La semana siguiente concerté una cita para almorzar con Harry en el sobaya Issan. No podría desvelarle aquel pequeño misterio, aunque sabía que necesitaría su ayuda para resolverlo.
Issan es una vieja casa de madera ubicada en Meguro, a unos cincuenta metros de Meguro-dori y a cinco minutos andando de la estación de Meguro. Nada pretencioso, sirve algunos de los mejores fideos soba de Tokio. Issan me gusta no sólo por la calidad de los soba, sino también por el ambiente de fantasía: hay un armario pequeño de objetos perdidos junto a la entrada delantera cuyo contenido no ha cambiado en la década transcurrida desde que conozco el local. A veces me pregunto qué dirían los propietarios si un cliente entrara y exclamara: «¡Por fin! ¡Mi calzador de carey… hace años que lo busco!».
Una de las menudas camareras del restaurante me acompañó a una mesa baja en una sala pequeña con tatami y luego se arrodilló para tomar nota. Elegí las umeboshi del día, ciruelas maceradas, para mordisquearlas mientras esperaba a Harry.
Apareció diez minutos tarde, acompañado de la misma camarera que me había atendido.
– Supongo que era mucho esperar que eligieras Las Chicas otra vez -dijo mientras lanzaba una mirada a las paredes antiguas y los carteles descoloridos.
– He decidido que ya va siendo hora de que degustes más a menudo el Japón tradicional -le respondí-. Me parece que pasas demasiado tiempo en las tiendas de electrónica de Akihabara. ¿Por qué no pruebas algo clásico? Te recomiendo los yuzukiri. -Los yuzukiri son fideos soba aromatizados con el jugo de un delicado cítrico japonés llamado yuzu, y son una especialidad del Issan.
La camarera regresó a tomarnos nota: dos yuzukiri. Harry me contó que no había sido capaz de descubrir nada especialmente revelador sobre Kawamura, sólo datos biográficos generales.
– Siempre perteneció al Partido Liberal Democrático -explicó Harry-. Se licenció en la Universidad de Tokio en 1960, en Ciencias Políticas, y fue directo al Gobierno junto con los mejores de su promoción.
– En EEUU podrían aprender un poco de eso, allí sólo llegan al Gobierno los que fracasan en los estudios. Es como sembrar las semillas de maíz más pequeñas.
– He trabajado con algunos de ellos -apuntó Harry-. De todos modos, Kawamura empezó redactando pautas administrativas para la industria de electrónica de consumo de Japón en el Ministerio de Comercio Internacional e Industria. El MCII trabajaba con empresas como Panasonic y Sony para mejorar la posición de Japón en la economía mundial, y Kawamura tenía mucho poder para sus veintitantos años. Ascensos regulares en el escalafón burocrático, triunfador pero no espectacular. Buen trabajo como artífice de la orientación estratégica nacional de semiconductores en la década de 1980.
– Ahora todo eso está desacreditado -dije distraídamente.
Harry se encogió de hombros.
– Se llevó el mérito cuando pudo. Después de que el MCII pasara a depender del Kensetsusho, el antiguo Ministerio de la Construcción, permaneció allí como viceministro del territorio e infraestructura cuando Construcción se fusionó con el Kokudokotsusho.
Hizo una pausa y se pasó los dedos por el pelo rebelde, lo cual no mejoró en nada su aspecto.
– Mira, lo que puedo contarte son principalmente datos básicos sobre su biografía. Necesito saber mejor qué estoy buscando, o es posible que ni siquiera lo reconozca cuando lo tenga delante.
– Harry, no seas tan duro contigo mismo. Vamos a seguir trabajando sobre el tema, ¿vale? -Hice una pausa y me di cuenta de que aquello sería peligroso, sabiendo que, si quería desvelar aquel misterio, tendría que arriesgarme.
Le dije lo que había visto en Alfie y lo de después, que había seguido al desconocido hasta el apartamento de Daikanyama.
Negó con la cabeza.
– ¿Cuántas posibilidades tenías de encontrarte a la hija de Kawamura de ese modo? Increíble.
Lo miré fijamente porque no estaba seguro de que me creyera.
– Seven wa semai yo -dije. El mundo es un pañuelo.
– O podría ser el karma -dijo con expresión inescrutable.
