Capítulo 4

– Lo siento detective Quinn. -La recepcionista del hotel apartó la mirada del ordenador-. El señor Trevor aún no se ha registrado.

– Vuelva a mirarlo -dijo Joe con impaciencia-. Sé que está aquí. Le he traído hace quince minutos.

La recepcionista hizo otra búsqueda y movió la cabeza negativamente.

– Lo siento -volvió a decir ella-. Quizá se ha ido al bar. O a lo mejor tenía hambre y se ha ido al restaurante.

«O quizás ha ahuecado el ala», pensó Joe mientras se daba la vuelta y se dirigía al bar. Lo iba a descubrir enseguida, aunque tuviera que preguntar a todos los empleados de ambos establecimientos.

– Se fue al restaurante y se marchó en un taxi -le dijo Joe a Eve, veinte minutos más tarde-. He llamado a la compañía de taxis y uno de sus taxis dejó a un hombre que se ceñía a esa descripción en el aeropuerto hace diez minutos. Voy de camino.

– ¿No puedes llamar para que le retengan los agentes de seguridad del aeropuerto?

– No sin arriesgarme a que pongan una denuncia al cuerpo o provocar un incidente internacional. No hay pruebas, Eve. Como diría Trevor, pura teoría.

– Ya estoy harta de las teorías de Trevor -dijo Eve-. ¿Has llamado a la comisaría?

– Le he pedido a Christy que lo hiciera ella, puesto que fue ella quien me puso en contacto con él. Te llamaré en cuanto sepa algo.

– Que sea pronto. Estaré esperando.


– ¿No le has encontrado? -dijo Eve cuando vio la cara de Joe al entrar en casa tres horas más tarde-. ¿Cómo ha podido huir?

– Bueno, no ha cogido ningún avión. He preguntado a todas las compañías de taxis y tampoco cogió un taxi para salir del aeropuerto. -Joe se dejó caer en el sofá y se frotó la nuca cansinamente-. Creo que se ha largado en transporte público y que ha tomado el metro para regresar a la ciudad. Una forma ingeniosa de largarse, difícil de seguirle la pista y muy fácil perderle.

– Muy inteligente.

– ¿Qué esperabas? Es inteligente. Y tiene buena intuición. No creo que tuviera ninguna intención de fugarse cuando le dejé. Ha estado jugando conmigo por sus propios intereses.

– ¿Has conseguido el informe de Christy?

– Hace treinta minutos. Llamó directamente a Scotland Yard y habló con el inspector Falsworth. No hay ningún inspector Mark Trevor. Pero hay alguien con ese nombre que trabaja en el laboratorio de pruebas. Trevor no quería hacerse pasar por un inspector. Puede que fuera una forma de salir del paso. Pero un título se puede confundir y él necesitaba un nombre real, por si alguien llamaba a la oficina, en lugar de llamarle al móvil. Ellos no mandaron ese e-mail sobre nuestro asesino en serie. No habían sospechado que estuviera en Estados Unidos. Todavía le están buscando por Inglaterra. -Joe la miró-. ¿Qué te hizo sospechar que Trevor podía ser realmente un farsante?

– No lo pensé. Fue pura intuición. Cuando te marchaste me quedé pensando en lo poco habitual que era su conducta para un policía. Seguir los procedimientos correctos es sagrado para todos vosotros y él había violado una de las reglas más importantes. -Eve apretó los labios-. Luego empecé a jugar al juego de «¿y sí?». ¿Podíamos estar seguros de que Trevor fuera quien había dicho que era? ¿Qué pruebas teníamos? Estoy segura de que te enseñó sus credenciales, pero podían ser falsas. Y ese e-mail también podía ser falso. Seguramente le habría resultado difícil acceder a la página web de Scotland Yard y utilizarla para enviar correos electrónicos oficiales y también se necesitan agallas para hacerlo, pero nada está fuera del alcance de un hacker experto. Valía la pena comprobarlo.

