CARRETERA 666, NOROESTE DE NUEVO MÉXICO. 81 horas.
Todavía iban en la misma camioneta. Kelly creía que era mejor librarse de ella, pero Turcotte insistió en que era posible que necesitaran el equipo. Por fin llegaron al acuerdo de cambiar la placa de matrícula del gobierno por una privada.
Kelly conducía; por el retrovisor observó a Turcotte sentado en una de las cuatro butacas de la parte trasera, al lado de la consola de comunicación y del ordenador que ocupaba la mayor parte del lado izquierdo. Ambos escuchaban cómo Von Seeckt y Nabinger ponían en común lo que tenían e intentaban postular alguna teoría razonable que explicase todo aquello.
– Hay que partir de la base de que la bomba que usted encontró en la pirámide tenía la misma tecnología que el disco y la nave nodriza -dijo Nabinger.
– Sí, es razonable -asintió Von Seeckt.
– Teniendo en cuenta esto, creo que ahora es posible explicar muchos de los puntos en común entre las civilizaciones antiguas.
Nabinger sacó de su mochila algunos de los papeles que Slater le había dado.
– El idioma de la runa superior encontrado en varios puntos del globo seguramente se originó con esos alienígenas. De hecho, yo diría que esos alienígenas afectaron sin duda la evolución natural del desarrollo de la humanidad.
A continuación procedió a explicar la teoría difusionista sobre el origen de la civilización. Cuando hubo terminado, Von Seeckt se quedó pensativo.
– Llevo años pensado en todo esto y me pregunto quién fue capaz de dejar esa tecnología maravillosa y por qué. Hace diez mil años había un puesto avanzado alienígena en este planeta. Era…
– ¿Por qué alienígenas? -preguntó de repente Turcotte como si se hiciera eco de la pregunta que había asomado en la mente de Kelly.
– ¿Perdone? -dijo Von Seeckt.
– ¿Por qué tenían que ser alienígenas? Desde el principio todos han creído que esas naves fueron abandonadas por otra especie, pero ¿por qué no podrían haber sido creadas por alguna civilización antigua que luego se extinguió y de la que nosotros procedemos?
– Ya lo he pensado -repuso Nabinger sonriendo-, pero los hechos se oponen a que eso sea ni siquiera una posibilidad remota. El nivel de civilización necesario para desarrollar naves como las que tienen en el Área 51 hubiera dejado otros vestigios además de las naves y la bomba que se encontró en la gran pirámide. Llevamos mucho tiempo examinando la superficie del planeta. Una civilización humana avanzada había dejado más de una huella. No; estas cosas tienen que proceder de una cultura alienígena.
Por el espejo retrovisor Kelly vio que Turcotte levantaba los brazos aceptando el punto de vista.
– De todos modos, es bueno no cerrar nuestras mentes a otras posibilidades -dijo Von Seeckt-. Como decía, parece que hemos vuelto al problema original. Estamos muy lejos de entender por qué los alienígenas abandonaron las naves.
– Es posible que no tuvieran un lugar adonde ir -propuso Kelly-. Tal vez el mundo del que procedían se destruyó y vinieron aquí en misión de colonización para quedarse. Por eso la nave nodriza estaba escondida en aquella caverna… así no podrían regresar.
– ¿Y qué hay de los agitadores? -preguntó Turcotte-. Todavía pueden volar. Bueno, el caso es que ahora los utilizamos nosotros. Seguro que no los hubieran escondido de este modo.
– ¿Y por qué la bomba estaba escondida en la pirámide? -preguntó Kelly.
Aquella cuestión parecía haber sido ya considerada por Nabinger.
– Nadie ha podido determinar todavía para qué fueron construidas las pirámides. En principio, se creyó que habían sido edificios funerarios, pero esa teoría se descartó al no encontrarse ningún cuerpo en las cámaras del interior. Luego se pensó que eran cenotafios, o sea, monumentos en honor a los faraones fallecidos, cuyo lugar de entierro real fue ocultado para salvaguardarlo de los ladrones de tumbas.
