SÁBADO

43

Jaime avanzó sintiendo en sus pies descalzos el frío contacto de las losas que cubrían el suelo y el roce ligero de la túnica sobre su cuerpo desnudo. Se encontraba en la sala del tapiz con Karen a su derecha y Kevin a su izquierda, y al contrario de la primera vez, en la que había acudido con curiosidad y divertido por el exotismo de la situación, ahora estaba muy tenso.

Su corazón latía aceleradamente y sentía un nudo en el estómago. ¡Quería vivir de nuevo aquella extraña vida! Quería sentirla. Quería comprobar su irreal realidad. La vez anterior estaba desprevenido; fue como una diversión de sábado por la mañana alternativa a salir a navegar. Pero ahora era distinto y deseaba repetir la experiencia a toda costa.

Al otro lado de la vieja mesa de madera y del extraño cáliz Dubois, impresionante con su túnica, pelo y barba blancos, parecía no haberse dado cuenta de su entrada en la habitación. Tenía las manos juntas y oraba en murmullos con los ojos cerrados. Y así, inmóviles y de pie se quedaron esperando a que Dubois hablara, pero éste parecía sumido en su interior y en la oración.

La olorosa combustión de las bujías colmaba el olfato, y Jaime miró hacia la pared del fondo. La sólida roca. La cueva. Un rito del mundo subterráneo, de viejos hechiceros. ¿Brujería?

Sus ojos acudieron al fascinante tapiz, que después de las explicaciones de Karen tenía un sentido nuevo y más misterioso. Abajo» la figura dentro del óvalo rodeado de llamas era el Dios malo, el señor del diablo, la imperfección para los cátaros modernos. Tenía el símbolo alfa sobre su cabeza, porque él era el responsable de la creación física del mundo. Y del cuerpo del hombre. Sostenía a Adán y Eva en una mano y la espada en la otra. La naturaleza sensual, erótica, creadora, pero también cruel y destructiva. En una mano el nacimiento, la creación, y en la otra el castigo y la muerte física. Pero sólo la muerte física, que no espiritual. Por eso Él no era el fin. Él no podía finalizar, no tenía el poder para hacerlo, y su destino era ser derrotado al final de los tiempos.

Porque arriba estaba el Dios bueno. Tranquilo, majestuoso, imponente dentro de su círculo azul celestial y con su corona de rey del todo. Los ángeles le servían. En una mano la bendición; el perdón de los errores. En la otra el libro de la sabiduría; la enseñanza espiritual. El símbolo griego omega sobre su corona indicaba el fin del camino para el hombre; la perfección, la renuncia al cuerpo y el triunfo del espíritu. El Dios bueno triunfaría al final de los tiempos sobre el malo y el espíritu sobre la carne.

Y entre ambos Dioses la herradura; el símbolo de la reencarnación según la antigua tradición cátara. Representaba la dureza del camino que conduce al hombre a la vida eterna. Reencarnación tras reencarnación en duro aprendizaje y muerte física para pasar a la siguiente vida y siguiente lección.

Dubois terminó de rezar, abrió los ojos y dirigiéndoles un gesto de bendición les dijo:

– Bienvenidos, hermanos.

– Gracias, Buen Hombre -contestaron Karen y Kevin.

– Jaime Berenguer, tus padrinos me dicen que deseas profundizar en la experiencia espiritual que viviste durante tu bautizo. ¿Es eso cierto?

– Sí, Buen Hombre.

– Karen, Kevin, ¿consideráis al hermano Jaime digno de progresar más en nuestra fe?

– Sí, es digno.

– Jaime, ¿estás dispuesto a renovar tu juramento de no revelar nada de lo que veas o vivas aquí? ¿También a obedecer a tus hermanos mayores si en alguna ocasión, por el bien de la comunidad, te ordenan algo?

– Sí, Buen Hombre.

– Entonces apura el contenido del cáliz y no lo dejes en la mesa hasta terminarlo.

Jaime levantó la pesada copa y experimentó el sabor picante y dulzón de especias del extraño vino.

– Recemos -propuso Dubois, y empezó a rezar su extraño padrenuestro.

Jaime rezaba mecánicamente mientras su vista volvía al tapiz, que empezaba a cobrar vida; tuvo la seguridad de que la fascinante experiencia regresaba. Pasó al otro lado de la mesa y, al tumbarse en el diván, Dubois le impuso las manos en la cabeza. Cerró los ojos y notando el calor de las manos se dejó llevar a su viaje espiritual. Hacia el misterio. Hacia el pasado.

44

– Decidme, Miguel -preguntaba Hug con curiosidad profesional-, ¿cómo conseguisteis hacer tal corte y sólo superficial? Parecía que habíais degollado a Huggonet.

En la tienda de campaña del rey don Pedro II de Aragón, Jaime yacía medio incorporado sobre unos ricos cojines árabes. Al otro lado, tras una mesita octogonal de complicados dibujos geométricos en nácar y maderas preciosas, descansaban sobre almohadones Hug y Miguel.

Bromeaban. Sus dientes, rodeados de frondosas barbas, brillaban a la luz de los candelabros; nadie diría que apenas una hora antes, daga en mano, habían estado a punto de matarse.

– Cortar y tajar es el único oficio que mi nobleza permite.

– También es el mío -repuso Hug-, pero cuando más hondo tajo y corto, mejor lo hago; eso de quedarse a medias es una mariconada.

– El maldito merecía una lección por su osadía y descaro. La próxima vez lo mato.

– No pretendía insultar al rey nuestro señor, sólo transmitía lo que sus enemigos hacen y dicen.

– ¡Voto a Dios que no! -Miguel elevó la voz-. Lo que pretende Huggonet es que el rey entre en batalla contra los franceses Para proteger a esos herejes cátaros. Y vos, Hug, conocéis también su intención. Con la excusa de cantar lo que otros dictan y de contar lo que los franceses hablan, insulta y provoca. La tropa pide ir a la guerra y los nobles están ofendidos y exaltados. Con ese aspecto frágil, el maldito trovador hereje tiene más fuerza en su laúd que cien caballeros aragoneses en sus espadas -continuaba Miguel-. Al cantar contra la Cruzada, engañando la simpleza e inocencia de la tropa y de muchos nobles, pretende obligar al rey nuestro señor. ¿No los habéis oído? Hoy pedían ya la guerra contra los cruzados de Simón de Montfort. Prácticamente la guerra contra el Papa. ¡Que cante canciones de caballeros y damiselas tristes historias de héroes antiguos! Ese es el trabajo de un juglar; hacer llorar a las damas. ¡Si vuelve a hacer política con sus canciones, le corto el cuello de un tajo! ¡Mariquita de calzones ajustados! ¿No visteis cómo se meó de miedo cuando le pinché el cuello?

– Huggonet canta los hechos, Miguel -argumentó Hug-.

Con la excusa de combatir a los cátaros, los franceses están asesinando a los vasallos de nuestro señor don Pedro en Occitania y toman por las armas las haciendas de los que le son fieles.

»No les importa asesinar a católicos o a cátaros, lo que pretenden es robar sus propiedades. A nuestros hermanos occitanos les han caído encima todos los aventureros y la chusma sedienta de oro y títulos de Francia, Borgoña y Alemania. Y el Papa les da su bendición, les perdona asesinatos y violaciones, regalándoles tierras y propiedades que no son suyas. Les da igual si queman en la hoguera a un católico o un cátaro con tal de aterrorizar a quienes se les opongan. -Ahora Hug se dirigió a Jaime-. Cuando termine la Cruzada, Occitania será del rey francés y os habrán despojado, señor, de vuestros derechos. Debemos intervenir en contra de los cruzados.

– Sería un gran error, Hug -protestó Miguel-. Si nos oponemos al Papa, éste podría excomulgar al rey y a todos los que le somos fieles. La excomunión representará la rebeldía de muchos de nuestros nobles y quizá la guerra civil. -Hablando a Jaime, Miguel continuó-: En Roma hay quien os acusa de hereje, a pesar del título de El Católico que vuestra majestad ostenta. Vuestra esposa, María de Montpelier, está allí con el Papa, despechada por vuestro intento de divorcio, por el poco uso que habéis hecho de ella y por el mucho que hacéis de otras mujeres. Dice que una cátara occitana os ha embrujado y que con sus artes diabólicas os arrastra a la herejía.

