Prólogo

Volvió a la vida sumido en la oscuridad. Se sintió más débil que nunca y se preguntó qué habría sido lo que lo había despertado. El tiempo era la primera prioridad. ¿Cuánto habría dormido? Su debilidad le dio la respuesta. Al dividir las medias vidas de su fuente de alimentación, calculó que desde la última vez en que estuvo consciente aquel planeta casi había realizado cincuenta vueltas alrededor de la estrella del sistema.

Revisó los datos de los sensores y le parecieron poco concluyentes. Cualquiera que fuera la señal que había disparado las alarmas y había activado la energía para emergencias, había sido intensa y vital pero se había desvanecido. Su grado de sueño había sido tan profundo que lo único que los datos registrados indicaban es que se había producido una señal. Sin embargo, la naturaleza y el origen de aquélla se habían perdido.

Los Hacedores no habían previsto tanto tiempo para realimentar la fuente de alimentación. Sabía que a su extensa vida no le quedaba mucho tiempo, puesto que a la fuente de alimentación le faltaba poco para rebasar el mínimo absoluto que lo mantenía funcionando por lo menos en estado de hibernación.

Había que tomar una decisión. ¿Era mejor desviar energía a los sensores por si la señal se repetía o volver al sueño profundo y así ahorrar energía durante un tiempo? Si, como indicaba el protocolo del sensor, la señal era vital, no le quedaba mucho tiempo.

Tomó la decisión con la misma rapidez con que surgió la pregunta. Se redistribuyó la energía. Así, los sensores obtenían más potencia y quedaban en estado de alerta para captar la repetición de la señal. Asignó a los sensores el plazo máximo de una órbita planetaria alrededor de la estrella del sistema tras el cual los sensores lo despertarían y reconsideraría la decisión.

Volvió a sumirse en un sueño, esta vez más ligero. Sabía que la decisión de derivar energía a los sensores durante una órbita le costaría casi diez órbitas de sueño cuando la energía disminuyera, pero lo aceptó. Era su trabajo.

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