A Hugo, lo más valioso para mí, por darme cada
día de su vida su amor y alegría. Le agradezco
también el haber corregido mi mal italiano.
A Silvia, por su amor, por la tranquilidad que
me transmite y por su apoyo incondicional.
Sin ella no podría escribir.
Si no se nos hubiera enseñado cómo hay que
interpretar la historia de la pasión de Cristo,
¿habríamos sabido decir, basándonos sólo en
sus acciones, si fue el envidioso Judas o el
cobarde Pedro quien amó a Jesús?
Graham GREENE, El fin de la aventura (1951)