– Vamos, Miguel -interrumpió Hug-. Es suficiente con que el rey nuestro señor lleve el sobrenombre de El Católico. Sería demasiado que ostentara también el de El Casto como su noble padre, que Dios tenga en su gloria. Hay que disfrutar de las mujeres cuando se puede, y no hay quien pueda más que el rey.

– A nuestro padre, el rey -Jaime se oyó hablar a sí mismo-, no le llamaron El Casto porque lo fuera, sino porque no quiso reconocer a sus bastardos. -Los demás sonrieron. Conocían las historias sobre las aventuras eróticas del viejo rey Alfonso, y también que las que se contaban sobre el hijo superaban a las del padre.

– Vuestro problema, Miguel, es que sois tan papista que sólo jodéis con católicas. -Hug había decidido incordiar al aragonés y se dirigía ahora a éste con una sonrisa cínica en su semblante-. ¿Teméis, noble señor, que el coño de las moritas, judías, cátaras u otras os llene el pene de ideas? Juro por mi espada que os convendría. Seguro que vuestro pene piensa mejor y más variado que vuestros sesos, siempre llenos de ideas fijas.

Jaime no pudo evitar reírse, y Miguel soltó una falsa carcajada antes de contraatacar.

– Vuestro problema, Hug, es que sois un hereje pervertido que sólo piensa en fornicar; por eso os fingís trovador, para embaucar a las ingenuas. He oído decir que cuando no tenéis una hembra cerca le jodéis el culo a vuestro propio caballo. Y como vos sí pensáis con la polla, por eso tenéis las ideas de noble bruto que tenéis.

Jaime rió ahora a carcajadas mientras Hug resoplaba.

– ¡Servicio, señor! -gritó el escudero real, responsable de la guardia, desde la entrada de la tienda.

– Adelante -concedió Jaime.

La conversación se interrumpió cuando, portando bandejas de plata, entraron dos bailarinas con un contoneo insinuante; sin velo, lucían una atractiva sonrisa en sus labios carnosos. Se arrodillaron al lado de la mesita inclinándose y, cuando Jaime les concedió permiso, empezaron a servir, en unos vasos de plata de complicado y bello trabajo moruno, un té combinado de hierbas aromáticas.

– Tengo una prima que sin duda os complacerá, Miguel. -Hug devolvía el golpe-. Es una ferviente católica y anda loca por una buena verga, pero que sea católica con toda seguridad, como la vuestra. Su único problema es que, siendo tan fea, no ha encontrado católico con el suficiente valor como para complacerla y se hizo monja. Estoy seguro de que vuestro Papa consideraría un acto de caridad y valor que solucionarais el problema a mi prima y os premiaría con una bula especial. -Hug terminó su Parlamento y sin esperar respuesta de Miguel, tendiéndose hacia la bailarina más cercana, le acarició el trasero para luego dejar su mano entre las piernas de la chica. Ésta se sobresaltó y soltó unas risita-. ¡Oh, bella! ¡Concédele otra noche oriental a este pobre guerrero! -dijo Hug a la chica en un aceptable sarraceno. Ella sonrió afirmativamente, y Hug le besó la mano con gran ceremonia-. ¿Me concedéis el privilegio, mi señor?

Jaime rió y dijo:

– Hug, habéis luchado con bravura por mi causa, pero bien que os lo cobráis con ese tipo de privilegios pero, ya que os voy a necesitar pronto para nuevas batallas, a vos y a vuestro caballo, y ambos en buena salud, os lo concedo; pero sólo por el bien de vuestro caballo.

Los tres estallaron en una carcajada y empezaron a tomar el té mientras Hug hacía sentar a la bailarina de ojos azules a su lado. La otra muchacha se sentó junto a Jaime.

– Señor -continuó Hug después de unos instantes de silencio-, os habéis distinguido como príncipe tolerante y compasivo con vuestros súbditos y con los refugiados de otros lugares. Permitisteis a sarracenos y judíos permanecer en las nuevas tierras conquistadas manteniendo su religión. Al Papa no le gusta eso, como tampoco le gustó que no actuarais con fiereza y crueldad contra los cátaros en Occitania. Yo no veo delito en que cada uno vea a Dios como Dios le da a entender, y sospecho que vos tampoco veis delito en ello. ¿Quién es el Papa para privar al hombre de tal libertad?

»¿Os acordáis de la polémica teológica que presidisteis en Carcasona en 1204? El obispo cátaro de Carcassès, Bernard de Simorre, demostró con todo tipo de pruebas y textos del Antiguo y Nuevo Testamento que la Iglesia católica ha acomodado a su conveniencia la palabra de Dios.

»Lo único que el Papa pretende es eliminar a su competencia cátara para mantener el poder terrenal que ostenta sobre gentes y riquezas. Fomenta los ataques contra vos porque os tiene miedo. Pactad con él, pero sólo para ganar tiempo, porque va a continuar apoyando a Simón de Montfort y a los que os despojan.

»Lleguemos a Barcelona y luego a Huesca; crucemos los Pirineos por Andorra y Foix, y ataquemos a los cruzados. Mientras, vuestro tío Sancho, con las tropas del norte de Cataluña y Provenza, entrará por el este, y vuestro cuñado Ramón, desde Tolosa, hará el resto. Una vez que derrotéis a los cruzados, el Papa negociará con mayor generosidad, ya que vuestros dominios llegan hasta Niza, que no está tan lejos de Roma. Si hace falta se le podría presionar hasta con las armas.

– Estáis loco, Hug -terció Miguel-. El demonio de la lujuria os tiene comido el seso. Lo que le aconsejáis a don Pedro nos llevaría a la ruina a todos. El Papa es el único representante de la única religión válida, pues es línea directa del apóstol Pedro, a quien Nuestro Señor Jesucristo confió su Iglesia, y los enviados del Papa lo demostraron en la polémica de Carcasona. Además así lo reconocen todos los grandes príncipes cristianos.

»En nuestro siglo la religión es política, y un príncipe debe apoyar su autoridad en la gracia que Dios le ha concedido y tener el apoyo de los eclesiásticos que, predicando en las iglesias, comunican las ideas al pueblo. -Ahora Miguel se dirigía a Jaime-. Vos apoyáis a la Iglesia católica, y el Papa y la Iglesia reciben bienes y poder. La Iglesia os ofrece el mejor apoyo publicitario posible, el perdón de los pecados y el cielo cuando muráis. Es un buen trato.»Fue una gran idea presentar vuestro vasallaje al Papa y que se os llame El Católico. Es una imagen necesaria para un rey que tiene en sus dominios a vasallos de cuatro religiones y cuyo catolicismo puede ser cuestionado en cualquier momento. Esa diversidad religiosa es un peligro, necesitáis vuestros estados unidos políticamente, y no lo conseguiréis si tenéis grupos de distintas religiones.

»¿Creéis que sarracenos, judíos y cátaros os juran sinceramente lealtad? ¿Por qué Dios juran?

– ¿Y qué más da el Dios? -intervino Hug-. Lo importante es que crean lo que juren. Actuemos según nuestra conciencia; no podemos consentir que se masacre a nuestros hermanos occitanos, hablamos casi la misma lengua, cantamos las mismas canciones, pensamos las mismas ideas. Señor don Pedro, no sólo les despojan a ellos. Os despojan a vos, os roban lo que es vuestro y asesinan a los que defienden vuestros derechos. Tomemos las armas y destrocemos a esos malditos asesinos que se hacen llamar cruzados. Jaime se debatía entre ambas alternativas, que él mismo había repasado mil veces. Su impulso y su corazón iban con Hug, pero Miguel de Luisián -que ostentaba el título de alférez real no sólo por su valor en el combate, sino por su buen criterio político- articulaba lo que su razón decía. Ninguna alternativa era buena.

Pero había mucho más. Detrás de la decisión estaba su propio debate religioso interno.

Dios y la verdad. ¿Cuál era el camino correcto? ¿Qué era lo que el buen Dios quería que él hiciera? ¿Con qué finalidad le había dado Dios a él la gracia de ser rey? ¡Qué tortura la incertidumbre!

La bailarina cercana a Jaime le besó la mano derecha, luego la mejilla y finalmente se acurrucó contra él. Era una bella mujer de pelo negro y ojos almendrados, que olía a jazmín. Habían pasado las noches anteriores juntos, era una dulce amante, y él agradeció el contacto cálido, que relajaba un poco su angustia.

