IV

Este olivo es cordovil, o cordovío, o cordobés, tanto da, que estos tres nombres se usan, sin diferencia, en tierra portuguesa, y a la aceituna que genera, por tamaño y hermosura, la llamaríamos aquí aceituna reina, pero cordobesa no, aunque estamos más cerca de Córdoba que de la frontera del más allá. Parecen pormenores excusados, cosas superfluas, vocalizaciones melismáticas, artificios ornamentales de un canto llano que sueña con alas de música plena, cuando mucho más importaría hablar de estos tres hombres que están sentados bajo el olivo, uno es Pedro Orce, otro Joaquim Sassa, el tercero es José Anaiço, sucesos prodigiosos o deliberadas manipulaciones los habrán reunido en este lugar. Pero decir que es cordovil el olivo servirá, al menos, para observar hasta qué extremos pecaron por omisión, por ejemplo, los evangelistas cuando se limitaron a escribir que Jesús maldijo la higuera, parece que debiera bastamos la información y no nos basta, no señor, porque, pasados veinte siglos, no sabemos aún si el árbol desgraciado daba higos blancos o negros, tempranillos o tardíos, de capirota o gota-de-miel, no es que con esta carencia vaya a padecer la ciencia cristiana, pero la verdad histórica seguro que sufre. Es cordovil, pues, el olivo, y están sentados tres hombres debajo. Tras los cerros, pero no visible desde aquí, hay una aldea donde Pedro Orce vivió, y por una casualidad, primera de ellas, si lo es, tienen él y ella el mismo nombre, lo que no quita ni pone verosimilitud al cuento, que un hombre puede llamarse Cabeza de Vaca o Maltiempo y no ser carnicero ni meteorólogo. Ya hemos dicho que son azares, y manipulaciones, pero de buena fe.

Están sentados en el suelo, en medio de ellos suena la voz gangosa de una radio que debe de tener ya las pilas cansadas, y lo que está diciendo el locutor es esto, De acuerdo con las últimas mediciones, la velocidad de dislocación de la península se ha estabilizado en unos setecientos cincuenta metros por hora, unos dieciocho kilómetros por día, no parece mucho, pero si hacemos cuentas detalladas, eso quiere decir que cada minuto nos apartamos doce metros y medio de Europa, y aunque debemos evitar caer en alarmismos disolventes, la situación es realmente preocupante, Y todavía lo sería más si dijeses que cada segundo son dos centímetros y pico, comentó José Anaiço que, aunque rápido en cálculo mental, no puede llegar a décimas y centésimas, Joaquim Sassa le pidió que se callara, quería oír al locutor, y valía la pena, Según informaciones recién llegadas a nuestra redacción, ha aparecido una gran brecha entre La Línea y Gibraltar, razón por la que se prevé, teniendo en cuenta las consecuencias hasta ahora irreversibles de las fracturas, que el Peñón se va a quedar aislado en medio del mar, y si esto acontece no culpemos a los británicos, la culpa, sí, la tenemos nosotros, la tiene España, por no haber sabido recuperar a tiempo ese pedazo sagrado de patria, ahora es tarde, él mismo nos abandona, Este hombre es un artista de la palabra, dijo Pedro Orce, pero el locutor había cambiado ya de tono, dominando la emoción, El gabinete del primer ministro de la Gran Bretaña distribuyó una nota en la que el gobierno de Su Majestad Británica reafirma lo que llama sus derechos sobre Gibraltar, confirmados ahora por el hecho indiscutible de que The Rock esté separándose de España, con lo que quedan unilateral y definitivamente suspendidas todas las negociaciones dirigidas a una eventual, aunque problemática, transferencia de soberanía, Tampoco ahora acaba el imperio británico, dijo José Anaiço, En declaración ante el Parlamento, la oposición de Su Majestad exigió que el futuro lado norte de la nueva isla sea rápidamente fortificado a fin de que la roca sea, en todo su perímetro, un bastión inexpugnable, orgullosamente aislado en medio del Atlántico ahora ampliado, como símbolo del inmortal poder de Albión, Están locos, murmuró Pedro Orce, mirando las alturas de la sierra de Sagra ante él, Por su parte, el gobierno, intentando reducir el impacto político de la reivindicación, respondió que Gibraltar, en las nuevas condiciones geoestratégicas, seguirá siendo una de las joyas de la corona de Su Majestad Británica, fórmula que, como la Carta Magna, tiene la magna virtud de satisfacer a todos, de este final irónico es responsable el locutor, que se despidió, Volveremos a dar noticias, salvo imprevisto, dentro de una hora. Una bandada de estorninos pasó como un tifón sobre la colina árida, vruuuuuu, Son los tuyos, preguntó Joaquim Sassa, e, incluso sin mirar, José Anaiço respondió, Son los míos, tiene la obligación de saberlo, desde aquel primer día, en los verdes campos de Ribatejo, casi no se habían separado, sólo para comer y dormir, el hombre no se alimenta de gusanos o granos perdidos, el pájaro duerme en los árboles, sin sábanas. La bandada dio una amplia vuelta, estremecida, las alas vibrantes, los picos bebiendo el aire y el sol, y el azul, las pocas nubes, blancas y acastilladas, navegan en el espacio como galeones, los hombres, éstos y todos los demás, miran estas cosas diversas y, como de costumbre, no acaban de entenderlas.

