LA PROFECÍA DE HERMES

Del regreso de los Antiguos hablan muchos. No es ficción.

El Kore Kosmou, uno de los pocos libros pertenecientes a las enseñanzas herméticas atribuidas al dios egipcio Toth -y que los judíos identificarían con Enoc-, da cuenta de un relato estremecedor, que ilumina esa cuestión. Un relato, naturalmente, muy ligado a las páginas anteriores. En él la diosa Isis narra a su joven hijo Horus que Toth, el dios de la sabiduría, reveló todos los secretos de los cielos en una colección de libros que él mismo escondió en algún lugar de Egipto. Se trata de libros destinados a cambiar la faz de la Tierra pero que sólo serán descubiertos cuando llegue el momento oportuno.

Isis, la diosa de todas las diosas, lo explicó así a su retoño:

No es adecuado, hijo mío, que deje este relato inacabado; debo contarte lo que Hermes (Toth) dijo cuando depositó los libros. De esta manera habló: «Estos libros sagrados, que he escrito con mis manos perecederas, han sido ungidos con el elixir de la inmortalidad por Él, que es el maestro de todas las cosas y que permanece incorruptible a través de los tiempos, y permanecerán invisibles y ocultos a todos los hombres que vengan o surjan de las llanuras de esta tierra (Egipto) hasta el momento en el que los cielos, ya ancianos, engendren hombres que sean dignos de ellos». Habiendo pronunciado esta oración sobre el trabajo de sus manos, Hermes fue recibido en el santuario de la eternidad.

¿Estamos ya en el umbral de ese tiempo?

Yo así lo creo.

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