IX

Reconocida la gravedad de los hechos relatados, la prudencia determinó que Joana Carda no se alojara en el célebre hotel, en cuyo tejado esperaban aún las redes, ahora en vano, que se posaran los estorninos. Fue una decisión inteligente, evitó, por lo menos, que pudiera confirmarse la alteración, por segunda vez, del dicho sobre el tiro y los conejos, que sería ahora caer, junto a los tres sospechosos, si no incriminados ya, una mujer con artes de esgrima metafísica. Pasado lo escrito a palabras menos barrocas y construcciones más ventiladas, lo que Joana Carda hizo fue instalarse algo más arriba, en el hotel Borges, en pleno corazón del Chiado, con su maleta y su vara de negrillo, que desgraciadamente no es telescopio plegable, de modo que la miran intrigadas las personas al pasar y, en la recepción del hotel, bromeando para disimular la real curiosidad, un empleado, respetuoso ciertamente, hará una discreta alusión a varas que no son bastones, a lo que Joana Carda le respondió con el silencio, en definitiva no hay ninguna ley conocida que prohíba a un cliente llevar a su habitación una rama de encina, menos aún un palito delgado, que no llega a los dos metros de largo, fácil de llevar en el ascensor y que, puesto en un rincón, casi no se ve.

José Anaiço y Joana Carda hablaron mucho, hasta después de ponerse el sol, imagínense, dieron al asunto todas las vueltas que se podían dar y concluyeron que, no habiendo nada de natural en él, las cosas ocurrían como si una normalidad nueva se hubiera instalado en vez de la normalidad antigua, pero sin convulsiones, agitación o mudanza de color, que, por otra parte, y de darse, tampoco explicarían nada. El error es sólo nuestro, con este gusto por dramas y tragedias, esa necesidad de coturno y gesto amplio, nos maravillamos, por ejemplo, ante un parto, aquella batahola de suspiros y gemidos, y gritos, el cuerpo que se abre como un higo maduro y lanza fuera otro cuerpo, y eso es maravilla, sí señor, pero no menor maravilla fue lo que pudimos ver, la eyaculación ardiente dentro de la mujer, la maratón mortífera, y luego la lentísima fabricación de un ser por sí mismo, cierto es que con ayudas, ese que será, para no ir más lejos, este que esto escribe, irremediablemente ignorante de lo que le aconteció entonces y también, confesémoslo, no muy sabedor de lo que ahora le acontece. Joana Carda no sabe y no puede decir más, Estaba la vara en el suelo, hice la raya con ella, si estas cosas suceden por haberla hecho, quién soy yo para jurarlo, por eso es necesario que vayamos a ver, debatieron y volvieron a debatirlo, anochecía ya cuando se separaron, ella para el Borges de encima, él para el Bragança de abajo, y va mordido de remordimientos José Anaiço, que no tuvo alma para interesarse por los amigos, ingrato, bastó que apareciera una mujer narradora de historias fantásticas y se quedó toda la tarde oyéndola, Ahora es necesario ir y ver, repetía ella, modificando ligeramente la frase, quizá para convencerlo de una vez, en muchos casos es la única solución, decirlo de otra manera. A la entrada del hotel José Anaiço alza los ojos, de estorninos ni rastro, la sombra alada que pasó, rápida y blanda como una discreta caricia, fue un murciélago a la caza de mosquitos y polillas. El paje del pasamanos tiene la lámpara encendida, está allí para dar la bienvenida, pero José Anaiço ni siquiera posa en él una mirada aburrida, mala noche va a pasar si Pedro Orce y Joaquim Sassa no han vuelto.