No fue para oír, en buena compaña, una radio de pilas para lo que, llegados de tan diferentes lugares, aquí se juntaron Pedro Orce, Joaquim Sassa y José Anaiço. Sabemos desde hace tres minutos que Pedro Orce vive en la aldea oculta tras estos accidentes, sabíamos desde el principio que Joaquim Sassa vino de una playa del norte de Portugal, y José Anaiço, ahora lo sabemos a ciencia cierta, por los campos de Ribatejo andaba paseando cuando tropezó con los estorninos, y lo habríamos sabido de inmediato si hubiésemos prestado atención suficiente a los pormenores del paisaje. Falta ahora saber cómo se encontraron los tres y por qué andan clandestinos por aquí, bajo un olivo, el único del lugar, entre raros y confusos árboles enanos que se agarran al suelo blanco, el sol reverbera en toda la llanura, el aire se estremece, es el calor andaluz, pese a estar en medio de un ruedo de montañas cobramos consciencia repentina de estas materialidades, entramos en el mundo real, o fue él quien nos echó abajo la puerta.

Pensándolo bien, no hay un principio para las cosas y para las personas, todo lo que un día comenzó había comenzado antes, la historia de esta hoja de papel, tomemos el ejemplo más próximo de las manos, para que sea verdadera y completa tendría que ir remontándose hasta los principios del mundo, aposta se ha usado el plural en vez del singular, y aun así dudemos, que esos principios principios no fueron sólo puntos de paso, rampas de caída, pobre cabeza nuestra, sujeta a tales tirones, admirable cabeza pese a todo, que por todas las razones es capaz de enloquecer menos por ésa.

No hay, pues, principio, pero hubo un momento en que Joaquim Sassa salió de donde estaba, playa del norte de Portugal, tal vez Afife, la de las piedras enigmáticas, tal vez A-ver-o-Mar, mejor ésta, porque tiene el más perfecto nombre de playa que se pueda imaginar, poetas y novelistas de libros no serían capaces de inventar uno así. De allí vino Joaquim Sassa por haber oído que un tal Pedro Orce de España sentía temblar el suelo bajo sus pies cuando el suelo no temblaba, es muy natural curiosidad de quien tiró una piedra pesada al mar con fuerza que no tenía, sobre todo cuando se está arrancando la península de Europa sin conmoción ni dolor, como un pelo que silenciosamente cae, por simple voluntad de Dios, a lo que dicen. Se echó al camino, en su Dos Caballos viejo, no se despidió de la familia doloridamente, que familia no tiene, y tampoco dio cuenta al jefe de la oficina donde trabaja. Es tiempo de vacaciones, puede ir y volver sin licencia, ahora ya ni pasaporte exigen en la frontera, se enseña sólo el carnet de identidad y es nuestra la península. Sobre el asiento, al lado, lleva la radio de pilas, se distrae oyendo música, el parloteo de los locutores, suave y adormecedor como una canción de cuna acústica, irritante de súbito, eso era en los tiempos normales, ahora el éter está surcado por palabras febriles, las noticias que llegan de los Pirineos, el éxodo, el paso del mar Rojo, la retirada de Napoleón. Aquí, en las carreteras del interior, el tráfico es escaso, nada comparable a lo del Algarve, aquella confusión y convulsión, y en Lisboa, en las autopistas del sur y del norte, el aeropuerto de Portela más bien parece una plaza sitiada, un asalto de hormigas, limaduras de hierro atraídas por el imán. Joaquim Sassa va tranquilamente, por los sombreados caminos de la Beira, lleva como destino una aldea llamada Orce, en la provincia de Granada, país de España, donde vive el tal hombre de quien se ha hablado en televisión, Voy a saber si existe alguna relación entre lo que me ocurrió a mí y eso de sentir la tierra temblando bajo los pies, uno se pone a pensar, junta las cosas todas entre sí, casi siempre se equivoca, a veces acierta, una piedra tirada al mar, el suelo que tiembla, una cordillera que se abre. Joaquim Sassa va también entre montañas, aunque no se pueden comparar éstas con las de aquellos titanes, pero de repente se inquieta, y si ocurriera lo mismo aquí, que se abriera la sierra de Estrela, que se hundiera el Mondego en las profundidades, los chopos otoñales sin espejo en el que mirarse, el pensamiento se le ha vuelto poético, ya pasó el peligro.

