Capítulo 19

– Un minuto más -dijo Aldo-. Espero que te hayas despedido de ella.

El miedo se apoderó de Jane. Tenía que ser un farol, pero la amenaza la aterrorizaba. Tenía que obligarle a salir a la luz. Se acercó al ataúd.

– No te muevas.

Jane dio otro paso.

– No des ni un paso más. No tengo que esperar, puedo hacerlo ahora mismo.

Un minuto más.

Puedo hacerlo ahora mismo.

¿Qué podía hacer Aldo que…?

De pronto tuvo una intuición.

¡Oh, Dios mío!

– ¡Eve! ¡Joe!-gritó-. ¡Salid de…!

La tierra gimió y retumbó bajo sus pies y el túnel explotó a su alrededor.

Cayó al suelo.

Las rocas volaban.

Sangre en sus mejillas.

Oscuridad.

La explosión había dañado tres luces de la pared.

¡Dios mío!, la pared y la roca tras las que se ocultaban Joe y Eve ya no estaban. Habían quedado reducidas a un montón de escombros y de piedras.

Levántate.

Va a venir.

Ya estaba acercándose. Vio cómo se movía su sombra en la abertura del túnel secundario donde se encontraba.

Las armas.

Una debajo de la tela. Otra en el ataúd.

¡Señor!, el ataúd y la tela habían quedado sepultados bajo las rocas. Nunca podría alcanzarlas a tiempo.

Oyó sus pasos.

– Estamos solos Cira. He colocado la dinamita muy cerca del saliente y no habrán podido sobrevivir.

Jane se había levantado y corría hacia el túnel principal.

Dolor. En la mejilla. En las cervicales. En el hombro.

Olvídalo. Corre hacia el túnel principal. Llega hasta la escala de la villa.

Joe. Eve.

No pienses en ellos. Era demasiado doloroso.

Trevor.

También estaba en el túnel con ellos…

Muerte.

Deja de llorar. Corre más deprisa. Sal de aquí para poder matar a este cabrón.

– Ahora no eres tan valiente. -La voz de Aldo tenía un tono de burla-. Corre, conejita.

Debía estar cerca del pasadizo por el que se había metido Trevor para acceder al túnel auxiliar al dejarla. El túnel principal para ir a la villa estaba a cuatro giros más allá.

Sí, ahí estaba la abertura. Más deprisa. Un poco más y lo habría sobrepasado y…

Estruendo.

Rocas que caen.

La tierra temblando bajo sus pies. ¡Otra explosión!

– Esto se encargará de la entrada principal -dijo burlándose- ¿Pensabas que te iba a dejar volver sana y salva a tu villa? Siempre supe que cabía la posibilidad de que intentaras tenderme una trampa. Pero soy demasiado listo para ti.

Todavía estaba bastante lejos detrás de ella. Le demostraba su desprecio caminando lentamente, paseando, enfurecido.

El pasadizo. Se arrodilló y se metió en el túnel que había tomado Trevor. Aldo dijo que había colocado la carga cerca del saliente que daba al vomitorio. Quizás este pasaje no se hubiera derrumbado por completo, pensó rezando. Quizá le permitiera…

Se ensanchaba, se puso de pie. ¡Podía correr!

– Pero ¿cómo vas a salir de aquí? -Aldo se burlaba gateando detrás de ella-. La otra salida estará bloqueada por las piedras… y los cadáveres. ¿Vas a gatear por encima de ellos?

– ¿Y tú cómo vas a salir? -respondió ella-. Esta explosión también ha bloqueado tu salida, te perderás y morirás.

– Hay otras salidas. No me perderé. Sé todo lo que he de saber sobre estos túneles.

– Mientes. Habrías necesitado semanas para conocerlos.

– ¿Es eso lo que te dijo Trevor? -Se acercaba. Se movía rápido-. Incorrecto. Verás por qué en…

Jane cayó sobre algo… suave.

¡Un cadáver!

Sangre. Degollado.

Su inspiración fue prácticamente un sollozo.

– ¡Ah, ya le has encontrado! -dijo Aldo-. De hecho, tenía que habértelo indicado. Le escondí detrás de esa roca. Alguien debe haberla movido. Quizás será mejor que acabe con esto más rápido.