– Olvidaros de Occitania, señor -continuó Miguel-. Si el Papa no quiere que sea vuestra, dejadla a los franceses. Tenéis muchas glorias que obtener haciendo cristianas y vuestras las tierras de Hispania. Echemos de las islas Baleares y de Valencia a los sarracenos y hagamos el comercio marítimo de nuestra parte del Mediterráneo seguro.

»Podemos negociar con el Papa para que, a cambio de no participar en contra de la Cruzada, favorezca nuestros intereses marítimos frente a los de Génova.

– No podemos abandonar Occitania -dijo Hug-. ¡El derecho de nuestro rey es ultrajado, y sus vasallos, torturados y asesinados!

– Bien -continuó Miguel-, si queréis conservar Occitania, llevemos nuestro ejército a Tolosa. El conde Ramón VI creerá que vais en su ayuda y seremos bien recibidos. Tomemos el control de la ciudad y entreguemos al conde, a su hijo y a unos cuantos cientos de cátaros a los frailes del Císter. Que los quemen o hagan lo que quieran con ellos.

»Seremos cruzados en igualdad de derechos con los franceses y les obligaremos por pacto o por las armas a que devuelvan Carcasona, Béziers y las demás ciudades. Estableceréis la unidad religiosa en el norte de vuestros estados y obtendréis el favor del Papa.

– ¡Pero qué infamia, Miguel! -Hug se indignó-. ¿Dónde está vuestro honor de caballero? ¿Cómo podemos acudir en ayuda de los occitanos y luego traicionarles? ¡Pero si el propio Ramón VI está casado con la hermana de nuestro rey!

– ¿Qué os ocurre, Hug? -repuso rápido Miguel-. ¿Es que os habéis creído las canciones caballerescas que escribís en serio? El ideal caballeresco es para estúpidos que mueren en el primer envite de la batalla, y no para príncipes que gobiernan grandes estados.

– Dejad por esta noche vuestras canciones, que hoy ya no las necesitáis. Ya tenéis quien os caliente la cama.

– ¡Ya basta, señores! -interrumpió Jaime. Sabía que ahora la discusión se tornaría violenta-. Gracias, Miguel, y gracias, Hug, por vuestra opinión y consejos; dejad que los medite. Buenas noches, señores.

Miguel se levantó y Hug dijo a Jaime:

– Solicito un momento en privado, señor.

– Concedido, Hug.

Miguel se inclinó y tras despedirse con un «buenas noches», salió de la tienda.

– Huggonet trae un mensaje personal para vos de Tolosa -le dijo Hug-. ¿Lo queréis oír?

El corazón le dio un vuelco a Jaime al adivinar quién enviaba la misiva. Disimuló su emoción respondiendo escueto:

– Sí.

45

– Era una decisión difícil, y yo me debatía entre dos opciones. -Jaime se expresaba lentamente, hablando consigo mismo. Movía las manos como si cada una de ellas representara la opción opuesta-. Ambas alternativas eran malas, pero debía tomar una. Sentía angustia. Mucha. El tiempo se acababa. Debía decidirme pronto.

Sentado frente a una mesa de hierro forjado pintada de blanco, Jaime dejó que su mirada recorriera su entorno. El día era hermoso, brillante. El sol empujaba a las sombras de los árboles sobre el césped del jardín y a través de los caminos de arena. En la mesa había tres vasos con refrescos; Karen y Kevin le escuchaban con atención.

– Déjame que te ayude. -Kevin interrumpió el silencio pensativo en el que se había encerrado Jaime-. Debías decidir entre la opción representada por el Papa y sus cruzados, apoyados por París; ésta era la opción de las fuerzas integristas e intolerantes.

»La otra alternativa era la de una revolución pacífica que se extendía por el sur de lo que hoy es Francia y el norte de España e Italia. Era la cultura de la tolerancia, la música, la poesía, los trovadores y los juglares. Desarrolló su propio estilo de amor; el amor cortés entre caballeros y sus damas. Incluso se formaban tribunales en los que, con el consentimiento y gentil participación de los acusados, se juzgaban los pecados amorosos. El propio Ricardo Corazón de León y el rey Alfonso, el padre del rey Pedro II se sometieron a juicio ante el tribunal de la apasionante y seductora noble occitana Adelaida de Tolosa.

»Con su oposición a la Iglesia católica, los cátaros eran un elemento clave de esa revolución.

»Los cátaros iban muy por delante de su tiempo en algunos asuntos; por ejemplo, para ellos hombre y mujer eran iguales ante Dios y ante los hombres. Las mujeres podían alcanzar el mismo rango en la Iglesia cátara que los hombres y existían Buenas Mujeres o Perfectas, como las llamaba la Inquisición; eso era revolucionario hace ochocientos años y aún lo es hoy para la mayor parte de las religiones de nuestro tiempo.

»Era toda una civilización nueva, que crecía con fuerza, pero que amenazaba con destruir la sociedad feudal y católica de aquel tiempo. Y ésta, más dura y más fanática, declaró la guerra a la cultura naciente.

»Es la eterna lucha entre la democracia y el absolutismo, entre la tolerancia y la intolerancia religiosa. Ocurrió entonces y ocurre ahora. La lucha entre el bien y el mal.

– Sí. Ésas eran las opciones -dijo Jaime, sorprendido por toda la información adicional que Kevin le proporcionaba-. Se nota que lo has estudiado bien.

– He leído sobre la época, pero sé más por lo vivido que por lo estudiado.

– ¿Viviste también entonces? ¿Te conocí?

– Nos conocimos brevemente y quizá algún día me reconozcas, pero aún no es el tiempo.

– ¿Y tú, Jaime, has identificado a alguien que conozcas en tu vida actual? -preguntó Karen.

– He reconocido a un amigo de la infancia. Más que por su apariencia física, siento una certeza interior. Es la forma en que se mueve, el estilo de hablar, de pensar, de actuar. Es él, estoy seguro.

– ¿ Crees que le gustaría unirse a nuestro grupo?

– Tú lo conoces, Karen. Es Ricardo, mi amigo del club.

– Sí, lo recuerdo bien. Tráelo.

– Bueno, dudo que las inquietudes espirituales sean una prioridad para Ricardo en estos momentos -dijo Jaime sonriendo al imaginar al velludo Ricardo con túnica blanca y descalzo. Su juguetona imaginación le colocó una coronita dorada y unas alitas de algodón en la espalda. ¡Ricardo de angelito! Su sonrisa se amplió y se contuvo para no soltar una carcajada-. Creo que sus intereses actuales son más físicos y sensuales que religiosos.

– Te puedes llevar una sorpresa. No prejuzgues la espiritualidad de los que te rodean. Es algo que la mayoría guarda íntimamente, y aún más un tipo que presume de macho como tu amigo, pero su espíritu está allí. No tienes derecho a privarle de la experiencia que tú vives ahora.

– Tal vez tengas razón, Karen, pero vamos a darle tiempo al asunto.

Una brisa agitó los árboles y la mirada de Jaime se perdió en el balanceo de las ramas de la palmera que crecía unos metros más allá, al lado de la piscina. Al fondo estaba la hermosa casa encaramada en una colina de los montes de Santa Mónica, desde cuyo mirador se divisaba una buena parte del valle de San Fernando. Un lugar privilegiado al que se accedía, por la San Diego Freeway y, luego de numerosas curvas, por la Mulholland Drive. A Jaime le costaba creer que hacía unos momentos él se encontrara en aquel mismo lugar, pero a unos metros de profundidad, en la oscuridad del sótano excavado en la roca frente al tapiz de la herradura cátara.

– ¿A qué debo el honor de poder ver el exterior y de que se me perdone el uso de las gafas de ciego? -preguntó con sorna.

– Has vivido la experiencia dos veces -contestó Kevin con una mirada intensa-. Pronto encontrarás sentido a tus recuerdos y los relacionarás con tu vida presente; se ha iniciado el ciclo y no habrá nada que desees tanto como cerrarlo viendo cómo finalizó aquella vida. Esto te une indisolublemente a nuestro grupo. Eres uno de los nuestros y sabemos que nos serás fiel como juraste y mantendrás los secretos que te pedimos. Traicionarnos sería como traicionarte a ti mismo. Por lo tanto, podemos mostrarte este lugar.

– ¿Dónde estamos?

– Estás en Montsegur, el centro espiritual de los cátaros -contestó Karen-. El Montsegur occitano basaba su seguridad en el inaccesible monte de los Pirineos, en cuya cima estaba edificado. Este lugar es seguro para los cátaros del siglo XX porque es secreto. Sólo un número reducido de iniciados cuya fidelidad está fuera de toda duda lo conoce. Ahora tú eres uno de ellos.