En este momento se interrumpe la música, el locutor lee noticias, no varían mucho, la única novedad, aunque relativa, procede de Londres, el primer ministro ha acudido a la Cámara de los Comunes para afirmar, categóricamente, que la soberanía británica sobre Gibraltar no admitía discusión, cualquiera que fuese la distancia que separa la Península Ibérica de Europa, a lo que el leader de la oposición añadió una formal garantía, esto es, La más leal colaboración de nuestros escaños y de nuestro partido en este gran momento histórico que vivimos, pero añadió a su discurso una cierta ironía que hizo reír a los diputados, El señor primer ministro ha incurrido en un error grave al llamar península a aquello que es hoy ya, sin duda alguna, isla, aunque sin la firmeza de la nuestra, of course. Los diputados de la mayoría aplaudieron la conclusión y cambiaron sonrisas complacientes con los adversarios, para unir a los políticos no hay nada como el interés de la patria, verdad incontrovertible. Joaquim Sassa sonrió también, Qué teatro, y de repente se le cortó la respiración, el locutor había dicho su nombre, Se ruega a don Joaquim Sassa, de viaje por alguna parte del país, repetimos, se ruega a don Joaquim Sassa, por favor, lo pedían por favor, que se presente urgentemente ante el gobernador civil más próximo del lugar donde se encuentre, a fin de colaborar con las autoridades en el esclarecimiento de las causas de la ruptura geológica sobrevenida en los Pirineos, pues las autoridades competentes tienen la convicción de que dicho señor Sassa dispone de información de interés nacional, repetimos el llamamiento, Se ruega a don Joaquim Sassa, pero el señor Sassa no escuchaba ya, tuvo que parar el coche para recobrar la serenidad, la sangre fría, con las manos temblándole de modo que ni conducir podía, los oídos zumbándole como una caracola. Vaya por Dios, y cómo se habrán enterado de lo de la piedra, en la playa no había nadie, al menos que yo viera, y no he hablado del asunto, que me tomarían por mentiroso, seguro que había alguien observándome, pero quién se va a fijar en uno que tira piedras al agua, pues ya ve, en mí se fijaron, mala suerte, y luego sabemos lo que pasa, uno se lo dice al otro y añade éste lo que imaginó y no llegó a ver, cuando esta historia llegó a oídos de las autoridades ya la piedra debería de ser de mi tamaño, por lo menos, y ahora qué voy a hacer. No iba a responder a la llamada, no se presentaría a ningún gobernador civil ni militar, imagínense qué conversación tan absurda, el despacho cerrado, la grabadora grabando, Señor Sassa, usted tiró una piedra al mar, Sí, la tiré, y cuánto supone que pesaría, No sé, tal vez dos o tres kilos, O más, Sí, podían ser más, Aquí tiene unas piedras, pruebe con ellas y dígame cuál se aproxima en peso a la piedra que tiró, Ésta, Vamos a pesarla, así, bien, pues haga el favor de comprobarlo con sus propios ojos, No pensé que fuese tanto, cinco kilos y seiscientos gramos, Dígame ahora, le ha ocurrido alguna vez un caso parecido a éste, Nunca, Está seguro, Absolutamente, No sufre perturbaciones mentales o nerviosas, epilepsia, sonambulismo, trances de diverso tipo, No señor, Y en su familia, hay o hubo casos semejantes, No señor, Luego haremos un electroencefalograma, intente ahora hacer fuerza en este aparato, aquí, Qué es, Un dinamómetro, haga toda la fuerza que pueda, No puedo más, Sólo esto, Nunca fui hombre de mucha musculatura, Señor Sassa, usted no puede haber tirado aquella piedra, Lo mismo digo yo, pero la tiré, Sabemos que la tiró, hay testigos, gente de toda confianza, por eso tiene que decirnos cómo lo consiguió, Se lo he explicado ya, iba por la playa, vi la piedra, la levanté y la tiré, No puede ser, Los testigos lo han confirmado, Es verdad, pero los testigos no pueden saber de dónde le vino esa fuerza, usted sí debe saberlo, Le he dicho ya que no lo sé, La situación, señor Sassa, es muy grave, aún más, gravísima, la ruptura de los Pirineos no se explica por causas naturales, de ser así estaríamos metidos en una catástrofe planetaria, y a partir de esa evidencia hemos empezado a investigar casos insólitos ocurridos en estos últimos días, el suyo es uno de ellos, Dudo que tirar una piedra al mar pueda ser causa de que se rompa un continente, No quiero entrar en vanas filosofías, pero respóndame si ve alguna relación entre el hecho de que un mono haya bajado de un árbol hace veinte millones de años y la fabricación de una bomba nuclear, La relación es, precisamente, esos veinte millones de años, Buena respuesta, pero imaginemos ahora que es posible reducir a horas el tiempo entre una causa, que en este caso sería el lanzamiento de esa piedra, y un efecto, que es la separación de Europa, en otras palabras, imaginemos que, en condiciones normales, esa piedra tirada al mar no produce efectos hasta dentro de veinte millones de años, pero que, en otras circunstancias, precisamente las de la anormalidad que estamos investigando, el efecto se comprueba al cabo de pocas horas, o días, Es pura especulación, la causa puede ser otra, O un conjunto concomitante de ellas, Entonces va a tener que investigar otros casos insólitos, Es lo que estamos haciendo, y los españoles también, como el del hombre que siente temblar la tierra, Por ese camino, después de examinar los casos insólitos, tendrán que pasar a los casos sólitos, Casos qué, Sólitos, Qué quiere decir esa palabra, Sólito es lo contrario de insólito, es su antónimo, Pasaremos de los insólitos a los sólitos si es preciso, tenemos que descubrir la causa, Van a tener mucho que examinar, Estamos empezando, dígame de dónde sacó su fuerza. Joaquim Sassa no respondió, hizo enmudecer la imaginación, porque el diálogo amenazaba con volverse circular, ahora tendría que repetir, No lo sé, y el resto sería igual, con algunas variantes, pero mínimas, sobre todo formales, pero ahí precisamente debería andar con más cautela, porque, como se sabe, por la forma se llega al fondo, por el continente al contenido, por el sonido de la palabra a su significado.