– Sí, es cierto. Sólo desearía haberle podido echar el guante antes de que desapareciera. -Joe miró hacia el pasillo-. ¿Se lo has dicho a Jane?

– Le he dicho que estábamos comprobando su identidad. No dijo apenas nada. Probablemente piense que es una de mis paranoias. -Eve se fue a la cocina-. Le calenté un filete a Jane cuando supe que no íbamos a cenar comida china. ¿Quieres uno?

– No tengo hambre. Pero me tomaré un vaso de leche. -Se levantó y se sentó en la barra de la cocina-. Christy pidió a Scotland Yard que intentaran hallar algo sobre Trevor en sus bases de datos. Necesita una buena descripción.

– Necesitarán más que eso. Probablemente, Trevor no sea su verdadero nombre. He guardado la taza de café, para conseguir sus huellas. -Le sirvió el vaso de leche-. Jane podría ayudarnos. Podría hacer un retrato robot de Trevor para Christy. -Hizo un gesto de preocupación-. Si lo quiere hacer.

– Si sabe que nos ha mentido, no va a protegerle.

– Quizás. Antes me estaba hablando de que ella había tenido que hacer cosas malas cuando era pequeña por buenas razones. No me ha gustado el modo en que se ha identificado con él. -Se humedeció los labios-. ¿Crees que es él? ¿Crees que es el asesino de Ruth?

Joe tardó un momento en responder.

– He pensado en todo esto mientras venía hacia casa. Hacerse pasar por un investigador sería una buena forma de acercarse a Jane. -Miró el archivo que estaba sobre la mesa de centro-. Y ha preparado muy bien su señuelo.

– Cabrón.

Joe asintió lentamente con la cabeza.

– Es más seguro suponer que es un peligro para Jane hasta que no se demuestre lo contrario.

Eve le miró fijamente.

– Pero tienes dudas.

– Creo que quería formar parte de la investigación.

– No sería la primera vez que un asesino en serie intenta participar en la investigación. Mira Ted Bundy.

– Ya lo sé. -Joe se terminó la leche-. Sólo que creo que habría percibido ese tipo de reacción enfermiza. Me sacó de quicio, pero ni por un momento dudé de lo que quería… -Se encogió de hombros-. ¿Quién demonios sabe lo que quería? Lo sabremos cuando le encontremos. Si es que todavía está en la ciudad.

– Pues claro que todavía está en la ciudad -dijo Eve entrecortadamente-. ¿No te fijaste en su cara mientras miraba a Jane? No va a dejarla de ningún modo. -Eve cogió el vaso-. ¿Has conseguido un informe de Ruth?

– Dame tiempo. Su foto aparecerá mañana en los periódicos. Quizás alguien la identifique.

– Eso espero. Yo quería que saliera algo bueno de todo esto. -Hizo una pausa y luego susurró-: Tengo miedo, Joe. ¿Y si ese asesino hubiera estado aquí dándole la mano a Jane?

– Jane está a salvo, Eve.

– ¿Lo está? ¡Dios!, así lo espero. -Respiró profundo y enderezo la columna-. Por supuesto que está a salvo. Y nosotros haremos que siga siendo así. -Eve puso el vaso en el fregadero y dio la vuelta a la barra-. Ahora voy a ver si Jane todavía está despierta para decirle lo del bosquejo. ¿Por qué no llamas a Christy para ver si tiene alguna noticia nueva?


Aldo sonrió mientras estudiaba la foto en los periódicos. El parecido era sorprendente. El artista que había hecho la reconstrucción sin duda tenía un gran talento. Casi tanto como él cuando había eliminado cuidadosamente esas facciones con su bisturí. Había pensado que tardarían mucho más en ponerle una cara a la mujer a la que llamaban Ruth.