– ¿Así que esto es el Vaticano cátaro? -dijo Jaime mirando alrededor-. Nadie lo diría.

– De eso se trata -intervino Kevin-. De que nadie fuera de los iniciados lo pueda decir; éste es un lugar de refugio en caso de persecución o peligro.

– No entiendo la paranoia que tenéis. ¿A qué viene este juego de lugares secretos que sólo los iniciados pueden conocer?

– Debemos tener un refugio. En algún momento alguno de nosotros, o todos, podemos estar en peligro. Hay que proteger a los individuos claves de nuestra organización.

– ¡Vamos! ¿Qué es ese teatro? -Jaime empezaba a irritarse con las respuestas de Kevin-. ¿Quién va a perseguiros? Estamos en un país de total libertad religiosa. La Inquisición ya no existe. ¿De qué os escondéis? ¡Ah, ya entiendo! De los inspectores de Hacienda. -Jaime empleaba un tono ácido-. En realidad habéis creado una Iglesia sin ánimo de lucro para evadir el pago de los impuestos.

– No; no lo entiendes, Jaime -dijo Karen con suavidad-. Existe una guerra.

– ¿Qué?

– Sí. Existe una guerra. Como hace ochocientos años, pero ésta es subterránea y secreta y sólo unos pocos lo sabemos.

– Pero ¿qué dices, Karen?

– Sí, Jaime. En tus recuerdos del siglo XIII debías decidir a qué bando apoyar en la guerra y, aun queriendo evitar el conflicto, no podías quedarte neutral. Bien, ahora, en el siglo XX, la experiencia se repite. Hoy y ahora estás viviendo otra guerra; estás en medio de ella y no podrás evitarla.

Jaime miró fijamente a Karen. Estaba seria y lo miraba con ojos profundos y sinceros. El brillo pícaro y burlón de cuando estaba de buen humor había desaparecido. No bromeaba.

– Estás bromeando, ¿verdad, Karen? -No pudo evitar la pregunta.

– No, Jaime.

Miró alrededor; la luminosa paz de la tarde parecía envolverlo todo. Un pájaro cruzó el cielo y la brisa agitó las ramas altas de unos pinos y luego las de unos eucaliptos más distantes. Respiró hondo, como queriendo absorber la paz del momento.

Había intuido todo el tiempo que Karen escondía algo y sentía el peligro en ella. Ahora había llegado el momento en el que el peligro se concretaría y sintió, viva, real y en tiempo presente, la angustia que había sentido en el sueño de su vida anterior en la cueva del tapiz.

Presentía que Karen tenía razón y que no podría escapar aunque quisiera de lo que ahora vendría. Estaba atrapado.

Supo que la paz que lo rodeaba era sólo aparente, que era la calma antes de la tormenta. Y la tormenta llegaría. Muy pronto.

46

– ¡Qué diablos! -exclamó Davis-. Este rancho es mi casa y en mi casa hago lo que me viene en gana.

Gutierres le había aconsejado limitar su habitual paseo a caballo a los alrededores del edificio principal hasta que encontraran a los autores del asesinato de Kurth; el rancho ocupaba muchas hectáreas y, a pesar de la vigilancia, un tirador podría infiltrarse a través de las vallas exteriores.

Ante la negativa de Davis, Gutierres extremó las precauciones. Adicionalmente a las cámaras de vídeo y los detectores infrarrojos colocados en los lugares estratégicos del perímetro en los que se basaba la vigilancia habitual, el cercado exterior del rancho fue revisado aquella misma mañana para comprobar que nadie había roto el vallado, y tres parejas de jinetes recorrieron la zona de paseo varias veces, desde el amanecer, en busca de intrusos.

Incluso ahora, Gutierres llevaba un rifle colgado de su silla, un revólver bajo la chaqueta y estaba comunicado por radioteléfono con otras dos parejas de jinetes que, fuertemente armados, los acompañaban a una distancia prudente.

Con su habitual tozudez, Davis no quiso ponerse un chaleco antibalas y, aunque ambos vestían de forma semejante -jeans, botas y sombrero de ala ancha-, si alguien pretendiera dispararles no se confundiría; la disparidad de tamaños hacía la identificación fácil.

Y así, a pesar del tranquilo paseo a caballo y la soleada tarde de sábado, los ojos de Gutierres continuaban su incesante vigilancia.

– ¿Alguna novedad sobre la investigación?

– Beck repite que su seguridad peligra. Insiste en la teoría de la conspiración de la secta y en que se debe de resolver su sucesión cuanto antes. De tener un sucesor, usted dejaría de ser objetivo de atentado.

– O al contrario, quizá pasara a ser el trofeo de caza más codiciado -dijo pensativo-. ¿Te ha dado ese tipo más información sobre la secta, o continúa escondiendo sus cartas? -Davis había desarrollado una gran confianza con Gutierres, en especial desde que había perdido a su íntimo colaborador Steven Kurth. Apreciaba su inteligencia, su buen criterio, y al no tener ambiciones de poder dentro de la Corporación, y estar fuera de las batallas políticas que los altos ejecutivos mantenían, era un consejero imparcial.

Aparte del fabuloso sueldo que Davis le pagaba, obtenía un buen bono en acciones sobre los resultados de la Corporación. Y, claro, dejaría de cobrar toda esa fortuna si él moría. Así pues, Davis estaba convencido de que, siendo Gutierres el que más tenía que perder con su fallecimiento, también era el más fiable.

– Me ha dado referencia de una secta que denomina «cátaros» y unos datos muy básicos sobre ella; pero se niega a dar nombres. Alega que existen otras sectas a las que pertenecen empleados de la Corporación y, hasta que tenga pruebas, no nombrará a nadie.

– ¿Qué secta es ésa?

– Sólo conozco de ella lo dicho por Beck, pero he infiltrado a uno de mis hombres y en unos días tendré listo un informe.

– ¿Y Beck sospecha que esos cátaros están relacionados con la bomba?

– No tiene aún la certeza, pero está seguro de que es obra de un grupo muy bien organizado, introducido en la Corporación. El FBI continúa investigando.

– No me gusta que el FBI intervenga. Siguen la agenda de Washington, y es distinta de la mía. ¿Por qué crees que tienen tanto interés en que designe un sucesor?

– La preocupación del presidente y del senador parece genuina. Y honrada. Pero es obvio que en Washington le consideran a usted alguien difícil.

– Crees que piensan que mi sucesor será más manejable, ¿verdad?

– Quizá.

– Pues ésa es la razón por la que no designo sucesor; si consideran más favorable al número dos, decidirán que Davis se debe retirar. ¡Yo no pienso retirarme!

– Y es mi trabajo evitar que le retiren si usted no lo desea, aunque no me lo pone fácil.

– Si me tuvieras siempre encerrado en una caja fuerte, no te ganarías todo el dinero que te pago.

– Es verdad que si le matan yo pierdo mucho dinero. Pero usted pierde su vida.

– Por eso formamos un buen equipo, Gus; porque, como yo soy ya muy viejo, quizá perdieras tú más que yo -repuso Davis con una carcajada.

Los hombres continuaron un tiempo en silencio, apreciando la brisa de la tarde y el sol de invierno en el resguardado valle.

– ¿Y cómo le va a Ramsey? -preguntó Davis al rato.

– Trabaja duro, pero tiene pocas líneas de investigación abiertas. Hoy me ha llamado con una mala noticia. Y pretende relacionarla con el asesinato de Steven Kurth.

– ¿Una mala noticia?

– La pensaba guardar para el lunes.

– Te pago para que me cuides la piel, no el espíritu. ¡Suéltalo ya!

– Una auditora de la Corporación fue asesinada ayer por la noche en su hotel de Miami. Se ensañaron con ella. Parece obra de una secta diabólica o algo así. Fue violada y el cuerpo presenta múltiples cortes y quemaduras de cigarrillos.

– ¿Alguna pista?

– Ninguna por ahora. No hay sospechosos. No se han encontrado huellas dactilares. Se está efectuando la autopsia, pero no parece que haya restos de semen. Ni siquiera se han encontrado las colillas de los cigarrillos; parece como si los asesinos fueran fantasmas.

– ¿Crees que existe una relación entre ambos asesinatos?

– Tienen características y estilos opuestos. No parece que existan pruebas que conecten ambos crímenes.

