X. TRES Y CUATRO «AVISTAMIEMTOS» AL MES

«Pasó mucho tiempo hasta que las naves -al fin- se decidieron a aterrizar…

»Fue preciso familiarizarse con ellas, con sus formas, con su potentísima luminosidad, con sus evoluciones…

»Y todo ello nos llevó casi seis meses.»

Mi afán por asimilar y conocer un máximo de detalles en torno a este apasionante reportaje me obligaba casi constantemente a saltar de un tema a otro, en beneficio de la espontaneidad y en perjuicio, quizá, de un orden más estricto.

Es por ello, insisto, por lo que quizás el lector aprecie algunos «saltos» en la narración de esta desconcertante aventura.

Los miembros del «IPRI» con los que me encontraba en contacto casi diario durante mis estancias en Lima no se habían contentado, como apuntaba en el capítulo anterior, con las «confirmaciones físicas» de los pasados días 7 y 9 de febrero.

Muy al contrario, aquellas «pruebas físicas» -como ellos las llamaban ya familiarmente- habían sido como la miel en los labios…

Y era realmente lógico.

¿Cómo habríamos reaccionado cualquiera de nosotros si nos hubiéramos encontrado en semejantes circunstancias?

El grupo, como te decíamos, se fue ensanchando. Y uno tras otro, casi todos los que ingresaban en el flamante grupo iban dominando la técnica de la comunicación telepática, consiguiendo su correspondiente contacto con nuevos o ya conocidos «guías». Pero las dudas y los problemas no nos olvidaron en ningún instante. Al principio tuvimos que luchar contra las dudas propias y contra las incomprensiones de los demás. Pero no nos arredramos. ¿Y sabes por qué?

Me encogí de hombros…

– Porque todas nuestras comunicaciones coincidían en lo básico. No había contradicciones. Y, sobre todo, los «guías» no nos pedían fe a secas o a ciegas. Dos, tres y hasta cuatro veces por mes acudíamos juntos a los lugares que ellos nos señalaban previamente y asistíamos a maravillosas confirmaciones físicas de todo lo que estábamos haciendo… ¿Qué más podíamos pedir?

– ¿Cómo se desarrollaron esas sucesivas pruebas físicas?

– Como te decimos, siempre preguntábamos la fecha del próximo avistamiento. Y el «jefe» o «responsable» de cada una de las secciones del grupo realizaba el contacto, obteniendo así el lugar, día, hora y personas que podían acudir a la prueba.

Conforme el grupo fue adquiriendo peso y volumen -consecuencia lógica después de propagarse por todo Perú la noticia de las confirmaciones físicas- el elevado número de miembros hizo necesaria -según me explicaron los propios miembros del «IPRI»- una subdivisión en secciones o grupos menores, a cargo de cada cual fue elegido un responsable o enlace común ante los «guías», elegido siempre por la totalidad del nuevo grupo o sección.

– De esta forma -siguieron contándome-los problemas quedaban reducidos y la «Misión RAMA» podía desarrollarse con más facilidad.

– Y esas confirmaciones de los contactos físicos, ¿eran siempre por escrito?

– Son siempre por escrito.

Y uno de los miembros del «IPRI» -creo recordar que Francisco Tippe Oré, empleado en un colegio de Lima- salió hacia otra de las salas de la sede del «IPRI», regresando a los pocos minutos con varias de estas «confirmaciones» psicografiadas.

Y en ellas pude leer, en efecto, el nombre del «guía» -que casi siempre encabezaba las comunicaciones-, y la especificación del día, hora, lugar y personas que podían asistir a las diversas pruebas. En un ochenta por ciento de las «confirmaciones» que pude consultar se citaba el mismo lugar: los «arenales de Chilca».

– ¿Y por qué? -pregunté un tanto extrañado.

– Ese lugar fue elegido por los «guías» desde el primer momento. Según nos han revelado en otras ocasiones, parece ser que hay tres motivos fundamentales.

