Un buen modo de caer de narices, cuando se pilotea un avión, es tirar el volante de mando hacia atrás después del despegue y retenerlo allí. Pero estábamos arrebatados por el júbilo de la resurrección; Gruñón podría haber perdido las alas sin que dejáramos de ascender como cohetes.
La abracé, sentí sus brazos contra mí mientras ascendíamos.
— ¡Leslie! — exclamé — ¡No estoy soñando! ¡No has muerto!
No había muerto, no estaba enterrada en la colina, estaba conmigo, radiante como un amanecer. El sueño no era ese momento, sino esos meses transcurridos en la creencia de que ella había muerto, esos meses de llorar a solas en el tiempo alternativo.
— Sin ti era… — dije —. El mundo se detuvo. ¡Nada tenía importancia! — Le toqué la cara. — ¿Dónde has estado?
Ella rió entre lágrimas.
— ¡Estaba contigo! — dijo — Cuando nos hundimos te observé bajo el agua. Te vi sacar mi cuerpo del avión. Pensé que buscabas tu chaqueta, pero cuando vi lo que era no pude creerlo. Estaba allí mismo, contigo, pero no me veías; no veías más que mi cadáver.
Ella había estado conmigo.
Después de todo lo que habíamos aprendido juntos, ¿qué me hizo olvidar súbitamente y tomar las apariencias por realidad? Mi primera palabra, ante su muerte, había sido WO! Una sola palabra, verdad inmediata. ¿Por qué no presté atención? ¡Qué diferentes habrían sido las cosas si yo me hubiera negado a creer en esa mentira inmediatamente, en vez de negarme más tarde!
— Podría haberte ayudado — dije— si me hubiera aferrado a lo que sabía verdad…
Ella meneó la cabeza.
— Hacía falta un milagro para no enfocarse en lo que viste en el accidente. Y más tarde la pena fue como una muralla alrededor de ti. Yo no podía atravesarla. Si me hubiera dado prisa, tal vez…
— ¡Maldito sea! — Ella volvió a abrazarme. — ¡Estuviste maravilloso! Pese a todo lo que veías, empujaste el acelerador de Gruñón y nos sacaste tú mismo de ese mundo, ¿te das cuenta? ¡Lo conseguiste!
Con qué rapidez, en ese terrible mundo-de-su-muerte, había empezado a olvidar el sonido de su voz, su aspecto. Volver a encontrarla era el deleite de encontrar nuevamente el amor.
— ¡Tengo tanto que contarte! — dijo — Sé que sólo ha pasado una hora o dos, pero tanto…
— ¿Una hora? ¡Fueron meses, wookie! ¡Tres meses y una semana!
— No, Richie, una hora y media, cuanto más. — Me miró, desconcertada. — Me fui en medio de… — Contuvo el aliento, chispeantes los ojos. — ¡Oh, Richard, he visto a Ronnie! Estaba exactamente igual, como si nunca hubiera muerto. ¡Y también a nuestro querido Hy! Hy fue el primero en recibirme; me dijo que todo estaba bien, que tú y yo estaríamos juntos pronto, de un modo u otro. Y un momento después del accidente apareció esa bella luz, como en tus libros sobre la muerte…
Solía ocurrir que yo fuera a la ciudad a comprar mercancías; cuando volvía a casa, nos llevaba una hora ponernos al tanto con todo lo ocurrido mientras habíamos estado separados. Ese último viaje, una hora según su percepción, tres meses según la mía, ¿cuánto tardaríamos en relatárnoslo?
— ¡Es un lugar maravilloso, Richie! — exclamó —. Si no fuera por ti, no habría vuelto jamás. — Lo pensó por un momento. — Dime: ¿habrían sido distintas las cosas para ti si hubieras sabido que yo estaba bien, que estaba feliz, entre gente a la que amaba?
— Si hubiera sabido que estabas a salvo y feliz, sí — le dije —. Creo que sí. Habría podido tomarlo como un… como un traslado, como si tú te me hubieras adelantado para mudarte a nuestra nueva ciudad, a nuestro nuevo hogar, a fin de aprender las normas y las calles y para conocer a la gente mientras yo terminaba nuestro trabajo aquí. Eso me habría ayudado un poco. Pero no es un traslado. ¡No hay correspondencia, no hay teléfono, no hay manera de saber!
