Capítulo 6

El collar rojo de Toby estaba en el primer escalón del porche.

Jane se arrodilló lentamente para recogerlo y vio que había una hoja de papel enganchada a él.

Oyó un aullido, en el momento en que se incorporaba.

El pánico se apoderó de ella.

– ¡Toby! Toby, ven aquí.

Otro aullido. Más lejos. Al otro lado del lago.

Empezó a bajar los peldaños del porche y se detuvo.

Le estaban tendiendo una trampa. No podía estar más claro. Iba a llamar a Eve y a Joe.

Desplegó lentamente la nota que habían dejado en el collar.


Ven sola y el perro vivirá.


La implicación era evidente. Si no iba sola, Toby moriría. Si llamaba a los policías del coche patrulla o a Joe y a Eve y les hacía buscar en el bosque, su Toby no llegaría al día siguiente. Una sensación de agonía se apoderó de ella sólo con pensarlo.

– ¿Va todo bien, señorita MacGuire?

Levantó la mirada para ver a Mac Gunther dirigiéndose hacia ella desde el coche patrulla.

«No, no iba bien», quería decirle gritando. Toby…

Se puso detrás la mano con la que sostenía el collar. Forzó una sonrisa.

– Bien, Mac. Sólo he salido a tomar el aire. No podía dormir.

– No me extraña. -Le sonrió comprensivamente-. Pero avísenos cuando quiera salir al porche: nos ha dado un buen susto.

– Lo siento. No lo he tenido en cuenta. -Se dio la vuelta y subió los escalones-. Ahora mismo vuelvo a la cama. Buenas noches.

– Buenas noches.

Observó cómo se daba la vuelta y regresaba al coche patrulla mientras abría la puerta mosquitera. Iba a dejar pasar un rato antes de escabullirse.

Oyó aullar a Toby cuando cerró la puerta.

– No -susurró cerrando los ojos de dolor-. Maldito hijo de puta, para. Ahora voy.


El aullido atravesaba la noche como un cuchillo.

Bartlett se sobresaltó.

– ¡Jesús! ¿Qué es eso? ¿Un lobo?

Trevor empezó a soltar palabrotas.

– ¡Hijo de puta! -Se apartó del árbol-. Tiene a su perro.

– ¿Qué?

– Me juego cualquier cosa. Es su perro, Toby. Llevo aquí tres noches y nunca he oído aullar a su perro.

– Eso no significa… ¿Adonde vas?

– Voy a seguir el sonido -dijo Trevor tajante mientras se deslizaba por los arbustos-. Voy a hacer lo mismo que ella.

– ¿Quieres que vaya contigo?

– No, maldita sea. Ve al coche y espera a que te llame. Haces demasiado ruido cuando vas por el bosque. Si te oye arrasando el bosque, Aldo matará al perro y luego Jane MacGuire nos matará a los dos. Adora a ese perro.

El perro volvió a aullar.

– Esto podría ser el final -le dijo Bartlett-. Si puedes atrapar al perro antes que a la chica, puede que también puedas atrapar a Aldo.

– Ya lo sé. -Y también que si no llegaba a tiempo, Jane MacGuire sería asesinada o secuestrada. Era un tipo de final. Pero no era el escenario que él hubiera planeado si hubiera podido elegir.

Bueno, no había tenido muchas opciones desde que había comenzado toda esa macabra charada. Tenía que jugar la mano que le estaban dando. No podía pensar en la chica. Tenía que olvidarse de ella. Ésta era la vez que iba a estar más cerca de Aldo desde Brighton. Sólo tenía que pensar en lo que iba a hacerle cuando le pusiera las manos encima.

Toby volvió a aullar.


Ella se estaba acercando.

El último aullido de Toby había sonado mucho más cerca.

Se detuvo en su búsqueda y cerró los ojos, esperando a que volviera a aullar.

Si podía estar segura de su localización, no sería tan vulnerable. Conocía bien esos bosques. Ella y Toby habían corrido y jugado durante años por todos sus rincones. En el momento en que pudiera averiguar su localización, podría visualizarla y hallar el modo de llegar allí sin caer en la trampa de Aldo.

– Venga, Toby -susurró ella-. Dime dónde estás.

Volvió a aullar.