Puso a Dos Caballos en movimiento, al paso, si tal se puede decir de un automóvil, quería pensar, precisaba pensar maduramente. Había dejado de ser un viajero vulgar camino de una frontera, hombre común sin cualidades ni importancia, ahora no, probablemente en este momento estarían imprimiendo carteles con su retrato, y los datos personales, Wanted en grandes letras rojas, la caza del hombre. Miró el retrovisor y vio un coche de la policía de carreteras, venía tan rápido que parecía quererle entrar por la ventana trasera, Me han visto, dijo, y aceleró pero corrigió de inmediato, sin frenar, todo innecesario, el coche de la policía pasó en tromba, debía de ir a algún servicio determinado, ni lo miraron, no podían adivinar los apresurados policías quién iba allí, Dos Caballos hay muchos, parece una contradicción matemática, pero no lo es. Joaquim Sassa volvió a mirar el retrovisor, ahora para verse a sí mismo, reconocer el alivio en sus ojos, para poco más daba el espejo, un pedacito de rostro, así es difícil saber a quién pertenece, a Joaquim Sassa, ya lo sabemos, pero Joaquim Sassa quién es, un hombre aún joven, tendrá treinta y tantos años, más cerca de los cuarenta que de los treinta, llega un día que no se puede evitar, cejas negras, ojos castaños a la portuguesa, nítida la línea de la nariz, son facciones realmente comunes, sabremos más de él cuando se vuelva hacia nosotros. No obstante, pensó, es sólo una llamada de la radio, lo peor va a ser en la frontera, y para colmo, este apellido mío, Sassa, hoy me convenía ser un Sousa cualquiera, como el otro de Collado de Perthus, un día miró en el diccionario si la palabra existía, Sassa, no Sousa, y qué significaba, se enteró de que era un árbol corpulento de Nubia, lindo nombre, de mujer, Nubia, está junto al Sudán, África Oriental, página noventa y tres del atlas, Y esta noche, dónde voy a dormir, en un hotel ni soñarlo, están siempre con la radio puesta, a estas horas ya toda la hostelería portuguesa debe de andar con el ojo encima de quienes piden habitación para una sola noche, refugio de perseguidos, es fácil imaginar la escena, Bien, sí señor, tenemos un excelente cuarto libre, en el segundo piso, el doscientos uno, Pimenta, acompaña al señor Sassa, y cuando se hubiese echado a descansar, vestido aún, el gerente, nerviosísimo, al teléfono, Aquí tengo al tipo ese, vengan en seguida.

