Capítulo XXII

—Usted comprende perfectamente su posición, señorita Hobhouse. Ya la he advertido…

Valerie Hobhouse le atajó.

—Sé lo que hago. Usted ya me ha advertido que lo que diga puede ser utilizado en contra mía. Estoy preparada para ello. Ustedes me han detenido acusada de contrabandista. No tengo la menor esperanza. Eso representa muchos años de cárcel. Pero eso otro significa que seré acusada como cómplice de un asesinato.

—Si se presta a declarar, eso puede ayudarla, pero yo no puedo prometerle nada.

—No creo que me importe. Igualmente terminaré languideciendo años y años en la cárcel. Deseo hacer mi declaración. Tal vez sea lo que usted llama cómplice, pero no una asesina. Nunca tuve intención de matar ni lo deseé siquiera. No soy tan tonta. Lo que quiero es que quede el caso bien claro contra Nigel.

»Celia sabía demasiado, pero yo hubiera podido arreglarlo de algún modo. Nigel no me dio tiempo. La citó y le dijo que iba a confesar lo de la mochila y la tinta, y aprovechó para echar la morfina en su taza de café. Se había apoderado de la carta que ella escribiera a la señora Hubbard y arrancó la frase que sirvió para simular el "suicidio". Luego puso el papel y el frasco de morfina vacío (que retuvo después de fingir que lo había tirado) junto a la cama. Ahora comprendo que había estado planeando el crimen durante algún tiempo. Luego vino a decirme que lo había hecho, y por mi propio bien tuve que ponerme a su lado.

»Lo mismo debió ocurrir con la señora Nick. Descubrió que bebía, que ya no era de fiar… y se las arregló para encontrarla fuera de la casa y envenenarla. Él me lo negó… pero yo sé que eso es lo que hizo. Luego vino Pat. Nigel subió a mi habitación para contarme lo ocurrido y decirme lo que debía hacer… para que los dos tuviéramos una coartada perfecta. Yo entonces estaba ya atrapada en su red, sin escape posible… supongo que si ustedes no me hubieran cogido hubiese marchado al extranjero… a cualquier parte, para empezar una nueva vida, pero me detuvieron… y ahora sólo me importa una cosa… asegurarme que ese diablo cruel y sonriente sea ahorcado.

El inspector Sharpe exhaló un profundo suspiro. Todo aquello era muy satisfactorio y representaba una gran suerte, pero seguía interesado.

El agente que tomaba nota de todo humedeció el lápiz.

—Le aseguro que no lo entiendo del todo —empezó a decir Sharpe, pero ella le cortó enseguida.

—No es necesario que lo entienda. Tengo mis razones.

Hercules Poirot intervino con su cortesía habitual.

—¿La señora Nicoletis…? —preguntó—. Era su madre, ¿no es cierto?

—Si —dijo Valerie Hobhouse—. Era mi madre…

Загрузка...