Hacia el sur. Faltarían al menos unos cien metros. Concéntrate. No pienses en que Aldo le está haciendo aullar. Está vivo. Ahora, mantenlo vivo. Unos cien metros al sur. Sólo había un claro rodeado de pinos.

¿Dónde mejor que un claro para vigilar a Toby? Para llegar hasta él tendría que ir por los árboles donde Aldo la estaría esperando. Al pensar eso su mano se aferró inconscientemente al cuchillo de cocina que había cogido del cajón de los cubiertos. ¿Sería capaz de usarlo? El mero hecho de pensar en apuñalar a alguien le hacía estremecerse.

Pero eso no estremecía a ese bastardo. Ya había matado antes y ahora iba a por ella.

Y estaba hiriendo a Toby.

¡Demonios! Claro que utilizaría ese cuchillo si era necesario.

Muy bien, ¿había algún otro camino para eludir a Aldo?

No, salvo que diera la vuelta y entrara al lago por el único sitio donde los pinos eran más finos y escasos. Desde allí podría ver a cualquiera que la estuviera esperando y, si iba con cuidado, él no la vería gateando por la orilla.

¿Había otro camino?

Toby volvió a aullar.

Si había otro plan, no tenía tiempo para descubrirlo. Tenía que rescatar a Toby.

Llegó ágilmente hasta la orilla del lago, se sacó los zapatos y vadeó en el agua fría.


¡Jane!

Eve dio un brinco en la cama, el corazón le latía con fuerza.

Joe abrió los ojos, totalmente alerta, como siempre que se despertaba.

– ¿Qué pasa?

– Jane.

– ¿Está teniendo otro sueño? ¿Has oído algo?

– No he oído… o quizás sí. -Se destapó-. Voy a mirar en su dormitorio.

Joe se recostó sobre un codo y la observó mientras se ponía la bata y se dirigía hacia la puerta.

– No he oído que nos llamara… -Se detuvo un momento y ladeó la cabeza para escuchar-. Ve a mirar. -Se sentó en la cama poniendo los pies en el suelo-. Ahora.

Eve corría por el pasillo.

La cama estaba vacía.

Jane no estaba.

Corrió al baño.

– ¡Jane!

El camisón de Jane estaba tirado en el suelo.

– ¿Se ha marchado? -Joe estaba detrás de ella. Ya se había puesto los tejanos y tenía un suéter de lana en las manos.

Ella asintió con la cabeza sin decir nada.

– La tiene. Ha entrado y se la ha llevado.

– No lo creo. Tendría que ser bastante estúpido para intentar esquivar a Mac y a Brian. -Se pasó el suéter por la cabeza-. Vístete, nos vemos fuera.

Eve no discutió.

– ¿Adonde vas?

– Al coche patrulla. Puede que la hayan visto. -Joe iba por el pasillo-. O que hayan visto a Toby.

– ¿Toby?

– No he oído que Jane le llamara, pero he oído aullar a Toby.

El terror le heló la sangre.

– ¡Oh, Dios!

– Quizá me he equivocado. -Joe abrió la puerta mosquitera-. Toby no suele…

Y entonces oyeron el aullido.


El perro estaba atado en un borde del claro. Tenía atadas las cuatro patas y la pata trasera izquierda sangraba por varios sitios.

Trevor murmuró un taco. ¡Señor! ¡Cómo odiaba a los bastardos que se aprovechaban de los indefensos! Los niños y los animales deberían estar exentos de la crueldad en el mundo.

Sí, claro. Nadie se libraba. Ya debería saberlo. Tenía que controlar su ira. ¿Dónde estaba Aldo?

Tenía que estar en alguna parte, no demasiado lejos de Toby, para poder hacer aullar a ese pobre animal.

Trevor ajustó sus prismáticos infrarrojos y estudió los árboles cercanos.

Nada.

Su mirada se dirigió hacia la izquierda. Nada…

Quizá.

¡Sí!

Una sombra borrosa, pero sin duda humana.

Aldo.

Se desplazaba silenciosamente por los matorrales.


El viento frío azotaba la ropa mojada de Jane y la hizo temblar. Apenas se la distinguía mientras reptaba a través de los escasos árboles hacia el claro. Cuidado. La luna llena que a ella le permitía ver, también permitiría ver a su agresor. Hasta ahora su memoria no le había fallado. El claro tenía que estar justo enfrente.

