19 de diciembre de 1999
He vuelto a la casa con un poco de temor. Hoy están todas las chicas. De pronto Isa, que está preparando su viaje a Ecuador para ir a pasar las navidades, me coge del brazo al verme y le dice a Susana que bajamos un momento a tomar un café. Quiere hablar conmigo.
– Tú sabes que toda la gente está loca, ¿verdad? Los hombres que pagan a las mujeres para acostarse con ellas están locos, pero las mujeres que aceptamos acostarnos con un hombre por dinero estamos peor.
– SI, ya. Pero ¿qué me quieres decir, Isa?
– Hay ciertas cosas que estas locas han estado diciendo por ahí sobre ti, porque están celosas.
– ¿Como qué?
– Pues que estás robándoles a todos los clientes de la casa, que les ves fuera. El Pedro ese que siempre venía cada semana, y que ha vuelto a reaparecer cuando tú estabas enferma, el italiano y muchos más.
– ¿Y qué pasa con Pedro?
– Pues que vino y se fue con Mae, que es una víbora. Dijo que estaba enamoradísimo de ti y que tú no le hacías ni caso. Ella lo transformó y dijo que lo veías fuera de la casa. Mae está intentan do hacerte la cama.
Estas confesiones me parecen extrañas precisamente viniendo de Isa.
– Ya me imaginaba que tarde o temprano iba a pasar eso – También dice Mae que le has dado tu teléfono al italiano Era cierto pero Mae se basaba en suposiciones, no en pruebas reales porque, entre otras cosas, no las tenía
– Está claro que puede decir lo que quiera sobre mí
– Sí, pero Mae lleva más tiempo que tú aquí, y Manolo la vá a creer a ella, ¿comprendes? Vas a tener problemas Manolo ya había demostrado que era un tipo violento y lo que más temo es que me vaya a hacer daño.
– También se rumorea que tienes sida
– ¡Eso sí que no!
Ya se están pasando conmigo. Seguro que Pedro, durante s, lloriqueos con Mae a propósito de su amor por mí no co dido, ha hablado del episodio del condón roto. Y ella ha adornado la historia a su antojo.
– ¿Quién ha dicho eso?
– Pues, ¿quién va a ser? Siempre la misma rubia loca. Pretende espantar a los clientes para que no vayan más contigo
Se me ocurren un montón de insultos apropiados para Mae o tengo que contener los nervios para no meterme en líos.
– Y a mí me tratarán de chivata, si cuentas lo que te acabo de decir. Por favor, ni una palabra – me ruega suplicante
– No te preocupes. ¡Gracias por decírmelo todo! Volvemos a la casa y Mae, que está vistiéndose para una salida con un señor que podría ser su padre, nos echa unas miradas cínicas desde el espejo. Yo finjo no saber nada. Luego aparece Manolo, seguido de Sofía, que viene a hacer su turno de noche
– ¿Puedo hablar contigo? -me pide Manolo, con un aire tan grave que parece que acaba de cometer un asesinato
– Sí, claro -le respondo, pensando ya en negar todo lo que me va a reprochar.
Veo la cara de satisfacción de Mae cuando observa que Manolo está echando humo, y ella se despide con ironía.
– Se va a armar una gorda -suelta antes de coger la puerta.
Manolo empieza a hablar.
– ¿Es cierto que te ves con Pedro fuera de aquí?
– No, no es cierto -no miento-. ¿Quién te ha dicho eso?
– El propio cliente.
Me quedo de piedra.
– Pues te ha mentido. Ha intentado quedar conmigo varias veces, pero nunca he querido.
– ¿Y con el italiano?
– He visto al italiano tres veces en total. Nada más. Además no vive aquí, y no veo cómo iba a quedar con él fuera -esta vez me sorprende lo bien que miento.
– Pues hay rumores que dicen que no es así.
– Eso lo habrá inventado Mae para perjudicarme, me imagino.
– ¿Y por qué quiere perjudicarte?
– ¿Yo qué sé? Porque está celosa, supongo.
– Pues que sepas que aquí no nos gusta que nos engañen. Tienes suerte, no tengo ninguna prueba de todo eso. Pero te voy a vigilar, y a la mínima, a la puta calle, ¿entendido?
Ya me está amenazando, levantando los brazos. Sofía me está mirando desde la puerta de la cocina, haciendo movimientos con las manos como para decirme que me calle porque si no las cosas se van a poner muy feas.
No siento haber infringido el reglamento de la casa, porque a Pedro nunca le he visto fuera, y a Giovanni no le he cobrado nada. Así que no tengo la sensación de haber cogido algo que no era mío.
Prefiero no responderle a Manolo, porque quiero seguir trabajando en la casa para el final del año, aunque, desde el episodio de Odesa y de la pequeña Yana, me está dando un poco de asco todo esto.
31 de diciembre de 1999
El cambio de siglo ha despertado la libido a todo el mundo. Quizá porque se ha dicho tanto al respecto, que si iba a ser el fin del mundo, que si iba a estallar una guerra, que si todos los ordenadores se iban a detener. La gente tiene miedo y quiere vivir las últimas horas de su vida desmadrándose.
Esta noche, hasta han venido mujeres con parejas para realizar un sueño que nunca se han atrevido a cumplir. Y yo he trabajado mucho, con Cindy.
Mi móvil ha estado apagado gran parte de la noche. Cuando lo vuelvo a encender, veo que tengo varios mensajes y me pongo a repasarlos.
Giovanni ha intentado localizarme varias veces y ha dejado mensajes en el contestador felicitándome por el Año Nuevo. Luego, me ha enviado un mensaje escrito que es la gran sorpresa de la noche:
«Hablar de amor es muy bonito pero también muy difícil. Y creo que te quiero.» En realidad, lo ha escrito en inglés: «I think I loveyou», porque no sabe escribir en castellano. No me esperaba un mensaje así.