Jane intentó pasar sobre ese espeluznante cadáver.

– ¿Quién es?

– Quinn, por supuesto.

Intentó pensar, recordar. De pronto, sintió alivio.

– No es Joe. Joe es más delgado y más fuerte. Entonces es Trevor.

Aldo se rió entre dientes.

– Tienes razón. Ha sido una broma.

– ¡Sádico hijo de puta!

– Tengo derecho a divertirme en esta situación. He esperado mucho tiempo.

– ¿Quién es?

– Sontag. Revisé los datos del registro de la propiedad en mi ordenador y descubrí que la villa era de Sontag. Si Sontag era el propietario, debía conocer bien los túneles. Mi padre me dijo que era un cerdo, por lo que no me cabe la menor duda de que los utilizara para sus propios fines. Pero cuando supe que ibas a utilizar el vomitorio para esa asquerosa sesión fotográfica me di cuenta de que familiarizarme con estos túneles sin ayuda iba a suponer una tarea monumental. Por lo que opté por ir a la fuente.

Se le oía más cerca. Encuentra un arma, cualquier arma. Aldo volvió a hablar.

– Le hice una visita, le persuadí de que viniera conmigo y me hiciera de guía. Tuvo muy buena disposición. Hasta me señaló el pasadizo secreto y el saliente que le había enseñado a Trevor. Cuando conseguí la copia de los planos, pensé que ya no me era útil.

– Así que le mataste.

– No podía arriesgarme a que se lo dijera a Trevor. Había intimidado mucho a Sontag.

Otro giro más en el túnel. Debía estar acercándose al final. Podría encontrárselo bloqueado en cualquier momento.

– De todos modos, también le habrías matado.

– Eso es cierto. He de admitir que ha sido una liberación. Últimamente me he sentido muy frustrado. Pero ahora estamos llegando al final.

– Aunque me mates, el ataúd está sepultado bajo todas esas rocas. No podrás destruir ese esqueleto.

– No tengo prisa. Tengo tiempo para esperar a que saquen todas esas rocas de la entrada. Ya tendré mi oportunidad. Te oigo respirar. Con fuerza. Con mucha fuerza. Me dijiste que eras fuerte. ¿Cómo de fuerte te sientes ahora, Cira?

– Lo suficiente. -La roca estaba más suelta por aquí. Había trozos en el suelo. Debía estar acercándose al lugar de la explosión.

Estaría atrapada. Encuentra un arma.

Sal de su vista.

Aceleró y tomó la siguiente vuelta. Buscó frenéticamente con la mirada. ¡Allí!

Cogió un fragmento de unos veinte centímetros y se lo puso en el cinturón de sus pantalones. ¿Sería lo suficiente afilado?

Corre.

Calor. Humo.

Noche asfixiante.

– Casi has llegado al final -dijo Aldo-. Tengo el cuchillo en la mano. Es un bisturí de cirujano. Hermoso. Afilado. Eficaz. Una última cara que arrancar. ¿Sabes cuánto duele?

– No será la última. Hablas como si tuvieras una misión, pero no eres más que un asesino. Te gusta demasiado.

– Es cierto, es un placer y un deber borrar tu faz del universo.

– ¿Lo ves? Pero matarme no te servirá de nada. El esqueleto que hay en el ataúd no es el de Cira. Se llama Giulia.

Se hizo el silencio.

– Mientes.

– Todo esto ha sido una farsa.

– Zorra -gruñó-. Estás mintiendo. Ha llegado mi hora. Mi destino.

– Eres un perdedor. Trevor sacó el esqueleto de un museo de Nápoles. Puedes comprobarlo.

Las paredes se cerraban sobre ella.

No había aire.

Antonio…

Los cascotes eran cada vez más grandes y había más cantidad.

Le tenía justo detrás.

¡Jesús, había una pared de roca delante de ella!

No esperes a llegar hasta ella. Date tiempo para maniobrar.

– Eres un estúpido. Ha sido muy fácil engañarte. No has ganado nada… -le dijo gritando, tropezó y cayó al suelo. Pudo oír su grito de triunfo.