»Sin embargo, ante esta nueva información existe otra teoría que tenemos que considerar. Es un poco extraña pero, como ha dicho el doctor Von Seeckt, hay que considerar todas las posibilidades. Permítanme que les cuente un poco sobre la construcción de la gran pirámide.
»En ella hay dos pequeños túneles que parten de la cámara superior, conocida también como la cámara del faraón. El propósito exacto de esos túneles no está muy claro, pues son demasiado estrechos para que pase una persona. Sin embargo, lo interesante es que si se consideran sus coordenadas con respecto a las estrellas, uno está alineado con Alfa Centauro y el otro, con Alfa Draconis, dos sistemas estelares cercanos.
– Quizá nuestros alienígenas procedían de uno de esos sistemas -sugirió Von Seeckt.
– Otra teoría interesante, pero considerada ya en principio escandalosa -dijo Nabinger- es que las pirámides sean balizas espaciales. Originariamente, todo el exterior de las tres pirámides de Gizeh estaba cubierto por piedra caliza muy bien labrada. -Miró a los otros dos hombres situados en la parte trasera de la camioneta-. ¿Se imaginan el aspecto que habrán tenido?
– Imagino que probablemente se verían desde el espacio -admitió Turcotte.
– Ópticamente así sería, cuando la luz del sol se reflejara en ellas -dijo Nabinger-. Pero lo más importante es que, dado el ángulo de los lados de las pirámides, si se miraran por encima de los treinta y ocho grados del horizonte, es decir, desde el espacio, habrían dibujado una imagen de radar con un factor de dirección de más de seiscientos millones por una amplitud de onda de dos centímetros.
– No es exactamente el bombardero Stealth -apuntó Turcotte.
– No. Una imagen de radar así podría ser vista desde muy lejos del planeta. -Nabinger se inclinó hacia adelante-. La primera pregunta que me hice al ver por primera vez las pirámides hace muchos años fue la más básica. ¿Por qué los antiguos egipcios escogieron esa forma? Nadie ha sido capaz jamás de dar una razón convincente. Dada la capacidad constructiva de la época, si el objetivo era construir una estructura grande que pudiera verse desde el espacio, la pirámide era la mejor opción. -El arqueólogo se iba acercando a su tema-. Bueno, ahora piensen en todos los demás símbolos que el hombre antiguo dejó en la Tierra. Los enormes pájaros gigantes en las altiplanicies de Sudamérica. Los símbolos en tiza de Inglaterra. Siempre nos hemos preguntado por qué el hombre antiguo intentó dibujar símbolos que sólo podían verse desde arriba a pesar de que él nunca podría verlos desde aquella perspectiva.
– De todos modos, esto no responde a las preguntas para las que necesitamos respuesta -dijo Turcotte-. Si no tenemos algo que apoye el argumento de Von Seeckt de que la nave nodriza no debe volar, todo lo que habremos hecho es meternos en un pozo de mierda del que no podremos salir.
– Eso es lo que encontraremos en Dulce -afirmó Von Seeckt.
– Bueno, pues ya casi estamos ahí -dijo Kelly-. Espero que alguien tenga un plan.
– Tendré uno en cuanto lleguemos allí -dijo Turcotte mientras inspeccionaba los cajones que había bajo la consola y comprobaba el equipo que allí se guardaba. Miró a Von Seeckt.
»¿Le importaría contarnos lo que hay en Dulce?
