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A veces pensar en el trabajo es peor que la realidad. Teniéndolo todo en cuenta, la oficina ha sido hoy casi soportable. Después de todo lo que he visto y oído durante el fin de semana, esperaba tener que abrirme paso hacia el trabajo a través de una multitud, luchando en las calles. Excepto por unas pocas ventanas rotas y por otras daños menores, todo parece decepcionantemente normal. El centro de la ciudad está tranquilo para ser lunes, y la oficina también.

Me alegra estar en casa. Ahora puedo ver el bloque de pisos al final de la calle. Como es habitual, hay luces en las dos esquinas en diagonal del edificio: nuestro piso y el que está ocupado arriba del todo. Cuando me acerco puedo ver unas sombras que se mueven detrás de nuestras cortinas. Los niños están corriendo por la sala de estar. Sin duda han estado jugando toda la tarde y Liz me va a saltar de nuevo al cuello.

No deberíamos vivir en un sitio como éste, pienso mientras camino hacia la puerta por el sendero invadido por las malas hierbas. Sé que soy un jodido vago y que debería trabajar más duro, pero no es fácil. Hago lo que puedo, pero parece que no es suficiente. De vez en cuando necesito una patada en el culo. Pero si cada día pudiera ser como hoy, decido mientras abro la chirriante puerta de entrada, quizá las cosas puedan ir bien. Hoy siento que el esfuerzo que he puesto en el trabajo ha valido la pena. No he tenido que tratar con ningún ciudadano chillón e incluso he conseguido reír con Tina Murray. Hoy, por una vez, no me siento como si estuviera remando en la dirección contraria a todo el mundo. Los planes que Lizzie y yo hemos estado haciendo durante años de mudarnos a una casa más grande, cambiar el coche y, en general, mejorar nuestro nivel de vida parecen un poco más realistas y factibles que cuando dejé el piso esta mañana. Están todavía muy lejos, seguramente, pero son posibles.

Atravieso la penumbra de la entrada y abro la puerta del piso. Entro y el calor de nuestro hogar hace que me dé cuenta del frío que hace esta noche.

– Estoy de vuelta -grito mientras me quito el abrigo y los zapatos. Todo está inusualmente silencioso. Puedo oír la tele y los niños pero no a Liz. Normalmente le está gritando a alguno de ellos. No puedo recordar la última vez que llegué a casa y estaba tan silenciosa.

Edward aparece en el recibidor delante de mí. Sonríe de oreja a oreja.

– ¿Todo bien, Ed?

Asiente con la cabeza.

– Hoy he tenido medio día libre -me suelta y parece satisfecho de sí mismo.

– ¿Por qué? ¿Qué te ha pasado?

– Nada. Han cerrado la escuela.

– ¿Por qué? -vuelvo a preguntar mientras me interno en el piso buscando a Liz. No la veo en ninguno de los dormitorios.

– Por culpa de Jack Foster -me explica Ed. Estoy confuso.

– ¿Quién es Jack Foster?

– Está en sexto. ¡Lo deberías haber visto, papá, fue alucinante!

He llegado a la puerta de la cocina. Lizzie está sentada a la mesa, bebiendo una taza de café con la mirada perdida.

– ¿Estás bien? -pregunto. Me mira, sorprendida.

– No sabía que habías llegado -dice en voz baja, saliendo del trance. Se levanta, se acerca y me abraza. Esta repentina muestra de afecto está fuera de lugar.

– ¿Y esto por qué? -susurro con mi boca pegada a su oreja-. ¿Estás bien?

Dice que sí con la cabeza y se suelta para ir a buscar mi cena, que está en el horno.

– Estoy bien -suspira-. He tenido un mal día, eso es todo.

– Ed me estaba contando que han cerrado la escuela. ¿Algo relacionado con Jack Foster?

Ella pone la comida en la mesa y se sienta en una silla frente al sitio que ha preparado para mí. Empiezo a comer y la contemplo mientras se masajea las sienes. Parece cansada y trastornada. Lo que ha ocurrido hoy en la escuela debe ser lo que la preocupa.

– ¿Qué ha ocurrido? -pregunto. Ella no quiere contestar-. Háblame, Liz…

Ella se aclara la garganta y se termina el café. Cuando finalmente empieza a hablar su voz es suave y está llena de emoción.

– ¿Conoces a Jack Foster?

Niego con la cabeza. He oído antes el nombre pero no lo puedo relacionar con ninguna cara.

– ¿Conoces a Ben Paris? ¿Un chico bajito con el pelo negro?

Sé quien es Ben.

– ¿Su padre es peluquero?

– Ése es. Jack Foster es su mejor amigo. Siempre están juntos. Nos sentamos al lado de Sally, la madre de Jack, durante la velada para padres del pasado trimestre. Tiene una hermana en la clase de Ed. Es alto y…

– ¿… y lleva gafas?

– Ése es.

Estoy bastante seguro de que sé de quién está hablando. Lo he dicho sólo para continuar con la conversación.

– ¿Qué ha hecho?

Lizzie se aclara otra vez la garganta y se tranquiliza.

– En primer lugar -comienza- esta mañana toda la escuela estaba en el vestíbulo para una asamblea. Los chicos estaban apretujados en el centro y la señora Shields desfilaba de una lado a otro delante de todos con su rutina habitual.

