Se había muerto e ido al cielo. O mejor aun, porque quién sabe si realmente había buen sexo y mañanas perezosas de fiesta en cielo. Ella estaba viva y coleando.
Bueno, viva de de cualquier manera. Un poco dormida, muy satisfecha y feliz de que el final de las guerras urbanas -casi cuarenta años antes- hubiera dado lugar a la fiesta del Día de la Paz Internacional.
Tal vez el domingo de junio había sido seleccionado de manera arbitraria, y ciertamente simbólica-y tal vez los restos de esa fea época todavía cubrían el panorama mundial, incluso en el 2060-, pero se suponía que las personas tenían derecho a sus desfiles, comidas al aire libre, discursos al viento, y fines de semana de largas borracheras.
Personalmente, ella estaba feliz de tener dos días libres consecutivos por cualquier motivo. Especialmente cuando un domingo se iniciaba como éste.
Eve Dallas, policía de homicidios y pateadora de culos, tumbada desnuda sobre su marido quien le había dado un pequeño vistazo del cielo. También pensó que le había dado e él un buen vistazo mientras yacía debajo de ella, con una mano perezosa acariciando su trasero, y su corazón latiendo como un martillo turbo.
Ella sintió el golpe en la cama de su gato regordete, Galahad, uniéndose a ellos ahora que el espectáculo había terminado.
Pensó: Nuestra pequeña familia feliz en una mañana de domingo. ¿Y no era eso una cosa asombrosa? Ella tenía una pequeña familia feliz -una casa, un hombre absurdamente hermoso y fascinante que la amaba, -y sin ser exagerada- realmente buen sexo.
Por no mencionar el día libre.
Ronroneó casi con tanto entusiasmo como el gato, y acarició la curva del cuello de Roarke.
– Bien -dijo ella-.
– Por lo menos.- Sus brazos la abrazaron, un abrazo agradablemente tierno. -¿Y qué te gustaría hacer ahora?
Ella sonrió, amando el momento, la cadencia de Irlanda en su voz, el roce de la piel del gato contra el brazo cuando la embistió con la cabeza en un intento por llamar la atención.
O más probable, por el desayuno.
– Casi nada-.
– Nada puede ser arreglado.-
Sintió moverse a Roarke, y oyó aumentar el ronroneo del gato, cuando las manos que recientemente le habían dado placer a ella lo rascaron.
Ella se apoyó para mirarle la cara. Sus ojos se abrieron.
Dios, eso la mató, aquellos ojos azules, brillantes, de oscuras y espesas pestañas y la sonrisa en ellos, eran solo de ella. Sólo de ella.
Inclinándose, tomó la boca mágica con la suya en un beso profundo, de ensueño.
– Bien, eso esta lejos de ser nada.-
– Te amo.- Ella lo besó en las mejillas, un poco ásperas por el crecimiento de la barba durante la noche. -Tal vez porque eres tan guapo.-
Lo era, pensó, cuando el gato los interrumpió moviendo su cabeza bajo el brazo y metiéndose entre ellos. Los labios esculpidos, ojos agudos de hechicero, y los huesos definidos, todo ello enmarcado por la seda negra de su pelo. Cuando se añadía al conjunto, un cuerpo largo y desgarbado, hacía un maldito paquete perfecto.
El se las arregló para eludir el gato y atraerla hacia sí para darle otro beso, y luego siseó.
– ¿Por qué diablos no bajas y molestas a Summerset por el desayuno?- Roarke movió el brazo para apartar al gato, que frotaba sus patas y garras, dolorosamente, sobre su pecho.
– Yo iré a buscarlo. Quiero café de todos modos. -
Eva se levantó de la cama, caminó -delgada y desnuda-, al AutoChef del dormitorio.
– Tú me costaste otra, bola de pelo-, murmuró Roarke.
Los ojos bicolores de Galahad brillaron, tal vez divertidos, antes de revolverse en la cama.
