Zoé Valdés
Demoré varios años después de su publicación antes de iniciar la lectura de la novela que consagró definitivamente a Isabel Allende. Es algo que hago siempre con los libros o películas que intuyo tendrán un valor importante para mí, pocas veces asista a un estreno sólo porque la crítica me obligue, y prefiero guardar un libro hasta tres meses o algunos años más tarde de la edición para sumergirme en su lectura. Salvo, por supuesto, cuando debo hacerlo por inminentes razones profesionales. La casa de los espíritus la leí después que había pasado incluso el éxito de la película. La película aún no la he visto, aunque me apetece verla no sólo por la pléyade de actrices y actores que hicieron la novela aún más célebre, sobre todo porque resulta inevitable que nos pique la curiosidad de comprobar si la historia magistralmente narrada por su autora no ha sido traicionada en la gran pantalla, siendo la propia historia fruto creador de una protagonista directa, además de que la densidad filosófica y la belleza literaria son insuperables en el texto, y constituyen claves esenciales que seducirán, bordando delicadas y perdurables emociones en la sensibilidad y en el pensamiento del lector.
Isabel Allende nos cuenta una gran saga familiar, la existencia de cuatro generaciones en la familia Trueba, deteniéndose con preferencia en los personajes femeninos: Nívea, Rosa y Clara, Blanca, y por último Alba; aunque a todo lo largo de la novela quien habla en los momentos trascendentales es el senador Trueba, eje central del cuerpo sustancial histórico–político en el aspecto cronológico, salvo en el final, que quien toma la palabra es Alba, en una suerte de relevo espiritual y social. Esteban Trueba, el patrón, representa el autoritarismo de las clases altas de ese país, que no es otro que Chile. Sin embargo, si bien el senador Trueba es el hilo conductor de varias generaciones; Clara, su mujer, es la sonoridad telúrica de la cultura, de la imaginación, la resonancia lírica de esas mismas–generaciones, en su diversidad mestiza.
Insisto en hacer hincapié en el lenguaje, escrita con una limpieza excepcional, incorporando localismos que gracias a la nitidez con que la escritora asumió el tejido apretado de la obra se convierten de inmediato en universales. Creo que La casa de los espíritus es la novela por excelencia de la más reciente historia latinoamericana, donde se reflejan sin ambigüedades las hondas contradicciones entre el campo y la ciudad, la lucha de clases, las confusiones o certezas ideológicas, las diferencias. Aceptar las exageradas propuestas de esta multiplicidad de realidades en una novela es un riesgo que no cualquier escritor está dispuesto a asumir. Porque Isabel Allende expone los horrores de la junta militar, pero también los peligros no menos siniestros de una dictadura marxista; los personajes jamás deambularán con pasos extremistas y dislocados de un discurso a otro, viajarán por dentro de ellos con desplazamientos excesivos, eso sí, chocando con sus negaciones, trastabillando de un estado de ánimo a otro, acertando, equivocándose, viviendo el laberinto indisoluble de la duda o la verdad de los seres humanos. Así Pedro Tercero García, el cantautor con ideas izquierdistas irá aparar a un oscuro despacho totalitario donde para nada le valdrá la guitarra que siempre le acompañó y que le dio la
celebridad en el corazón del pueblo, sin renunciar a su pasado terminará en el exilio. Miguel, el revolucionario, será el eterno esperado por Alba, quien a su vez significa el sacrificio, encarcelada por los militares, torturada en campos de concentración; pero lo más importante es que Albaes la redención a través de la escritura, de la palabra, es salvada por su abuelo, el anciano y desvalido senador Trueba, un lejano aunque sólido indicio de la fundación de la tierra, en combinación con Tránsito Soto, la antigua prostituta devenida nueva rica. Pero el personaje que sostiene de una punta a la otra el equilibrio de la fábula se llama Clara, clarividencia constante, horizonte latente, viva y extraordinariamente fantasmal, referencia indiscutible al realismo mágico.
La casa de los espíritus es una de las grandes novelas del siglo veinte, por su sinceridad al traducir la complejidad de la vida en literatura, asociando espiritualidad y filosofía, realidad política y poética.
A mi madre, mi abuela y las otras extraordinarias mujeres de esta historia.
I. A.
¿Cuánto vive el hombre, por fin? ¿Vive mil años o uno solo? ¿Vive una semana o varios siglos? ¿Por cuánto tiempo muere el hombre? ¿Qué quiere decir para siempre?
PABLO NERUDA