Paró Dos Caballos en el arcén, salió a desentumecer las piernas y a refrescar el pensamiento, que sin embargo no supo ser buen consejero al proponerle una irregularidad, Te quedas en una ciudad más populosa, que tiene de esas comodidades, buscas una casa de putas, pasas la noche con una, ahí no te van a pedir carnet de identidad, con tal de que pagues, y si no te apetece recrear la carne, con las preocupaciones, al menos podrás dormir, hasta es posible que te resulte más barato que el hotel, Absurdo, respondió Joaquim Sassa a la propuesta, la solución va a ser dormir en el coche, ahí en un camino apartado, Y si aparecen unos vagabundos, unos bergantes, o gitanos, si te atracan y te roban, si te matan, Estas tierras son tranquilas, Y si viene un incendiario de oficio o de manía y pega fuego a los pinares, estamos en tiempo de incendios, te quedas cercado por las llamas y mueres abrasado, que ha de ser la peor de las muertes, según he oído decir, recuerda los mártires de la Inquisición, Absurdo, volvió a decir Joaquim Sassa, está decidido, duermo en el coche, y se calló su pensamiento, se calla siempre cuando la voluntad es firme. Todavía era temprano, podía recorrer cuarenta o cincuenta kilómetros más por esas sinuosas carreteras, acamparía cerca de Tomar, o de Santarem, en uno de esos caminos de tierra que dan acceso a los cultivos, con rodadas profundas que fueron de carros de bueyes y son hoy de tractores, de noche nadie pasa, en cualquier lado se puede esconder a Dos Caballos, Hasta puedo dormir a la intemperie, con el calor que hace, a esta idea no responde el pensamiento, pero la desaprueba.

No paró en Tomar, no llegó a Santarem, cenó de incógnito en una villa a las orillas del Tajo, la gente del campo es curiosa de natural, pero no hasta el punto de preguntarle a un viajero a quemarropa, Oiga, cómo se llama, si se demorara por aquí, entonces sí, en poco tiempo le averiguarían la vida pasada y el destino futuro. Estaba puesta la televisión mientras Joaquim Sassa cenaba, vio el final de una película sobre la vida submarina, con cardúmenes de pez menudo, rayas ondulantes y morenas sinuosas, y un ancla antigua, luego empezaron los anuncios, unos de montaje percutidor, rápidos, otros sabiamente lentos, con una voluptuosidad hecha de experiencia, las voces eran de niños que gritaban mucho, de adolescentes inseguras de tono, o de mujeres un poco roncas, todos los hombres de barítono y viriles, en los fondillos de la casa ronca un puerco, criado con el agua de lavar los platos y los restos de la comida. Al fin dieron las noticias y Joaquim Sassa se estremeció, estaba perdido si mostraban una foto suya. Leyeron la llamada, pero no apareció la foto, a fin de cuentas no andaban buscando a un criminal, sólo se le pedía, con mucha insistencia y buenos modos, que diera señal de vida, sirviendo así a los supremos intereses nacionales, ningún patriota digno de este nombre se hurtaría al cumplimiento de un deber tan simple, presentarse a la autoridad para declarar. Había otras tres personas en el comedor, un matrimonio de edad y, en otra mesa, el típico hombre de quien siempre se dice, Debe de ser un viajante.