Y, de pronto, lo vio

¡Toby!

Las lágrimas cayeron por sus mejillas al ver la pierna sangrante de Toby.

Herido. Ese hijo de puta le había herido.

E iba a volver a hacerlo.

Alguien se acercaba al claro. Estaba demasiado oscuro para distinguir nada, salvo que era un cuerpo grande y robusto, de estatura media y pelo largo hasta la altura del hombro que podría ser rojizo.

Pero nada tenía de borroso el brillo del cuchillo que tenía en su mano.

Aldo se arrodilló al lado de Toby.

– ¡No!

Jane ni siquiera se dio cuenta de que estaba corriendo hacia él hasta que casi le había alcanzado.

– ¡No le toques!

Él se giró sobre sus rodillas.

– ¡Estás aquí! -Su voz era casi exultante-. Sabía que… -De pronto gritó cuando el cuchillo que llevaba Jane se hundió en su hombro.

– ¡Cabrón!

El cuchillo de Aldo apuntó hacia arriba.

Una mano la agarró por el hombro desde atrás, apartándola de ese cuchillo letal.

– ¡Por el amor de Dios, sal de aquí! ¡Ahora!

– ¿Trevor?

Se oyó un crujido entre los matorrales. Voces. Una docena de linternas atravesaban la oscuridad de los árboles que rodeaban el claro.

Aldo se cabreó y se puso en pie.

– ¡Puta! Te he dicho que no vinieras con nadie. ¿Pensabas que no le iba a matar? -Su cuchillo bajó para hundirse en Toby.

– ¡No! -Ella saltó sobre él, pero Trevor ya estaba allí preparado, para derribar a Aldo tirándole al suelo y rodando hacia el lado para proteger a Toby.

– ¡Alto! Bajad vuestras armas. -Era la voz de Joe, que venía corriendo desde el bosque hacia donde se encontraban ellos.

Aldo renegaba mientras luchaba por sacarse a Trevor de encima. En un instante se puso de pie y corrió para refugiarse bajo los árboles.

– ¿Estás bien, Jane? -le preguntó Joe. Jane asintió con la cabeza-. Eve y Gunther estarán aquí en un minuto. Quédate aquí, Trevor. -Salió a la caza de Aldo con cuatro policías detrás y apuntando.

Jane se arrodilló, mirando a Toby con ansiedad. El cuchillo de Aldo no había alcanzado su objetivo comprobó con alivio.

– No pasa nada pequeño. Todo va a ir bien. -Gateó un poco más hacia él y empezó a cortar las cuerdas que le retenían-. Nadie volverá a hacerte daño.

– No tenía que haberse interpuesto entre nosotros -dijo Trevor frustrado mientras se ponía en pie-. ¿Por qué no me ha dejado unos minutos más? Le hubiera atrapado.

– Iba a herir a Toby. -Jane no le miró-. Nadie hace daño a mi perro. -Pero alguien se lo había hecho, pensó desconsolada mientras le miraba las heridas de la pata. Parecían superficiales, pero una de ellas todavía sangraba-. Dame algo para vendarle la pata. Todo lo que llevo encima está empapado.

– No tengo tiempo para primeros auxilios caninos. He de largarme de aquí antes de que regrese Quinn. No tengo intención de acabar en la cárcel mientras Aldo anda por ahí suelto.

– Cuando me hayas dado algo para poder vendar la pata de Toby. -Ella le miró-. Sácate el jersey.

La miró incrédulo y se empezó a reír.

– Se nota que te estás helando. Tú lo necesitas más que él. -Se sacó el jersey y se lo lanzó-. ¿Alguna cosa más?

– No. -Se giró hacia Toby-. Si vas hacia el sur cruzando la colina, encontrarás un colector que te conducirá a la autopista. Les diré que te has ido hacia el norte. Puede que eso te dé suficiente tiempo para huir. -Le vendó la pata a Toby con la manga del jersey-. Vete.

– Me voy. -Se detuvo un momento mientras se giraba para irse-. ¿Puedo preguntarte por qué me estás ayudando?

– Yo tampoco quiero que vayas a la cárcel. -Le acarició la cabeza a Toby-. No estoy segura de que Joe pueda atrapar a Aldo; nadie ha podido atraparle en todos estos años. Si Aldo escapa, quiero que el mundo entero le busque. Puede que seas todo lo que Eve sospecha que eres, pero quieres atraparle. Esta noche me he dado cuenta y sabes cosas…

Toby giró la cabeza y le lamió la mano, casi le parte el corazón.

