Capítulo 18

– Ha encontrado el vomitorio. -Trevor cruzó la sala y puso la cinta en el vídeo-. A las cuatro y diecisiete de esta madrugada. Me encantan las cámaras con todas estas sofisticaciones.

– ¿Estás seguro? -preguntó Jane.

– Oh, sí. -Apretó el botón-. Está muy oscuro, pero esta cámara está preparada para grabar con muy poca luz. Puedes distinguirlo.

Sí, podía distinguirlo, pensó Jane con estupor mientras observaba a Aldo agachándose y tocando el terciopelo rojo. ¡Dios mío!, su expresión…

– Es un demonio -susurró-. ¿Cómo puede alguien ser tan perverso?

La imagen desapareció de la pantalla.

– Es suficiente -dijo Trevor tajante-. Sólo quería que supieras que todo esto está sirviendo de algo. Ha encontrado el señuelo y ahora hemos de conseguir que vaya tras él.

– No, he de ser yo quien vaya tras él. -Tragó saliva para aclararse la garganta-. No debería ser tan difícil. Me quiere a mí y a Cira con tanta fuerza que puede saborearlo. Tiene… hambre. Cuando se agachó para tocar la tela parecía un caníbal.

– Entonces de ti depende producirle una indigestión. -Se dirigió hacia la puerta-. Se lo voy a enseñar a Eve y a Joe; les alegrará saber que estamos logrando nuestro objetivo.

– ¿Es ésta la única toma de Aldo?

– Sí, no hay más tomas en el vomitorio, pero te garantizo que estará explorando esos túneles ahora que los ha descubierto.

Jane se quedó sentada un momento, después de que Trevor se hubiera marchado, mirando fijamente la pantalla vacía del televisor. No tenía por qué haberle impactado tanto esa breve visión de Aldo. Sabía exactamente lo que era. No necesitaba ese recordatorio.

Pero, ¡Señor!, esa expresión…


Jane estaba sentada en el salón cuando sonó el teléfono a las dos y media del mediodía. Se puso en guardia.

– Responde -dijo Trevor desde la otra punta de la sala-. Ya sabes lo que has de decir.

Sí, lo sabía. Lo había ensayado mentalmente desde que había perdido la anterior oportunidad. Apretó la tecla de descolgar.

– ¿Aldo?

– ¿Has estado esperando mi llamada? Eso es bueno. Así es como ha de ser. Te he estado esperando mucho tiempo. Años.

– No puedes esperar eternamente. No te servirá de nada. Estoy demasiado cerca. En dos días más podrás matar a todas las mujeres que quieras que se parezcan a mí, pero yo sobreviviré. Mi rostro estará en todas partes.

Hubo un momento de silencio.

– ¿Dos días? Eso no es cierto. Hace dos días me dijiste que Duncan acababa de empezar la reconstrucción y que necesitabas…

– Dos días es mucho tiempo para Eve cuando está motivada. Y puedes estar seguro de que la he motivado. Esperaba que creyeras que tenías todo el tiempo del mundo, de ese modo hemos podido llevar a cabo nuestros planes. Trevor se las ha arreglado para convocar a los periódicos más importantes para que vengan al develamiento. Eve ha hecho un trabajo estupendo. El rostro de la reconstrucción es joven y fuerte y cuando lo miro me veo reflejada.

– Eres el diablo.

– No, eres tú quien ve al diablo. Me aseguro la vida y el poder suficiente para librarme de enemigos como tú.

– Jamás te desharás de mí. Yo soy tu Némesis.

– Eres un pobre y desgraciado pervertido con delirios de grandeza.

– No conseguirás hacerme enfadar de nuevo. -Se calló un momento-. ¿Dónde va a ser esa rueda de prensa?

Jane esperó un poco antes de contestar.

– Aquí en la biblioteca de la villa, por supuesto. A las veintiuna horas, pasado mañana. -Intentó fingir un tono de burla-. Estás invitado. ¿No te apetece ver la repercusión de la reconstrucción?

– Estás mintiendo. No va a ser en la villa.

– ¿No? Entonces, ¿dónde va a ser?

– ¿Creías que no iba a encontrar todo ese equipamiento del vomitorio?