No se llamaba Ruth, sino Caroline y probablemente pronto la identificaría alguien. Esta vez no era una prostituta o una vagabunda. La había visto saliendo de un edificio de oficinas del centro de la ciudad y había cumplido con su deber eliminando la posibilidad de que fuera Cira.

¡Caray!, ya se le estaba haciendo pesado ese deber. Siempre sentía una explosión de felicidad cuando realizaba el acto, pero estaba cansado de la búsqueda. No cabía duda de que su semejanza debía ser eliminada de la faz de la tierra, pero tenía que encontrar a la verdadera Cira. Cada noche, antes de cerrar los ojos rezaba en voz baja para que se le concediera ese regalo.

Y sentía que sus rezos pronto serían escuchados. Su excitación era tal que cada día que pasaba sus expectativas iban en aumento.

Apartó el periódico y giró su silla de nuevo hacia la pantalla de su ordenador. No podía contar con encontrar a Cira por casualidad. Hacía mucho tiempo había llegado a la conclusión de que no se merecería ese placer final si se limitaba a pasear por las calles buscándola.

Así que introdujo la contraseña robada.

El monitor se encendió. ¡Ya estaba dentro!

Ahora había que evitar todas las barreras que habían puesto para proteger a Cira.

Se tranquilizó y empezó a entrar en distintas páginas. Había miles, pero era muy paciente. Aunque se notaba la vista borrosa y le dolía la espalda de estar tantas horas delante del ordenador, no se rendía.

Era la vía para encontrar a Cira.


– Aquí está. -A la mañana siguiente, a la hora del desayuno, Jane puso el bosquejo sobre la mesa delante de Joe-. Es el mayor parecido que he podido sacarle. -Se fue a la nevera y sacó zumo de naranja-. ¿Qué vas a hacer con él?

– Enviarlo a Scotland Yard y ellos probablemente lo enviarán a la Interpol. -Joe estudió el bosquejo-. Está muy bien. Le has captado perfectamente.

– No es difícil. Tiene unos rasgos muy pronunciados. -Se sirvió zumo de naranja en un vaso-. Además, tal como le dije a Eve, me recordaba a alguien. Me resultaba… no lo sé… familiar. -Se sentó a la mesa-. ¿Dónde está Eve?

– Ha ido a llevarles un café a Mike y a Brian, que hoy están de guardia. -Levantó la mirada del retrato-. Eve pensaba que a lo mejor no querrías hacerlo.

– ¿Por qué? Ni siquiera conozco a ese tal Trevor. Y mi lealtad es hacia vosotros dos. -Jane sonrió-. Siempre lo será, Joe.

– Es bueno saberlo.

– Dicho esto, no creo que Trevor quiera hacerme daño. Y no me lo imagino arrancándole la cara a ninguna mujer.

– ¿Sólo porque es tan atractivo?

– No, ya te he dicho que apenas me fijé en eso. Esto le atañe mucho más de lo que aparenta.

– ¿Cómo puedes saberlo? Como tú misma has dicho, ni siquiera le conoces.

– Hemos de confiar en nuestra intuición. -Bebió un sorbo de zumo-. Tú siempre me lo has dicho, Joe. Sólo sigo tus consejos.

– Ahora, ¿me estás echando la culpa a mí?

– Por supuesto, ¿por qué no?

– Porque cuando viniste a vivir con nosotros tu carácter ya estaba formado. En todo caso, eres tú la que nos está llevando al huerto.

– Eso no es cierto. No me atrevería. Entonces, ¿cuándo crees que tendrás noticias de Trevor?

– Pronto, eso espero.

– Bien. Siento curiosidad. -Se terminó el zumo de naranja-. Es interesante. Me habría ofrecido a hacer su retrato aunque Eve no me lo hubiera pedido.

– Ahora sí que me sorprendes.

– ¿Por qué? Él se metió en nuestras vidas y se merece que nosotros le apartemos un poco.

– Quizás, un mucho -dijo Joe con preocupación.