La charla se interrumpió cuando se oyeron las primeras noticias de los Pirineos, el cerdo seguía roncando pero nadie lo oía, y, todo esto en un solo instante, el dueño de la casa se subió a una silla para dar más volumen, la chica que servía las mesas se quedó parada con los ojos muy abiertos, los clientes dejaron cuidadosamente los cubiertos junto al plato, no era para menos, en la pantalla se veía un helicóptero, filmado desde otro helicóptero, entrando ambos por el terrible canal para mostrar las paredes altísimas, tan altas que apenas se veía el cielo allá arriba, una cintita azul, Qué barbaridad, hasta mareo da, dijo la chica, y el patrón, Cállate, mostraban ahora, a la luz de los proyectores, la garganta abierta, así debió ser la entrada al infierno griego, pero donde debería ladrar Cerbero gruñe un puerco, las mitologías no son ya lo que eran. Estas dramáticas imágenes, recitaba el locutor, tomadas con auténtico riesgo de vida, la voz se volvió pastosa, engolada, los dos helicópteros se transformaron en cuatro, fantasmas de fantasmas, Maldita antena, rezongó el amo del restaurante.

Cuando sonido e imagen se estabilizaron y fueron de nuevo inteligibles, los helicópteros habían desaparecido y el locutor leía la conocida llamada, ampliada ahora en general, Se ruega también a todos aquellos que sepan de casos extraños, de fenómenos inexplicables, de señales dudosas, que avisen de inmediato a las autoridades más próximas. Entonces, viéndose así directamente interpelada, la muchacha recordó lo que allí habían dicho de un cabrito que nació con cinco patas, cuatro negras y una blanca, pero el patrón contestó, Eso fue ya hace meses, tonta, cabritos con cinco patas y pollos con dos cabezas es de lo más frecuente, otra cosa es lo de los estorninos del maestro, Qué maestro y qué estorninos, preguntó Joaquim Sassa, El maestro del pueblo, se llama José Anaiço, desde hace días para donde quiera que vaya, va una bandada de estorninos, doscientos por lo menos, O más, corrigió el viajante, esta misma mañana los vi al llegar, andaban volando por encima de la escuela, y armaban tanto barullo de alas y gritos que era un fenómeno. Habló en este momento el señor de edad, Creo que tendríamos que informar al alcalde del caso ese de los estorninos, vamos, digo yo, Ya lo sabe, dijo el dueño, Lo sabe, pero no junta una cosa con otra, el culo y los calzones, si me permiten expresarme así, Y qué vamos a hacer, Mañana vamos a hablar con él, por la mañana, vale la pena que hablen de nosotros en la tele, es bueno para el comercio y la industria, Pero queda entre nosotros el secreto, no se le dice a nadie, Y dónde vive el maestro ese, preguntó Joaquim Sassa como quien no quiere la cosa, por eso el patrón, distraído, no pudo evitar que la chica se fuera de la lengua, En una casa justo al lado de la escuela, es la casa de los maestros, de noche hay luz en la ventana hasta muy tarde, y parecía haber cierta melancolía en la voz. Irritado, el dueño del restaurante le echó una bronca a la pobre camarera, Cállate de una vez, imbécil, vete a ver si el guarro tiene hambre, orden absurda entre las absurdas porque los cerdos a esta hora no comen, en general duermen, si éste tanto protesta quizá sea de ansias e inquietudes, también por esas caballerizas y cercados relinchan las yeguas y mueven la cabeza nerviosas, desasosegadas, y, de impaciencia, baten con las herraduras en los cantos rodados del suelo, despedazan la paja, Será la luna, es el diagnóstico del mayoral.