Eve programó la cafetera, y como era un día de fiesta, un plato de atún. Cuando el gato se abalanzó sobre el con hambre, programó dos tazas de café fuerte y negro.
– Pensé en bajar para tener un poco de entrenamiento, pero una persona se ocupó de eso ya.- Ella tomó el primer sorbo mientras regresaba a la plataforma y al lecho del tamaño de un lago. -Voy a tomar una ducha.-
– Voy a hacer lo mismo, entonces te puedo agarrar.- Él sonrió mientras le entregaba su café. -Un segundo entrenamiento, debo decir. Muy saludable. Quizá sigamos con un irlandés completo. -
– Tú eres un irlandés completo.-
– Yo estaba pensando en el desayuno, pero puedes tener ambas cosas.-
¿No se veía feliz, y -pensó- deliciosamente descansada? Ese cabello marrón revuelto sobre la cara, los grandes ojos oscuros llenos de diversión. La abolladura pequeña en la barbilla que adoraba se profundizaba un poco cuando sonreía.
Había algo en el momento, pensó, en momentos como este cuando estaban tan en sintonía, que le parecía un milagro.
La policía y el ex-criminal que se reformó, reunían las condiciones necesarias, y era tan normal como la ensalada de papas de día de Acción de Gracias.
Él la estudió por encima del borde de su taza, a través de la bocanada de vapor fragante. -Estoy pensando que deberías usar ese traje con más frecuencia. Es uno de mis favoritas. -
Eve ladeó la cabeza, bebió más café y dijo -Estoy pensando en que quiero una ducha muy larga.-
– ¿No es curioso? Creo que quiero lo mismo-.
Ella tomó un último sorbo. -Entonces será mejor que empecemos. -
Más tarde, demasiado perezosa para vestirse, se colocó una bata mientras Roarke programaba más café y un desayuno completo irlandés para dos personas. Era todo tan… hogareño, pensó. El sol de la mañana golpeaba en las ventanas de la habitación, más grande que el apartamento en el que había vivido dos años antes. El próximo mes harían dos años de matrimonio, pensó. Él había entrado en su vida, y todo había cambiado. Él la había encontrado, ella lo había encontrado, -y todos aquellos lugares oscuros dentro de los dos se habían vuelto un poco más pequeños y un poco más brillantes.
– ¿Qué quieres hacer ahora?- Le preguntó.
Lo miró cuando cargó los platos y el café en una bandeja para llevarlos a la sala de estar.
– Pensé que el programa era no hacer nada.-
– Puede no ser nada, o puede ser algo. Por ejemplo ayer, hubo mucho de nada. Probablemente hay algo en las reglas del matrimonio que puedas escoger para hoy. -
– Ah, sí, las reglas.- Bajó la bandeja. -Siempre un policía.-
Galahad no quitaba los ojos de los platos como si no hubiera comido en días. Roarke apuntó con un dedo de advertencia hacia él, así que el gato volvió la cabeza con disgusto y comenzó a lavarse.
– Mi elección entonces, ¿no?- El cortó sus huevos, pensándolo. -Bueno, vamos a pensar. Es un bonito día de junio. -
– Mierda-.
Levantó la frente.
– ¿Hay algún problema con junio, o con los días hermosos?-
– No. Mierda. Junio. Charles y Louise. -Frunciendo el ceño, mordió el tocino. -La boda. Aquí-.