– No soporto a esa mujer -la interrumpo. La señora Shields es la directora. En resumen, es estricta, anticuada y les habla a los padres exactamente de la misma forma que les habla a los niños.

– Sé que no te gusta -suspira Liz-, me lo dices cada vez que menciono su nombre. En cualquier caso, estaba acabando una de sus malditas y horribles historias bíblicas. Yo estaba sentada al fondo, al lado de Denise Jones y…

Ella deja de hablar y yo de comer. Levanto la vista del plato y dejo de lado cuchillo y tenedor.

– Jack está en sexto -prosigue-. Los niños se sientan en el suelo por orden de edad con los más pequeños delante, de manera que la clase de Jack estaba al final del vestíbulo, cerca de donde estábamos nosotras. La señora Shields les acababa de pedir que inclinaran la cabeza para la oración final antes de empezar…

Se calla de nuevo.

– ¿Qué ocurrió? -la presiono.

– Yo estaba sentada allí al final y Jack se puso en pie delante de mí. La mayor parte de los niños estaban delante de él y todos tenían la cabeza inclinada, de manera que al principio no hubo ninguna reacción. Entonces echó a correr hacia la señora Shields. Golpeaba y pisaba a los chicos, y a algunos de ellos les hizo daño y empezaron a gritar y a chillar. Para cuando todo el mundo hubo levantado la mirada Jack había alcanzado un lateral del vestíbulo. Tiró a Eileen Callis de una silla, que acabó de bruces en el suelo. Todo esto ocurrió en segundos. Todos estábamos ahí sentados, demasiado sorprendidos para hacer nada. Jack cogió la silla vacía de Eileen, la levantó por encima de la cabeza y corrió hacia la señora Shields. Ella avanzó hacia él para intentar pararlo, pero él corría hacia ella, blandiendo la silla por encima de la cabeza y pasando al lado de los niños sentados en primera fila. Falló un par de veces pero luego le dio de lleno en la cara, justo bajo el ojo. Jack es casi tan alto como la señora Shields. Seguía blandiendo la silla y antes de que nadie supiera lo que estaba pasando, ella estaba tendida en el suelo con él de pie a su lado y golpeándola una y otra vez con la silla en la espalda.

– ¿Nadie pudo pararlo? -pregunto.

– Don Collingwood y Judith Lamb fueron los primeros en llegar -responde, asintiendo con la cabeza-. Don lo agarró y Judith intentó quitarle la silla. Maldita sea, Danny, parecía como si estuviera poseído o algo así. Fue terrible. La señora Shields estaba gritando y eso provocó que algunos de los niños empezaran también a gritar. Estaba en el suelo, encogida como si fuera una pelota, al lado del piano, con las manos sobre la cabeza. Había mechones de su pelo por todas partes y sus gafas estaban destrozadas. La sangre le corría por la cara y…

– Pero ¿por qué? -interrumpo-. ¿Qué había pasado con él?

Ella se encoge de hombros.

– Nada, por lo que yo sé. Lo vi antes de entrar en la escuela y parecía estar bien. Se estaba riendo con sus amigos. Nunca se le ha visto hacer nada igual. Hay un montón de niños en esa escuela que no me habría sorprendido nada que lo hicieran pero Jack…

– No tiene sentido -murmuro con la boca llena de comida.

– Me lo dices o me lo cuentas.

– ¿Qué han hecho con él? Ella mueve la cabeza.

– Todo se convirtió en un caos. Don arrastró a Jack a uno de los despachos y lo encerró… Lo destrozó. Gritaba y chillaba y… Dios, fue horrible. Pobre muchacho, se le oía por toda la escuela. Parecía aterrorizado.

– ¿Qué ha pasado con la directora? ¿Qué ha pasado con la señora Shields?

– Se la llevaron al hospital y le han hecho un reconocimiento. Creo que está bien, sólo unos cuantos cortes y arañazos, eso es todo.

Por un segundo devuelvo la atención a la comida pero es imposible no seguir pensando en lo que me acaba de contar Liz.

– ¿Por qué lo hizo? -pregunto, teniendo la certeza de que ella no me puede responder.

– Ni idea -suspira mientras se levanta para buscar algo de beber-. Pero hace que me pregunte si no está relacionado con lo que vimos durante el fin de semana.

– No puede ser -la corto instintivamente-. Esto ha sido un chico en la escuela, ¿cómo podría estar relacionado?

– No lo sé. En cualquier caso, cerraron la escuela poco después de que ocurriese y es probable que siga cerrada mañana. Intentamos distraer a los niños pero ya sabes cómo es, Dan, se trata de una escuela pequeña. Es una escuela de barrio. Todo el mundo se conoce. Al final tuvieron que llamar a la policía para controlarlo. Jesús, lo siento mucho por Sally. Deberías haberla visto. Parecía como si fuera ella la que había hecho algo malo. Y cuando se llevaron a Jack…

– ¿Cuándo y quién se lo llevó?

– Al final se lo llevaron en una ambulancia. No quería hablar con Sally, ni siquiera quería verla. Gritaba pidiendo ayuda. El pobre muchacho está completamente ido. No tenía una explicación para lo que había hecho. No dejaba que nadie se le acercase. Parecía como si todos nosotros le causáramos pavor.


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