10

Los sueños de Wil Brierson siempre ocurrían cuando estaba a punto de despertarse. En otro tiempo le habían divertido o instruido. Ahora le tendían emboscadas.

Adiós, adiós, adiós. Wil lloraba y lloraba, pero sin emitir sonidos y derramando muy pocas lágrimas. Sostenía las manos de alguien que no hablaba. Todo estaba teñido de sombras de azul pálido. Su cara era la de Virginia, y también era la de Marta. Ella sonreía amargamente, era una sonrisa que no podía negar la verdad que ambos conocían.

Adiós, adiós, adiós. Sus pulmones estaban vacíos, pero sin embargo seguía gimiendo apurando lo último de su aliento. Ya podía ver, a través de ella, el azul que había detrás. Se había ido, y lo que habría podido guardar se había perdido para siempre.


Wil se despertó con una repentina inhalación para respirar. Había exhalado tanto que le dolía el pecho. Miró hacia lo alto, al techo gris y recordó un anuncio de su infancia. Habían hecho una campaña para vender monitores médicos, se basaba en algo referente a que las seis de la mañana era una hora propicia para morir, en la que mucha gente sufría apnea y ataques de corazón, durante el sueño, un poco antes de despertar. Todos debían comprar monitores automáticos para quedar a salvo de estos riesgos.

Aquello no podía ocurrir con los modernos tratamientos médicos. Por otra parte, los autones que Yelén y Della tenían flotando por encima de su casa le estaban vigilando; y además, Wil se sonrió socarronamente a sí mismo, el reloj marcaba las diez de la mañana. Había dormido durante casi nueve horas. Balanceó su cuerpo fuera de la cama, sintiéndose como si sólo hubiera dormido la mitad de este tiempo. Se movió pesadamente hasta el cuarto de baño, se lavó la inusitada humedad que encontró cerca de los ojos. Durante toda su carrera se había esforzado para dar una imagen de fuerza tranquila. No le había resultado difícil. Tenía una constitución como la de un tanque; y por naturaleza, su tipo era de los de baja presión sanguínea. Hubo unos pocos casos que le pusieron nervioso, pero entraba dentro de la normalidad, porque había visto balas volando cerca. En su trabajo policial, había conocido un buen número de compañeros que habían sufrido un colapso nervioso. A pesar de toda la publicidad que se había dado a casos como el de Incidente de Kansas, la mayor parte de la violencia que había en su tiempo correspondía a asuntos domésticos: la gente se salía de quicio por presiones laborales o familiares.

Sonrió irónicamente a la cara que veía en el espejo. Nunca se había imaginado que aquello pudiera sucederle a él. El remate de su sueño había sido un paseo por senderos nocturnos. Tenía la impresión de que las cosas iban a empeorar, pero una parte de sí mismo seguía siendo tan analítica como de costumbre, y seguía sus sueños matutinos y la tensión de todo el día con un interés sorprendido, tomando notas de su propio desdoblamiento.

En la planta baja, Wil abrió completamente las ventanas para que entraran los sonidos y los aromas de la mañana. No iba a dejar que todo aquello le paralizara. Más tarde, Lu debía ir a verle. Hablarían de la revisión de los armamentos y habrían de decidir quién era el siguiente al cual iban a entrevistar. Mientras tanto, había muchas cosas que hacer. Yelén estaba en lo cierto cuando decía que tenían que estudiar las vidas de los tecno-max, desde la Extinción. En particular, Wil quería saber lo que se refería al abortado intento de la colonia de Sánchez.

Apenas había empezado con esto cuando Juan Chanson se dejó caer por allí. En persona.

—¡Wil, muchacho! Estaba deseando tener una charla contigo.

Brierson le franqueó la entrada, preguntándose por qué el tecno-max no le había anunciado su visita. Chanson se paseaba por el cuarto de estar. Como de costumbre, era enérgico hasta el punto de andar a sacudidas.

—¿BlasSpañol, Wil? —dijo.

—Sí —contestó Brierson sin detenerse a pensar, aunque de todas formas podía seguirle el humor.

—Labueno —dijo el arqueólogo y ya siguió en spañol-negro. Acabo cansándome del inglés, ya lo sabes. Nunca consigo a tiempo la palabra que necesito. Apostaría a que muchos creen que estoy loco.

Wil asintió con la cabeza a aquella verborrea en spañol-negro. Chanson hablaba mucho más aprisa que cuando lo hacía en inglés. Era una hazaña impresionante aunque casi imposible de comprender.

Chanson interrumpió su nervioso paseo por la habitación. Señaló hacia el techo con su pulgar.

—Supongo que nuestros amigos tecno-max se enteran de todas las palabras.

—Ah, no. Sólo están controlando las funciones corporales, pero si quisiera que nuestras palabras fueran traducidas, debería llamar pidiendo ayuda. Y pedí a Lu que se asegurase de que Yelén no estaba escuchando a escondidas.