— Sin el dolor — dijo Leslie — quizá podríamos haber conversado. Podríamos habernos reunido en las meditaciones y en los sueños. Pero estabas encerrado en tu dolor.
— Si vuelve a ocurrir, lo recordaré. Recordaré que estás conmigo, pase lo que pase. ¡Recuérdalo tú también!
Ella asintió.
— ¡Hay tanto que aprender de esto, tantos acertijos que resolver! — dijo —. Han pasado treinta años desde la muerte de Ronnie. ¿Cómo es posible que estuviera allí, esperándome? Con tantas otras existencias, ¿por qué no estaba ausente, en alguna otra… encarnación?
— Es que lo estaba, y también nosotros — observé — Mira allá abajo.
El esquema giró bajo nosotros. No tenía fin; no lo tendría jamás.
— Todas esas vidas a un mismo tiempo, y vidas posteriores y vidas intercaladas, también. ¿Todavía no lo crees? ¿No crees que sea cierto?
— No sé con certeza qué creo ahora — sonrió ella —, pero sé que vi otra vez a mi hermano. Siempre lleno de bromas, tan tonto como siempre. Dijo…
— estalló en una carcajada. — Dijo que para nuestro próximo encuentro… se presentará como…
Rió hasta llorar.
— ¿Como qué?
— ¡Como perro viejo!
No comprendí, pero lo dicho por Ronnie bastaba para sofocar a su hermana con el recuerdo, y yo reí con ella. ¡Qué extraño placer, volver a reír!
En el diseño, allá abajo, tiene que haber dos nosotros alternativos, pensé, que no pudieron dar el salto para reencontrarse. No expresé el pensamiento en voz alta para evitar que se nos partiera el corazón otra vez.
Analizamos lo ocurrido y tratamos de entenderlo. No todo tenía sentido, pero una parte sí.
— ¡Parecía muy real! — dije —. Yo no era fantasma; no pasaba a través de las paredes, la gente me veía y me conocía, nuestra casa era la de siempre.
— Pensé en la casa. — No del todo — reconocí, reparando en los detalles que se me habían pasado desapercibidos en esos meses de separación. — Era nuestra casa, pero algo diferente. Y a mí no me extrañaba la diferencia. Y el coche… no era nuestro viejo Chrysler, sino un Torrance. ¿No te parece extraño?
— Si no contáramos con la práctica que nos ha dado el diseño— comentó ella —, creo que aún estarías viviendo allí. Si hubiéramos crecido en ese sitio alternativo sin haber brincado diez veces de una vida a otra, si estuviéramos convencidos de que el mundo del Torrance 1976 es el único que existe… Si yo hubiera muerto en ese mundo, ¿habrías podido desprenderte? ¿Habrías podido siquiera volver a reunirnos? ¿Habrías superado jamás el convencimiento de la muerte?
— ¡Qué pregunta! — dijo —. No sé.
— ¿En qué otra oportunidad nos hemos visto tan destrozados, tan exigidos hasta el límite de quienes somos? — preguntó —. Tal como eran las cosas, lo logramos apenas, Richie. ¡Lo logramos apenas, después de todo lo que aprendimos! — Contempló el laberinto de allá abajo. — ¿Es tan difícil salir de este lugar como lo fue entrar?
Ya juntos y a salvo, superada la peor prueba de nuestra vida, nos miramos mutuamente con un solo pensamiento: «Antes de que ocurra algo más, debemos hallar el camino de regreso.»
— ¿Recuerdas lo que dijo Pye? — pregunté —. «El diseño es psíquico, pero. el camino de regreso es espiritual». Dijo que nos guiáramos por la esperanza.
Fruncí el ceño, pensativo. ¿Cómo hacer para guiarnos por la esperanza? Teníamos la esperanza de ir a casa. ¿Por qué no estábamos allí?
— No habló de esperanza, wookie — dijo Leslie, al fin —. ¡Habló de amor! ¡Dijo que nos guiáramos por el amor!