– Vaya, querido, me parece que has estado espiando. Tienes razón, por supuesto. Creemos que la sesión fotográfica será mucho más impactante en los túneles. Eso irá a tu favor si decides unirte a nosotros.

– ¿Crees que no sé que habéis estado esperándome?

– ¿Habéis? No necesito a nadie para librarme yo misma de una alimaña como tú. Pero te estaré esperando. He de destruirte antes de que tú me destruyas a mí.

– No iré. No soy estúpido.

– No, eres un cobarde. -Se calló-. Muy bien, no vengas a la rueda de prensa. Nos veremos en el vomitorio mañana por la noche a las nueve en punto. Haré que Trevor lleve allí el ataúd y que se marche. Nos tendrás a las dos, si es que eres lo bastante hombre como para matarme a mí y destruir el esqueleto.

– Mañana por la noche.

– ¿No te tienta? No habrá esqueleto para la rueda de prensa del día siguiente y te desharás de mí.

– Es una trampa.

– Si lo es, ¿no eres lo bastante inteligente como para volverla contra mí? No creo que lo seas. No vendrás. Estás demasiado asustado. Te arrebaté a tu padre. Te robé tu infancia y ahora te voy a demostrar el fracaso que eres…

– Cállate.

– ¿Por qué debería hacerlo? No eres nada. Eres una mierda. No necesito ayuda para aplastarte.

– No, eres demasiado orgullosa -dijo con aire despectivo-. Te has estado preparando para recibir a todos los asistentes. ¿Todavía tienes ese Smith y Wesson del treinta y dos que te dio Quinn?

Un momento de silencio, sorpresa.

– ¿Lo ves? Lo sé todo sobre ti. Sé que sabes disparar y que te sacaste un permiso de armas cuando tenías dieciséis años. El ordenador es una maravillosa fuente de información e incluso sé el nombre del campo de tiro al que te llevó Quinn para enseñarte.

– Si estás tan seguro de que el destino está de tu parte, eso no ha de preocuparte. ¿No te consideras lo bastante inteligente como para saber si hay alguien más conmigo allí abajo?

– Por supuesto que lo soy.

– ¿Te ha dolido? Bien. Te lo mereces. Desgraciado, tienes miedo de una adolescente de diecisiete años.

– No tengo miedo.

– Admítelo. Estás fuera de juego, Aldo. Estaré allí mañana por la noche. Vengas o no. No me importa. Tendré ocasión de matarte otro día. Pero ésta es tu última oportunidad. Después de esa rueda de prensa, no importará que destruyas la reconstrucción. Viviré eternamente.

– ¡No! Eso no sucederá y no dejaré que te burles de mí.

– Entonces, no vengas. Léelo en la prensa. -Colgó, respiró profundo y miró a Trevor-. ¿Cómo lo he hecho?

– Casi me engañas a mí -respondió.

Jane movió la cabeza.

– Era muy cauteloso. -Hizo una pausa-. No dejo de pensar en ese vídeo del vomitorio. Se le veía tan seguro, tan en su ambiente en ese túnel. -Tuvo un escalofrío-. Me sentía atrapada y asfixiada allí abajo. Dijiste que era como un laberinto.

– Pero no necesitas saber más de esos túneles. Y recuerda que Aldo está en el mismo barco que tú. No está familiarizado con los túneles de la Via Spagnola. Aunque haga algún pequeño reconocimiento, necesitaría meses para conocerlos sin la ayuda de un plano.

– ¿Crees que vendrá?

– Sí, si cree que puede tener alguna ventaja, si ve la forma de matarte y sobrevivir.

– No será fácil. Va a desconfiar. Sabe que tú y Joe estáis intentando atraparle.

– Pero tú le has lanzado el último reto y está lo bastante loco como para intentarlo. ¿No contábamos con eso?

Locura y esa sed enfermiza de matar.

– Sí.

– Y estará allí abajo revisando la zona inmediata. No encontrará nada que no queramos que encuentre. Nuestra principal ventaja es la tentación que tú supones y su desesperación de pensar que Cira pueda llegar a ser eternamente famosa. Si hay algo que le saque de su agujero será eso.

Intentaba pensar, rebobinar mentalmente la conversación palabra por palabra.

– He de parecer vulnerable. No va a aparecer si voy armada hasta los dientes.

Trevor apretó los labios.

