AGRADECIMIENTOS

Este libro no habría podido existir sin el esfuerzo y los conocimientos de Selina Walter, a quien nunca agradeceré lo bastante su paciencia y su agudeza. Katrina Whone, Rachel Calder y Reagan Arthur también fueron buenos guías más cerca del final.

Mucha gente me ha ayudado en mi investigación. Debo agradecimientos y almuerzos a Stephen McGinty, a Linda Watson-Brown y Val McDermid, quienes me dieron información inestimable sobre la vida en la redacción de un periódico a principios de los ochenta; también, a Kester Aspden, por los materiales que tuvo la amabilidad de facilitarme sin pedir nada a cambio.

La inspiración de la narración surgió de la brillante obra de la doctora Clare McDermid sobre la construcción social de los delincuentes menores de edad, la mayor parte de la cual se tuvo que recortar, pero que, sin duda, aparecerá en otro proyecto en fechas futuras.

Gracias también a Terry Considine, que hizo lo que siempre acostumbra a hacer y me dio consejos legales. ¿O tal vez no lo hiciera esta vez? No me acuerdo. Tal vez fue Philip Considine o John Considine quien me dio los consejos legales. Y si fue así, todo estará mal porque ninguno de los dos es abogado. Tal vez fuera la tía Betty Considine. ¿Existe alguna convención europea relativa a las tacitas de té con plum cake?

Buena parte de mi eterna gratitud es para Stevo, Monica y Edith, por su apoyo durante los momentos más temibles de unos tiempos maravillosos.

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