– Ya lo veremos. -Volvió a poner la silla en su sitio-. Ahora voy a buscar a Eve y a pedirle que me lleve a la escuela para que me den mis deberes. -Sonrió-. Por supuesto, podría pedirte prestado tu coche e ir yo sola. Ahora puedo hacerlo.

– Creo que prefiero que vayas acompañada durante los próximos días.

– Eso imaginaba. -Se dirigió a la puerta-. Eso es todo, respecto a mi permiso de conducir recién estrenado.


– Ruth se llama Caroline Halliburton -dijo Christy cuando Joe entró en la comisaría tres horas después-. Trabajaba en una oficina de corredores de Bolsa en el centro de la ciudad y sus padres viven en el norte, en Blairsville. Tenía un apartamento en Buckhead y el lunes pasado no fue a trabajar. El miércoles una amiga que trabajaba con ella denunció su desaparición.

– ¿Ha sido ella la que ha identificado la foto? -preguntó Joe.

– No, de hecho, ha sido uno de nuestros administrativos del cuerpo que ha recordado haber visto la foto cuando estaban archivando el informe de la desaparición.

Joe soltó un taco exasperado.

– Seguimos la vía habitual de identificación de las personas desaparecidas antes de publicar la foto. No encontramos nada.

– Entonces, ¿qué hay de nuevo? Desde los últimos recortes en el presupuesto llevamos un mes de retraso en papeleo y casi cuatro meses en el laboratorio de ADN. -Christy miró el retrato que Joe le había dejado sobre la mesa y dio un pequeño silbido-. Es muy bueno, Joe. ¿Se parece?

– Es clavado.

Ella sonrió.

– Es un chico muy guapo. Yo dejaría que un farsante como él me hablara casi de cualquier cosa. No me extraña que Jane se quedara tan impresionada como para poder retratarle.

– Ella no se fijó en que fuera especialmente atractivo. Simplemente se sentó y dibujó lo que vio.

– Sí, claro. Por favor, Joe, tiene diecisiete años. El aspecto lo es todo para los adolescentes. Parece una estrella de cine. -Christy levantó la mano en el momento en que Joe abrió la boca-. Muy bien, ella está por encima de todo eso. No es como mi hija Emily o como el noventa y nueve por ciento de la gente de su edad. -Emitió un grosero sonido de burla y se levantó-. Lo voy a escanear enseguida y a enviárselo a Scotland Yard.

– Gracias, Christy.

Sonrió.

– De nada. Yo no soy como Jane. A mí me gusta mirar a demonios atractivos como éste.

– Puede que sea un demonio -dijo Joe-. Le has llamado farsante, pero no sabemos si también es el culpable de los crímenes.

– No, no lo sabemos. -La sonrisa de Christy se desvaneció al mirar de nuevo el retrato-. ¡Qué pena!

Joe la siguió con la mirada mientras avanzaba a través de la hilera de mesas de despacho antes de abrir el archivo de Caroline Halliburton. Creía que estaba preparado para ver la foto, pero aún así se quedó impresionado. La foto que habían tomado de la reconstrucción de Eve era muy real, pero aquello era la foto auténtica de esa mujer. Tenía veinticuatro años cuando murió, pero esa foto había sido tomada unos años antes y la semejanza con Jane era todavía mayor.

Se quedó aterrorizado.

– Joe.

Levantó la mirada y vio a Christy delante de él.

– ¡Qué rápido! No pensaba que hubieras tenido tiempo de… Tenemos otra. -Cerró el móvil por el que había estado hablando-. En el lago Lanier. Unos buceadores han encontrado el cuerpo, han marcado la localización y se lo han comunicado a las autoridades.

Joe cerró de golpe el archivo y se puso de pie de un salto.

– ¿Estás segura?

– Todo lo segura que puedo estar. -Tomó su bolso y se dirigió hacia la puerta-. Tampoco tiene cara.