Joaquim Sassa pagó la cena, dio las buenas noches, dejó propina generosa en recompensa por la información que le había dado la muchacha, seguro que es el patrón quien se la mete en el bolsillo, por despecho ocasional, no porque sea su costumbre, la bondad de las personas no es mejor de lo que ellas son, también está sujeta a eclipses y contradicciones, raramente es constante, y éste es el caso de la moza, echada a gritos y que, al no poder dar de comer a un puerco que no tiene hambre, le acaricia el testuz entre los ojos, la palabra es castellana, pero se usa aquí porque falta en portugués. Es hermosa la noche, Dos Caballos descansa entre los plátanos, refrescando las ruedas entre el agua que fluye, perdida, de la fuente, y Joaquim Sassa lo deja allí, va a pie en busca de la escuela y la ventana iluminada, la gente no consigue esconder sus secretos aunque con palabras los quieran guardar, una súbita estridencia las denuncia, el súbito apagarse de una vocal los revela, cualquier espectador con experiencia de la voz y de la vida percibiría enseguida que la chica de la taberna está enamorada. La villa es sólo una aldea grande, en menos de media hora se va de lado a lado de las casas, pero no tendrá que andar tanto Joaquim Sassa, preguntó dónde estaba la escuela a un chiquillo que pasaba, no podía encontrar guía mejor, Va usted por esa calle, y al llegar a una plaza donde está la iglesia, coja a la izquierda, luego, recto siempre, no hay problemas, se ve la escuela inmediatamente, Y el maestro vive allí, Vive, sí señor, hay luz en la ventana, pero no había señal de amor en estas palabras, probablemente el chiquillo no es buen estudiante y la escuela es su primer purgatorio de pecador, pero la voz se le puso alegre de repente, no hay rencor en un niño, es lo que los salva, Y allí están los estorninos, nunca están callados, si no deja pronto los estudios, podrá aprender a componer las frases sin repetir tan seguidas las formas verbales.

Hay aún alguna claridad en medio del cielo, la otra mitad no se ha oscurecido del todo, el aire es azul como si estuviera amaneciendo. Pero en las casas ya están encendidas las luces, se oyen voces tranquilas, de gente cansada, el llanto discreto en el regazo, realmente la gente es muy inconsciente, la lanzan en una balsa al mar y siguen con sus vidas como si estuviesen en tierra firme para toda la eternidad, parloteando igual que Moisés cuando bajaba por el Nilo en su cestita de mimbre, jugando con las mariposas, con tanta suerte que no lo vieron los cocodrilos. En el fondo de una calle estrecha, entre muros, está la escuela, si Joaquim Sassa no estuviera avisado creería que era una casa como las otras, de noche todas son pardas, algunas también lo son de día, mientras tanto ha oscurecido, pero todavía tardarán un poco en encenderse los faroles de la calle.

Para no desmentir a la chiquilla enamorada y al muchachito de sentimientos reservados, la ventana tiene luz, y a ella llamó con los nudillos Joaquim Sassa, ahora los estorninos no arman tanto barullo, están acomodándose para la noche, con las disputas de costumbre, querellas de vecindad, pero pronto acaban aquietándose bajo las grandes hojas de la higuera en que se instalaron, invisibles, negros en medio de la oscuridad, más tarde saldrá la luna, entonces despertarán algunos tocados por los blancos dedos y se quedarán dormidos otra vez, no adivinan que van a tener que viajar hasta tan lejos. Desde dentro de la casa una voz de hombre preguntó, Quién es, y Joaquim Sassa respondió, Por favor, mágicas palabras que sustituyen toda identificación formal, el lenguaje está lleno de estos y otros enigmas aún más difíciles. Se abrió la ventana, no es fácil ver a quien vive en esta casa, así a contraluz, pero, en compensación, el rostro de Joaquim Sassa aparece completo, de algunos de sus rasgos hablamos antes, el resto no desentona, pelo castaño oscuro, liso, rostro magro, nariz muy común, los labios parecen gruesos sólo cuando habla, Perdone que venga a molestarle a estas horas, No es tarde, dijo el maestro, pero tuvo que elevar la voz porque los estorninos, sobresaltados, levantaron un coro de protesta o alarma, Precisamente de ellos me gustaría hablarle, De ellos, de quiénes, De los estorninos, Ah, Y de una piedra que tiré al mar, mucho más pesada de lo que podían mis fuerzas, Cómo se llama, Joaquim Sassa, Ese de quien hablan por la radio y la televisión, El mismo, Entre.

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