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Necesitamos comida. Lo último que quiero hacer es volver a salir pero no tengo alternativa. Los niños y Lizzie han estado atrapados en casa el último par de días y la despensa está casi vacía. Deberíamos haber pensado antes en eso. Necesito conseguir algunos alimentos antes de que las cosas se vuelvan aún más inciertas ahí fuera.

Tengo tanto dinero como el que puedo encontrar en mis bolsillos y ya veré qué puedo conseguir con ello. Siempre he ido mal de dinero. No tengo tarjetas de crédito desde que tuve un lío con mi banco hace poco más o menos un año y cancelaron todo lo que estaba relacionado con mi cuenta. Me dieron un préstamo de «última oportunidad». Una vez que he cobrado la nómina y pagado las facturas, lo que queda es con lo que vivimos hasta el siguiente día de cobro. Faltan dos semanas hasta ese día, así que no me queda mucho.

No pienso adónde voy a ir hasta que he salido del piso. Instintivamente conduzco hacia el supermercado en el que habitualmente hacemos la compra semanal pero me doy la vuelta antes de llegar. Aunque era bastante temprano ya había una gran cola sólo para entrar en el aparcamiento. Se trata de un sitio desagradable y concurrido en los mejores momentos, y poner hoy un pie allí habría sido buscarse problemas. Dos coches chocaron en la cola, justo por delante de mí. Uno golpeó en la parte trasera del otro. Los dos conductores bajaron y empezaron a gritarse, y tuve la sensación de que el jaleo estaba a punto de estallar. No quería correr riesgos. Me di la vuelta y conduje de vuelta a casa por calles sorprendentemente tranquilas. Sigue habiendo bastante tráfico, pero nada que ver con la cantidad de vehículos que circulan habitualmente a esta hora del día.

Estoy delante de la tienda de ultramarinos de O'Shea. Sólo está a unos minutos del piso. Está escondida en una calle lateral que sale de la principal, Rushall Road. La mayor parte de su clientela proviene de una fundición de acero que hay a la vuelta de la esquina. He llegado a la conclusión que si la gente no va hoy a trabajar, la factoría debe estar cerrada y la tienda vacía. Tienen sólo una parte de la oferta del supermercado y los precios son el doble pero no tengo alternativa. Mi familia necesita comida y yo tengo que obtenerla en algún lado. Aparco (más lejos de lo habitual) y cruzo la calle.

Maldita sea, cuando me acerco a la tienda empiezo a pensar en darme la vuelta. Parece que el local está siendo saqueado. Está lleno de gente y el suelo está cubierto de basura. Me fuerzo a entrar, recordándome que mi familia tiene que comer. La mitad de las estanterías y de los congeladores ya están vacíos, y en los estantes hay más embalajes y basura que comida. Cojo una caja de cartón (es lo más grande que puedo encontrar) y empiezo a recoger lo que puedo. Parece que todo el mundo ha tenido hoy la misma idea que yo y, presas del pánico, se están llevando todo lo que encuentran. Yo me llevo todo lo que puedo encontrar -latas, botellas de salsa, patatas fritas, dulces, pasta- casi cualquier cosa rescatable y comestible. No hay nada fresco, ni leche ni pan ni fruta ni verdura.

La tienda es pequeña y el ambiente dentro del pequeño local caliente y congestionado es tenso. Ir de compras siempre parece que saca lo peor de la gente. Hoy puedo sentir la animosidad y los nervios en el aire, pero nadie está reaccionando. Todo el mundo mantiene la cabeza baja y prosigue con el saqueo de las estanterías. Nadie habla. Nadie mira a nadie. Un anciano me golpea accidentalmente en las costillas cuando los dos intentamos coger lo mismo. En una situación normal le habría dicho algo y él me habría contestado. Nos miramos por un instante brevísimo y en silencio cogemos lo que podemos. No me atrevo a iniciar una discusión.

Muy pronto la caja está llena en sus dos terceras partes. Giro la esquina hacia el último pasillo y veo delante de mí dos cajas de pago vacías. La gente simplemente pasa de largo y no se ve a ningún empleado. Inocente de mí, esperaba que la gente que he visto salir de la tienda hubiera pagado por los alimentos que llevaban. ¿Simplemente me debo llevar lo que he cogido? A pesar de todo lo que está ocurriendo a mi alrededor me siento incómodo ante la perspectiva de salir con la compra sin pagar. Pero tengo que hacer lo que tengo que hacer. Al diablo con las consecuencias, tengo que pensar en mi familia y olvidar todo lo demás. Esto es una locura total. Esto no es más que un saqueo con buenas maneras. Jodidamente extraño. Sigo llenando la caja y aproximándome a la salida.

De repente un grito. Joder, se trata de un sonido horrible que me atraviesa. La gente se queda parada y mira a su alrededor buscando la fuente del sonido. Puedo ver a una mujer en el suelo, justo detrás de mí. Está tendida en medio del pasillo, tapándose la cara con las manos. Intento no mirar pero no puedo evitarlo. Alguien se acerca arrastrando los pies. Una niña la está atacando. Una chica de quizás ocho o nueve años, no más, está prácticamente sentada encima de ella, dándole puñetazos y tirándole de los pelos. Joder, en una mano tiene una lata de comida y la está usando para golpear a la mujer. La lata golpea en su frente e inmediatamente aparece un verdugón de color rojo sangre. La mujer grita y llora y… Maldita sea, está gritando el nombre de la niña. ¿La está golpeando su propia hija? Durante una fracción de segundo pienso que la debo ayudar pero sé que no puedo. Ninguno de nosotros se puede arriesgar a verse involucrado. Todo el mundo parece que ha llegado a la misma conclusión. Todo el mundo está aturdido por lo que está viendo, pero nadie hace nada para ayudar. Con precaución la gente sigue adelante, rodeando la pelea para salir del local lo más rápido que puede. Yo sigo caminando a su lado. La mujer ya está muerta pero la chica sigue machacando su cara. Está bañada en la sangre de su madre…

La velocidad y el número de personas que abandonan el local aumenta con rapidez. Puedo sentir que el pánico burbujea bajo la superficie y sigo adelante, desesperado por salir antes de que explote. Miro las vacías cajas cuando paso a su lado y siento otro estallido momentáneo de culpa antes de abrirme paso de vuelta al exterior y correr hacia mi coche. Tiro la comida en la parte trasera y después entro y cierro la puerta.

Arranco el motor y miro atrás, hacia O'Shea. Gente desesperada sale ahora como si fuera un río de la tienda saqueada, empujándose y pisándose los unos a los otros antes de que la situación en el interior empeore. Contemplo incrédulo el edificio, mi cabeza llena de imágenes de mi familia y de lo que acabo de presenciar. ¿Podría cualquiera de mis hijos hacernos a Lizzie o a mí lo que acabo de ver? Peor que eso, ¿podríamos hacérselo nosotros a cualquiera de ellos?


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