A las pocas horas de aterrizar en la brumosa ciudad de Lima me apeaba frente al número 402 de la calle Junín, en el distrito limeño de Barranco. Allí, según mis referencias, tenía su sede oficial el «IPRI», Se trata, en efecto, de una casa de una sola planta orientada hacia el próximo océano Pacífico.
Pero, se me olvidaba apuntar algo importante. Horas después de aparecer la noticia en los teletipos de mi periódico, yo, personalmente, me encargaba de establecer comunicación telefónica con la Agencia Efe en Lima. Deseábamos atar todos los cabos. Y preguntamos a Enrique Valls, redactor de dicha agencia en Perú, qué clase de gente integraba el citado «Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias» o «IPRI».
– ¿Son, tal y como afirmáis, estudiosos y personas dignas de crédito?
Enrique Valls me respondió:
– Así es. Son científicos que están reconocidos por el Ministerio de Educación del Perú y pertenecen a un sinfín de sociedades de todo el mundo…
Aquello aclaró muchas dudas y el viaje, como digo, fue gestionado y emprendido en cuestión de horas.
Una de mis mayores preocupaciones al establecer contacto con los miembros del «IPRI» fue sin lugar a dudas llegar a conocer en profundidad a todos aquellos que aseguraban estar en contacto con seres del espacio. Quería observarles. Analizarles en la medida de mis posibilidades. La más elemental prudencia -fruto ya de otras experiencias- así me lo exigía…
Para ellos, realmente, la llegada de un periodista español, con la única finalidad de conocerles y conocer sus fantásticas revelaciones, supuso una sorpresa, no exenta tampoco -al menos en un principio- de cierto recelo. Recuerdo que días después, cuando me había ganado su confianza, me confesaron haber tenido serias dudas sobre mi verdadera profesión, habiendo sospechado, incluso, que era miembro de la CIA…
Tampoco como periodista tuve excesivas facilidades. Y era lógico. La Prensa de Perú apenas si se había interesado por el tema. Y los pocos que lo habían hecho enfocaron siempre los artículos o reportajes con más sarcasmo y burla que objetividad.
Con este no muy reconfortante panorama inicié las conversaciones que me habían llevado a Lima.
Don Carlos Paz García, presidente y fundador del «IPRI», fue el encargado de dibujarme el primer y básico esquema del citado Instituto.
El señor Paz -según pude averiguar- desempeña en la actualidad un alto cargo en el Ministerio de Educación, en Lima. Y es hombre estudioso y volcado desde hace muchos años en la investigación y conocimiento de los ovnis, Exobiología, Astronáutica y todas aquellas ramas que tienen alguna vinculación con el universo.
– El «Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias» -me expuso- fue fundado el 31 de enero de 1955. Hoy lo integran más de 200 miembros de las más variadas profesiones. Hay ingenieros, astrónomos, catedráticos, médicos, arquitectos, universitarios y numerosos funcionarios.
El señor Paz me había recibido en uno de los salones del «IPRI». Un salón que se destina a conferencias y reuniones y en cuyas paredes aparecían multitud de fotografías de ovnis, de nuestro Sistema solar y de los astronautas en la conquista de la Luna. Y mientras el señor Paz seguía detallándome los pormenores del «IPRI» tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no interrumpirle. Porque, en mi mente, lo que verdaderamente bullía eran las preguntas relacionados con el «contacto» entre miembros de su Instituto y los citados extraterrestres de «Ganimedes» y «Apu». Sin embargo, esperé. Era decisivo que supiera aguardar; que supiera escuchar y observar… Tiempo habría de preguntar sobre lo que con tanta fuerza saltaba en mi cerebro. Como digo, tan fundamental era un conocimiento exacto de los miembros del «IPRI» como de las experiencias propiamente dichas del mencionado grupo.
– …Cuando se fundó el Instituto -había proseguido don Carlos Paz- todavía no había sido lanzado el primer cohete espacial. Y, sin embargo, nuestros objetivos eran ya el estudio de las posibilidades de la vida en otros astros, valiéndonos del aporte de la astronomía, la radioastronomía, la astrofísica y otras ciencias.
»En aquel entonces ya consideramos la posibilidad de viajes extraterrestres mediante el estudio, desarrollo y difusión de la técnica astronáutica. Hoy, como usted podrá comprobar si así lo desea, el «IPRI» abarca también otras ramas deí saber. Se han creado Secciones de Arqueología, Paleontología, Exobiología, Parapsicología, Astronáutica, etc.