– No vas a bajar allí sin un arma.

– ¿Crees que me he vuelto loca? Pero sin una chaqueta o bolsillos que puedan ocultar un arma. He de parecer vulnerable -repitió-. Tendrás que colocar un arma en algún sitio donde yo pueda alcanzarla con facilidad.

Trevor pensó en ello un segundo.

– Debajo de la tela de terciopelo rojo. A mano derecha, en la parte inferior según entras en el túnel. En cuestión de segundos podrás alcanzarla y pondré otra en el ataúd. Por si acaso.

Por si algo fallaba. No quería pensar en esa posibilidad.

– Mañana por la noche. -Intentó mantener firme su voz-. Después de todo este tiempo me parece imposible que por fin…

– Deja de pensar en ello -dijo Trevor bruscamente-. Si quieres hacer marcha atrás, hazlo. He hecho todo lo que he podido, pero no me gusta esto. Tendrás mucha suerte si no te mata.

– No es necesario que te guste. Lo único que has de hacer es proteger a Joe y a Eve. -Se calló un momento-. Sigues intentando persuadirme para que lo deje. Pareces… confuso. Quizá no fuera sólo por el dinero. Quizá Pietro significaba algo para ti.

– Qué amable por tu parte concederme algunos sentimientos humanos.

– ¿Cómo se supone que he de saber lo que estás sintiendo cuando no dejas que nadie lo vea? ¿Era por el oro o por Pietro Tatligno?

– Por el oro, por supuesto.

– ¡Maldito seas! ¡Dímelo!

– ¿Qué quieres de mí? -Retorció los labios-. ¿Quieres oír que Pietro me salvó el trasero en Colombia? ¿Que era la única persona que había conocido en quien podía confiar? ¿Que era para mí más que un hermano?

– ¿Lo era? -susurró ella.

– ¡No, demonios! Todo esto es una sarta de mentiras. Por supuesto, que era por el oro. -Se levantó y se fue hacia la puerta-. Vamos a decirles a Eve y a Quinn que hemos establecido la conexión.

21 de octubre, 19:37

Estaba oscureciendo.

– Ha llegado el momento -dijo Trevor en voz baja desde la puerta-. Me dijiste que te avisara cuando Quinn bajara al túnel. Ahora se va a la cocina.

Jane se separó de la ventana del salón y se dirigió al pasillo.

– ¿Has revisado el pasadizo?

– Vengo de allí. -Sonrió-. ¿No te das cuenta? Parece que haya estado gateando por una alcantarilla. Es seguro. Primero, Bartlett y yo hemos llevado el ataúd y lo hemos puesto en su sitio y luego he revisado el pasadizo. He dejado allí a Bartlett para asegurar la seguridad de Quinn hasta que llegue a su saliente.

Jane le interrumpió.

– ¿Bartlett?

– No te preocupes. Le he dejado una escopeta y le he dado órdenes de que dispare a cualquiera que no seamos Quinn o yo. No es necesario tener habilidades militares para intimidar con una escopeta. Cuando lleguemos allí abajo, Bartlett se quedará cerca de la escalerilla y guardará la entrada a la villa. Es mejor que haya alguien fuera de los túneles para dar aviso, si algo va mal.

«Si algo va mal». Otra vez esa palabra que la inundaba de pánico.

– Pensaba que Bartlett se quedaría aquí arriba con Eve.

– Yo también, pero él decidió que no iba a ser así. He ordenado que se queden cuatro guardias de seguridad con ella. A saber cuántos más habrá asignado Quinn.

– Me lo prometiste.

– Y mantendré la promesa. No permitiré que Aldo se me adelante a subir la escalerilla de la villa. -Le dio un empujoncito hacia la cocina-. Si quieres ver a Quinn antes de que baje, vale más que te apresures. Cuando le he dejado estaba abriendo la trampilla.

– ¿Le daremos quince minutos y luego le seguiremos?

Trevor asintió con la cabeza.

– Eso debería darle tiempo para llegar hasta el saliente y tomar posiciones. Yo estaré allí para respaldarle en…

– ¡Eve! -Jane corrió hacia la trampilla-. ¿Qué estás haciendo?

Eve iba por el tercer peldaño de la escalerilla.