– ¿Quién era la chica?

– Una tal Linda Americo, jefe de un grupo de auditores de Producción. Le sonará; recientemente acusó a Daniel Douglas de acoso sexual. Tenía pruebas y despedimos a Douglas.

– No la llegué a conocer, pero recuerdo perfectamente el caso -dijo Davis pensativo-. Pobre chica. Lo siento mucho. ¿Estaba en Miami por motivos de trabajo?

– Así era.

– Asegúrate de que nos encarguemos de todo. Que la familia tenga todas las facilidades que necesite y gastos pagados. -Davis hizo una pausa y luego añadió-: No conocía a la chica, pero ahora es de mi familia. Y si el motivo de su asesinato tiene que ver con Kurth, este asunto pasará a mi lista personal.

– Sí, jefe. -Gutierres suspiró. Sabía bien lo que «la lista personal» de Davis significaba.

47

– ¡Basta de tanto misterio! -les increpó Jaime al cabo de unos minutos de silencio-. Explicadme de una vez qué está pasando. ¿Qué es esa historia de una guerra secreta? ¿Quién es el enemigo?

Karen y Kepler intercambiaron una mirada y, luego de una pausa, ella transmitió a Kepler un gesto afirmativo y se dispuso a hablar.

– Ya conoces los ideales que nos mueven. -Karen se había incorporado en la silla, acercándose a Jaime a través de la mesa como en un esfuerzo físico por comunicarse-. Estamos contra la imposición y contra el dogmatismo. Estamos a favor del libre criterio de la persona para aceptar o rechazar las enseñanzas que nuestros Buenos Hombres imparten, porque cuando dicha persona alcance el suficiente grado de desarrollo espiritual, las aceptará sin problemas.

»En realidad es la forma en la que mucha gente se relaciona con las grandes religiones a las que se suscribe por cultura familiar o de entorno. Toman lo que su razón o lo que su espíritu, que es sabio por lo mucho que ha vivido en vidas anteriores, les permite creer. Son muchos los que en nuestro tiempo ya no aceptan más dogmas incuestionables.

– Pero también existe la tendencia contraria, y aparece tanto en pequeñas sectas como en grandes religiones. -Kevin continuo la explicación de Karen-. La que es intolerante y no acepta que otros piensen distinto. Creen que poseen la verdad absoluta y combaten cualquier opinión distinta o cualquier disidencia.

– ¿Y qué tiene que ver eso con la guerra en la que se supone estoy involucrado?

– Existen grupos de intereses, que funcionan tipo mafia o camuflados como religión o secta y que persiguen obtener el poder v la riqueza material; nos enfrentamos a uno de esos grupos y es muy poderoso. Se trata de un grupo integrista radical que es facción de una de las religiones cristianas nacidas aquí, en Estados Unidos, y que opera de forma abierta y pública.

»De por sí, la religión aludida no tiene nada censurable, aparte de ciertas tendencias supremacistas blancas y misóginas, y una de sus características es una fuerte autoayuda entre sus miembros y la búsqueda de parcelas de poder que luego usa para su propia promoción o la de sus fieles. Dicha religión tiene una facción radical e integrista que opera de forma secreta y se autodenomina Guardianes del Templo. Se consideran la esencia pura de su religión. Para ellos el fin justifica cualquier medio que se use, incluido el asesinato.

– ¿Tienen conexiones políticas?

– Sí, pero lo ocultan. Creemos que están relacionados con grupos de extrema derecha. Están cercanos a grupos paramilitares tales como la Milicia Norteamericana y firmarían sin ningún problema el lema de John Trochmann, fundador de la Milicia de Montana, de «Dios, valor y armas». Son cristianos fundamentalistas, adoran las armas, les encanta usarlas y están radicalmente en contra del gobierno de la nación tal como existe hoy.

A Jaime le costaba asimilar todo aquello. Desvió su mirada de la de Kevin, contempló de nuevo el soleado y relajante paisaje y, apoyándose en el respaldo de su silla, se dio cuenta de que involuntariamente estaba alisándose el pelo hacia atrás con la mano. Su lenguaje corporal traicionaba su perplejidad.

– ¿Y qué tenemos que ver los cátaros con ellos? -preguntó intentando recuperar la apariencia de control-. ¿Por qué dices que estamos enfrentados?

– Porque los Guardianes representan lo opuesto de lo que nosotros defendemos; representan la barbarie contra la cual hay que luchar, la sinrazón y la brutalidad, pero lo peor es que pretenden controlar la Davis Communications. Y están muy cerca de conseguir su propósito. Si lo logran, controlarán el conglomerado de comunicaciones más importante del mundo, aparte de una «fábrica» de comunicación de ideas e ideologías fabulosa. -Kevin había retomado su estilo de predicador iluminado, pero esta vez, en lugar de molestar a Jaime, éste se encontró asumiendo la angustia y la urgencia que le transmitía-. El poder de la Corporación puesto al servicio de la política, puede decantar la balanza entre dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos, tendría un peso definitivo en la elección de senadores y congresistas y lograría la aprobación o revocación de leyes. Y naturalmente también sería usado cual misionero para propagar sus ideas éticas y religiosas.

»El control de la Corporación por los Guardianes representaría una catástrofe en cuanto a la evolución de la conciencia del hombre hacia tendencias más tolerantes y hacia su perfección. La humanidad retrasaría su desarrollo muchos años, quizá siglos como ocurrió con la desaparición de los cátaros en el siglo xiii.

»Son las mismas fuerzas retrógradas que vencieron entonces, sólo que puestas en clave de nuestro tiempo. Es de nuevo la lucha del mal contra el bien, del Dios malo contra el Dios bueno, de la oscuridad contra la luz. Otra vez se plantea la misma guerra. Y esta vez estamos dispuestos a ganar.

– ¿Y cómo sabéis vosotros todo eso?

– Porque desde hace tiempo vigilamos la Corporación y a los Guardianes del Templo. Logramos infiltrar hermanos cátaros en los Guardianes y conocemos sus planes y muchos de sus pasos. Por eso debemos operar en secreto, para proteger a nuestros hermanos infiltrados y porque los Guardianes son peligrosos y no dudarán en usar cualquier método para eliminar a la oposición.

– ¿Saben que los vigiláis? -Ahora Jaime sentía una curiosidad imparable.

– Creemos que no. En todo caso, pronto sabrán que tienen alguien que se les opone. Entonces será cuando peligremos.

– ¿Quiénes son los Guardianes del Templo en la Corporación?

– Tenemos algunos identificados; por ejemplo, Paul Cochrane, vicepresidente de los estudios Eagle, es uno de ellos. Hemos podido comprobar que ha introducido dentro de su área de producción a muchos de sus hermanos guardianes. La seguridad del edificio central también está infiltrada. Nick Moore, el jefe de seguridad, sus tres oficiales de turno y muchos de sus guardas pertenecen a los Guardianes.

»Entre los Pretorianos de Davis no hemos podido identificar a ninguno, luego puede ser un área limpia. Pero estamos seguros de que existen muchos más escondidos en otros lugares de la Corporación. Uno de ellos es tu jefe, Charles White, presidente de Auditoría y Asuntos Corporativos.

– ¿Mi jefe? -exclamó Jaime sorprendido-. ¿Tenéis pruebas?

– Sí, pero acepta nuestra palabra ahora; las pruebas vendrán luego.

– ¿Y cómo opera esa gente? ¿Cuál es su plan para controlar la Corporación?

– El eje que han formado en Producción-Auditoría les permite desviar cantidades muy importantes de dinero, camufladas tanto en sobrepagos a miembros de la secta que actúan o trabajan en las producciones como en bienes y servicios comprados a compañías que pertenecen a los Guardianes. Los compradores que pertenecen a la secta son auditados por los auditores que pertenecen a la secta. Luego se pueden saltar las normas y los controles internos de contratación y pagos.

»Tú y tu equipo no podéis detectar nada, porque tu jefe te ha dado sólo responsabilidades en el área de distribución y ninguna en producción.

– Entonces mi ex compañero Daniel Douglas, al controlar el área de producción, tiene que ser uno de ellos.

– Sí, es uno de la secta.