– ¿Quién es estúpido ahora? -Le puso la mano en el hombro y la zarandeó-. Aunque te creyera. Todavía soy demasiado…

En ese momento, Jane sacó la roca que se había guardado en el cinturón y se la clavó en el pecho con toda su fuerza. Dio un grito.

Jane rodó hacia un lado e intentaba empujarle para apartarlo de ella. ¡Señor!, pesaba mucho, era un peso muerto.

Pero no estaba muerto. Se movía; el bisturí que tenía en la mano brillaba con la tenue luz de la linterna que se había caído al suelo.

Salió a toda prisa, buscando desesperadamente otra roca puntiaguda o algo que pudiera utilizar como arma.

– No voy a morir -susurró él-. No puedo morir. No es… mi destino. Eres tú quien ha de morir.

– Ni lo sueñes.

Esa piedra… estaba a su alcance. Gateó hacia ella.

Dolor.

Su cuchillo le atravesó la pantorrilla. Olvídalo.

Su mano se aferró a la piedra y rodó sobre ella misma.

Atácale. Atácale. Atácale.

Pero él estaba cerca, casi volvía a estar encima de ella. El primer ataque dirigido a su frente apenas le rozó.

Él levantó el cuchillo.

Ella le golpeó con la piedra en el brazo. Golpe flojo. Desvió el ataque, pero todavía tenía el arma. Prueba otra vez.

– Te estás desvaneciendo -murmuró él-. ¿Dónde está tu poder? -Volvió a levantar su arma-. Quémate en el infierno, Cira. Yo soy el que tiene el…

Un disparo.

Dio una sacudida en el momento en que la bala se clavaba en su entrecejo. Cayó encima de ella.

¿Bala? se preguntó mareada. Notaba el frío metal del bisturí de Aldo presionándole el pecho. Casi esperaba que se moviera, que volviera a atacarla.

Pero ya se había ido; estaban apartando con esfuerzo su cuerpo de encima de ella y echándolo a un lado.

– ¿Estás herida?

Trevor. Era Trevor, comprendió medio desmayada.

– Contéstame. ¿Estás herida? -Tenía la camisa medio rota. Su rostro estaba cubierto de tierra.

– Estás vivo.

– No lo estaré mucho tiempo si tú no estás bien. Quinn me estrangulará. ¿Qué te duele? Respóndeme.

Intentó pensar.

– Hombro. Rocas.

Él la alumbró con la linterna.

– Morados. No parece que haya nada roto. ¿Alguna parte más?

– Pierna derecha. Aldo… -Le movió la cabeza para despejarla-. ¿De dónde has venido?

– Empezaba a abrirme camino a través de esos escombros de allí delante. Estaba intentando salir cuando oí tu voz. -Le estaba rompiendo sus pantalones de color caqui-. Casi me vuelvo loco. Podía oírte, pero no podía llegar hasta ti. Pensaba que no llegaría a tiempo. -Examinó la herida-. No te ha tocado la arteria. No hay demasiada hemorragia. Habrá que dar algunos puntos. -Le hizo un vendaje de compresión con su camisa-. Pero quizás esté a salvo de la ira de Eve.

– ¿Eve? -Se le cortó la respiración-. ¿Está viva?

Asintió con la cabeza.

– No hemos podido llegar hasta ella, pero nos ha dicho que está bien.

– Y ¿Joe?

– Cortes menores, creo. No he tenido tiempo de comprobarlo.

– ¿Por qué no?

– La entrada del vomitorio ha quedado bloqueada tras la explosión. Tenía que intentar dar toda la vuelta para poder llegar hasta ti. Joe estaba intentando sacar a Eve de entre los escombros, así que le dije que iba a por ti.

– Aldo me dijo… que no podías estar vivo. Que ninguno de vosotros podía haber sobrevivido. Me dijo que había colocado los explosivos cerca del saliente del vomitorio.