– Sí, el próximo Sábado por la noche, y hasta donde yo sé, eso está todo bajo control.-
– Peabody dijo que, debido a que soy la amiga más antigua de Louise- la madrina de honor o lo que sea-, se supone que debo estar en contacto con Louise todos los días esta semana para asegurarme de que no necesita que yo haga algo.- El ceño de Eve se oscureció cuando pensó en Peabody, su pareja. -Eso no puede ser correcto, ¿verdad? Todos los días? Es decir, Jesús. Además, ¿qué diablos podía ella necesitar que yo haga? -
– ¿Mandados?-
Ella dejó de comer, entrecerró los ojos en él. -¿Mandados? ¿Qué quieres decir con mandados? -
– Bueno, yo estoy en una situación de desventaja ya que nunca he sido una novia, pero mi mejor conjetura. Confirmar los detalles con la floristería o los proveedores, por ejemplo. Ir de compras con ella para ver los zapatos o la ropa de la boda o de la luna de miel…
– ¿Por qué haces eso?- Su voz sonaba tan agraviada como su cara. -¿Por qué me dices estas cosas, después de que me sacudiste el mundo dos veces en una mañana? Eso es cruel. -
– Y probablemente cierto en otras circunstancias. Pero conociendo a Louise, lo tiene todo bajo control. Y conociéndote, si Louise quería que alguien fuera con ella a la tienda de zapatos, le hubiera pedido a alguien más que fuera su madrina de boda. -
– Le hice la despedida.- Con su risa casi ahogada, le pinchó con un dedo el brazo. -Fue aquí, y yo estaba aquí, así que sé cómo hacerlo. Y me estoy haciendo un vestido y todo eso. -
Él sonrió, divertido por su desconcierto y -un ligero miedo – cuando se trataba de ritos sociales. -¿Y cómo es ese vestido?-
Ella troceó sus huevos. -No sé lo que parece, exactamente. Es una especie de color amarillo. Louise eligió el color, y ella y Leonardo estuvieron de acuerdo sobre eso. El médico y el diseñador. Mavis dice que son magníficos al cuadrado. -
Ella consideró el estilo particular de su amiga Mavis Freestone. -¿Porqué me da un poco de miedo, ahora que lo pienso? ¿Por qué lo estoy pensando? -
– No tengo ni idea. Puedo decir que, si bien el gusto de Mavis en la moda es… único, como tu amiga más cercana ella sabe perfectamente lo que te gusta. Y Leonardo sabe exactamente lo que más te conviene. Te veías exquisita día de nuestra boda. -
– Yo tenía un ojo negro debajo de la pintura.-
– Exquisita, y absolutamente tú. En cuanto a la llamada de Peabody, yo diría que ponerte en contacto con Louise no estaría de más, simplemente para hacerle saber que estás dispuesta a ayudar si ella lo necesita. -
– ¿Y si ella lo necesita? Ella debería haberle pedido a Peabody que hiciera esto en lugar de tenerla como segundo al mando, o en la línea. Como sea que se llame esa cosa. -
– Creo que se llama asistente de la novia.-
– Lo que sea.- Con una mano impaciente, Eve apartó el término. -Son parecidos, y Peabody realmente sabe se todo eso… de lo femenino.-
La locura de eso, era lo que a Eve le preocupaba. El alboroto, los adornos, el frenesí.
