10 El Dragón de las Tinieblas

El dragón era gigantesco, negro y sin rasgos característicos, como si fuera una silueta recortada de un trozo de terciopelo y suspendida en el cielo del atardecer. Flotaba sobre el cuerpo contorsionado de un Dragón Verde, estudiándolo. Luego la mancha se esfumó de la vista.

—¿Qué conclusión sacas? —preguntó el Custodio.

Miró el cadáver del dragón, la sangre que se extendía a su alrededor formando un oscuro charco y las escamas de color verde oliva desperdigadas por el suelo como hojas caídas.

El Hechicero Oscuro removió el agua del cuenco grande que tenía delante. De inmediato, la escena representada sobre la superficie desapareció.

—Durante la Purga, los dragones se mataban unos a otros y absorbían la esencia del vencido para acrecentar su poder. Es muy probable que este dragón esté haciendo lo mismo.

—Aunque es negro, no se trata de un Dragón Negro —comentó el Custodio—. No exhaló ácido sobre el joven Verde. Su aliento era como una sombra sofocante, una nube tenebrosa a través de la cual no podíamos ver nada. Creo que es un Dragón de las Tinieblas.

Su colega asintió.

—Son raros en Krynn, pero no desconocidos. Lo vi por primera vez hace unas semanas, cuando mató a un joven Rojo. También he visto otros cadáveres de dragones, uno Blanco y dos Negros, y me pregunto si este Dragón de las Tinieblas es el responsable.

—Quizás, aunque puede que nunca lo sepamos con seguridad —respondió el Custodio—. No tiene escamas ni garras. No pretende conquistar un territorio, como los señores supremos. Me gustaría estudiarlo con más detenimiento, pues ha despertado mi curiosidad, pero debo seguir buscando los antiguos objetos mágicos. Y tengo que darme prisa. Estoy de acuerdo con Palin en que el tiempo apremia. No debí haberme distraído de mi tarea ni siquiera estos breves minutos.

—A mí también me gustaría estudiar al dragón, pero debo invertir todas mis energías en Malys. Cada día que pasa, la Roja enrola más goblins en su ejército. Este Dragón de las Tinieblas, por el contrario, no parece una amenaza para los humanos, de modo que podemos posponer su estudio.

—No indefinidamente.

—No.

—Bien; entonces queda acordado que, cuando terminemos con nuestras respectivas investigaciones, dedicaremos toda nuestra atención al Dragón de las Tinieblas. —El Custodio se apartó del cuenco de agua y se dirigió a una estantería que cubría una pared entera de la habitación donde se encontraban, una cámara de la Torre de Wayreth. Del suelo al techo había estantes repletos llenos de gruesos volúmenes y rollos amarillentos—. Estas son las notas y los diarios de Raistlin. He estado revisando las copias, buscando información sobre la magia de la Era de los Sueños.

—Otra vez Raistlin —susurró el Hechicero Oscuro. Debajo de la capucha del mago, unos ojos centelleantes seguían todos los movimientos del Custodio—. Conoces muy bien los escritos del hechicero.

El Custodio se detuvo frente a una sección de libros encuadernados en piel, dio la espalda al Hechicero Oscuro y estudió los lomos.

—He leído sus obras varias veces. —Se puso de puntillas y tiró de un grueso volumen del centro de un estante. El libro se resistió a las primeras intentonas, pero finalmente cayó en sus manos—. Sí, es éste.

—Conoces algunos párrafos de memoria. Te he oído recitarlos.

—Algunas de sus obras me interesan mucho.

El Custodio acarició las letras doradas de la tapa del libro. Luego lo abrió por la mitad y estudió un pasaje siguiendo las líneas con el índice y esbozando las palabras con los labios.

—Sí, estoy seguro —dijo el Hechicero Oscuro.

El Custodio cerró el libro y se volvió a mirarlo.

—¿Seguro de qué?

—De que tú eres Raistlin.

El Custodio rió en voz baja.

—Conocí a Raistlin Majere; lo conocí bien, mejor quizá que su propio hermano. Pero también he conocido a otros grandes hechiceros de Krynn. Justarius, de los Túnicas Rojas; Dalamar, Par-Salian, Rieve, Gadar, Ladonna y muchos más. Raistlin era probablemente el más importante. Me halagas con tus acusaciones.

—¿Lo niegas?

—Si yo fuera Raistlin, ¿qué estaría haciendo en esta torre contigo y con Palin Majere? Raistlin ha desaparecido. Además, siempre prefirió la soledad.

—Éste es un lugar solitario. Y Raistlin Majere tendría suficiente interés por su sobrino para...

—¿Acaso me parezco a él? No soy tan frágil.

El Hechicero Oscuro se acercó.

—Ocultas ingeniosamente tu apariencia.

—Igual que tú.

El Custodio regresó junto al estante y dejó el libro en su sitio. Luego bajó el siguiente de la fila.

Debajo de su máscara metálica, el Hechicero Oscuro sonrió.

—Me marcho a estudiar al Terror Rojo, como los kenders llaman a Malystryx. Avísame si encuentras algo interesante en los escritos de Raistlin. —El Hechicero Oscuro enfiló hacia la puerta y añadió en voz baja:— Tus escritos, según creo, colega. No has negado mi acusación.

El Custodio abrió el libro en la última sección, buscó un título que recordaba bien y comenzó a leer.

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