– ¿A ti qué te parece? -dijo bajando otro peldaño-. Jane, por favor. ¿Qué esperabas? ¿Qué iba a permitir que Joe o tú bajarais a esos túneles sin mí?

– Se supone que tú… -Se giró hacia Joe-. Díselo… Aléjala de aquí.

– ¿Crees que no lo he intentado? No ha servido de nada. Ya la conoces. Sólo podemos esperar que podamos controlar los daños.

– ¿Por qué no me lo dijiste? -Su voz reflejaba su angustia-. ¿Por qué no…?

– Porque sabía que te enfadarías. -Eve hizo una mueca de preocupación-. Y ya lo estás. Pero ahora no es el momento de empezar a darle vueltas durante días. Venga, Joe. Vamos.

– No lo hagas, Eve -le suplicó Jane-. Por favor.

Eve movió la cabeza.

– Jane somos una familia. Hacemos las cosas juntos. -Bajó un par de peldaños más y desapareció de la vista.

– ¡No!

Joe empezó a bajar la escalerilla.

– No podrás convencerla. Yo cuidaré de ella, Jane.

– Cuídate tú, Joe -susurró. ¡Señor! Tuvo la terrible sensación de hundirse. Era sólo el principio y todo estaba yendo mal.

Joe desapareció de la vista. Se perdió en la oscuridad del túnel.

– No lo sabía -dijo Trevor-. A Dios pongo por testigo que pensaba que Eve se quedaría en la villa.

– Te creo -dijo ella temblando-. Esta situación casi te hace creer en el destino, ¿no te parece? -Jane sacudió la cabeza para aclarase las ideas-. Pero no la versión del destino de Aldo. No podemos dejar que suceda.

– Ella estará con Quinn y conmigo. Te lo prometo.

– Más te vale. -Deseaba bajar la escalerilla y correr detrás de Eve y de Joe en la oscuridad. No podía hacerlo, reconoció desesperadamente. Tenía que esperar hasta que estuvieran en sus puestos en ese saliente.

Quince minutos.

21 de octubre, 8:20

– Te dejo aquí -le dijo Trevor en voz baja mientras se arrodillaba en la entrada del pasadizo que conducía al saliente donde estaba Joe-. Voy a dar la vuelta para llegar hasta donde están Joe y Eve. El vomitorio está justo enfrente. -Le dio una linterna-. Recuerda que tienes una Smith y Wesson del treinta dos debajo de la tela y otra pistola en el ataúd. Joe me dijo que sabías usarlas, pero no lo hagas a menos que no tengas más remedio. Si Aldo te ve el arma, puede que piense que matarte de un disparo no sea tan malo. Cuando llegues más adelante, verás que las luces están encendidas. Pero es mejor que intentes permanecer en la sombra.

Jane se humedeció los labios.

– Entonces, ¿cómo me verá?

– Te verá. Pero no se lo pongas demasiado fácil.

Jane se rió temblando.

– No te preocupes. No tengo intención de hacerlo. Pero ocultarme en la sombra no va a servir de mucho. Me has dicho que no me dispararía y que lo que pretendemos es que le atraiga para que Joe pueda dispararle.

Trevor murmuró un taco y le iluminó la cara con la linterna.

– Estás asustada. Podemos dejarlo. No es demasiado tarde.

– No, no podemos. -Jane se tapó la cara para evitar la luz-. Y, claro que estoy asustada. No soy idiota. Vete. Quiero que vayas a proteger a Eve y a Joe.

Dudó un momento y empezó a gatear por la abertura.

Se había marchado.

Silencio.

Oscuridad.

Sola.

¿Estaba realmente sola? ¿Estaba Aldo en alguna parte detrás de ella?

No, Trevor había colocado a Bartlett fuera del túnel para que vigilara. Si Aldo estaba en ese túnel sería más adelante, en el vomitorio. Esperándola.

El corazón le latía con tanta fuerza que oía su eco por el túnel como si de un trueno se tratase.

Todo irá bien. Joe la avisaría si Aldo la estaba esperando en el vomitorio. Dispararía a Aldo o haría un disparo de aviso si eso no era posible.

Respiró profundo y siguió adelante. Justo enfrente, le había dicho Trevor. Tenía que mirar hacia delante, moverse con rapidez y pronto habría terminado todo.

¡Jesús, cuánto odiaba esa oscuridad!

