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Mientras Lee y Serov disparaban el uno contra el otro, Faith intentó recobrar el aliento. El choque con Newman la había dejado sin aire y con un dolor agudo en el hombro. No sin esfuerzo, logró quitárselo de encima. Notó una sustancia cálida y pegajosa en el vestido. Por una fracción de segundo, llegó a pensar que le habían pegado un tiro. No lo sabía, pero la pistola Glock del agente había funcionado como un pequeño escudo y había desviado la bala cuando salió del cuerpo. Examinó por unos instantes lo que quedaba del rostro de Newman y le entraron ganas de vomitar.

Faith apartó la mirada, se agachó cuanto pudo, introdujo la mano en el bolsillo del agente y sacó las llaves del coche. El corazón le latía con tanta fuerza que le costaba pensar. Apenas era capaz de sostener las malditas llaves en las manos. Sin ponerse en pie, abrió la puerta del lado del conductor.

Se estremecía tanto que no sabía si lograría conducir el coche. Una vez dentro, cerró la puerta y echó el seguro. Encendió el coche, puso la marcha atrás y pisó el acelerador, pero el motor se ahogó y se apagó. Faith profirió varios insultos y dio vuelta de nuevo a la llave de contacto; el motor arrancó. Apretó el acelerador con más suavidad y la máquina continuó ronroneando.

Estaba a punto de acelerar cuando se le hizo un nudo en la garganta. Había un hombre junto a la ventana del conductor. Respiraba con dificultad y parecía tan asustado como ella. Sin embargo, lo que le había llamado la atención era que la tenía encañonada con una pistola. El hombre le indicó por medio de señas que bajara la ventanilla. Faith contempló la posibilidad de acelerar.

– Ni se te ocurra -dijo el hombre, como si le hubiera leído el pensamiento-. No he sido yo quien te ha disparado -aseguró desde el otro lado de la ventanilla-. Si hubiera sido yo, ya estarías muerta.

Finalmente, Faith bajó el cristal.

– Abre la puerta -ordenó el hombre- y hazte a un lado.

– ¿Quién eres?

– Vámonos de aquí. No te conozco, pero no quiero estar aquí cuando llegue alguien más. Tal vez tenga mejor puntería.

Faith abrió la puerta y cambió de asiento. Lee enfundó la pistola, lanzó la mochila a la parte de atrás, entró, cerró la puerta y salió dando marcha atrás. En ese preciso instante, sonó el teléfono móvil del asiento delantero y tanto Lee como Faith se sobresaltaron. Lee detuvo el coche y los dos miraron al teléfono y luego el uno al otro.

– No es mío -dijo Lee.

– Ni mío -replicó Faith.

– ¿Quién era el hombre que ha muerto? -preguntó Lee cuando el teléfono dejó de sonar.

– No pienso decirte nada.

Llegaron a la carretera, Lee puso el coche en modo marcha y aceleró.

– Tal vez te arrepientas.

– No lo creo.

A Lee pareció confundirle el tono seguro y confiado de ella. Faith se abrochó el cinturón de seguridad mientras él tomaba una curva un tanto deprisa.

– Si antes has matado a ese hombre, luego me matarás diga lo que diga o aunque no te diga nada. Si me has contado la verdad y no le has disparado, entonces no creo que me mates aunque no te cuente nada -razonó Faith.

– Tu visión del bien y del mal es bastante ingenua. Hasta los tipos buenos matan de vez en cuando -aseveró Lee.

– Lo dices por experiencia propia? -preguntó Faith, arrimándose a la puerta.

Lee activó el cierre centralizado.

– No irás a saltar del coche en marcha, ¿verdad? Sólo quiero saber qué pasa, empezando por la identidad del tipo muerto.

Faith lo miró de hito en hito, con los nervios destrozados. Al cabo de un rato habló en un tono apenas perceptible.

– ¿Te importa si vamos a algún sitio, a cualquier sitio, donde pueda sentarme y pensar un poco? -Entrelazó los dedos y añadió con voz ronca-: Nunca había presenciado un asesinato. Casi nunca he estado… -Alzó la voz y comenzó a temblar-. Por favor, para. ¡Por el amor de Dios, para! Estoy a punto de vomitar.

Lee frenó en seco en el arcén y quitó los seguros de las puertas. Faith abrió la puerta, asomó la cabeza y vomitó.

Él tendió la mano, la posó en su hombro y apretó con fuerza hasta que Faith dejó de temblar.

– Te pondrás bien -dijo Lee en voz baja y firme. Se calló y esperó a que ella se sentara de nuevo para proseguir-. Lo primero que tenemos que hacer es deshacernos de este coche. El mío está al otro lado del bosque, a pocos minutos de aquí. Luego podremos ir a un lugar donde estarás segura. ¿De acuerdo?

– De acuerdo -logró responder Faith.

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