera cobrar vida.

Vida.

Miró por la ventana y Joe estaba encendiendo el carbón en la barbacoa de piedra que había al lado de la cabaña. La vida se componía de un sinfín de pequeños detalles, de muchas horas y experiencias. Hoy, Jane había vivido una de esas experiencias…

Pero a Ruth le habían cortado la vida antes de que tuviera la oportunidad de experimentar poco más que el comienzo de su etapa como mujer adulta. Veinte y pocos años, le había dicho Joe que decía el informe forense. ¡Era tan joven!

– Me estoy acercando -susurró-. Sólo he de tomar unas pocas medidas más por aquí y ya estaremos. Te devolveré a casa, Ruth.


La mujer pesaba mucho.

Le costaba respirar mientras arrastraba el cuerpo envuelto en una lona colina arriba.

Era demasiado pesada. Demasiado voluptuosa. Sabía que no era Cira, pero se parecía lo suficiente como para merecer ser eliminada.

No podía arriesgarse.

No con Cira. Con Cira jamás.

Resopló al llegar a la cima. Dejó caer el cuerpo en el suelo y miró la ladera en pendiente que desembocaba en el lago Lanier. Allí había mucha profundidad y la lona se hundiría. Puede que tardaran semanas en descubrirla.

Y si la encontraban antes, peor. No cambiaría nada, sólo la dificultad.

Respiró profundo y le dio un empujón haciéndola rodar colina abajo. Vio cómo la lona desaparecía bajo el agua.

Listo.

Levantó la cabeza y notó la brisa acariciando sus mejillas. Un hormigueo de excitación recorrió sus venas y se sintió más vivo que nunca desde ese primer momento en que se había dado cuenta de lo que tenía que hacer.

Estaba cerca de ella. Podía sentirlo.


– Muy bien -murmuró Eve girando el pedestal hacia la luz-. Muy bien, Ruth. Las mediciones sólo nos llevan hasta aquí. Ayúdame. No puedo hacer esto sola.

Suave.

Empieza por las mejillas.

Trabaja deprisa.

No pienses.

O piensa en Ruth.

Piensa en devolverla a casa.

Haz el labio superior.

Suave.

¿Un poco menos?

No, déjalo así.

Suave.

Sus manos se movían con agilidad y sin pensar.

¿Quién eres Ruth?

Dímelo. Ayúdame.

La zona intermedia entre la nariz y el labio. ¿Más corta?

Sí.

Suave.

Suave.

Suave.

A las tres horas sus manos se apartaron del cráneo y cerró los ojos.

– Esto es todo lo que puedo hacer -susurró-. Espero que sea suficiente, Ruth. A veces lo es. -Abrió los ojos y se apartó del pedestal-. Sólo tendremos que… ¡Dios mío!

– No la has terminado -dijo Joe desde la puerta. Se acercó a su banco de trabajo y le dio su maletín de ojos-. Tú sabes cuáles le has de poner.

– ¡Maldito seas, Joe!

Sacó dos ojos de cristal y se los dio.

– Ponle ojos.

Se los metió en las cavidades y se giró hacia él.

– ¿Qué demonios estás haciendo? -Su voz era temblorosa-. ¡Por Cristo! ¿Por qué no me lo has dicho?

– Por la misma razón que no quieres que te den fotos de las víctimas. Porque podía haberte influido.

– Por supuesto, que me habría influido. ¿Qué demonios está pasando? -Su mirada volvió a dirigirse al cráneo. El parecido era considerable. El rostro estaba más rellenito, era más maduro, los ojos estaban un poco más juntos, pero las facciones eran muy similares. Curiosamente, temiblemente similares-. Es Jane, maldito seas.

Загрузка...