Chanson sonrió maliciosamente.

—Es decir, que así te lo han contado, sin duda.

Colocó una cosa gris, oblonga, sobre la mesa. En uno de sus extremos había una luz roja que parpadeaba.

—Ahora podemos estar seguros de que lo que te han prometido será verdad. Todo lo que hablemos quedará sin registrar.

Hizo una seña a Brierson para que se sentara.

—Hemos hablado de la Extinción ¿verdad?

—Sí, varias veces.

Chanson agitó su mano.

—Desde luego. Hablo con todo el mundo de esto. ¿Pero, cuántos creen lo que digo? Hace cincuenta millones de años que la raza humana fue asesinada, Wil. ¿Acaso no te importa?

Brierson se quedó sentado. Aquello podía convertir aquella mañana en una fecha importante.

—Juan, la Extinción es muy importante para mí.

¿Lo era, en realidad? A Wil le habían secuestrado mucho más de un siglo antes de que aquello ocurriera. En el fondo de su corazón, creía que fue entonces cuando habían muerto Virginia, Anne y W. W. júnior, a pesar de que las biografías dijeran que habían vivido en el siglo veintitrés. Él había sido trasladado hasta cien mil años después, lo que era un período mucho más largo que el de toda la historia escrita. Ahora estaba viviendo en los megaaños cincuenta. Hasta prescindiendo de la E mayúscula de Extinción, estaba tan lejos en el futuro que nadie podía esperar que la raza humana todavía existiera.

—Pero muchos tecno-max no creen posible una invasión alienígena. Alice Robinson dijo que toda la especie murió en el siglo veintitrés, y que no aparecieron signos de violencia hasta mucho después. Además, si hubiese habido una invasión, se podría pensar que tendríamos toda clase de refugiados del siglo veintitrés. Pero en vez de esto, no hay nadie, si exceptuamos a los últimos de vosotros, los tecno-max, de los años 2201 y 2202.

Chanson dijo con desdén:

—Los Robinson están locos. Fuerzan los hechos para que encajen en sus proyectos de color de rosa. He pasado miles de años de mi vida atando todos los cabos, Wil. He levantado mapas de todos los centímetros cuadrados de la Tierra y de la Luna, con todos los métodos de diagnosis que el hombre ha conocido. Billi Sánchez hizo lo mismo para el resto del Sistema Solar. He interrogado a los tecno-min que han sido rescatados. Muchos de los tecno-max creen que estoy chiflado porque he abusado tanto de su hospitalidad. No alcanzo a comprender algunas cosas de los alienígenas, pero hay muchas más que sí entiendo. No tenemos refugiados del siglo veintitrés porque los invasores pudieron intervenir y bloquearon los generadores de burbujas: tenían alguna superpoderosa variante del supresor Wáchendon. La exterminación no fue como en una guerra nuclear del siglo veintiuno, en que todo se hubiera acabado en unas pocas semanas. He fijado la fecha de los graffiti de Norcross en 2230. Parece ser que los alienígenas usaron armas específicamente antihumanas ya desde los inicios de la guerra. Por otra parte, la cinta de grabación sobre vanadio que Billi Sánchez encontró en Charon parece ser posterior, en el mismo siglo. Esto está de acuerdo con los nuevos cráteres que aparecen allí y en los asteroides. Pero al final, los alienígenas acabaron con la resistencia usando armas nucleares.

—No lo sé, Juan. Está tan lejos en el pasado que ahora ¿cómo se pueden probar o rebatir las teorías de alguien? Lo que importa es que nuestra colonia tenga éxito y que la humanidad tenga una nueva oportunidad.

Chanson se apoyó sobre la mesa y dijo con más fuerza que antes:

—Exactamente. ¿Pero es que no lo ves? Los alienígenas también tenían burbujeadores. Lo que destruyó la civilización, sigue amenazándonos ahora con la destrucción.

—¿Después de cincuenta millones de años? ¿Qué motivos tendrían para hacerlo?

—No lo sé. Hay límites para la investigación física, a pesar de la paciencia que se tenga. Pero creo que lo del siglo veintitrés fue algo muy reñido. Los alienígenas tuvieron que forzar su marcha al tope, y por poco no lo consiguieron. Después de la guerra, quedaron muy debilitados, tal vez al borde de su propia extinción. Se fueron del Sistema Solar hace millones de años, pero no te equivoques, Wil. No se han olvidado de nosotros.

—Esperas otra invasión.

—Esto es lo que me ha atemorizado siempre, pero empiezo a verlo de otra manera. Ellos son demasiado pocos, su juego es cauteloso, por ahora. Intentan dividirnos para destruirnos. El asesinato de Marta sólo fue el principio.

—¿Qué?

Chanson mostró una rápida y colérica sonrisa.

—El juego ya no es tan académico ahora, ¿no es cierto, muchacho? Piénsalo. Con este asesinato nos han dejado inválidos. Marta era el cerebro de todo el plan Korolev.