– Pobrecito…

Miró a Trevor y añadió furiosa:

– Voy a atraparle, Trevor. No va a herir a ningún animal ni a ninguna mujer. Ahora lárgate de aquí para que puedas ayudarme.

Trevor sonrió y asintió con la cabeza.

– Desde luego. -Corrió hacia el sur a través de los árboles.

Jane todavía podía oír a Joe y a los policías caminando por el bosque mientras hacía compresión sobre la herida de Toby. Puede que le atraparan. ¡Señor!, eso esperaba. Cualquiera que fuera capaz de torturar a un animal indefenso era un monstruo despiadado. En cierto modo imaginaba la maldad de Aldo, pero había sido necesaria esa crueldad para que se diera cuenta de su verdadero alcance.

– Deja que le eche un vistazo.

Giró la cabeza para ver a Eve que estaba de pie a unos pasos de ella.

– Ese bastardo no le ha cortado ninguna artería. Creo que se pondrá bien.

– Yo no estaba segura de que tú estuvieras bien. -Eve se giró hacia Gunther que venía corriendo detrás de ella-. Todo bien, Mac. Ve con Joe y los demás.

Asintió con la cabeza y salió corriendo.

Eve se arrodilló al lado de Jane y miró la pata de Toby.

– Cuando vi que levantaba ese cuchillo, casi me da un infarto. Y cuando vi que no te había matado, me entraron ganas de hacerlo yo misma. -Le temblaban las manos mientras apretaba más el vendaje-. ¿Por qué no nos has avisado? ¡Maldita sea! No nos vuelvas a excluir como lo has hecho hoy.

– Me dejó una nota diciendo que mataría a Toby. Es mi perro. He sido estúpida. Debería haberle tenido dentro de casa. Jamás se me hubiera ocurrido que le haría algo. Es culpa mía. Yo soy responsable él.

– Y tú eres responsabilidad nuestra. ¿Cómo crees que nos habríamos sentido si te hubiera matado?

– Fatal. -Miró a Eve-. Pero tú habrías hecho lo mismo.

Eve apartó la mirada.

– Quizá. ¿Fue Trevor quien redujo a Aldo? Estaba muy oscuro, pero creo que le reconocí.

Eve se puso tensa.

– ¿Y Joe?

– Probablemente. Y debe haberse dado cuenta de que te estaba ayudando.

– Salvó a Toby.

– Pero, ha huido.

– Sabía que Joe le habría arrestado.

– Como es su obligación.

– Salvó a Toby -repitió Jane-. Y nos será mucho más útil fuera de la cárcel.

– ¿Cómo lo sabes?

– Quiere atrapar a Aldo. -Acarició la cola de Toby-. Y a mí no me importa que haya falsificado documentos, se haya hecho pasar por policía y todas esas cosas. Si puede encontrarle, eso es lo único que importa.

– Eso quizá sea discutible si Joe atrapa a Aldo esta noche.

– No creo que lo consiga.

– ¿Por qué?

Se encogió de hombros.

– Es una intuición. No creo que haya llegado su momento.

– Espero que estés equivocada.

– Yo también.

– ¿Dónde está Trevor? -Joe venía hacia ellas con una expresión de decepción-. ¿En qué dirección se ha ido ese bastardo?

– ¿Y Aldo? -preguntó Eve.

– Le hemos perdido por el momento. Tenía una lancha amarrada debajo de los árboles. He dado aviso a toda la zona. Puede que todavía le atrapemos. -Miró a Toby-. ¿Cómo está?

– Hemos de llevarle al veterinario enseguida, pero creo que se pondrá bien.

Miró a Jane.

– ¿En qué dirección se ha marchado Trevor?

Dudó un momento. No había pensado en lo difícil que era mentirle a Joe.

– Norte.

Notó la atónita mirada de Eve en su rostro. Vale, debe haber visto a Trevor dirigirse hacia el colector. Miró a Eve a los ojos.

– Hacia el norte -repitió.

Ella esperó.

Eve se quedó en silencio y luego miró a Toby.

– Necesitaré a un par de hombres para que me ayuden a ponerlo en unas angarillas para llevarlo al veterinario.