Habían vuelto. Esperan en la sala, sentados en las mismas sillas en las que Joana Carda y José Anaiço se habían sentado, aunque haya quien no crea en coincidencias, cuando coincidencias es lo que más se encuentra y se prepara en este mundo, si no son las coincidencias la propia lógica del mundo. José Anaiço se detiene a la entrada del salón, parece como si todo fuera a repetirse, pero ahora no, el suelo de tablas permaneció firme los cuatro pasos de distancia son sólo una distancia de cuatro pasos, no un vacío interestelar ni un salto de vida o muerte, las piernas se movieron por sí mismas, después hablaron las bocas para decir lo esperado, Fuiste a buscarnos, preguntó Joaquim Sassa, pero a una pregunta tan simple no puede responder José Anaiço con sencillez, Sí o No, ambas palabras serían verdaderas, ambas mentirían, costaría mucho explicarlo, por eso hizo su propia pregunta, tan legítima y natural como la otra, Dónde diablos os habéis metido tantas horas. Se ve que Pedro Orce está cansado, no es extraño, la edad, digan lo que digan los obstinados, pesa, y hasta un hombre joven y vigoroso hubiera salido deshecho de las manos de los médicos, prueba tras prueba, análisis, radiografías, cuestionarios, golpecitos de martillo en los tendones, sondajes en los oídos, exámenes de retina, electroencefalogramas, no es extraño que los párpados le pesen como plomo, Me caigo de sueño, dice, estos sabios portugueses por poco me matan. Se decidió allí mismo que Pedro Orce no saldría de la habitación hasta la hora de la cena, que bajaría entonces para tomar un caldito de gallina y una pechuga, pese a no ser grande su apetito, le parecía tener el estómago lleno aún de la papilla radiológica, Pero a ti no te hicieron ninguna radiografía de estómago, observó Joaquim Sassa, Pues no, pero es como si me la hubieran hecho, la sonrisa de Pedro Orce era tan desmayada como una rosa marchita. Te quedas descansando, dijo José Anaiço, Joaquim y yo nos vamos a cenar a un restaurante cualquiera, hablaremos de lo que ha pasado y cuando volvamos llamamos a tu puerta, a ver cómo estás, No llaméis, lo más seguro es que ya esté durmiendo, lo que quiero ahora es dormir doce horas de un tirón, hasta mañana, y se retiró arrastrando los pies. Pobre hombre, en qué andanzas lo metemos, eso lo dijo José Anaiço, También a mí me han molido a preguntas y pruebas, pero no hay comparación con lo que le han hecho a él, esto me recuerda un cuento que leí hace años, Inocente entre Doctores se titulaba, De Rodrigues Miguéis, Exacto.

Ya en la calle decidieron dar una vuelta en el Dos Caballos, era aún temprano para cenar, y podrían charlar a gusto. La desorientación es absoluta, empezó Joaquim Sassa, se agarran a nosotros porque no tienen nada más, es decir, ahora empiezan a tener demasiado, seguramente por las noticias de la televisión, ayer, y por los diarios de hoy, has visto los titulares de los de la tarde, están locos, ha empezado a echárseles encima una lluvia de gente que jura que también nota el tembleque de la tierra, y que al tirar cantos al río salió una ninfa y que los periquitos domésticos hacen ruidos extraños, Siempre es así, la noticia produce noticias, pero es probable que a nuestros periquitos no los volvamos a ver, Por qué, qué ha ocurrido, Creo que han desaparecido, Simplemente así, sin más ni menos, después de no dejarte ni a sol ni a sombra durante una semana, Eso es lo que parece, Los viste, Los vi, atravesaron el río hacia el sur y no han vuelto, y cómo supiste que se iban definitivamente, estabas en la ventana de la habitación, No, fui a un jardín aquí cerca, Pues en vez de eso, bien podías andar buscándonos a ver qué nos pasaba, Era ésa mi idea, pero luego fui al jardín y me quedé allí, Tomando el fresco, Hablando con una mujer, Ah, vamos, buen amigo nos has salido tú, nosotros de calvario y tú de ligue, como no pudiste meterle mano a la arqueóloga de Granada, ahora te desquitas, No era arqueóloga, era antropóloga, Es igual, Esta es astrónoma, No fastidies, La verdad es que no sé qué es, eso de astrónoma viene de algo que le dije, Bueno, la historia es tuya, no tengo por qué meterme en la vida de los demás, Claro que tienes, lo que me contó tiene mucho que ver con lo nuestro, Ah, es una de esas de las piedras, No, Entonces siente temblores, Sigues sin acertar, El canario mudó de color, Mira amigo, ironizando así no llegas, Perdona, es que estoy fastidiado, no logro quitarme de la cabeza que no nos hayas buscado, Ya te dije que ésa era mi intención, pero apareció la mujer precisamente cuando me disponía a salir, iba a empezar por la embajada de España, apareció y tenía una historia que contar, venía con una vara en la mano, traía un maletín, llevaba pantalones y chaqueta azul, tiene el pelo negro, la piel muy blanca, los ojos no sé bien, es difícil decirlo, Interesantes detalles para la historia peninsular, sólo te falta decirme que era guapa, Lo es, joven, Digamos que sí, que es joven, aunque ya no es precisamente una chiquilla, Por lo visto, te has enamorado, Eso es decir demasiado, pero sentí que el suelo oscilaba, Nunca he oído hablar de ese efecto, Calma, A no ser que hubieras bebido de más y no te acuerdas, Calma, Pues sí, calma, a ver, qué quería la Mujer de Ojos No Sé Bien, y qué palo era ése, El palo es de negrillo, Poco sé de botánica, qué es un negrillo, Como un olmo, y si me permites hacer un comentario circunstancial, te diré que tienes una técnica de interrogatorio excelente. Joaquim Sassa se echó a reír, Debo de haberla aprendido hoy con esos buenos maestros que me fastidiaron, perdona, sigue con la historia de la mujer esa, tiene algún nombre, aparte de Ojos No Sé Bien, Se llama Joana Carda, Está presentada, vamos ahora al asunto, Imagina que te encuentras un palo en el camino y que, por distracción o sin ningún motivo especial, haces con él una raya en el suelo, Eso lo hice muchas veces de niño, y qué pasó, Nada, nunca pasa nada, y, realmente, es una pena, Imagínate ahora que esa raya produjera, por un efecto mágico o causa equivalente, una falla en los Pirineos, y que los susodichos Pirineos se rompen de arriba abajo y la Península Ibérica empieza a navegar mar adentro, Tu Joana está loca, Ya hubo alguna, pero ésta no ha venido a Lisboa para decimos que la península se separó de Europa porque ella hiciera una raya en el suelo, Gracias, Dios mío, aún queda sensatez en el mundo, Lo que dice es que la raya no desaparece, ni con el viento, ni echándole agua encima, ni raspando, ni barriendo con una escoba, ni pisoteándola, Tonterías, Tanto como ser tú el mayor lanzador de peso de todos los tiempos, seis kilos sin trampa a quinientos metros, ni Hércules, pese a ser medio dios, conseguiría batir tu récord, Quieres que crea que una raya hecha en el suelo, en tierra, porque fue en tierra, no, se mantiene pese al viento, al agua, a la escoba, Y si le metes una azada, vuelve a formarse, Imposible, No eres original, también yo dije esa palabra, y Juanita de los Ojos de No Sé Bien se limitó a responder, Sólo Allí Yendo A Ver, o Sólo Yendo Allí A Ver, no lo sé bien. Se calló Joaquim Sassa, entonces iban por Cruz Quebrada, qué sacrílego caso se ocultará en estas palabras hoy inocuas, y José Anaiço dijo, Todo esto sería absurdo si no estuviera ocurriendo, y Joaquim Sassa preguntó, Estará ocurriendo realmente.