– Lo hizo, pero no estábamos allí cuando explotaron. Llegué hasta Eve y Joe a tiempo para sacarles inmediatamente. Maldita sea, había revisado ese saliente un rato antes y también lo hizo Joe. Ha debido colocarlos en una grieta y camuflarlos. Está tan oscuro que sin instrumentos no…

– No me importan los explosivos. Entonces, ¿Eve y Joe han escapado con vida?

– No exactamente. -Terminó el vendaje y se sentó sobre las rodillas-. Salimos de la zona cero, pero no a tiempo para evitar la explosión. Eve iba delante de nosotros y ha quedado atrapada en un desprendimiento.

– Entonces, debe estar herida. Hemos de ir a ayudarla.

– Tú no vas a ninguna parte. Joe está ayudándola.

– Hemos de ir a ayudarles.

– Está bien. Voy a ir al túnel principal a buscar ayuda y…

– Aldo también ha volado la entrada a la Via Spagnola.

– Entonces, Bartlett estará reuniendo a un equipo de rescate. Si no pueden abrirse camino por la salida bloqueada, tendré que adentrarme en el laberinto de túneles para encontrar la salida.

– Eso es lo que planeaba Aldo. Me dijo que conocía el camino. Sontag se lo había enseñado. -Se estremeció-. Sontag está muerto. Le ha cortado…

– Lo sé. Vi su cuerpo y me asusté mucho. Supe que si Aldo había llegado hasta Sontag le habría contado todo lo que sabía. Y puesto que encontré a Sontag en este pasadizo del túnel, Joe y Eve eran claramente sus objetivos. No sabía qué estaba tramando, pero sí que tenía que sacarles rápido de allí. -Se levantó-. Quédate aquí e intenta no moverte. No quiero que vuelvas a sangrar. -Se dirigió de nuevo al túnel-. Traeré ayuda lo antes que pueda.

Su voz se desvaneció al girar por el túnel. ¿Quedarse allí?

Miró el cuerpo de Aldo a sólo unos metros de ella y sintió un escalofrío y repulsión.

Eve y Joe.

Su linterna se apagó de pronto y se quedó en la oscuridad.

Ya no había duda.

Empezó a arrastrarse con cautela hacía la zona del derrumbamiento de donde había salido Trevor. Si él había podido llegar hasta ella por allí, ella también podría llegar hasta Eve y Joe.

Oyó a Joe apartando piedras y hablando con Eve a unos pocos metros después de haber sobrepasado el bloqueo.

– Joe, mi linterna se ha apagado, sigue hablando -gritó.

Se calló un momento.

– ¿Jane? Gracias a Dios.

– Trevor me dijo que Eve estaba atrapada, pero que estaba bien. ¿Está todavía…?

– Bien. -Era la voz de Eve-. ¿Estás herida?

– Un poco. -Jane se sintió reconfortada. Eve parecía estar bien como decía.

– ¿Qué has querido decir con eso?

– Bueno, no me quedé atrapada en el derrumbamiento.

– ¿Y Aldo?

– Aldo está muerto. -Ahora podía ver la luz de la linterna de Joe-. Trevor se ha ido a buscar ayuda.

– ¿Por qué no has ido con él?

– No me invitó. Y si lo hubiera hecho, no habría ido. ¿Cómo podía dejaros aquí abajo? -Se sentó a su lado, cogió una piedra y la tiró a un lado-. ¿Cuánto más hemos de excavar para sacarla, Joe?

– No mucho. -Le sonrió-. Menos que cuando lo estaba haciendo solo.

Jane asintió con la cabeza mientras cogía otra piedra y la apartaba.

– Puedes estar seguro. Estar solo, duele. Dos es mejor que uno.


– ¿Cómo está Jane? -preguntó Joe mientras Eve salía del box de urgencias.

– No muy contenta -respondió Eve con cara de apuro-. Le han cosido media pantorrilla y aunque es una herida menor, le han dicho que tiene que pasar la noche en el hospital para estar en observación. Está indignada por que no me hayan dejado a mí en lugar de a ella.

– No sería una mala idea.

– Sí, sí que lo sería. Estoy bien. Sólo unos cuantos morados.

– Entonces, regresemos a la villa y metámonos en la cama. -Empezó a recorrer el pasillo-. Necesitas descansar un poco y…

– No.