Jane se sintió aliviada y culpable al mismo tiempo. Era detestable mentir a alguien que quieres, pero ahora también había arrastrado a Eve.

– Le diré a Mac que se ocupe de ello. -Joe se marchó-. Voy a estar ocupado. -Se dirigió a los policías que estaban en un extremo del claro.

– Gracias -susurró Jane.

– No me las des. -Eve le lanzó una fría mirada-. Lo he hecho porque estoy de acuerdo contigo y no quería poner a Joe en un compromiso haciéndole partícipe de la mentira. -Giró la cabeza y miró a Joe sonriendo-. Además, puede que ni siquiera sirva de nada. Está dividiendo las fuerzas; también ha enviado a unos hombres hacia el sur. Deberías haber supuesto que Joe es demasiado inteligente como para no leer tus pensamientos. Puede que tengamos que dar explicaciones.

Jane suspiró con resignación; miró a Joe que estaba gesticulando hacia el sur con su habitual contundencia.

– Bueno, he hecho todo lo que he podido. Trevor está solo.

– Estoy segura de que no espera que nadie le proteja.

– Yo no he sido quien le ha protegido, sino él a mí. Puede que le necesite.

– No hables así. Sé que estás disgustada por lo de Toby, pero deja Aldo a Joe y al cuerpo de policía. Tú estás fuera de esto, Jane.

– Eso díselo a Aldo. Él no piensa lo mismo. -Acarició suavemente a Toby en la cabeza-. Sé que no lo estoy. Sólo he de esperar a la próxima vez.

– ¿La próxima vez?

– Volverá. Siempre volverá. Hasta que alguno de nosotros muera.

– ¿Cómo puedes estar tan segura? Este intento puede haberle disuadido.

– ¿Por qué estoy tan segura? -preguntó Jane. Esas palabras habían salido de sus labios y mente con absoluta certeza.

El círculo. Inevitable, siempre estaba presente, siempre se repetía.

Pero no se lo podía decir a Eve. ¿Por qué iba a entenderlo Eve cuando ella no podía?

– Un presentimiento. -Eso era tan cierto como cualquier otra explicación. Cambió de tema-. Vi su rostro. No claramente, y sólo un instante. Pero creo que podré hacer un retrato para Joe.

– Bien. Pero habría preferido tener a Trevor. -Eve levantó la cabeza-. Aquí viene Mac con unas angarillas para Toby. Tengo ganas de teneros a los dos en casa.


Estaba sangrando.

Aldo notaba la sangre que brotaba de su hombro, pero no podía pararse para ocuparse de su herida. Tenía que llegar a la orilla donde había ocultado su coche y salir de allí antes de que Quinn le cazara. Tampoco le dolía. Sentía demasiada rabia y frustración como para notar el dolor.

Esa maldita puta. Le había clavado sus garras y además había sobrevivido para poder verle huyendo como un zorro en una cacería. Ni siquiera había podido castigarla matando a su perro.

Gracias a Trevor.

Trevor arremetió contra él y se había interpuesto. Trevor se había puesto delante de Cira y había impedido que castigara a esa puta.

Puta. Sí, eso es lo que era. Se las había arreglado para utilizar sus artimañas con Trevor y ahora él se había convertido en uno más de sus esclavos. ¿Por qué razón si no habría Trevor intentado salvar al perro cuando podía haber acabado con él?

Zorra. Puta. Probablemente ahora se estaría riendo de él.

«No por mucho tiempo, Cira. Casi te atrapo. No eres un blanco tan difícil».

La próxima vez.


– ¡Deprisa! -le dijo Trevor a Bartlett mientras saltaba al coche-. Salgamos de aquí.

– Deduzco que nos están persiguiendo. -Bartlett apretó el acelerador en dirección hacia la autopista-. ¿Qué hay de Aldo?

– Quinn y el cuerpo de policía de Atlanta. -Trevor miró por el retrovisor-. Todavía no viene nadie -murmuró-. Quizá le dio una pista falsa.

– ¿La chica?

Trevor asintió.

– No estaba seguro. Es impredecible. También podía haberme dicho de venir por este camino y mandar a los coches de policía para que me estuvieran esperando.

– Quizá te esté agradecida por haber salvado a su perro. -Sonrió.