– Tal vez es raro porque Peabody salió con Charles, más o menos, antes de conectar con McNab. Y después, también. -Frunció el ceño mientras los pensamientos giraban en su cabeza. -Pero nunca golpearon entre ellos, personal o profesionalmente.-
– ¿Quién Charles y McNab?-
– ¡Para ya!.- Logró que sonriera y que por un momento dejara de pensar en los mandados y las compras. -Charles y Peabody nunca se acostaron juntos cuando Charles era un profesional. Y también es raro que él fuera un compañero con licencia cuando él y Louise conectaron, y que todo el tiempo que estuvieron saliendo, – y acostándose juntos, – no le molestó que él se desnudara con otras personas profesionalmente. Luego lo deja todo sin hablar con ella y se prepara como un terapeuta, compra una casa y le propone casarse. -
Comprendiendo, Roarke la dejó correr a través de las palabras rápidas y lógica desigual mientras cortaba los huevos, las patatas, y el tocino. -Muy bien, ¿de qué trata todo esto? -
Ella clavó los huevos de nuevo, a continuación, puso el tenedor sobre el plato y tomó su café. -Yo no quiero meter la pata con ella. Ella está tan feliz, son muy felices, y esto es un compromiso muy grande para ella. Entiendo eso. Realmente lo entiendo, y yo hice un trabajo basura en el nuestro. Lo de la boda. -
– Yo seré el juez de eso.-
– Lo hice. Te dejé todo a ti. -
– Creo que tenías un par de asesinatos en tus manos.-
– Sí, lo tenía. Y por supuesto tú no tenías nada más que hacer que sentarte sobre tus gigantescas pilas de dinero. -
Sacudió la cabeza y extendió un poco de mermelada en un triángulo de pan tostado. -Todos hacemos lo que hacemos, querida Eve. Y se me ocurre pensar que hacemos lo que hacemos muy bien. -
– Yo no podía manejarlo y lo descargué sobre ti, y no te gustó, la noche antes de la boda.-
– Eso agregó un poco de emoción.-
– Entonces me drogaron y me patearon, todo en mi despedida de soltera en un club nocturno antes de que te pusiera el collar, lo cual fue muy divertido en retrospectiva. Pero el punto es que realmente no hice bien las cosas, así que no sé cómo hacer bien las cosas ahora. -
Le dio una palmadita amistosa en la rodilla. Para una mujer de su valor a veces aterrador, le temía a las cosas más extrañas. -Si hay algo que necesitas hacer, vas a encontrar la manera de hacerlo. Te diré, que cuando caminaste hacia mí ese día, nuestro día, al sol, eras como una llama. Brillante y hermosa, y me quitaste la respiración. Sólo estabas tú-.
– Y unos quinientos de tus mejores amigos-.
– Sólo tú-. Tomó su mano, la besó. -Y será lo mismo para ellos, lo apuesto.-
– Sólo quiero que ella tenga lo que quiere. Eso me pone nerviosa. -
– Y eso es la amistad. Tú usaras un vestido amarillo y estarás ahí para ella. Eso será suficiente. -
– Espero que sí, porque no voy a llamarla todos los días. Eso es seguro. -Miró su plato. -¿Cómo puede alguien comerse un irlandés completo?-
– Poco a poco y con gran determinación. Supongo que no eres lo suficientemente decidida-.
– No tanto.-
– Pues bien, si te se encargas del desayuno, yo mientras pensaré.-
– ¿En qué?-
– En qué hacer a continuación. Deberíamos ir a la playa, disfrutar de un poco de arena y surf. -
– Yo puedo aceptar eso. ¿La costa de Jersey, Hampton?
– Yo estaba pensando en algo más tropical.-
– No puedes querer viajar todo esa distancia a la isla para un día, o parte de un día.- La isla privada de Roarke era un lugar privilegiado, pero estaba prácticamente en el otro lado del mundo. Incluso en su avión llevaría al menos tres horas de ida.
– Un poco lejos para un impulso, pero hay más. Hay un lugar en las Islas Caimán que podrían satisfacernos, y hay una pequeña villa que está disponible para el día. -
– ¿Y sabes esto porque…?-
– La he mirado para adquirirla,- dijo él con facilidad. -Así que podría volar hacia allá, llegar en menos de una hora, acomodarnos, disfrutar del sol, el surf y beber algunos cócteles tontos. Terminar el día con una caminata por la playa bajo la luna. -
Ella se encontró sonriendo. -¿Cómo de pequeña es la villa?-
– Lo suficientemente pequeña como para servirnos de agradable estimulo para unas buenas vacaciones, y un espacio suficiente para que podamos viajar con unos amigos, si lo deseamos.-
– Tú ya tenías esa idea.-
– Lo tenía, sí, y lo puse en el apartado del sí y cuando. Si lo deseas, podemos hacer de esto el cuándo. -
– Puedo estar vestida y poner todo lo que necesito para el día en una bolsa en menos de diez minutos.-
Ella se levantó de un salto, corrió a su tocador.