¡Era ella!

Aldo no se lo podía creer. Era un milagro. El corazón le latía con fuerza al mirar la foto.

Miraba al mundo con un atrevimiento que desafiaba a todos. Muy joven e inexpugnable.

No, inexpugnable no, Cira. No para mí.

Escribió su nombre.

Jane MacGuire.

Jane, no.

Cira. Cira. Cira.

Rápidamente copió la dirección del archivo.

Se dio cuenta de que estaba temblando. Temblando de emoción porque el momento ya había llegado. Las otras se parecían, pero ella era exacta, era perfecta. No cabía duda de que era el rostro que había estado viendo durante toda su vida en sus pesadillas. Se estremecía sólo con pensar en que alguien o algo pudiera arrebatársela.

No, no iba a dejar que sucediera eso. Ya había viajado bastante, dedicado demasiado tiempo a buscar, asesinado a demasiadas falsas Ciras.

Pero Jane MacGuire no era una imitación. Era Cira.

Y merecía morir.


Oscuridad.

No había aire.

No le quedaba tiempo.

No lo iba a permitir.

Por Dios que no. No iba a morir en ese túnel. Que sean los cobardes los que se rindan. Ella iba a luchar hasta liberarse.

Había roto todas las cadenas que la habían retenido antes y no estaba dispuesta a caer en manos de la muerte.

¿Temblaba el suelo?

Faltaba el aire.

Se cayó de rodillas.

¡No!

Se esforzó y siguió avanzando. ¿En qué dirección? Estaba demasiado oscuro…

Giró a la derecha.

No, eso era un callejón sin salida. Por aquí.

Él estaba en el túnel detrás de ella. Alto, misterioso, pero sabía quién era, ¡maldito sea!

– Apártate de mi camino. ¿Crees que voy a confiar en ti?

– No hay tiempo para hacer otra cosa. -Le tendió su mano-. Ven conmigo. Te enseñaré el camino.

Ella no volvería a darle la mano. Nunca confiaría en él para…

Se tambaleó huyendo por el túnel.

– ¡Vuelve!

– Lo tienes claro. -Su voz era sólo un susurro de una garganta dolorosamente seca.

Corre.

Deprisa.

Vive.

Pero ¿cómo iba a sobrevivir si no había aire?


– ¡Venga, Jane, despierta!

La estaban zarandeando. Otra vez Eve; empezaba a despertarse lentamente. Eve asustada. Eve intentando salvarla del sueño que no era sueño. ¿Es que no sabía que ella tenía que quedarse allí? Era su deber…

– ¡Jane!

El tono era exigente y Jane abrió lentamente los ojos.

Eve tenía el rostro tenso de tanta preocupación.

– Hola -murmuró, Jane-. Lo siento…

– Eso no basta. -La voz de Eve era tan alarmante como su expresión-. Ya estoy harta de esto. -Se levantó y se dirigió hacia la puerta-. Ponte la bata y salgamos al porche. Hemos de hablar.

– Sólo es una pesadilla, Eve. Estoy bien.

– Sé lo que son las pesadillas y no tienen nada de bueno. No cuando se repiten cada noche. Sal al porche. -No esperó a que Jane respondiera.

Jane se sentó lentamente y sacudió la cabeza para despejarse. Todavía se sentía pesada y un poco mareada y lo último que necesitaba era enfrentarse a Eve con la cabeza embotada. Se fue al cuarto de baño y se salpicó la cara con agua fría.

Eso estaba mejor.

Salvo por sus pulmones que todavía estaban contraídos y ardiendo por la falta de aire.

Eso desaparecería enseguida, al igual que el pánico.

Respiró profundo, cogió la bata de la cama y se la fue poniendo mientras se dirigía hacia el porche.

Eve estaba sentada en el balancín.

– Al menos ahora estás despierta. -Le dio una taza de chocolate caliente-. Bébetelo. Hace frío aquí afuera.

