5. OLIVER

Prefiero conducir yo a que conduzca nadie. He conducido durante diez o doce horas seguidas. Desde mi punto de vista, me siento más seguro cuando conduzco yo que cuando voy dependiendo de otro, pues nadie tiene tanto interés como yo en conservar mi vida. Hay gente que corteja a la muerte sólo por la sensación que experimentan, o, como diría Ned, por cuestión de estética. Me parece idiota. Para mí no hay nada más sagrado en el mundo que la vida de Oliver Marshall, y, cada vez que tenga que ponerse en peligro, prefiero ser yo quien lleve las riendas. Así que no pienso dejarles demasiado el volante. Hasta ahora he conducido siempre yo, aunque el coche sea de Timothy. El es todo lo contrario; prefiere dejarse llevar. Supongo que se trata de un signo más de su conciencia de clase. Eli no sabe conducir. Sólo quedamos Ned y yo. Yo y Ned hasta Arizona, con Timothy para relevarnos de vez en cuando. Francamente, la idea de confiar mi pellejo a Ned me da escalofríos. ¿Y si me quedo donde estoy, con el pie clavado en el acelerador durante toda la noche? Llegaríamos a Chicago mañana por la tarde. A San Luis, el mismo día, pero ya entrada la noche. A Arizona, pasado mañana.

Empezaríamos enseguida a buscar la casa de los cráneos. Estoy preparado para la inmortalidad. Psicológicamente preparado. Creo en Eli implícitamente. ¡Dios mío, que si le creo! Sólo pido eso: creerle. Todo el futuro se abre ante mí. Viajaré a las estrellas. Visitaré los planetas. El Capitán Futuro de Kansas. ¡Y estos imbéciles quieren parar en Nueva York para ir a echar unos polvos! ¡Les espera la eternidad y son incapaces de ir más allá de Maxwell! Quisiera decirles lo podencos que son. Pero debo ser paciente con ellos. No quiero que me tomen el pelo. No quiero que piensen que esos cráneos me vuelven loco. First Avenue, ¡hemos llegado!

Загрузка...