– Hay una bolsa preparada-, le dijo. -Para nosotros dos. Por si acaso-.
Ella lo miró. -Nunca te pierdes un truco.-
– Es raro tener un domingo con mi esposa. Me gusta sacar el máximo partido de ello. -
Ella arrojó la bata para tirar de una simple camiseta blanca, agarró un par de pantalones cortos de color caqui.-Hemos tenido un buen comienzo en la fabricación de la mayoría de ellos. Esto debería contar. -
Mientras ella se ponía los pantalones cortos, el comunicador en su tocador sonó. -Mierda. Maldita sea. ¡Mierda!- Su estómago se redujo al leer la pantalla. Su mirada a Roarke estaba llena de arrepentimiento y disculpas. -Es Whitney-.
Él vio cómo el policía asumía el control, en la cara, la postura, mientras cogía el comunicador para responder a su comandante. Y pensó: Ah, vaya.
– Sí, señor.-
– Teniente, lamento interrumpir sus vacaciones.- La cara ancha de Whitney llenó la pequeña pantalla, y en ella se notaba una tensión que lo hacía apretar los músculos en la parte posterior de su cuello.
– No es ningún problema, Comandante.-
– Me doy cuenta de que está fuera de servicio, pero hay una situación. Necesito que acuda al 541 del South Park Central. Estoy en la escena ahora. -
– ¿Usted está en la escena, señor?- Malo-, pensó, mucho y malo para que el comandante esté en la escena.
– Afirmativo. La víctima es Deena MacMasters, de dieciséis años de edad. Su cuerpo fue descubierto esta mañana por sus padres cuando volvieron a casa de un fin de semana. Dallas, el padre de la víctima es el capitán Jonás MacMasters.
Tardó un momento. -Ilegales. Conozco a un teniente MacMasters. ¿Ha sido promovido? -
– Hace dos semanas. MacMasters la solicitó específicamente como primaria. Me gustaría acceder a lo solicitado. -
– Me pondré en contacto con la detective Peabody de inmediato.-
– Yo me encargo de eso. Me gustaría que esté aquí lo antes posible. -
– Entonces, estoy en camino.-
– Gracias.-
Ella desconectó el comunicador, se dirigió a Roarke. -Lo siento-.
– No lo hagas.- Se acercó a ella, tocó con la punta de los dedos la pequeña abolladura en la barbilla.-Un hombre ha perdido a su hija, y eso es mucho más importante que un poco de playa. ¿Lo conoces? -
– En realidad no. Se puso en contacto conmigo después de que atrapé a Casto. -Pensó en el mal policía que había ido tras ella en su fiesta de despedida de soltera. -MacMasters no era su teniente, pero quiso ayudarme para cerrar ese caso, y quitar a un mal policía. Yo lo agradecí. Él es de fiar-, continuó mientras se cambiaba los pantalones cortos de vacaciones por pantalones de trabajo. -Un jefe bueno y sólido. Yo no había oído hablar de su promoción, pero no estoy sorprendida por ello. -
Ella arregló el encrespado pelo rastrillándose los dedos por él. -Lleva cerca de veinte años en el trabajo. Tal vez veinticinco. He oído que traza una línea dura y la va siguiendo, se asegura que aquellos que sirven bajo su mando hagan lo mismo. Cierra los casos. -
– Suena como alguien que conozco.-
Se puso una camisa del armario. -Tal vez-.
– Whitney no te dijo cómo fue asesinada la niña.-
– Él quiere y necesita que me meta sin ninguna idea preconcebida. No dijo que fue homicidio. Eso es para que yo y el médico forense lo determinemos-.