– ¿No? -La miró-. ¿Te vas a quedar con Jane?

Movió la cabeza.

– No me necesita y tengo que hacer algo. -Pulsó el botón del ascensor-. Y tú también has de hacer algo.

– Es una locura, Eve. -Joe colocó el cráneo de Giulia sobre el pedestal-. Tendrías que estar en la cama, no trabajando.

– He de hacerlo. -Enfocó la luz hacia la reconstrucción-. ¿Tuviste algún problema con la policía local para sacarlo del ataúd?

– No se lo pregunté. Simplemente me abrí camino por los escombros que había encima del ataúd y lo cogí. Había mucha confusión allí abajo. Hay tantos equipos de rescate, arqueólogos y policía interfiriéndose mutuamente, que lo único que tuve que hacer era fingir ver que sabía a lo que iba. Esto jamás hubiera sucedido en casa. ¡Jesús, qué ganas tengo de volver a Atlanta!

– Yo también. -Se estremeció mientras miraba la reconstrucción. Era macabro ver el rostro de Jane en ese esqueleto antiguo. ¡Olvídalo! Jane está viva y esto no es más que tu propia obra-. Estoy harta de todo esto. Mientras estaba atrapada debajo de todas esas rocas, sólo podía pensar en Jane y en ese asesino. Casi me vuelvo loca. -Se mordió los labios-. No quiero pensar en el daño psicológico que le ha hecho ese cabrón. Si fuera como el resto de las chicas, se pasaría la vida mirando atrás por si la persigue alguien.

– No es como el resto de las chicas. Lo superará.

– Eso espero. Pero ha durado demasiado tiempo. Le ha hecho daño y no puedo tolerarlo. Quiero que vuelva a tener una vida normal.

– Unos días más no importa.

– A mí sí me importa. -Le sacó los ojos de cristal a la reconstrucción-. Quiero salir de aquí y esto es lo último que me queda por hacer para cortar los vínculos con esta ciudad. He de devolverle a Giulia su verdadero rostro y entregársela a Trevor para que la lleve al museo. -Empezó a borrar cuidadosamente los rasgos que había creado. La profundidad era correcta y no hacía falta cambiarla para empezar la fase final-. Así que déjame sola para que pueda acabar con esto. Va a ser una noche larga.

– Estaré por aquí haciéndote compañía.

Ella sacudió la cabeza negativamente.

– Si quieres ayudar, llama a la compañía aérea y reserva billetes para mañana por la noche. Luego, habla con las autoridades italianas y asegúrate de que no nos van a poner ningún impedimento para marchar.

– Ya nos han tomado declaración y he movido algunos hilos para que lo dejen todo parado por el momento.

– Cerciórate. Tengo que ver el fin de todo esto -añadió con voz de cansancio-. ¡Por Dios!, y mi Jane también necesita ver el final.

Asintió con la cabeza.

– Me voy a poner a ello.


Suave.

Trabaja rápido. No pienses. Deja que el rostro de Giulia cuente la historia.

El labio superior algo más curvado.

Suave.

Más definición debajo del pómulo.

Suave.

Sus manos se movían con rapidez y destreza sobre el rostro de Giulia.

Vacía tu mente.

¿Tendría que ser más corta la nariz? Parece correcta.

Casi estamos. Un poco más sobre la ceja.

No, eso no.

– Ayúdame Giulia. Has estado perdida demasiado tiempo.

Suave.

Tenía las yemas de los dedos calientes, aunque la arcilla estaba fría.

Suave.

Dime. Me han dicho que eras una obrera, pero eso no basta. Necesitas una cara, para que te conozcamos.

Suave.

Eso es, ayúdame.

Un poco más.

¡Listo!

Respiró hondo y dio un paso atrás.

– Eso es todo lo que puedo hacer, Giulia. Espero haberlo conseguido… ¡Oh, Dios mío! -Cerró los ojos y susurró-: «¡Por Dios bendito!»


– Quiero largarme de aquí, Eve -dijo Jane furiosa-. Deberían haberme dejado marchar de urgencias ayer noche. No me pasa nada. A ti es a quien se le derrumbó el túnel encima.