»En primer lugar, siempre procuran que sus avistamientos coincidan con las coordenadas que ese día y a esa hora concretos deben seguir algunas de sus naves. Es decir, procuran que las pruebas físicas las realicen aquellas naves que necesariamente tienen que pasar por dichos lugares en la fecha y hora indicadas. Chilca, si nos fijamos bien, se encuentra en la trayectoria que siguen los discos cuya base se encuentra al sur de la costa peruana.

»En segundo lugar, los seres del espacio nos han especificado que casi siempre buscan lugares donde exista un alto índice de magnetismo natural…

– ¿Magnetismo natural…?

– Sus aparatos-como ya te detallaremos más adelante- aprovechan el magnetismo de los astros para desplazarse en el espacio. Y lo mismo ocurre cuando tratan de acercarse a determinados puntos del planeta.

»Chilca -según parece- reúne esas condiciones.

»Pero hay una tercera razón. Los "guías" procuran siempre que los lugares elegidos sean zonas apartadas de la civilización. Y, al mismo tiempo, que no supongan un grave trastorno de desplazamiento para nosotros.

En aquel instante me hice un firme propósito: viajar a los citados «arenales de Chilca». La curiosidad había entrado ya de lleno en mi corazón…

– Pero, ¿cómo han sido todos estos avistamientos de ovnis?

– Cronológicamente -y a partir de aquellos inolvidables 7 y 9 de febrero-, los «guías» nos fueron citando en los arenales de Chilca a razón de tres o cuatro veces por mes. Generalmente aparecían por la noche. Y siempre a la hora exacta.

»Nosotros acudíamos siempre una o dos horas antes, a fin de mantener comunicación previa con ellos y de seguir las instrucciones o pruebas individuales o colectivas a las que frecuentemente nos sometían.

»A1 principio, como te decimos, eran simples avistamientos de naves. Aparecían en solitario o en formación. Y evolucionaban sobre nuestras cabezas o, simplemente, permanecían fijas e inmóviles durante minutos.

– Pero, ¿por qué no se posaban en tierra?

– Les preguntamos muchas veces sobre esto y siempre obtuvimos la misma respuesta: «Tengan paciencia. Ustedes no están preparados. No podrían controlar sus emociones…»

– Creo que tenían razón -intervino Sixto Paz-. Cuando llegábamos al lugar y veíamos surgir las naves, la alegría, la emoción nos hacía saltar el corazón como si tuviera un motor… Algunos de los miembros -especialmente los que acudían por primera vez a la «prueba física»- comenzaban a saltar y a gritar, señalando a las naves… ¿Qué habría sido de nosotros si aquellos aparatos hubieran aterrizado junto al grupo…?

»Sólo algunos meses después -allá para abril o mayo- algunas de las naves, y siempre después de habernos avisado telepáticamente, comenzaron a situarse a unos diez o quince metros del suelo, permaneciendo inmóviles.

«Nosotros no sabíamos entonces que ésa era otra de las formas de «tomar tierra» de aquellos aparatos. Lo descubrimos algunos meses después, cuando nuestros amigos, los extraterrestres, comenzaron a aterrizar y salir de sus naves…

Una vez más quedé atónito.

– Pero, ¿es que también los habéis visto físicamente?

Los miembros del «IPRI» sonrieron.

– Sí, así es. Y no esperamos que nos creas. En realidad, nuestra misión ahora se basa en difundir al máximo lo que estamos viviendo. Y ese contacto físico con ellos ha sido parte también de esos ocho largos meses de preparación.

– Y decís que, al fin, se decidieron a posar sus naves sobre Chilca. Pero, ¿cómo son?, ¿qué formas tienen esos aparatos?

Otro de los miembros del «IPRI» abrió una carpeta y extrajo de ella una serie de dibujos y fotografías.

Y añadió:

– Así son las naves que hemos visto hasta el momento…

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