Ella cogió el arnés de su arma y se lo ató. Embolsó su comunicador, su -vínculo y enganchó sus esposas. Ella no se molestó en fruncir el ceño cuando Roarke le ofreció la chaqueta liviana de verano que había seleccionado fuera de su armario para llevar sobre de su arma de mano. -El que Whitney esté allí significa una de dos cosas-, le dijo. -Es algo malo, o son amigos personales. Tal vez ambas cosas. -
– Para él, estar en escena…-
– Sí-. Se sentó para tirar de las botas que prefería para el trabajo. -El hijo de un policía. No sé cuándo voy a volver. -
– No hay problema.-
Ella se detuvo, lo miró, pensó en las maletas preparadas por si acaso, y en los paseos bajo la luz de la luna tropical. -Podrías volar allá y visitar la villa.-
– Hay bastante trabajo que puedo hacer aquí para mantenerme ocupado.- Puso sus manos sobre los hombros de Eve cuando se levantó y posó sus labios sobre los de ella. -Ponte en contacto cuando tengas un mejor manejo de la situación.-
– Lo haré. Nos vemos entonces. -
– Ten cuidado, teniente.
Ella corrió escaleras abajo, apenas interrumpiendo la marcha cuando Summerset, – el hombre de Roarke para casi todo y la piedra en su zapato-, se materializó en el vestíbulo.
– Yo estaba bajo el supuesto de que estaba fuera de servicio hasta mañana.-
– Hay un cuerpo muerto, que por desgracia no es el tuyo.- Luego se detuvo en la puerta. -Hable con él para que haga algo que no sea trabajo. Solo porque yo tengo que hacerlo… -Ella se encogió de hombros y se dirigió al encuentro de la muerte.
Pocos policías podían darse el lujo de vivir en una residencia unifamiliar en las verdes orillas del Parque Central. Por otra parte, pocos policías, – bueno, ninguna otra más que ella- vivían en un maldito castillo-mansión en Manhattan. Con curiosidad por saber cómo MacMasters logró la suya, hizo un pequeño resumen sobre él mientras navegaba por el tráfico ligero de la mañana de vacaciones.
MacMasters, Capitán Jonás, le dijo su computadora, nacido el 22 de marzo 2009, Providence, Rhode Island. Sus padres Walter y Marybeth Hastings, Educado en la Academia Stonebridge, y en Yale, se graduó en 2030. Se casó con Carol Franklin en 2040, una hija, Deena, nacida el 23 de noviembre 2043. Registrado en el NYPSD el 15 de septiembre de 2037. Elogios y honores recibidos.
– Salta eso. Finanzas. ¿De dónde proviene el dinero? -
Trabajando… Capital actual aproximadamente ocho millones seiscientos mil. Heredó una parte de la herencia del abuelo. MacMasters, Jonás, murió por causas naturales 06 de junio 2032, fundador de Cocina y Baño Mac, con sede en Providence. Valor actual de la empresa de-
– Suficientemente bien. Las preguntas y sus respuestas. -
Dinero de la familia, pensó. Educado en Yale. Termina como un policía de Ilegales en Nueva York. Interesante. Un cónyuge y un matrimonio de veinte años, elogios y honores en el trabajo. Ascendido a capitán. Todo lo que dijo de él ya lo sabía. Sólido.
Ahora bien, este policía sólido que apenas conocía, la había solicitado expresamente como primaria en la investigación de la muerte de su única hija. ¿Por qué? se preguntó.
Ella se lo iba a preguntar.
Cuando llegó a la dirección, estacionó detrás de un negro y blanco. Mientras colocaba la luz de servicio, le dio una mirada a la casa. Buen lugar, pensó, y salió para buscar su kit de campo. Y, a pesar de que corría el riesgo de abusar de la palabra, le pareció sólida.
Una construcción de las Pre-guerras urbanas, muy bien rehabilitada por lo que mantenía su carácter, mostrando algunas cicatrices. Parecía digna, pensó, el ladrillo rosa, el corte cremoso, las largas ventanas -actualmente protegidas -con pantallas de privacidad, cada una.