– Pero sólo tengo morados. -Eve le llenó el vaso de agua y se lo dio-. Tú tenías cortes, una lesión en el hombro y habías perdido sangre por la herida de la pierna. Además, el médico ha dicho que empeoraste la lesión del hombro al apartar esas piedras para desenterrarme.

– No me dolió… -Corrigió lo que dijo al ver la expresión de escepticismo de Eve-… demasiado. -Dio un sorbo y dejó el vaso-. ¿Cuándo me van a dejar salir?

– Esta tarde. Joe ya ha hecho las reservas para el vuelo de medianoche. Volvemos a casa.

– Estupendo. ¿Seguro que te encuentras bien?

– Jane, estoy bien. Joe está bien. Es la tercera vez que me lo preguntas hoy. Ahora deja de preocuparte. No es propio de ti.

– No era consciente de que os ponía en peligro. -Le alargó la mano-. Lo siento. Jamás me lo habría perdonado si os hubiera pasado algo grave.

– Nosotros lo elegimos y volveríamos a hacerlo. -Sonrió mientras le apretaba la mano-. No podríamos vivir sin ti. Como ya te he dicho muchas veces, la familia lo es todo.

– No, cuando casi hago que… -La hizo callar cubriéndole los labios.

– Calla -le dijo-. No te debió resultar fácil arrastrarte por ese túnel en la oscuridad para llegar hasta mí. ¿Por qué lo hiciste?

– Me necesitabas.

– Tiro la toalla. -Se levantó-. No quiero oír nada más al respecto. ¿De acuerdo?

Tragó saliva para aclararse la garganta.

– Vale, pero no puedes evitar que piense. -Respiró profundo-. ¿Dónde está Trevor? No he sabido nada de él desde que él y Bartlett nos sacaron del túnel.

– Le he visto esta mañana antes de venir al hospital. Ha recogido a Giulia para devolverla al museo.

– Pero no la has terminado.

– Sí que lo he hecho. Anoche. Trabajé toda la noche para acabarla. No fue difícil. Ya había tomado todas las medidas básicas. Sólo tenía que hacer la fase final.

Jane sonrió y movió la cabeza.

– Sólo tú podías pensar en hacer una reconstrucción después de haber sido rescatada de un derrumbamiento.

– Era importante para mí. -Le estrechó la mano a Jane-. Quería terminar con esta pesadilla. Tenía que acabarla.

– Lo entiendo. Yo también. Después llamaré a Sam Drake y le daré la primicia; se alegrará de poner fin a todo esto.

– ¿Qué aspecto tenía? ¿Era guapa?

Eve miró hacia otro lado.

– No, no era muy guapa. Tenía una cara con rasgos duros e interesantes.

– ¿Ya se la ha llevado Trevor? -Se calló un momento-. No ha venido a verme. No es que le esperara.

– Supongo que intenta no interponerse en el camino de Joe.

– ¿Cree que Joe le arrestará? Te ha salvado la vida. Probablemente, también salvó la mía.

– Es posible que a Joe le resulte más cómodo que desaparezca. Así no tendrá que tomar ninguna decisión.

– No se quedará mucho tiempo. Ya tiene lo que quería -añadió-. Pero no le habría hecho ningún daño venir a despedirse.

– A veces sí -dijo Bartlett desde la puerta-. Mírame a mí. Estoy muy triste por tener que despedirme de ti, Jane. -Se acercó y le tomó la mano-. Pero los buenos amigos nunca se despiden para siempre ¿verdad?

– ¿Vuelves a Londres? -le preguntó Eve.

– Me lo estoy pensando. -Sonrió-. A lo mejor acompaño a Trevor durante algún tiempo. Es imposible aburrirse a su lado.

– ¿Adonde irá? -preguntó Jane.

– No tengo la menor idea. Tendrás que preguntárselo a él. -Miró a Eve-. Adiós. Gracias por tu amabilidad.

Eve le dio un fuerte abrazo.

– Cuídate. Llámame si necesitas algo. -Le dio un beso en la frente a Jane-. Vendré a recogerte a las dos.