«Dios mío, ¿cuánto sabe este chico?»
– No sabía que creyeras en el karma, Harry.
Se encogió de hombros.
– ¿Crees que existe alguna relación con el allanamiento de morada de Kawamura?
– Podría ser. El tipo del tren buscaba algo, por eso registró a Kawamura. No lo encontró. Así que entró en su apartamento. Y sigue sin haberlo encontrado. Entonces piensa que la hija lo puede tener, supongo que porque supone que ella tendría las cosas de su padre.
La camarera nos trajo los dos yuzukiri. Sin emitir sonido alguno se arrodilló en el tatami, colocó cada plato encima de la mesa, los reubicó ligeramente siguiendo algún plano mental estricto, se levantó, hizo una reverencia y se marchó.
Cuando terminamos de comer, Harry se recostó en la pared y soltó un eructo largo y bajo.
– Estaba bueno -reconoció.
– Lo sé.
– Me gustaría hacerte una pregunta -dijo-. Si no quieres, no respondas.
– De acuerdo.
– ¿Cuál es tu interés en todo esto? ¿Por qué insistes tanto? No es propio de ti.
Pensé en decirle que lo hacía para un cliente, pero sabía que no se lo tragaría.
– Algo de lo que está pasando no cuadra con lo que me dijo el cliente -declaré-. Eso me incomoda.
– ¿Te incomoda?
Veía que estaba en plan despiadado.
– Me recuerda a algo que me ocurrió hace mucho tiempo -manifesté, contándole la verdad-. Algo que quiero asegurarme de que no vuelva a pasar. Dejémoslo así por ahora.
Levantó las manos un instante, con las palmas hacia delante en un gesto de súplica, luego se inclinó hacia delante y puso los codos encima de la mesa.
– Bueno, podemos suponer que el tipo que seguiste vive en ese bloque de apartamentos. En Daikanyama viven muchos extranjeros pero no creo que haya más de una docena en ese edificio. Así que tampoco lo tenemos tan mal.
– Bien.
– ¿La Mama-san te contó que le había dicho que era periodista?
– Sí, pero eso no significa gran cosa. Creo que le enseñó una tarjeta, pero podría ser falsa.
– Tal vez, pero es un punto de partida. Intentaré cotejar a los extranjeros que encuentre en la dirección de los apartamentos con las declaraciones que guardan en el Nyukan, a ver si identifico a alguien que pertenezca al mundo de los medios de comunicación. -El Nyukan, o Nyukokukanrikoyu, es la Oficina de Inmigración de Japón, adscrita al Ministerio de Justicia.
– Hazlo. Y ya puestos, a ver si me consigues la dirección de la chica. Probé en el 1-0-4 pero no figura en la guía.
Se rascó la mejilla y bajó la mirada, como si intentara disimular una sonrisa.
– ¿Qué pasa? -inquirí.
Alzó la mirada.
– Te gusta.
– Oh, por el amor de Dios, Harry…
– Pensabas que iba a sincerarse contigo y pasó de ti. Ahora es un reto. Quieres otra oportunidad.
– Harry, estás soñando.
– ¿Es guapa? Dímelo.
– No voy a darte esa satisfacción.
– O sea, que es guapa. Te gusta.
– Has leído demasiados manga -dije, refiriéndome a los cómics gruesos y a menudo lascivos que tanto éxito tienen en Japón.
– Oh, claro -dijo, y pensé: «Vaya, sí que lee esa mierda. He herido sus sentimientos».
– Venga, Harry, necesito tu ayuda para llegar al fondo de esto. El tipo del tren esperaba que Kawamura llevara algo, y por eso lo registró. Sin embargo, no lo encontró, porque en tal caso no le habría hecho preguntas a Midori. Ahora dime: ¿quién tiene todas las pertenencias de Kawamura, incluida la ropa y los efectos personales que llevaba cuando murió?
– Lo más probable es que sea Midori -reconoció con un ligero encogimiento de hombros.
– Cierto. Ella sigue siendo nuestra mejor pista. Consígueme la información y veremos adónde nos lleva.
Hablamos de otros asuntos el resto del almuerzo. No le conté nada sobre lo del CD. Ya se había precipitado sacando demasiadas conclusiones.