– Y quizás esté tan cabreada que no va a permitir que Aldo siga jodiéndola. Eso es lo más probable.

– ¿Es eso lo que te dijo?

– Más o menos.

No, eso era justamente lo que le había dicho. Cada mirada, cada palabra furiosa que había pronunciado la había pronunciado con determinación.

– Estaba bastante furiosa por lo de su perro.

– Lo entiendo -dijo Bartlett-. Temible, ese Aldo.

– Eres un maestro de las descripciones breves y mesuradas.

– Y según parece, bastante más competente que tú. Estabas seguro de que esta vez le atraparías. -Le lanzó una mirada sarcástica-. No te preocupes. Todo hombre libra su propia Waterloo.

– ¡Cállate! -Trevor cerró los ojos-. Sácame de aquí, necesito dormir y pensar algo. Un paso adelante y dos atrás. Ha sido una noche infernal.

– Puede que no esté todo perdido. Puede que Quinn haya atrapado a Aldo.

– Entonces, mañana nos enteraremos cuando veamos las noticias. Por ahora seguiremos suponiendo que ese bastardo ha huido.

– ¿Vamos a la cabaña?

– Es tan segura como cualquier otro lugar. Más seguro que quedarse aquí en la ciudad. Es probable que Quinn haya dado una orden de búsqueda en toda la zona.

– Seguro. Sería mucho más inteligente largarnos de aquí.

– No puedo. Aldo no se va a mover de la zona mientras Jane MacGuire esté aquí. -Apretó los labios con fuerza-. Y eso significa que yo también me he de quedar.


– Ni rastro de ninguno de ellos -dijo Christy-. Hemos registrado cada palmo de tu propiedad y de momento el aviso no ha dado resultado.

– ¡Mierda!

– Sólo han pasado dos días. ¿Cómo está Jane?

– Más fresca que una lechuga.

– ¿Y Toby?

– Le dieron unos cuantos puntos, pero se pondrá bien. Ahora está estupendamente, echado en su colchón en el dormitorio de Jane, recibiendo caricias en la barriga y comiendo pavo.

– ¿Ha terminado Jane el retrato robot de Aldo?

– Entraré a preguntárselo. Lleva mucho tiempo trabajando en ello.

– Si sólo pudo verle con esa poca luz, le ha de resultar muy difícil recordar sus rasgos.

– Todo lo relacionado con este caso es difícil. Jane tiene una memoria que dejaría en ridículo a un elefante.

– ¿Crees que puede haber llegado a un punto muerto?

– No veo razón para ello. Pero, yo qué sé. Últimamente, ha hecho cosas que me han desconcertado. Y, por favor, no vuelvas a decirme lo de los adolescentes. Adiós, Christy. -Colgó el teléfono.

– No me he quedado estancada -dijo Jane desde atrás.

Joe se giró y la vio en la entrada con el retrato en la mano.

– Te ha llevado mucho tiempo -le dijo con un tono serio.

Jane cruzó el porche y se sentó a su lado en el primer escalón desde arriba.

– He tenido que ir con mucho cuidado. Ha sido divertido… cuando le estaba dibujando, lo tenía hasta demasiado claro. Veía cada rasgo como si le tuviera delante. Pero sólo le he visto unos segundos y no entendía cómo podía estar tan segura. -Se encogió de hombros-. Da igual, tenía miedo de equivocarme, por lo que he hecho muchas pruebas.

– ¿Y ahora estás segura?

Abrió su libreta de dibujo.

– Aldo.

Rostro cuadrado, frente alta y nariz romana. Tenía el pelo largo pero con algunas entradas. Los ojos profundos y oscuros y miraban fuera del dibujo con una expresión de infinita animadversión.

– Sé que prefieres que los retratos sean inexpresivos, porque nadie va por ahí con cara de Jack el Destripador. Lo he intentado. De verdad, que lo he intentado. Lo he hecho tres veces, pero siempre me salía igual. Creo que es porque sé que cuando estemos juntos tendrá esta expresión.

Joe no apartaba la vista del retrato.

– ¿Y te asusta?

– A veces.

– Entonces, ¿por qué demonios fuiste tras él cuando deberías haber recurrido a mí? -Levantó la cabeza y su mirada era tan dura como su tono-. ¿Y por qué me mentiste sobre Trevor?