Pude comprobar este último aspecto, a lo largo de los sucesivos días que permanecí en Lima y en el transcurso de los cuales asistí a diversas conferencias sobre temas como la Arqueología en Perú, condiciones para la Vida en nuestro Sistema solar, etc. Por otro lado, tuve la gran fortuna de entablar amistad con otros miembros del «IPRI» cuyas ilusiones y estudios habían sido encaminados por senderos tan diametralmente opuestos a los ovnis como los de la Paleontología…
– Pero -pregunté al presidente del «IPRI»-, ¿es su Instituto un organismo oficial?
El señor Paz me mostró un sinfín de documentos. Y puntualizó:
– Por supuesto que sí. El «IPRI» está reconocido por el Ministerio de Educación del Perú y asociado a las siguientes organizaciones internacionales: «Federación Internacional de Astronáutica», con sede en París y de la que somos miembro votante. «Intercontinental UFO Research and Analystic Network» (ICUFON), de Nueva York, de la que somos representantes para toda América del Sur. «Federación Panamericana de Estudios Científicos y Filosóficos de Vida Extraterrestre», con sede en Buenos Aires y de la que soy vicepresidente. «Frente Unido de Investigadores» del Brasil y «Sociedad de Parapsicología Latinoamericana», también de Buenos Aires.
En realidad, no todo el mundo puede pertenecer al «IPRI». El presidente, con palabras precisas y tajantes, me explicó por qué:
– Nuestro deseo sería reunir el máximo de entusiastas de estos temas del espacio o de las investigaciones arqueológicas. Sin embargo -y a fin de conservar y acrecentar la calidad de nuestros estudios-, nos vemos obligados a sostener un riguroso sistema de selección, a la hora de aceptar nuevos asociados…
Pero nuestra charla quedó interrumpida ante la presencia en el salón de diversos miembros del «IPRI», así como de numeroso público, que se disponía a asistir a una conferencia en la que, precisamente, tres de los miembros del grupo que afirma estar en comunicación con los seres del espacio iban a relatar sus últimas experiencias en el altiplano de Marcahuasi. Una especie de meseta a más de
4.000 metros de altura, en la que un total de seis personas -todos miembros del «IPRI»- habían vivido una apasionante aventura.
Y allí tuve la oportunidad de conocer a Carlos y Sixto Paz Wells, universitarios, así como al ingeniero Eduardo Elias, tres de los miembros que, como decía, aseguran estar en contacto telepático con extraterrestres.
Desde aquel instante, y a lo largo de las dos semanas de que dispuse para hablar con todos ellos, se inició en mi mente un riguroso análisis de sus palabras y acciones. Porque iba a tener la oportunidad -en buena parte provocada por mí- de conversar con esta sección del «IPRI», tanto por separado como en grupo.
Pero los tres miembros citados -los hermanos Paz Wells y el ingeniero- iban a iniciar su charla, un poco en representación de los casi cuarenta peruanos que, al cabo de ocho meses, formaban ya el grupo que afirma estar en contacto con los seres de «Apu», «Ganimedes», «Orion», etc. Y decidí conocer y analizar las palabras de los tres miembros del Instituto.
«…Nuestra experiencia en Marcahuasi -habían comenzado- ha sido un poco la culminación de toda una etapa que ha durado ocho largos meses. Ocho meses de preparación intensiva para algo que, lógicamente, exigía un determinado grado de entrenamiento: el contacto físico con estos seres…»
Observé a la gente que asistía a la conferencia. Allí había estudiantes, profesionales de las más diversas ramas e, incluso, según averiguaría después, militares.
«…Sabemos que resulta extraño y difícil de comprender. Pero así es. Todas nuestras comunicaciones -que en un principio fueron simplemente telepáticas- han ido confirmándose sucesivamente. Una tras otra. Primero con el avistamiento de naves y discos. Después con el descenso de dichos ovnis -aunque nosotros ya no los llamamos así- y, por último, con la presencia en tierra de sus tripulantes: los habitantes del satélite natural de Júpiter, "Ganimedes"; del planeta "Apu" y de otros astros.»
Mi confusión, interés y perplejidad, por descontado, crecieron a raíz de aquella charla.
Sin embargo, he preferido no seguir con la citada conferencia. En realidad, pocas horas después iba a tener la oportunidad -a lo largo de dos días de viaje por el desierto de Ocucaje- de conocer de labios de estos mismos miembros del grupo todos los pormenores de tan fascinante experiencia.