Había aún alguna luz del día, poca, pero la suficiente para poder ver el mar hasta el horizonte, desde este alto del que se baja para Caxias se alcanza toda la dimensión de las grandes aguas, tal vez por eso murmuró José Anaiço, Son otras, y Joaquim Sassa, que no podía saber de qué otras se trataba, preguntó, Quiénes, Las aguas, esta agua son otras, así se transforma la vida, cambia y no nos damos cuenta, estábamos quietos y creíamos que no habíamos cambiado, ilusión, puro engaño, íbamos con la vida. El mar batía con fuerza contra el paredón de la carretera, no era sorprendente, también estas olas son otras, habituadas a tener libertad de movimientos, sin testigos, salvo cuando pasaba un minúsculo barco, no el leviatán de ahora, que va empujando al océano. Dijo José Anaiço, Cenamos ahí, en Paço de Arcos, luego volvemos al hotel, a ver cómo está Pedro, Pobre hombre, por poco acaban con él. Dejaron a Dos Caballos en una calle lateral, fueron en busca de un restaurante, pero, antes de entrar, Joaquim Sassa dijo, Durante las pruebas y los interrogatorios oí algo en lo que nunca habíamos pensado, fue sólo una palabra pero bastó, quien la dijo quizá creería que yo no estaba atento, Qué es, Hasta ahora, la península, ya sé que no es ya península, pero cómo diablos vamos a llamarla, se ha desplazado prácticamente en línea recta, entre los paralelos treinta y seis y cuarenta y tres, Y eso qué, Tal vez seas un buen profesor de otras materias, pero de geografía no andas muy bien, No entiendo, Entenderás si recuerdas que las Azores están situadas entre los paralelos treinta siete y cuarenta, Diablo, Llámalo, llámalo, La península va a chocar con las islas, Exacto, Será la mayor catástrofe de la historia, Quizá sí, quizá no, y, como has dicho hace un momento, todo eso sería absurdo si no estuviese ocurriendo, ahora vamos a cenar.