– Podemos ir adentro.

– No quiero despertar a Joe. Puede pensar que estoy exagerando tu problema. Caray, puede que ni siquiera lo considere un problema. Él se inclina por tener paciencia y por dejar que te lo trabajes tú sola.

– Quizá tenga razón. -Jane se bebió el chocolate y luego se sentó en el primer escalón del porche-. Yo no creo que sea un problema.

– Pues, yo sí. Y de ti depende convencerme de que estoy equivocada. -Levantó la taza y se la acercó a los labios-. Cuéntame qué demonios sueñas.

Jane puso mala cara.

– Frío, frío, Eve. No se trata de que padezca algún profundo trauma psicológico relacionado contigo o con Joe o incluso con la forma en que me he criado.

– ¿Cómo puedo estar segura de eso? ¿Cómo lo sabes tú? Los sueños no siempre son claros y se pueden interpretar de muchas formas.

– Sí, por algunos psiquiatras que cobran doscientos dólares la hora para adivinar a dedo.

– A mí tampoco me gustan mucho los psicoanalistas, pero quiero estar segura de que no te he fallado.

Jane sonrió.

– ¡Por el amor de Dios! Tú no me has fallado, Eve. Siempre has sido dulce y comprensiva, y eso no es fácil con una cabezota como yo. -Bebió otro sorbo de chocolate caliente-. Pero debía haber supuesto que te culparías por algo que nada tiene que ver contigo.

– Entonces, demuéstrame que no tiene que ver conmigo. Háblame de ese maldito sueño.

– ¿Cómo sabes que siempre es el mismo?

– No lo es.

Jane guardó silencio por un momento.

– Sí.

– Al fin. -Eve se recostó en el balancín-. Más.

– Bueno, es y no es. Siempre empieza de la misma manera, pero en cada sueño es como si diera un paso más. -Miró al lago-. Y a veces… no es… no sé si es realmente un sueño. -Se humedeció los labios-. Sé que parece una locura pero estoy allí, Eve.

– ¿Dónde?

– En un túnel, en una cueva o algo parecido e intento encontrar el final, la salida, pero no sé dónde está. Y no tengo mucho tiempo. Me falta el aire y cada vez hace más calor. Sigo corriendo pero no estoy segura de hallar la salida.

– ¿El infierno?

Jane negó con la cabeza.

– Eso encajaría, ¿verdad? Calor, falta de aire y una caza sin tregua. Pero es un túnel real y no estoy muerta, estoy viva y luchando para seguir estándolo.

– No me extraña. Siempre has sido una luchadora.

– Sí, es verdad. -Mantuvo la mirada hacia el lago-. Pero en el sueño, cuando recuerdo haber luchado… es diferente. No son mis recuerdos, mis batallas, sino los de ella. -Sacudió la cabeza confundida-. Quiero decir míos, pero no son míos. Estoy loca…

– No estás loca. Sólo necesitas entender todo esto.

– Sí y el loquero me dirá que estoy intentando huir de la realidad poniéndome en la piel de otra. Basura. Me gusta mi realidad.

– Pero, no te gustan esas pesadillas.

– No son tan malas. Puedo vivir con ellas.

– Bueno, eso no es cierto. Quizá si tomarás algún sedante, dormirías demasiado profundo como para tener…

Jane sacudió enérgicamente la cabeza.

– ¡No!

– A mí tampoco me gusta tomar fármacos, pero podría…

– No me da miedo tomar un sedante. Sólo que no puedo… tengo que terminarlo.

– ¿El qué?

– Tengo que llegar al final del túnel. Ella… yo moriré si no salgo de ahí.

– ¿Te das cuenta de lo irracional que suena eso?