—¿Afirmas que están entre nosotros? Yo creía que vosotros los tecno-max podíais saber todo lo que entraba en nuestro sistema.

—Es cierto. Pero los otros no se preocupan. Los sitios más seguros para los almacenajes a largo plazo están en las órbitas de los cometas. Tales burbujas regresan cada cien mil años, más o menos. Sólo yo me di cuenta de que después de unos pocos regresos, van a explotar. Casi la mitad de mi tiempo lo he empleado en montar una red de vigilancia. A lo largo de los megaaños he podido interceptar tres que llegaban con un importante exceso hiperbólico. Dos de ellos salieron del estasis en el Sistema Solar interior, rodeados por mis fuerzas. Salieron disparando, Wil.

—¿Habían usado el super supresor Wáchendon?

—No. Creo que su equipo de supervivencia no es mucho mejor que el nuestro. Desde mi posición superior, logré destruir a ambos.

Wil miraba al hombrecito con un nuevo respeto. Al igual que los demás tecno-max, era un monomaniaco: cualquiera que persiguiera un objetivo durante siglos debía serlo. Sus conclusiones habían sido ridiculizadas por gran parte de la colonia, pero él seguía aferrado a ellas y hacía todo lo que podía para proteger a todos contra una amenaza que sólo él podía ver. Si Chanson tenía razón… La boca de Wil se quedó seca de repente. Podía ver a dónde le iba a llevar todo aquello.

—¿Y qué pasa con el tercero, Juan? —preguntó bajando la voz.

Otra vez la airada sonrisa.

—Este es mucho más reciente, y mucho más listo. Intenté verle antes de estar en buena posición, y pudo más que yo. Cuando regresé a la Tierra, ya estaba aquí, pretendiendo ser humano, pretendiendo ser Della Lu, la espacial perdida durante mucho tiempo. Tu compañera es un monstruo, muchacho.

Wil trató de no pensar en el potencial de fuego que estaba flotando sobre sus cabezas.

—¿Hay alguna evidencia bien fundada? Della Lu fue una persona de verdad.

Chanson se rió.

—Ahora son débiles. Los subterfugios es lo único que les queda, y además deben tener copias de Greenlnc. ¿Pudiste ver a esta Della Lu, inmediatamente después de su llegada? Parecía un chiste decir que aquella cosa era humana. La afirmación de que es tan vieja que los atributos humanos normales han ido difuminándose no tiene sentido. Yo tengo más de dos mil años y mi comportamiento es perfectamente normal.

—Pero ella ha estado sola durante todo el tiempo —las palabras de Wil la estaban defendiendo, pero se acordaba de su encuentro en la playa. La manera de actuar de Lu, como un insecto. Su mirada fría—. Estoy seguro de que un examen médico podría aclararlo.

—Puede que sí, y puede que no. Tengo razones para creer que los exterminadores tienen una estructura muy parecida a la humana. Si sus ciencias de la vida son tan buenas como las nuestras, pueden redistribuir sus órganos internos en modo análogo al de los humanos. Y en cuanto a los rebuscados análisis químicos, nuestra ignorancia de ellos y de su tecnología es sencillamente tan enorme que jamás podríamos aceptar como prueba una evidencia negativa.

—¿A quién más se lo has contado?

—A Yelén y a Philippe. Puedes estar seguro de que no voy a hacer acusaciones en público. Esta criatura Lu sabe que alguien la atacó cuando venía hacia aquí, pero no creo que pueda saber quién fue. Hasta puede creer que se trataba de una acción automática. A pesar de que está sola, es terriblemente peligrosa, Wil. No podemos permitirnos ir contra ella hasta que todos los tecno-max estén dispuestos a actuar conjuntamente. Rezo para que esto suceda antes de que tenga ocasión de destruir la colonia.

»No sé si Philippe me cree, pero estoy convencido de que estaría dispuesto a actuar si yo pudiera ganarme a los demás. Y en cuanto a Yelén, pues… ya he dicho hace poco que es la menor de las Korolevs. Ha efectuado algunas pruebas pasivas y no puede creer que el enemigo haya podido lograr una falsificación tan perfecta. No le impresiona en lo más mínimo el comportamiento errático de Lu. En resumidas cuentas, Yelén no tiene imaginación.

»Tú puedes ser la clave, Wil. Ves a Lu todos los días. Más pronto o más tarde cometerá un error, y entonces sabrás que lo que te digo es cierto. Es de una importancia vital que te prepares para cuando esto ocurra. Con suerte, puede tratarse de algo pequeño, de algo que puedas pretender ignorar. Si no dejas translucir que lo sabes, tal vez ella te deje vivir.

»Y si te deja vivir, entonces tal vez podamos convencer a Yelén.

Y si no me deja vivir, esto también será una evidencia, sin duda. Chanson había descubierto que podía utilizarle de cualquiera de las dos formas.

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