Se sentaron a la mesa, eligieron los platos, Joaquim Sassa tenía hambre, se lanzó sobre el pan, la mantequilla, las aceitunas, el vino, con una voracidad de la que su sonrisa pedía disculpas, Es la última cena del condenado a muerte, sólo unos minutos después preguntó, y la del palo, dónde está ahora, Se aloja en el hotel Borges, en el Chiado, Creí que era de Lisboa, En Lisboa no vive, eso me dijo, pero no dijo dónde ni se lo pregunté, debió pensar que iríamos con ella, Para qué, Para ver la raya en el suelo, También tú tienes dudas, No creo tener dudas, pero quiero verlo con mis propios ojos y tocarlo con mis manos, Eres como el hombre del burro Platero, entre las sierras Morena y Aracena, Si lo que dice ella es verdad, más veremos nosotros que Roque Lozano, que no va encontrar sino agua cuando llegue a su destino, Cómo sabes que se llama Roque Lozano, no recuerdo que le preguntásemos el nombre, el del burro sí, pero no el suyo, Debo de haberlo soñado, y Pedro querrá acompañamos, Un hombre que siente temblar el suelo bajo sus pies necesita compañía, Como el hombre que ha notado que oscila un suelo de tablas, Haya paz, El pobre Dos Caballos empieza resultar pequeño para tanta gente, cuatro personas con equipaje, aunque sea de explorador, y ya va para viejo el pobre coche, Nadie logra pasar de su último día, Eres un sabio, Menos mal que te has convencido, Parecía que habían acabado nuestros viajes, que cada uno se iba a su casa, a la vida de todos los días, Vamos a la vida de estos días, a ver qué da de sí, Mientras la península no choque contra las Azores, Si ése es el fin, hasta entonces tenemos vida garantizada.

Acabaron de cenar, volvieron al camino sin prisas, con el trote corto de Dos Caballos, en la carretera había poco tráfico, quizá por las dificultades de aprovisionamiento de gasolina, suerte tenían con la frugalidad de aquel motor, Pero no estamos libres de quedamos tirados por ahí, entonces sí que se acabó el viaje, observó Joaquim Sassa, y súbitamente recordando, Por qué dijiste que los estorninos se han ido definitivamente, Cualquiera ve la diferencia entre un adiós y un hasta luego, y lo que yo vi fue un adiós, Pero por qué, No lo sé decir, pero hay una coincidencia, los estorninos se fueron en cuanto apareció Joana, Joana, Así se llama, Podías haber dicho la mujer esa, la chica, la muchacha, así se expresa el pudor masculino cuando decir el nombre de una mujer podría resultar demasiado íntimo, Comparado con tu sabiduría, yo estoy aún en el parvulario, pero, como acabas de comprobar, dije su nombre con toda naturalidad, prueba de que mi intimidad no tiene nada que ver con el caso, Salvo si resultas mucho más maquiavélico de lo que aparentas, intentando probar lo contrario de lo que realmente piensas o sientes para que yo crea que lo que sientes o piensas es precisamente lo que pareces querer probar, no sé si queda claro, No queda claro, pero es igual, claridad y oscuridad son la misma sombra y la misma luz, lo oscuro es claro, lo claro es oscuro, y en cuanto a que alguien sea capaz de decir realmente con exactitud lo que siente o piensa, te ruego que no lo creas, no es porque no se quiera, es porque no se puede, Entonces por qué las personas hablan tanto, Eso es lo único que podemos hacer, hablar, hablar, o ni siquiera hablar, todos son experimentos y tentativas, Se fueron los estorninos, vino Joana, se fue una compañía, otra llegó, puedes decir que eres hombre de suerte, Eso aún falta verlo.

En el hotel había un recado de Pedro Orce para Joaquim Sassa, su compañero de tormentos, No me despertéis, otro de Joana Carda, telefónico, para José Anaiço, Es todo verdad, no lo soñó. Por encima del hombro de José Anaiço la voz de Joaquim Sassa pareció sonar burlona, Doña Ojos No Sé Bien te asegura que es real, en consecuencia, no pierdas el tiempo soñando con ella esta noche. Subían la escalera hacia las habitaciones, José Anaiço dijo, Mañana, temprano, le telefonearé para decirle que iremos con ella si estás de acuerdo, Lo estoy, y no hagas mucho caso de lo que te digo, en el fondo, ya se sabe, lo que me hace hablar es la envidia, Envidiar apariencias es trabajo perdido, Mi sabiduría me está susurrando que todo es apariencia, que nada es, y con eso tenemos que contentamos, Buenas noches, sabio, Sueños felices, compañero.

Загрузка...