Kelly asintió con la cabeza para sí misma. Turcotte le gustaba cada vez más. La situación era muy confusa: las distintas prioridades de las cuatro personas de la camioneta, objetivos del gobierno poco claros, secretos ocultos bajo secretos. Ella sólo quería a Johnny y luego explicaría esa historia a todo el mundo. Sin embargo, para llegar a Johnny tendría que confiar en la capacidad de Turcotte. Y sabía que Turcotte, a su vez, tendría que confiar en Von Seeckt en el mismo grado, pero era evidente que no lo conseguía. Tampoco ella. Su sexto sentido coma periodista le decía que aquel hombre ocultaba alguna cosa.
– Ya se lo dije antes -replicó Von Seeckt-. Se trata de otra instalación del gobierno, una sucursal de la instalación del Área 51.
– ¿Ha estado alguna vez ahí? -preguntó Turcotte.
– Ya se lo dije. Una vez. Justo después de terminar la Segunda Guerra Mundial. Hace mucho tiempo y mi memoria no es tan buena.
– Ya sé que lo dijo -respondió Turcotte-. Se lo pregunto de nuevo porque no entiendo por qué nunca regresó allí si ese lugar es una parte tan importante de Majic12 y usted era uno de los miembros fundadores del consejo, por así decirlo.
El ruido del motor de la camioneta y de los neumáticos mientras rodaban sonó anormalmente fuerte en aquel silencio. Kelly decidió ver si podía mantener en juego la pelota.
– Me gustaría saber qué se supone que ocurre ahí -dijo en voz alta.
– Agradecería cualquier información, incluso rumores sobre ese lugar -añadió Turcotte.
– Entre la comunidad relacionada con los ovnis -dijo Kelly, recordando de repente algo de su investigación- se dice que Dulce es el lugar donde se encuentra el laboratorio de bioingeniería. Un lugar donde nuestro gobierno cede personas a los alienígenas cuyas naves vuelan en el Área 51. Sabemos que la primera parte es cierta.
– Y sabemos que eso de ceder personas a los alienígenas no es cierto -apuntó Turcotte.
– ¿Estás seguro? -preguntó Kelly.
– ¡No, no puede ser! -exclamó Von Seeckt-. Si hubiésemos tenido contacto con quien fuera que dejó los agitadores y la nave nodriza, yo lo sabría. No hubiésemos tenido que esforzarnos tanto durante tantos años. El año pasado por fin pudimos entrar en la nave nodriza. Era un rompecabezas que no podíamos acabar.
– Tal vez algo cambió durante este año -sugirió Kelly. Advirtió que Von Seeckt estaba desorientado. Sabía por experiencia que tenía que continuar presionando-. He oído decir que el gobierno realiza pruebas de control mental en Dulce. Se supone que emplean fármacos que afectan la memoria y la DEM.
– ¿Que es la DEM? -preguntó Turcotte.
– Significa disolución electrónica de la memoria -dijo Kelly-. Hace unos años escribí un artículo sobre este tema. Naturalmente, las personas a quienes entrevisté sólo hablaban de forma teórica, pero siempre he tenido la impresión de que a nuestro gobierno le gusta coger la teoría y ver si funciona. La DEM se emplea para causar amnesia selectiva. Genera una sustancia que obstruye la transmisión de impulsos nerviosos y el cerebro detiene la transmisión del pensamiento en el área afectada.
– ¿Ha oído alguna vez algo sobre eso? -preguntó Turcotte a Von Seeckt.
– Oí que… -Von Seeckt empezó a hablar y se detuvo.
Cuando volvió a hacerlo su voz era nerviosa-. Les diré la verdad. Les contaré por qué nunca he regresado a Dulce desde mi última visita en mil novecientos cuarenta y seis.
Todos estaban expectantes.
– Porque sabía quién estaba trabajando ahí. -La voz de Von Seeckt rezumaba disgusto-. Los conocía. Mis colegas alemanes. Los expertos en armas biológicas y químicas. Y ellos continuaban las tareas experimentales que habían iniciado en los campos de concentración. No podía ir allí. No podía soportar lo que estaban haciendo. -Entonces Von Seeckt les habló de Paperclip.
