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A las tres de la madrugada, mientras su coche bloqueaba la boca de incendio delante del edificio de Maggie Caruso, Joey se prometió a sí misma que no se quedaría dormida. A las tres y media bajó el cristal de la ventanilla para que el frío de la noche la mantuviese despierta. Hacia las cuatro, su cabeza se inclinó hacia adelante. A las cuatro y media volvió a caer bruscamente sobre el reposacabezas. Luego, exactamente a las cinco menos diez, un chillido agudo la despertó de golpe.

Parpadeando para volver al mundo vigilante, Joey buscó el rastro del sonido en la pantalla iluminada de su sistema de posición global. El brillante triángulo azul volvía a moverse a través del plano digital, directamente por la West Side Highway. Colocó la pantalla sobre su' regazo y observó cómo el coche de Gallo y DeSanctis se dirigía hacia el extremo de la ciudad. Era como un videojuego primitivo sobre el que no tenía ningún control. Al principio pensó que regresaban a Brooklyn, pero cuando el coche pasó de largo la entrada del puente, y tomó la FDR Drive, sintió una punzada de calor en la nuca. Había muy pocas cosas abiertas tan tarde. O tan temprano. «Mierda, no me digas que están…»El diminuto triángulo azul giró en el puente de la calle 59 y cuando Joey vio que se dirigía hacia el Grand Central Parkway, puso el motor en marcha y salió pitando. En la parte superior del plano digital, el triángulo azul se dirigía directamente hacia su destino. El destino más popular en Queens a las cinco de la mañana: el aeropuerto de La Guardia.

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