Macetas de coloridas flores montaban guardia a cada lado del corto tramo de los escalones de piedra, un bonito toque, supuso ella. Pero estaba más interesada, cuando se acercó y cruzó la acera, en la seguridad.
Cámaras completas, pantallas de visualización, la placa para el pulgar, y ella habría apostado que tenía cerraduras activadas por reconocimiento de voz. Un policía, y en particular uno con un buen criterio, se aseguraría de proteger su casa y todo, todo el mundo en ella.
Y aún así su hija adolescente fue asesinada adentro.
Uno nunca podía cubrir todas las bases.
Tomó su insignia de su bolsillo para mostrarla al uniformado en la puerta, entonces la enganchó a su cintura.
– Ellos están esperando por usted en el interior, teniente-.
– ¿Fue usted el primero en escena?-
– No, señor. El primero en la escena está adentro, junto con el comandante, el capitán y su esposa. Mi compañero y yo fuimos avisados por el comandante. Mi compañero está en la parte posterior. -
– Está bien. Mi pareja va a llegar en breve. Le detective Peabody-.
– He sido informado, teniente. La voy a hacer pasar. -
No es un novato, pensó Eve mientras esperaba a que la hiciera pasar, el uniformado era a la vez experimentado y duro. ¿Whitney lo había llamado, o fue el capitán?
Miró a izquierda y derecha, y se imaginó que la gente en las casas vecinas estaban despiertos y vigilando la casa, pero demasiado corteses- o estaban demasiado intimidados para salir a ver qué ocurría.
Entró a un vestíbulo fresco y amplio con una escalera central. Flores sobre la mesa, notó, muy frescas. Sólo de un día, tal vez dos. Un pequeño cuenco que contenía algún tipo de pastillas de menta de colores. Todo en colores suaves y cálidos. No había desorden, salvo un par de sandalias de color púrpura brillantes – una debajo y una al lado de una silla de respaldo alto.
Whitney salió de una puerta a la izquierda. Él la llenaba, pensó, con la mayor parte de su cuerpo. Su rostro moreno estaba lleno de preocupación, y captó el destello de tristeza en sus ojos.
Y aún así su voz fue neutra cuando habló. Años de ser un policía lo mantuvo recto.
– Teniente, ya que estamos aquí. Si puede tomar un momento antes de subir a la escena. -
– Sí, señor.-
– Antes de hacerlo, voy a darle las gracias por aceptar este caso.- Cuando ella dudó, estuvo a punto de sonreír.
– ¿Si se lo hubiera puesto a su elección, lo habría tomado?.-
– Sin ninguna duda, Comandante. El capitán me quiere, me tiene. -
Con una inclinación de cabeza, dio un paso atrás para conducirla a la sala.
Sintió una sacudida, tuvo que reconocerlo, cuando vio a la señora Whitney. La esposa del comandante tendía a intimidarla con su forma almidonada, apariencia fría, y sangre azul. Pero por el momento, parecía estar totalmente centrada en consolar a la mujer sentada a su lado en un pequeño sofá de una bonita sala.
Carol MacMasters, llegó a la conclusión Eve, una belleza pequeña, de pelo oscuro para contrastar con la elegancia rubia de Anna Whitney. En sus ojos negros empapados, Eve pudo leer tanto la devastación como la confusión. Sus hombros temblaban ligeramente, como si ella estuviera sentada desnuda en el hielo.
MacMasters se levantó cuando ella entró. Ella le juzgó con 64 años y flaco al punto de ser desgarbado. Su vestimenta casual de jeans y camiseta coincidía con el regreso de unas breves vacaciones. Su cabello, oscuro como el de su esposa, y rizado se mantenía apretado alrededor de un rostro delgado, con profundos surcos en la mejilla que podían haber sido hoyuelos en su juventud. Sus ojos, pálidos, de un verde casi brumoso, se encontraron con los suyos levemente. En ellos vio el dolor, el shock y la ira.