¿Es así cómo te sentías, Cira?


– Mierda, mierda, mierda.

Trevor recitaba ese taco como si fuera un mantra mientras recorría el túnel, alumbrando las paredes de un lado a otro con su potente linterna. Ella tenía miedo. Pues claro, que tenía miedo. Sólo era una niña.

Aldo no la veía como tal. La consideraba un demonio. La veía como carne muerta. Maldito fuera. Maldito fuera.

¿Por qué estaba maldiciendo a Aldo? Trevor era quien la había dejado adentrarse sola en el túnel.

Debería ser un lugar seguro. Había tomado todas las precauciones. No, podía haber tomado otra más. Podía haber hallado otra forma de atraerle sin utilizar a Jane de cebo. Podía haber olvidado a Pietro y recordado que ella merecía vivir una…

Rojo.

Se detuvo de golpe patinando.

La luz de su linterna había captado algo rojo en el suelo cerca de una roca que tenía delante. Sólo había sido un rastro, una visión fugaz y casi lo había perdido

¿Sangre?

Levantó la linterna y exploró con cautela la oscuridad que tenía delante.

Nada.

Se acercó lentamente hacia la roca. Al llegar vio la sustancia roja que goteaba desde detrás. Se agachó y la tocó.

Sí, era sangre.

Sacó su arma de la chaqueta y se acercó más. Ya casi estaba en la parte superior de la roca cuando vio el cuerpo acurrucado del hombre que había detrás de ella.

Había sangre por todas partes. Tenía el rostro cubierto de sangre. Sangre en su camisa. Le habían degollado de oreja a oreja.

¿Quinn?


«Dios mío, parecía la escena de una película de terror», pensó Jane.

Miró con mórbida fascinación el ataúd que descansaba sobre el terciopelo rojo y luego hacia arriba donde Joe estaba apuntando con su rifle.

No, no mires allí.

No podía estar segura de que Aldo no estuviera mirándola. Apartó la mirada y volvió a mirar el ataúd.

¿Por qué dejaba Aldo que estuviera ella allí sola? ¿Por qué no aparecía?

Tira los dados.

Sé fuerte.

Atrévete.

Dio un paso para salir de las sombras.

– Aquí estoy, Aldo. -Su tono era desafiante. Al menos, eso esperaba-. ¿Estás aquí? ¿Has aunado las fuerzas necesarias para venir a verme?

No hubo respuesta.

– Puedo notar tus ojos mirándome. Cobarde. -Dio otro paso hacia delante-. Es lo que había imaginado. Me tienes miedo. Tu padre, también. Pero todavía me ama. Más que a nada. Mucho más que a ti. Tú no le importabas una mierda.

Sin respuesta.

– No le culpo. Necesitaba un hijo del que pudiera sentirse orgulloso, no un estúpido cobarde como tú. -Se dirigió al ataúd-. Bueno si no piensas aparecer, miraré la reconstrucción para asegurarme de que ha llegado bien después del traslado por la escalerilla. Eve ha hecho un trabajo magnífico…

– Apártate del ataúd. Ella es mía ahora y pronto dejará de existir.

Jane giró a la derecha hacia el túnel de donde procedía la voz. No pudo ver nada.

– ¿Aldo?

– Apártate del ataúd.

– ¿Por qué? -Se humedeció los labios-. Sal de debajo de tu roca y detenme.

Él se rió.

– ¿De debajo de mi roca? Ese refrán viene como anillo al dedo. Resulta que acabo de depositar un fardo molesto debajo de una roca. Bueno, él sólo estaba parcialmente debajo, principalmente estaba detrás. He tenido que conformarme con lo que he encontrado. No es fácil encontrar grandes rocas sueltas en estos túneles. Los ladrones que los excavaron los limpiaron muy bien.

Jane se quedó paralizada.

– ¿Él?

– No era tu Eve. Todavía, no. Tendrá que esperar su turno. Pero llegará muy pronto. Veamos, en tan sólo unos minutos…

Podía ser un farol.

– No te creo.

– Peor para ti. Será una sorpresa tan desagradable…


¡Dios!

Trevor se metió en el túnel para ir al saliente.

Sangre.

Degollado de oreja a oreja.

Corre más rápido.

Siguiente giro.

Más rápido.

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