– No me importa. He de hacerlo. -Se dio cuenta de que Eve estaba a punto de protestar y se apresuró-. Mira, no sé qué es lo que me está pasando pero creo… no, sé que hay una razón para esto. Es algo que me cuesta de aceptar porque no creo mucho en lo que no puedo ver o tocar. -Intentó sonreír-. Creo en ti y en Joe y en lo que tenemos juntos. Es bueno y real. Pero lo que sucede en el túnel también lo es. Y si no sigo intentando ayudarla, puede que se pierda.

– Has vuelto a decir «ella».

– ¿De veras? -No se había dado cuenta-. Bueno, ¿qué piensas, Eve?

– No sé qué pensar. -Frunció el entrecejo-. Si no eres tú, dime quién crees que es esa mujer. ¿Crees que puede ser alguna conexión telepática con alguien que está en apuros? He oído cosas de este tipo.

– No en personas como yo. No soy una mentalista.

– Todo es posible.

Jane sonrió.

– Sabía que intentarías hallar una forma de creerme, aunque pareciera que estoy chiflada. Por eso te lo he contado.

– Después de habértelo sonsacado.

– Tenía que hacerte trabajar un poco. -Su sonrisa se desvaneció-. No tengo ninguna respuesta, Eve. Tengo muchas preguntas y todas me asustan.

– ¿Cuándo dices que empezaste a tener estas pesadillas?

– Hace dos meses.

– Aproximadamente en las mismas fechas que Aldo apareció en la región del Sureste.

– Pero yo no lo sabía. Por lo tanto, no puede haber sido el desencadenante. -Volvió a sonreír-. Venga sigue. Dime todas las posibilidades de nuevo. Me gusta esa línea. -Se terminó su taza de chocolate caliente-. Puesto que no tengo ninguna respuesta, es muy reconfortante. -Se levantó-. No te preocupes por esto, Eve. Quizá desaparecerá por sí solo. -Cruzó el porche y le dio un rápido abrazo-. Y por si te sirve de consuelo, en el sueño no me persigue ningún asesino en serie. Ésa no es la razón por la que corro.

– Bueno, me alegro de que estés sola. Ya tenemos bastantes problemas como para que ese bastardo también te persiga en tus sueños.

De pronto dudó.

– Bueno, no estoy exactamente sola. Hay alguien detrás de mí. Un hombre. Estoy enfadada con él, pero no le tengo miedo.

– ¿Quién es?

Jane sacudió la cabeza.

– Está en la sombra. -Se encogió de hombros y sonrió-. Bueno, ahora ya sabes lo mismo que yo. Y probablemente todo sean bobadas fruto de mi malograda infancia. Pero no voy a dejar que ningún loquero me diga eso. Así que olvidémonos del asunto y vayamos a la cama.

– No voy a olvidarlo.

– Ya sé que no lo harás. -Jane sintió una oleada de calidez cuando la miró-. Durante estos años has intentado devolver a sus hogares a todos esos seres perdidos, y no quieres ni tan siquiera imaginar que yo pudiera unirme a sus filas. Yo no estoy perdida, Eve. Hay una salida en ese túnel. Sólo que no sé adonde va ella… voy.

– Cuando tengas otro sueño avísame y lo revisaremos. Dos cabezas son mejor que una. No me voy a reír de nada de lo que me digas. He descubierto que a veces los sueños son la salvación.

– Ya lo sé.

De pronto, Eve se puso tensa al notar algo extraño en el tono de Jane.

– ¿Jane?

«¡Dios mío!, no pretendía haber dicho eso», pensó Jane. Tenía que retractarse y mentirle. No, jamás le había mentido a Eve y no iba a hacerlo ahora.

– Te… he oído.

– ¿Qué?

– Estabas sentada afuera junto al lago y no sabías que yo estaba detrás de ti.

– ¿Y?

– Bonnie. Estabas hablando con Bonnie.

Eve se quedó callada durante un largo momento.

– ¿En mi sueño?