– Luego Linda Americo, su subordinada y ex amante, debe de conocer todo lo que ocurre. -Jaime notaba cómo de pronto su mente encadenaba hechos y empezaba a trabajar más rápido de lo que él era capaz de expresarse-. No sólo eso. No entiendo la situación de Linda a no ser que también sea una guardián. Y si es de la secta, ¿cómo se explica que hiciera expulsar a Douglas de la Corporación? Aunque su relación amorosa se hiciera insoportable, aunque le hubiera prometido un nuevo ascenso y no lo cumpliera. ¿Por qué razón pondría en peligro el negocio de la secta eliminándolo? Y sabiendo el poder que la secta de los Guardianes tiene en la Corporación, ¿cómo se atrevió a atacar a Douglas? i finalmente ¿cómo pudo ella ganar y conseguir que la Corporación lo echara a él?

– Bravo, Jaime -lo animó Karen-. Las preguntas correctas. Si las haces es porque debes de intuir las respuestas.

– No; no tengo la respuesta, pero sí una teoría que podría serlo.

– Te escuchamos.

– Linda pertenece a la secta de los Guardianes, pero tú, Karen, dijiste que es tu mejor amiga y que le habías aconsejado personalmente que hiciera lo que hizo con Douglas. La única explicación a vuestra amistad y a lo ocurrido es lo que yo intuí cuando te pregunté y tú no me quisiste contestar.

– ¿Cuál es la explicación, Jaime? -Karen sonreía mientras él encadenaba sus conclusiones.

– Linda es también cátara. Y por lo tanto es una doble agente. Se ha introducido en la secta de los Guardianes gracias a que Douglas debe de ocupar una posición importante en ella. La relación amorosa entre Douglas y Linda era positiva para los Guardianes porque reforzaba su control en la parte de auditoría de producción. Claro que ellos ignoran que Linda es cátara. Y debe de ser una creyente cátara avanzada, ya que ocupa una posición clave en todo este asunto. -Jaime hizo una pausa y miró a Karen con intensidad-. La conclusión que saco de lo anterior es la misma que en nuestra conversación anterior sobre Linda.

– Dime. -Karen le mantenía la mirada; pero la sonrisa había desaparecido de su cara.

– Linda sedujo a Douglas por interés. Quizá un interés más noble que el que yo le atribuía. Sí, claro, lo hizo por la Iglesia cátara. Eso quizá pueda cambiar los hechos espirituales para vosotros y lo justifique, pero no cambia los hechos físicos para mí. Ella le dijo a Douglas que lo amaba y fueron amantes durante mucho tiempo, reía sus chistes, le murmuraba tiernas palabras al oído y promesas de amor eterno. Y también se abría de piernas y fingía orgasmos. Cuando lo consideró oportuno y les interesó a los cátaros, destruyó a Douglas con toda la frialdad del mundo. ¿Me equivoco hasta aquí, Karen?

– Tu análisis de lo ocurrido es brillante, pero tu valoración es dura en extremo e injusta con Linda. -Estaba muy seria.

– Vaya, he acertado. ¡Bingo! Dime, Karen, ¿es ésa la pureza cátara? ¿Es ése un juego sexual que practicáis con frecuencia? ¿Quién es el próximo tonto? ¿Qué dicen vuestros Perfectos cátaros de esa actividad? ¿O es que en lugar de la Biblia o el Evangelio de san Juan estudiáis el Kamasutra de las cátaras? Si es así, estoy ansioso. Estamos avanzando lentamente, Karen. Aún me tienes que enseñar un montón de capítulos.

Karen se mordía los labios y continuaba mirando fijamente a Jaime, ahora con los ojos llenos de lágrimas. Sus cejas se habían arrugado levemente denotando su tensión.

– ¡No sabes lo que dices! -explotó-. No sabes lo que ocurre ahora ni lo que ocurrió antes. Lo ignoras todo. No conoces ni los motivos ni la finalidad. Tampoco conoces lo que yo siento. ¡Y te atreves a juzgar y a censurar lo que hacemos los demás ignorando por qué lo hacemos!

– ¿Ah, sí? Pues infórmame. Estoy ansioso por saber cómo justifican los cátaros el uso de la vagina como arma de combate.

– Cálmate, Jaime -intervino Kevin-. Si proyectas la situación de Douglas y Linda en la relación que tienes con Karen, puedes arrepentirte de tus palabras. Escucha antes de sacar conclusiones y juzgar.

– Escucho -dijo escuetamente Jaime. Kevin tenía razón. Estaba proyectando lo ocurrido a Douglas y se sentía utilizado y herido. Podría estar equivocado y ser muy injusto.

Miró a la chica. Ahora ella tenía la vista perdida en los árboles. Las lágrimas estaban desbordando los ojos y caían por sus mejillas. Lloraba en silencio intentando contenerse. Buscó en su bolso un pañuelo. La indignación de Jaime había desaparecido de repente y sintió mucha ternura por ella. ¡Maldita sea!, pensó. Estoy locamente enamorado.

Contuvo su impulso de cogerle la mano y consolarla y dirigió su mirada a Kevin esperando su explicación.

48

«Arkángel:

«Nuestros enviados a Miami vengaron a nuestro hermano, consiguiendo parte de la información que pediste sobre esos enemigos antes desconocidos.

»Se confirman tus sospechas. Estamos preparando un informe; hay novedades que harán cambiar el plan de ataque.

»Una vez analizados los datos, esperaremos tu decisión sobre el momento del asalto. Sachiel.»

Arkángel golpeó la mesa con disgusto, luego sus manos se apresuraron a teclear la respuesta:

«Sachiel:

»Daos prisa con la información. No os entretengáis, hermanos. Debemos identificar quiénes están con el enemigo y actuar con contundencia.

»Hay que exterminarlos antes de que suenen las trompetas y caigan los muros. Arkángel.»

El dedo ungulado presionó el envío del mensaje.

49

– Para comprender la actuación de Linda, debes conocer tanto su pasado como su presente -continuó Kevin-. Aunque jamás contamos las vidas anteriores de otros, creo que debo hacer una excepción para que entiendas lo ocurrido.

»Linda recordó, como tú lo estás haciendo, su vida cátara con mucha facilidad. Era una noble joven occitana que se convirtió al catarismo como simple creyente. Era bella e inteligente y, como muchas de las damas occitanas de aquel tiempo, se consideraba igual a los hombres.

»La corte de su padre estaba siempre llena de juglares que cantaban y recitaban, trovadores que componían y caballeros presentando sus respetos a los barones y a su bella hija.

»En el salón del castillo las veladas con poesía, canciones, otros entretenimientos y algún sermón cátaro se repetían casi cada noche. Jóvenes caballeros erraban por las tierras occitanas, y el barón, como era costumbre, les ofrecía su abierta hospitalidad; algunos incluso se atrevían a competir, con los trovadores recitando y cantando.

»El amor galante, espiritual que no físico, era uno de los pilares de aquel renacimiento cultural, y así los jóvenes caballeros confesaban su amor y hasta solicitaban a la propia baronesa, la madre de Linda, en presencia del barón y de toda su corte, que fuera su dama a pesar de la diferencia de edad y del obvio compromiso de la baronesa con el barón. Tanto la señora del castillo como su esposo se sentían halagados por tal gentileza. La baronesa contestaba a los versos con sus propios versos y aceptaba ser la dama de algunos de los caballeros que lo solicitaban. Claro que las damas jóvenes y en especial Linda recibían muchas más declaraciones de amor galante.

»Entre los caballeros errantes apareció Douglas, y Linda lo ha reconocido con toda seguridad. Procedía del norte, de la zona de la Ille de France, zona devastada y empobrecida entonces por las continuas guerras. Él no estaba habituado al uso de la lengua de oc, ya que su habla materna era la lengua de oïl, de la que deriva el francés actual. Fue acogido con toda generosidad, y no tardó en enamorarse de Linda. Las reglas del juego eran difíciles para él, pero quiso competir por su amor con sus poesías y hacerla su dama.

»Los tolerantes occitanos le animaron, apoyándolo en su empresa; pero su pobre manejo de la lengua de oc le hizo fracasar en su intento poético de conquistar el favor de Linda. Ella no pudo evitar la risa y contestarle con unos graciosos versos que provocaron las carcajadas de toda la concurrencia. Era un rústico gracioso v se convirtió en motivo de bromas en la sofisticada civilización occitana.

»Douglas se sentía rechazado y objeto de burlas, regresando a sus tierras del norte con un fuerte sentimiento de humillación y odio hacia aquellos occitanos pedantes y engreídos, que se afeitaban las barbas como afeminados.

