7 de octubre de 1999
Después del episodio protagonizado por Dolores, las chicas ya no me miran como la supuesta ladrona de ropa de Isa. Extrañamente, no ha vuelto a haber más robos en la casa.
Cuando hoy llega Sofía, es como una inyección de oxígeno en una caja de cartón con pequeños agujeros. Tiene unos cincuenta años, y un aspecto hippy muy divertido, que consiste en llevar faldas largas de franjas multicolores, pendientes grandísimos y un sombrero de terciopelo. Presentimos enseguida que con esta nueva encargada de noche nos vamos a llevar muy bien. Es culta, dulce y, además, tiene un algo que me recuerda a mi abuela paterna. Su verdadera vocación es cuidar a los animales; los adora y se dedica a recoger en la calle a cualquier ser viviente que tenga cuatro patas. Siempre he pensado que la gente que ama a los animales lleva bondad en el corazón y es incapaz de hacer daño. Con Sofía, no me he equivocado. Es un amor de persona y de una generosidad desbordante.
Sofía tiene un perrito al que ha llamado Jordi para reafirmar sus raíces catalanas. De catalán, el perrito no tiene nada, la verdad. Es un bastardo encontrado en las calles de París, donde Sofía pasó largas estancias con un amante, unos diez años atrás. Para ella, Jordi lo es todo, y ha pedido permiso a Manolo para llevárselo de vez en cuando a la casa, porque el animal, según ella, tiene depresiones cuando está solo. El propietario ha accedido con la condición de que el perrito no ladre en plena noche. Empiezo a creer que Manolo sí tiene corazón.
He pasado toda la noche con Pedro y, al volver, le propongo a Sofía ir a pasear a Jordi. Mientras me entrega el dinero de la noche y al perrito, me comenta:
– No seas tonta. Cuando hayas acabado de pagar tus deudas, ahorra algo. No hagas como todas las demás chicas, que se gastan el dinero en trapos. ¡Ahorra todo lo que puedas! ¡Y no te enamores!
Pero el amor, cuando llega y es de verdad, pega fuerte. Y me ocurrió en el sitio menos indicado, y con la persona menos esperada. Fue el 10 de octubre de 1999.