– Estaré lista. -Jane observó cómo abandonaba la habitación antes de volver a mirar a Bartlett-. No voy a tener la oportunidad de preguntarle nada ¿verdad?

– Puede. Aunque sería más inteligente por su parte desaparecer con la puesta de sol.

– ¿Dónde está?

– Me dijo que iba a devolver el esqueleto al museo de Nápoles. Luego tomará el vuelo de las seis de la tarde para Roma. Después, no tengo ni idea.

– ¿Por qué me estás diciendo esto si crees que para él sería mejor no verme?

Se encogió de hombros.

– Últimamente he estado reflexionando sobre lo corta que es la vida y que a veces la sensatez quizá no sea lo mejor. Cuando estaba moviendo esas piedras con Trevor y el equipo de rescate, intentando sacaros a todos del túnel, pensaba en lo dulce que puede ser la vida y lo penoso que es perder un solo minuto de ella. -Se dirigió hacia la puerta-. Probablemente por eso me iré con Trevor y no regresaré a mi trabajo de contable. Estaremos en contacto, Jane.

Se quedó allí estirada, mirando el relajante paisaje marino que había en la pared que tenía enfrente. Todo en esa habitación era brillante, relajante, pensado para ayudar y hacer que todo estuviera bien. Totalmente opuesto a la opresiva oscuridad de ese túnel. Esa pesadilla parecía ahora muy remota.

No podía respirar.

Calor.

Humo.

Noche asfixiante.

¿Desaparecerían también sus sueños con Cira?

Aunque volviera a soñar, sin duda sería mejor. Había dedicado mucho tiempo a investigar y a estrujarse el cerebro para encontrar alguna razón lógica para una experiencia totalmente irracional. Debería anotar esos sueños con Cira como uno de los misterios de la vida y volver a la realidad. Sí, eso era lo más razonable.

Y Mark Trevor debería desaparecer de su mente con la misma lógica y sentido práctico. Había sido una experiencia interesante y ella había aprendido algo de sí misma a raíz de su encuentro. No obstante, lo más probable es que en seis meses ya se hubiera olvidado completamente de él. Estaría empezando una nueva vida y no miraría atrás.

Se habría terminado.


Nápoles estaba cubierta por el crepúsculo, bulliciosa, ajetreada, antigua, pero intentando reconciliarse con sus tiempos y concentrada en el futuro.

Diferente de Herculano, pensó Trevor mientras miraba por el vidrio cilindrado del aeropuerto. Herculano vivía en el pasado y le gustaba hacerlo. ¿Por qué no? La ciudad de Cira poseía un glorioso pasado que iba con ella…

– Eres un grosero.

Trevor se quedó helado y se giró lentamente para mirar a Jane que estaba detrás de él.

– ¡Qué sorpresa! ¿Verdad? -Iba vestida con pantalones caqui y una camiseta blanca holgada. Tenía la mejilla amoratada, estaba pálida y su rostro reflejaba tristeza.

¡Dios, era tan bella!

– Para mí también es una sorpresa. -Se acercó a él-. Porque estoy enfadada por tu grosería y estupidez. Podías haber venido a despedirte al hospital. Así no malgastaría mi tiempo contigo.

– Estoy de acuerdo. No deberías estar aquí. ¿Cómo tienes la herida de la pierna?

– Duele, pero sobreviviré. Bartlett debe haberte dicho que lo superaré. ¿Dónde está? ¿Ha decidido venir contigo?

Asintió con la cabeza.

– Está en la cafetería.

– ¿Y adonde vas?

– Primero a Suiza.

– Pero no te quedarás allí. Irás a buscar el oro de Precebio.

Trevor sonrió.

– Es el oro de Cira. Quizá lo haga más adelante. Ahora está todo demasiado reciente por aquí.

– No creo que Joe vaya a dejar caer el peso de la ley sobre ti.

– Supongo que Scotland Yard tendrá sus propios planes. No les gusta que nadie entre en su web o curiosee en sus archivos de casos. -Se encogió de hombros-. De cualquier modo, soy de los que siempre evitan los problemas.

– Mentiroso.

Se rió entre dientes.

