Epílogo

En casa

Paddy se quedó en medio del frío, con las manos apretadas dentro de los bolsillos. Su suspiro cálido y blanco surgía y se detenía en el aire.

Por encima de la verja y a través de la ventana, podía ver parte de sus cabezas en el salón. Sean estaba sentado en una butaca, Con en la otra, y miraban juntos las noticias de la televisión. La luz de la habitación de Marty estaba encendida, y podía distinguir el rumor lejano de una radio. Mary Ann debía de estar bañándose; Trisha estaría en la cocina preparando la cena, calentando algún plato en previsión de su llegada.

Les pidió a sus pies que la llevaran hacia la puerta, pero se quedó quieta, mirando por encima del seto. Sean dijo algo, y Con asintió con la cabeza. Sus padres no sabían que habían roto. Tampoco estaba segura de que Sean lo hubiera asimilado, pero ahora su presencia se le hacía agradable. De todos modos, no estaba enfadado con ella.

Se pondrían furiosos cuando le vieran el vendaje en la cabeza, y ahora tenía los ojos irritados de llorar. La habían atracado. No, eso conllevaba que la ciudad era peligrosa. Había habido una pelea en el tren… Al fin y al cabo, todo el mundo tomaba el tren. Una pelea en el tren, y ella, cautelosa y precavida, se había levantado para salir y le había caído una botella a la cabeza. El personal del ferrocarril la llevó al hospital, pero se encontraba bien. Ya habían arrestado a los tipos de la pelea. Uno de ellos era gordo. Ese tipo de detalles lo hacían creíble. Llevaba una camiseta de los Rangers. Les gustaría creer esto.

El frío de la noche le picaba la cara. Paddy advirtió la escarcha recortada que se estaba formando en las hojas del seto. Las migajas color crema que se le refugiaban en las costuras de sus bolsillos se le acumulaban debajo de las uñas. Volvió a sentir la mano de Pete entre las suyas y se prometió que jamás le olvidaría, ni a él ni lo que había hecho por ella.

Se estaba haciendo tarde. Se demoró de mala gana por la valla del jardín y se detuvo junto a la pila de ladrillos. Se arrodilló y buscó por el suelo musgoso la llave del garaje de los Beattie.

Se fumaría un cigarrillo con la reina y recordaría un rato a su amigo Pete antes de meterse en el calor del hogar.

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