AGRADECIMIENTOS

Por el regreso de Paul Madriani, los aficionados y este escritor tenemos una gran deuda de gratitud para con Phyllis Grann, presidenta de Penguin Putnam, que se ha mostrado inflexible en su deseo de que Paul volviera a los tribunales. A ella le doy las gracias y le expreso mi reconocimiento.

En cuanto a color local y autenticidad geográfica, gran parte de uno y otra referentes a la espléndida ciudad portuaria de San Diego, le doy las gracias al equipo del fiscal del distrito de San Diego, Paul J. Pfingst. Mi particular reconocimiento a Greg Thompson, primer teniente fiscal, y a James D. Pippin, jefe de la División del Tribunal Superior de ese departamento.

Además, agradezco al juez del tribunal superior de San Diego Frank A. Brown su amabilidad al permitirme tener un atisbo de lo que ocurre entre bastidores en los juzgados de lo criminal y en el San Diego Hall of Justice, así como su espléndido sentido del humor y sus historias de pesca.

Por su asesoría en lo relativo al ambiente y la autenticidad de esa meca de la navegación a vela que es Shelter Island, así como por la insistencia con que me animó a utilizar San Diego como nuevo marco de estos relatos, tengo una deuda de gratitud para con Jack y Peggie Dargitz, y para con todo el personal de Red Sails Inn.

Por su infinita paciencia al lidiar conmigo, y por su perspicacia en todo lo referente a la personalidad femenina, le doy las gracias a mi esposa, Leah.

Con todas y cada una de estas personas, y con otras que puedo haber olvidado mencionar, tengo una gran deuda de gratitud por una ayuda que, al menos eso espero, me ha permitido escribir un relato verosímil. De cualquier fallo que el lector pueda encontrar a este respecto, yo soy el único responsable.

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