– Me pareció que era lo correcto en ese momento. -Sonrió un poco compungida-. Y no me sirvió de nada. Me calaste al momento.

– A Eve y a ti os conozco lo suficiente como para que podáis engañarme. Pero me costó mucho creer que pretendíais enredarme de ese modo.

– Y te ha dolido.

– Mucho, maldita sea.

Ella le puso tímidamente la mano en su brazo.

– No pretendíamos engañarte. No fue culpa de Eve.

– No tienes por qué defenderla. Quien calla otorga.

– Ella no quería que tuvieras que elegir.

– Estoy acostumbrado a tomar mis propias decisiones. Es mucho mejor que no tener la oportunidad de hacerlo. -Volvió a mirarse el retrato-. Sé que Eve y tú estáis tan unidas que casi sois gemelas, pero pensaba que yo también formaba parte de esa relación.

– Por supuesto. -Tenía la voz entrecortada-. Cuando te conocí, me costó mucho acostumbrarme… no he conocido a mi padre. No he tenido hermanos. Nunca había confiado en nadie. No, de verdad. Con Eve fue fácil. Éramos muy parecidas. Tú eras distinto. Me costó un tiempo, pero llegaste a… gustarme. Sabía que nunca me fallarías.

– Entonces, ¿por qué no acudiste a mí cuando descubriste lo que ese bastardo le estaba haciendo a Toby?

– Toby es mi responsabilidad. Tenía que tomar una decisión.

– Tienes diecisiete años.

Ella asintió.

– Pero ¿no crees que algunas personas nacemos viejas?

– ¿Te refieres a almas viejas?

Ella se encogió de hombros.

– No sé de esas cosas. Todo esto suena un poco descabellado. Pero no recuerdo haberme sentido niña jamás.

Y él no recordaba haberla visto actuar como tal. Lo más parecido a eso era cuando la veía cruzar las colinas con Toby.

– Eso es bastante triste.

– No, no lo es. Las cosas son así. Apuesto a que Eve siente lo mismo.

Joe esbozó una ligera sonrisa.

– ¡Ah, tu modelo de rol!

– No podía haber encontrado otro mejor.

Su sonrisa se desvaneció.

– No, es cierto. -Puso su mano encima de la de Jane que todavía estaba sobre su brazo-. Pero ambas podríais ser más confiadas.

– Lo intentaré -le dijo apretándole la mano-. Pero tú haz lo mismo con Eve. Creo que te ayudará saber que ella está de tu parte.

– Con un montón de reservas.

Ella movió la cabeza.

– ¿Te has preguntado alguna vez por qué llevas con Eve todos estos años?

– No, porque la quiero.

– Pero debe haber sido difícil amar a alguien como ella. Ella te dirá lo asustada que está.

Joe la miró fijamente.

– ¿Qué intentas decirme?

– Sólo creo que no soportas las cosas fáciles. Te matan de aburrimiento.

– Estás loca.

– Amas a Eve. Te caigo bien. Con esto termino mi alegato. -Se levantó-. Siento haberte mentido. Intentaré no volver a hacerlo. Buenas, noches, Joe.

– Buenas noches.

Jane se detuvo en la puerta.

– ¿Sabes algo de Trevor?

– No sé si debería hablar de él contigo. Todavía estoy enfadado -respondió refunfuñando-. Ni palabra de su arresto. Christy me ha dicho esta mañana que puede que pronto llegue un informe de Johannesburgo. Ha aparecido algo en su base de datos.

– ¿Me dejarás verlo?

– Quizá.

– La ignorancia es peligrosa, Joe. ¿No es eso lo que siempre me has dicho?

– Deberías haber pensado en eso cuando no nos dijiste nada.

– Joe.

Guardó silencio durante un momento.

Jane miró al bosque.

– Ten cuidado.

– No soy yo quien ha de tenerlo, le dijo la sartén al cazo. -Se detuvo-. El bosque está plagado de agentes, Jane. Hoy nadie va atreverse a hacerte nada.

– Probablemente tengas razón.

Jane apartó la mirada de la línea de los árboles. Pero mientras se giraba y abría la puerta mosquitera volvió a decirle «¡Ten cuidado!»

– Vale. -Se levantó y bajó los peldaños-. Voy a dar una vuelta. Tengo que relajarme un poco. Dile a Eve que no tardaré.

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