»Pronto llegó su tiempo de venganza. Un año después, a inicios del 1208, en todas las iglesias del norte de Europa sacerdotes, obispos y abades católicos llamaban a sus fieles a las armas. Había que defender la verdadera religión de la plaga infecta de los cátaros, que según el papa Inocencio III eran «peores que los sarracenos, que adoraban a Mahoma».

»Una cruzada en las ricas tierras occitanas prometía ser una aventura mucho más provechosa y con menos peligro que las Cruzadas en Tierra Santa o en España contra los mahometanos, donde había que recorrer grandes distancias y los años de lucha habían endurecido al enemigo y empobrecido a gentes y ciudades. Todo el botín de guerra que los cruzados pudieran conseguir pasaba a su propiedad y, como todo pecado cometido antes y durante la empresa les era perdonado, los cruzados tenían carta blanca para cometer todo tipo de fechorías.

»Además, el compromiso mínimo en la Cruzada contra los cátaros era sólo de cuarenta días, y los nobles podían regresar con el botín conseguido, sin ausentarse demasiado, para cuidar de sus propiedades en Francia, Alemania, Borgoña o cualquier otro país del norte.

»Para el pueblo llano, que no tenía nada que perder, y los que tenían cuentas pendientes con la justicia divina o humana, la oportunidad de obtener perdón y riquezas era también espléndida.

»Douglas se unió con entusiasmo a la Cruzada; su recompensa sería mayor que la de los demás: la venganza.

»El 24 de junio de 1209, tres años antes de la batalla de las Navas de Tolosa contra los almohades, que tú recordaste, la Cruzada se puso en marcha.

»Desde Lyon partieron veinte mil caballeros, en su mayoría franceses, al mando del legado del Papa, el abate de Citeaux, Arnau Almeric, y una corte de obispos, abades y diversos eclesiásticos. Entre los caballeros se encontraba Douglas con un grupo de hombres a caballo y tropa que su padre le había cedido dada su insistencia. Detrás de los caballeros marchaban miles y miles de hombres del pueblo llano con la ilusión de grandes riquezas en la tierra y de un lugar en el cielo cuando murieran.

»El 25 de julio llegaron frente a las murallas de la población occitana de Béziers, muy cerca del Mediterráneo. El obispo católico de Béziers propuso a la ciudadanía que entregara a los doscientos veintidós herejes cátaros, que estaban bien identificados, para que los cruzados los quemaran y así salvar la población del asalto y la ruina.

»El obispo no pudo convencer a sus fieles, y a pesar de las amenazas de los sitiadores Béziers se negó y decidió resistir. Pero las defensas de la ciudad fueron insuficientes frente al enorme ejército y los cruzados entraron pronto, fácilmente. Y lo hicieron a sangre y fuego.

»Los veinte mil habitantes de Béziers, incluidos las mujeres y los niños que se habían refugiado en las iglesias, fueron degollados. La ciudad fue saqueada, quemada, arrasada.

»La barbarie y la borrachera de sangre fue tal que incluso repugnó a soldados curtidos en múltiples batallas y carnicerías. Un caballero francés se dirigió al abate Almeric para preguntarle cómo distinguir a los herejes de los que no lo eran. No podía degollar a mujeres y niños que rezaban en las iglesias católicas, con sacerdotes en hábitos católicos, ya que lo lógico sería que fueran fieles al Papa.

»La respuesta del legado papal ha pasado a la historia: «No os preocupéis si no podéis distinguir a los buenos católicos de los herejes. Matadlos a todos. Dios sí sabrá reconocer a los suyos.»

»Y así se hizo.

»Menos sangrientas pero también crueles fueron las conquistas de Carcasona y de múltiples pueblos menores donde los cruzados sembraban un terror premeditado.

»La mayoría de los nobles franceses, asqueados porque lo que creían una noble Cruzada estaba resultando ser una matanza indiscriminada, una vez cumplido su compromiso de cuarenta días regresaron a sus tierras. Un pequeño noble de la Ille de France llamado Simón de Montfort, que había encontrado en aquella carnicería su vocación, y el abate Almeric pasaron a capitanear, a partir del abandono de los grandes, la Cruzada.

»Douglas, que por entonces no había cumplido aún con su venganza, puesto que el castillo de Linda continuaba intacto, permaneció con los cruzados, que establecieron su base para el invierno en la bien fortificada ciudad de Carcasona.

»La retirada de la mayor parte de los nobles franceses no fue un problema, puesto que al año siguiente la Iglesia católica hizo un nuevo llamamiento a la Cruzada y nuevas hordas de gentes de buena fe junto a mercenarios y aventureros llegaron desde el norte.

»Simón de Montfort y el abate reemprendieron las conquistas mientras los occitanos continuaban presentando una débil resistencia.

»La nobleza occitana estaba desunida y más acostumbrada a torneos por su honor y por los favores de sus damas que al verdadero campo de batalla organizado. Sus súbditos, en su mayoría católicos, no sentían gran entusiasmo combatiendo contra los cruzados del Papa, ya que éste era su guía espiritual. Por su parte, los creyentes cátaros consideraban las armas instrumentos del diablo, y la guerra y la violencia, actos diabólicos, hasta el punto de que los Buenos Hombres tenían prohibido luchar ni aun para salvar su vida. Por el contrario, la motivación de los cruzados, que al combatir ganaban cielo y riquezas, era muy alta, y así pueblos y castillos caían uno tras otro.

»Mientras tanto tú, el rey Pedro, veías con preocupación la invasión de los moros almohades desde el sur y no querías involucrarte militarmente en una guerra en el norte.

»La única resistencia era la de los cátaros, y no con las armas, sino con la negativa a abjurar de su religión, y miles y miles de creyentes y sospechosos fueron quemados en las hogueras.

»Cuando llegó el turno al castillo de Linda, Daniel pidió el honor, que le fue concedido, de ser recompensado con él por sus servicios a la causa cruzada. El castillo resistió unas pocas semanas y finalmente una brecha en la muralla permitió la entrada del enemigo. La matanza fue la habitual, pero Douglas conservó con vida a los padres y hermanas de Linda encarcelándolos.

»Con el poder de la victoria y de tener a su familia en sus manos, Douglas pudo al fin disponer de Linda a su voluntad. Era una dulce y placentera venganza.

»Ella cedió a sus pretensiones, porque el cuerpo es obra del diablo, y el cuerpo no contamina el alma, que es obra del Dios bueno. Jamás aceptó el matrimonio que Douglas le ofrecía, convirtiéndose en su prostituta pero negándose a convertirse en su dama. Y jamás abjuró de su fe cátara.

»Pronto la situación se hizo insostenible para él. Tener como amante a una hereje reconocida y recalcitrante le ponía en una posición difícil frente a los eclesiásticos católicos. Éstos le preguntaban si el veneno cátaro no le estaría entrando en la sangre, y la situación se hizo tan peligrosa que él mismo se arriesgaba a terminar en la hoguera.

»Así que una tarde ofreció a Linda la última oportunidad de renegar de la fe cátara, casarse con él y convertirse en señora del castillo. Ella respondió con el mismo verso con el que le rechazó dos años antes entre las risas de la corte de su padre. Douglas enfureció, cediéndola a sus dos lugartenientes, que pasaron la noche con ella, y a la mañana siguiente la puso, junto a su familia, en manos de los inquisidores. La misma tarde murieron todos en la hoguera sin haber renunciado a su fe.

– Linda era mi mejor amiga entonces -intervino Karen-. Nos reconoció a Douglas y a mí en la primera sesión en la que rememoró su vida del siglo XIII.

– ¿Cómo pueden ocurrir esas casualidades? -preguntó Jaime extrañado-. ¿Cómo pueden coincidir amigos y enemigos en las distintas reencarnaciones?

– Funciona así -contestó Kevin-. Sorprende pero es así. Tenemos asuntos pendientes de vidas anteriores o misiones conjuntas que resolver. La evolución espiritual no ocurre de forma aislada, sino en grupos amplios de almas. Se coincide con muchos de los seres con los que vivimos vidas anteriores y con otros no se vuelve a coincidir; depende de las deudas que tengamos con ellos. Dubois te podrá contar mejor que yo. Pero es así.

– Tenemos deudas pendientes con Douglas y los suyos -continuó Karen-, y no por venganza de vidas anteriores, aunque para su evolución espiritual, ellos también necesiten experimentar el dolor que la derrota produce.