Se acercó a ella, le tendió una mano. -Gracias. Teniente… -Él pareció quedarse sin palabras.
– Capitán, lo siento mucho, siento mucho su pérdida. -
– ¿Es ella?- Carol luchó, incluso cuando las lágrimas rodaron por sus mejillas. -¿Es la teniente Dallas?-
– Sí, señora. Sr. MacMasters, Sra. MacMasters-
– Jonás dijo que tenías que ser tú. Eres lo mejor que hay. Tú vas a descubrir que… cómo… Pero aún así se habrá ido. Mi bebé aún así se habrá ido. Ella está arriba. Ella está allá arriba, y no puedo estar con ella. -Su tono de voz del dolor pasó hacia la histeria. -Ellos no me dejan ir con ella. Ella está muerta. Nuestra Deena está muerta. -
– Carol, en este momento tienes que dejar que la teniente haga lo que pueda.- La señora Whitney se acercó para poner un brazo alrededor de Carol.
– ¿Puedo simplemente sentarme con ella? ¿Puedo…
– Pronto-. Le dijo la señora Whitney. -Pronto. Me quedaré contigo ahora. La teniente va a cuidar bien de Deena. Ella va a cuidarla bien. -
– La voy a llevar-, dijo Whitney. Anna Whitney asintió con la cabeza.
Estirada e intimidante, pensó Eve, pero ella se ocuparía de una afligida madre y un padre devastado.
– Debes quedarte aquí, Jonás. Voy a regresar en breve. Teniente.
– ¿Usted es amigo de los padres de la víctima fuera del trabajo?- Preguntó Eve.
– Sí. Anna y Carol colaboran en algunos comités juntas, y a menudo pasamos tiempo con ellos. Socializamos. Traje a mi esposa como una amiga de la madre de la víctima. -
– Sí, señor. Creo que será una gran ayuda en esa área. -
– Esto es difícil, Dallas.- Su voz era pesada como plomo cuando empezó a subir las escaleras. -Nos conocemos desde que Deena era una niña. Le puedo decir que ella era la luz de sus corazones. Una niña brillante, encantadora. -
– La casa tiene una excelente seguridad por lo que he visto. ¿Sabe si estaba activa cuando los MacMasters regresaron esta mañana? -
– Los bloqueos fueron forzados. Jonás encontró que las cámaras habían sido desactivadas, y eliminado los discos de los últimos dos días. No tocó nada -, agregó Whitney, girando a la izquierda en la parte superior de la escalera.-No le permitió a Carol tocar nada, salvo a la chica. E impidió que su esposa moviera el cuerpo o alterara la escena. Estoy seguro de que todos podemos entender que hubo un momento de shock. -
– Sí, señor.- Era extraño, pensó, e incómodo ser empujada a la posición de entrevistar a su comandante.-¿Sabe usted a qué hora regresaron a casa esta mañana?-
– A las ocho y treinta y dos, precisamente. Me tomé la libertad de comprobar el registro de la cerradura, y confirmó la declaración que Jonás me hizo. Te voy a dar una copia de la declaración de registro del enlace de mi casa-. Él me contactó de inmediato, solicitándote a ti, y mi presencia, si era posible. No se ha sellado la escena, su habitación. Pero está segura. -
Hizo un gesto, dio un paso atrás. -Creo que es mejor que vaya abajo, para que proceda. Cuando su pareja llegue, voy a enviarla hacia arriba. -
– Sí, señor.-
Él asintió de nuevo, luego suspiró mientras miraba a la puerta de la habitación abierta. -Dallas… Es muy duro.-
Esperó hasta que él se volvió y empezó a bajar las escaleras. Sola, se acercó a la puerta y miró a la joven Deena MacMasters muerta.