– Bueno, a menos que tenga un cincuenta por ciento de probabilidades o que pueda sobornar a alguien para zafarme del asunto. Jane movió la cabeza.

– Bartlett me ha dicho que eres adicto a andar por la cuerda floja. Eso también es una estupidez. Deberías crecer.

– Lo intentaré.

– No, seguirás arriesgándote año tras año hasta que te maten. Por eso me sorprende haber dedicado parte de mi tiempo a venir aquí.

– ¿Por qué lo has hecho?

– Me has salvado la vida. Has salvado a Eve y a Joe.

– También ayudé a que todos os pusierais en peligro. -La miró para leer en su rostro-. No, ésa no es la razón.

– No, no lo es. -Dio otro paso y se acercó más-. He venido porque esto no ha terminado. Estaba en la cama del hospital diciéndome que iba a olvidar esos sueños con Cira y a borrarlos por completo de mi mente. Iba a poner punto final a toda esta historia.

– Muy inteligente.

– Sólo que no ha terminado; no pienso mirar atrás y lamentarme el resto de mi vida. Yo no soy así. No hay nadie más realista que yo y no soporto la idea de no poder descubrir cuál es mi conexión con Cira. Así que, ¿quieres que te diga lo que voy a hacer?

– No puedo esperar.

– No seas sarcástico. Quieres saberlo.

– El sarcasmo puede ser una defensa de primera línea. Demonios, sí, quiero saberlo todo sobre ti. Siempre lo he querido. -Siempre lo querré. Mantén la distancia. Sólo has de aguantar un poco más.

– Bien. Entonces te alegrará saber que voy a volver al instituto y luego iré a Harvard. Después voy a descubrir lo que le sucedió a Cira. Puede que espere hasta que me haya graduado en el instituto o puede que no. Ya lo decidiré.

– ¿Vas a volver aquí?

– Iré a donde haga falta para hallar las respuestas. No me importa un comino tu oro, pero he de leer esos manuscritos. Ya te lo he dicho: no se ha terminado. He de descubrir si Cira murió en la erupción. Si no fue así, quiero saber qué es lo que fue de ella. Y he de saber cómo supe de ella a través de mis sueños, por qué los tuve. Es importante para mí.

– Has visto la excavación. Puedes tardar años en hallar una respuesta.

– Tengo tiempo. Sólo tengo diecisiete años. -Le miró directamente a los ojos-. No me importa lo que pienses, eso está de más. Voy a regresar a casa y vivir cada minuto de mi vida. Voy a crecer, aprender y a experimentar. Voy a ver si encuentro algún hombre que haga que tú me parezcas aburrido. No debería ser muy difícil. Y, Dios sabe, que no quiero tener una discusión contigo sobre tu anticuado sentido de lo que es o no es correcto. No puedo entender cómo un hombre que admite ser un estafador y un bribón pueda ser tan idiota. Algún día lamentarás haberme rechazado.

– Ya lo he hecho.

– Ahora es demasiado tarde. Tuviste tu oportunidad -Se dio la vuelta y empezó a marcharse. Entonces, se volvió a girar-. Pero puede que tengas otra si crees que te la mereces y si yo no encuentro a nadie mejor. Así que más te vale sacarte a Cira de la mente. No me gusta la competencia. Ella está muera y yo estoy viva, y cuando haya terminado de convertirme en la persona que quiero ser, no podrás compararme.

No esperó respuesta. Trevor la miró mientras cruzaba el vestíbulo. Llevaba la cabeza alta, los hombros rectos y su porte era indómito.

– Pensé que a lo mejor vendría a decirte adiós. -Bartlett estaba de pie detrás de él, mirando a Jane-. O quizás ha sido un au revoir.

¿Lo ha sido?

Au revoir, hasta que volvamos a encontrarnos.

– No estoy seguro. -Casi había desaparecido de su vista, pero todavía podía sentir la fuerza y la determinación que irradiaba de cada uno de sus movimientos. De pronto sintió una oleada de entusiasmo-. Creo que ha sido un au revoir. -Empezó a reírse-. Y, si lo ha sido, ¡qué Dios me ayude!

Загрузка...