»Ahora los Guardianes del Templo representan la ideología intolerante, fanática y autoritaria que los cruzados representaban entonces y pretenden controlar la compañía de comunicación más grande del mundo para transmitir sólo su mensaje, acallando, ahogando y dejando sin voz a gente como nosotros. Tal como hicieron en la Edad Media con cátaros, valdenses y otros a los que llamaban herejes. Ésta es la forma actual de guerra; los medios de comunicación. -La muchacha tenía lágrimas en los ojos y hablaba emocionada y con fuerza-. Pero esta vez será distinto, Jaime. No se saldrán con la suya. Nosotros, los cátaros vamos a ganar. ¡Les venceremos!

50

Aquella avalancha de información y sentimientos confundía a Jaime; recorrió con la vista la apacible y soleada tarde. El agua azul de la piscina. El trino de los pájaros. En contraste con su tormenta interior, el entorno invitaba a la paz y el descanso.

Miró a Karen. Ella le estaba mirando a él. Sostuvo la mirada por unos instantes. Era bella. Y la amaba. Sentía que se había excedido hacía unos momentos, pero temía que le estuviera utilizando. Sólo pensarlo le enfurecía. Quería equivocarse; que fuera sólo un pensamiento negativo.

Pero de ser verdad, si ella sólo quisiera usarlo para ganar su guerra, a él le rompería el corazón. Porque la necesitaba. Dependía de ella. Desvió la mirada hacia los árboles y su mente racional empezó a funcionar de nuevo.

– Bien, de acuerdo -dijo Jaime-, imaginemos que los Guardianes son una pequeña mafia religiosa, que ha montado un sistema por el que roba a la Corporación. De aquí a que tengan un complot para controlarla existe un abismo.

– No es una pequeña mafia, al contrario, son muy poderosos -afirmó Kevin-, y el complot existe, lo sabemos muy bien, tanto por Linda como por otros infiltrados. Recordarás la bomba que terminó con la vida del presidente de los estudios Phoenix, Steven Kurth, ¿verdad?

– Sí, claro.

– Bien. Pues la bomba fue obra de los Guardianes.

– ¡Pero qué dices! Se supone que lo hizo un grupo radical violento, opuesto a los contenidos de algunos de los programas que se producen.

– ¡Correcto en todo! Los Guardianes es una secta religiosa radical y violenta a la que no le gustan los contenidos actuales de los programas televisivos o cinematográficos de la Corporación. Pero además, como tiene planes para controlarla, ha camuflado su acción como la de un grupo exterior inventado.

– Pero ¿qué ganan asesinando a Kurth?

– Kurth era un viejo judío liberal de la misma ideología que Davis. Ambos creían en la libertad de expresión de ideas, en la no discriminación por raza, sexo o religión, y en que la tolerancia es la mejor protección para todos, porque todos somos, alguna vez o en alguna parte del mundo, una minoría. Pero Kurth tenía el mismo estilo personalista y autocrático que Davis, y nunca se preocupó de establecer una sucesión para su cargo en la Corporación; quizá pensaba que la vejez y la muerte nunca le afectarían.

»El sucesor más claro de Kurth es el vicepresidente actual de los estudios Eagle, Cochrane, un alto personaje en la secta de los Guardianes. Imagínate lo que obtendrían colocando a Cochrane como presidente de Eagle: mayor control sobre la programación y una inmejorable posición para suceder a Davis.

– ¿Por qué no los denunciáis al inspector Ramsey?

– No tenemos aún suficientes pruebas materiales y las pocas de que disponemos son de procedencia poco legal. La policía nos pondría en su lista de sospechosos y pasaríamos a ser el primer objetivo a destruir para los Guardianes. No; no es aún el momento, hay que esperar.

Jaime quedó pensativo. Luego reinició la conversación.

– Dejadme que continúe adivinando. En todo caso, si Linda logró que Douglas fuera despedido por un affaire sexual extramatrimonial, que ella presentó como acoso, y siendo el jefe de Douglas también un Guardián, Linda debió de recibir apoyo de alguien con un puesto muy alto en la Corporación. Y como no creo que tenga otro amante en la oficina -Jaime miró a Karen y recibió una dura mirada de ella a cambio-, ese alguien que la apoyó debe de ser también cátaro. ¿No es así? ¿Quién es? ¿Es el tapado que da las órdenes?

– No puedo confirmarte eso ahora. Lo siento -contestó Kevin.

– Bien, pero espero que me podáis aclarar lo siguiente. ¿Por qué motivo Linda acusó e hizo despedir a Douglas? Entiendo que quizá exista una deuda de otra vida que tenga que pagar, pero ¿por qué Linda no acumuló pruebas contra Douglas y también contra White, denunciándolos a ambos frente a Davis por fraude y así os librabais de los dos al mismo tiempo?

– Consideramos esa opción, pero había grandes posibilidades de que sólo cayera Douglas, ya que encubría a White. Con Douglas fuera, Linda está teniendo acceso a información que Douglas le escondía incluso a ella, y que compromete directamente a White y quizá a Cochrane. En el momento oportuno, y quizá con tu ayuda, evidenciaremos el complot frente a Davis.

»Entonces Davis hará una limpieza ejemplar tanto en los estudios Eagle como en las áreas administrativas de la Corporación; no dejará títere con cabeza. Los primeros en caer serán el jefe de seguridad y los suyos; al fin y al cabo, ellos son los que introdujeron la bomba en el edificio y asesinaron a Kurth.

– ¡Qué sorpresa! Así que yo tengo un papel en el asunto, ¿verdad? -inquirió Jaime irónico-. Tenía el presentimiento de que estaba en el programa.

– ¡Pues claro que lo tienes! -repuso Karen indignada-. ¿Cómo no lo vas a tener? No puedes escapar a tu destino espiritual. Aunque quisieras. No tendrás más remedio que participar en esta guerra. Y espero que lo hagas con más cerebro que como lo hiciste hace ochocientos años. Tuviste un papel clave entonces y estás destinado a tenerlo ahora. ¡Te guste o no!

Jaime se quedó mirando con asombro a Karen. Su indignación por su comentario irónico, su determinación y el hecho de que diera por supuesto que él debía ser protagonista en la aventura le sorprendían. Hasta el momento sólo había percibido insinuaciones.

Miró a Kevin, que le observaba con una sonrisa divertida. Volvió su vista a la chica. Ella le miraba con el ceño ligeramente fruncido, labios apretados y sus ojos, un poco enrojecidos por las lágrimas recientes, parecían echar chispas. Estaba furiosa con él. Jaime se sentía confuso. Demasiada información. Demasiadas mezclas de pasado y presente. Y ahora eso de sus obligaciones y su destino espiritual. Decidió no enfrentarse a Karen, no quería tener ahora una discusión que la distanciara de él. Además, necesitaba pensar con calma; decidió cambiar de tema.

– Linda debe de encontrarse en una situación incómoda frente a los Guardianes.

– Sí, claro que sí -contestó Karen aún con tono irritado-. Linda se está arriesgando mucho. Uno de los clérigos de los Guardianes del Templo la interrogó sobre su acusación contra Douglas. Linda dijo lo de siempre; ella estaba cansada de él y él continuaba acosándola, llegando incluso a la violencia física. Naturalmente Linda no le contó los métodos usados para provocar que Douglas actuara así. -Aquí Karen relajó las cejas y un destello pícaro asomó a sus ojos-. Pero la violencia y el acoso han sido reales. El clérigo la censuró con dureza por no haber acudido a ellos para resolver el asunto y por haberse atrevido a tomar tal decisión por sí misma. Según él le está causando un importante daño a la secta. ¡Como si Linda no lo supiese! Le ordenó que se retractara de sus acusaciones y ella repuso que ésta era la única solución que había encontrado para librar su vida de Douglas y que no tenía ninguna intención de volver atrás. El clérigo le dijo que entendiera que no era un consejo, sino una orden formal de los Guardianes y Linda repuso que en ese caso él y su maldita secta podían irse al infierno. -Karen hizo una pausa, añadiendo-: De todas formas de allí es de donde procede esa gente.

– Quiero cambiar mis comentarios anteriores sobre Linda -afirmó Jaime dirigiendo una mirada irónica a Karen-. Es posible que, como antes dije, sea una maestra en el Kamasutra, una seductora y una mata-hari, pero es una mujer muy valiente; la respeto por ello.

Kevin rió, y Karen miró a Jaime con un inicio de sonrisa, como dudando entre continuar ofendida con él o darle un beso.

Jaime deseó con intensidad lo último.

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