Capítulo 14

Después de que Flair Hickory acabara con Chamique, yo me reuní con Loren Muse en mi despacho.

– Uau -dijo Loren-. Qué bestia.

– Ponte con lo del nombre -dije.

– ¿Qué nombre?

– Investiga si alguien llamaba «Jim» a Broodway o si, como insiste Chamique, le llamaban James.

Muse frunció el ceño.

– ¿Qué?

– ¿Crees que servirá de algo?

– No puede perjudicarnos.

– ¿Todavía le crees?

– Por favor, Muse. Esto es una cortina de humo.

– Pues es muy buena.

– ¿Tu amiga Cingle ha descubierto algo?

– Todavía no.

El juez había dado la sesión por terminada por ese día, gracias a Dios. Flair me había tocado la moral. Sé que se supone que se trata de la justicia y que no es una competición ni nada de eso, pero seamos realistas.

Cal y Jim habían vuelto, y con más fuerza que nunca. Mi móvil sonó. Miré el identificador de llamadas. No reconocí el número. Me acerqué el teléfono a la oreja y dije:

– Diga.

– Soy Raya.

Raya Singh. La bonita camarera india. Se me secó la garganta.

– ¿Cómo está?

– Bien.

– ¿Se le ha ocurrido algo?

Muse me miró. Intenté darle a entender que era una llamada privada. Para ser investigadora, a veces Muse es un poco lenta. ¿O puede que fuera intencionado?

– Seguramente debería habérselo dicho antes -dijo Raya Singh.

Esperé.

– Es que me sorprendió que se presentara de aquella manera. Todavía no estoy segura de lo que debo hacer.

– ¿Señorita Singh?

– Llámeme Raya, por favor.

– Raya, no sé de qué me hablas -dije.

– Fue por eso que le pregunté por qué había venido en realidad. ¿Se acuerda?

– Sí.

– ¿Sabe por qué le pregunté qué… qué era lo que quería en realidad?

Lo pensé un momento y decidí ser sincero:

– ¿Por la forma tan poco profesional con que te comía con los ojos?

– No -dijo.

– Vale, me rindo. ¿Por qué lo preguntaste? Y ya puestos, ¿por qué me preguntaste si le había matado?

Muse arqueó una ceja. No le hice caso.

Raya Singh no contestó.

– ¿Señorita Singh? -y después-: ¿Raya?

– Porque él mencionó su nombre -dijo.

Creí que tal vez lo había oído mal, así que hice una pregunta estúpida.

– ¿Quién mencionó mi nombre?

Su voz mostró un indicio de impaciencia.

– ¿De quién estamos hablando?

– ¿Manolo Santiago mencionó mi nombre?

– Sí, claro.

– ¿Y no sabías si debías decírmelo?

– No sabía si podía confiar en usted.

– ¿Y qué te ha hecho cambiar de idea?

– He buscado su nombre por internet. Es verdad que es el fiscal del condado.

– ¿Qué te dijo Santiago de mí?

– Dijo que había mentido sobre algo.

– ¿Sobre qué?

– No lo sé.

Insistí.

– ¿A quién se lo dijo?

– A un hombre. No sé cómo se llama. También tenía recortes sobre usted en su piso.

– ¿Su piso? Creía que habías dicho que no sabías dónde vivía.

– Eso fue cuando no confiaba en usted.

– ¿Y ahora sí confías en mí?

No contestó a esa pregunta directamente.

– Recójame en el restaurante dentro de una hora -propuso Raya Singh-, y le enseñaré dónde vivía Manolo.

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