– Seguramente, la mayoría de la gente está muerta ahora -dijo Kelly cuando él terminó-. Pero imagino que el trabajo todavía continúa allí y eso explica muchas cosas sobre el asunto de Nightscape y por qué todo es secreto. Pero ¿cuál es la conexión de todo esto con la nave nodriza?
– De verdad que no he estado allí -dijo Von Seeckt-. En cambio, Gullick y los demás hombres de su confianza iban a menudo a Dulce. Algo cambió este año. Ellos cambiaron.
Kelly intuyó que había algo más.
– ¿Cambiaron? ¿Cómo cambiaron? -preguntó.
– Empezaron a actuar de una forma irracional -contestó Von Seeckt-. En Majic12 siempre nos sometimos a mucho secretismo. Y, como dice el capitán Turcotte, Dulce lleva muchos años existiendo. Sin embargo, algo ahora es distinto. Esa urgencia por hacer volar la nave nodriza. ¿Para qué tanta prisa? Incluso para entrar en ella. Durante muchos años no pudimos pasar del revestimiento, pasamos décadas intentándolo y de repente ellos extraen una muestra, ensayan una nueva técnica y lo consiguen. También está la rapidez con que aprendieron a manejar los mandos y el instrumental. Parece que supieran más de lo que deberían.
– ¿Es posible que por fin hayan podido descifrar la runa superior? -preguntó Nabinger-. Esto explicaría, en parte, la situación.
– En parte, sí -corroboró Von Seeckt-. Pero no creo que hayan descifrado el código y, aunque lo hayan hecho, eso no explica por qué actúan de un modo tan extraño y con tanta prisa. -Von Seeckt levantó sus manos-. No lo entiendo.
– ¿Sabe dónde se encuentra la instalación? -preguntó Turcotte.
– No exactamente. En las afueras de la ciudad de Dulce. Recuerdo una gran montaña situada detrás de la ciudad y que íbamos por la montaña por un camino de piedras. Luego entrábamos en un túnel y todo estaba bajo tierra.
Turcotte se frotó la frente.
– Así que no sabe exactamente dónde está ni lo que ocurre ahí.
– No.
Kelly miró por el retrovisor y cruzó una mirada con Turcotte, quien luego dijo:
– Bueno, pronto estaremos ahí y sabremos lo que ocurre y conseguiremos sacar a Johnny Simmons de ahí.
Kelly abrió la boca para decir algo pero la cerró. Volvió a fijar la vista en el camino y continuó conduciendo.
CERCANÍAS, DULCE, NUEVO MÉXICO
Johnny Simmons veía. No sabía desde cuándo, pero había empezado con un suave matiz gris que se infiltraba en la oscuridad que lo rodeaba. Luego la diferencia entre la luz y la oscuridad se hizo mayor y ya fue capaz de distinguir algunas formas que se movían en la periferia de su visión. No podía mover la cabeza ni los ojos.
Pero más adelante deseó que aquella ligera mejoría no hubiera ocurrido. Y es que había algo extraño en la formas que vislumbraba. Tenían forma humana, pero no lo eran y eso le asustaba. Todas las siluetas eran deformes: cabezas demasiado grandes, brazos demasiado largos, torsos demasiado cortos. Una vez creyó ver la forma de una mano, pero tenía seis dedos en lugar de cinco, y los dedos eran demasiado largos.
Johnny se concentró tanto en la vista que transcurrió un tiempo hasta que percibió otros cambios en su entorno. Había un olor en el aire. Un olor muy desagradable. Y podía oír algo, si bien parecía muy distante. Era un sonido seco, pero no mecánico. Parecía al chasquido que hacen algunos insectos.
Un gusto a cobre invadió la boca de Johnny y su mundo de nuevo se volvió negro. Pero esta vez podía oír sus propios chillidos, que sonaban como si fueran los de otra persona allí fuera. Pero el dolor estaba cerca.