– Eso creo. Estabas apoyada contra un árbol no lo sé. Sólo sé que estabas hablando con alguien que no estaba allí -se dio cuenta de la consternación en el rostro de Eve y añadió enseguida-: eso fue hace unos tres años. Sabía que no querrías hablar de ello, y por eso nunca… -Debería haber tenido la boca cerrada-. Deja de mirarme de ese modo. Está bien. Tienes derecho a… está bien.

– Tres años. -La miró maravillada-. Y jamás lo has mencionado.

– ¿Qué iba a decir? Estabas sufriendo. Por eso hablabas con tu hija muerta. Era asunto tuyo.

– ¿Y nunca se te ocurrió pensar que podía estar un poco… descentrada?

– Tú, no. -Se arrodilló delante de ella y puso su cabeza en su falda-. Y si lo estuvieras, seguiría queriendo ser como tú. Todo el mundo debería estar loco -le susurró.

– ¡Señor!, espero que no. -Eve acarició suavemente el pelo de Jane-. ¿No tienes preguntas?

– Ya te he dicho que es asunto tuyo. Siento haberlo mencionado. No quería… No quiero que eso cambie nada entre nosotras. No podría soportarlo.

– Sí cambiará las cosas.

Jane levantó enseguida la cabeza.

– ¿Te sentirás incómoda conmigo? Por favor, no…

– ¡Chus! -Eve le puso los dedos en sus labios para interrumpir el flujo de sus palabras-. No me siento incómoda. Me siento más cerca de ti.

– ¿Por qué?

Eve se rió entre dientes.

– Porque crees que estoy un poco loca, pero sigues queriéndome. Porque no me has dicho ni una palabra en tres años, porque pensabas que podrías herirme. Creo que eso es muy especial, Jane.

– No, no lo es -dijo Jane con voz desigual-. Tú eres especial. Eres buena y amable y tengo mucha suerte de vivir contigo. Siempre lo he sabido. -Se puso de pie-. Entonces, ¿todo está bien? ¿No estás enfadada conmigo?

– No estoy enfadada contigo. -Hizo un gesto de sufrimiento-. Cuando me recupere del trauma, creo que hasta será bueno compartir a Bonnie con alguien.

– ¿Joe no lo sabe?

Eve movió la cabeza negativamente.

– Es difícil.

– Nunca se lo diré a nadie. Ni siquiera a Joe.

– Ya sé que no lo harás.

Apartó la mirada de Eve.

– Tengo una pregunta. Si no quieres contestarla, no pasa nada.

– Hazla.

– ¿Es Bonnie… es un sueño como los que yo tengo?

– Prefiero pensar que es un sueño. Ella me dice que es un fantasma de verdad y que yo lo estoy negando. -Sonrió-. A veces la creo. Por lo tanto, no tengo derecho a cuestionar tu experiencia, Jane.

– Tienes derecho a hacer lo que te plazca. -Jane se dirigió hacia la puerta mosquitera-. Y me pelearé con quienquiera que me contradiga. Buenas noches, Eve.

– Buenas noches, Jane. Duerme bien.

– Lo intentaré. -Giró la cabeza y le sonrió-. Y si no lo consigo, vendré corriendo.

– Ya sabes que siempre estaré a tu lado.

Jane todavía sentía la calidez que esas palabras habían despertado en ella mientras llegaba a su habitación. Sí, Eve siempre estaría con ella para consolarla y apoyarla. Nunca había podido confiar en nadie antes de conocer a Eve, y tras las confidencias de esta noche, se sentía más cerca que nunca de ella.

Ahora tenía que irse a la cama y dormir con la esperanza de que no volvería a ese otro lugar. Todavía no. Cada sueño era cada vez más intenso. Era como una cinta para andar cuya velocidad iba en aumento. Necesitaba recuperar las fuerzas antes de volver a enfrentarse a él.

– Ya voy -murmuró mientras se tapaba en la cama-. Sólo necesito descansar un poco. No te voy a abandonar, Cira…

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