15

Las luces se encendieron antes de que él llegara a la casa. Wil entró en el cuarto de estar y cayó postrado en su silla preferida. Dos holos de conferencia estaban iluminados: Yelén aparecía en uno y Della en el otro. Ninguna de las dos parecía contenta. Korolev habló primero:

—Quiero que Tammy Robinson quede fuera de nuestro tiempo, inspector.

Wil empezó a encogerse de hombros. ¿Por qué me lo dice a mí? Miró a Della Lu, y recordó que seguramente debería actuar como arbitro de aquella disputa.

—¿Por qué?

—Ahora ya debería saltar a la vista. El trato fue que la íbamos a dejar estar en tiempo real en tanto que ella no interfiriera. Bien, está muy claro que alguien está apoyando a los de NM, y ella es la primera sospechosa.

—Pero solamente es sospechosa —dijo Lu.

La cara y el vestido de la espacial formaban un contraste raro. Llevaba pantalones con volantes y un corselete, la clase de atuendo que Wil podía haber esperado encontrar en el picnic. Pero no obstante, no la había visto allí. ¿Es que Lu se había limitado a observar desde lejos porque era demasiado tímida o reservada para dejarse ver? Cualquiera que fuera la personalidad que hiciera juego con su vestimenta, difícilmente podía estar de acuerdo con la expresión que tenía en aquel momento. Era fría, decidida.

—Le di mi palabra de que…

Yelén golpeó la mesa que tenía delante con la mano.

—¡Al infierno con las promesas! La supervivencia de la colonia tiene preferencia, Lu. Tú, deberías saberlo mejor que nadie. Si no quieres emburbujar a Robinson, hazte a un lado y deja que…

Della sonrió, y de pronto pareció mucho más peligrosa, mucho más determinada de lo que Korolev hubiera podido ser en toda su vida, a pesar de todo su temperamento.

—No me haré a un lado, Yelén.

—Humm.

Yelén se apoyó en el respaldo, tal vez recordaba que Della era el viajero que tenía más armamento pesado, tal vez pensaba en los siglos de experiencia de combate que Lu tenía con sus armas. Miró a Brierson.

—¿Quieres decirle que sea sensata? Nos enfrentamos a una situación de vida o muerte.

—Es posible. Pero Tammy no es más que una sospechosa, y precisamente a la que vigilamos con más cuidado. Si estuviese intentando algo, estoy seguro de que tendrías pruebas. ¿Las tienes?

—No necesariamente. Me figuro que voy a necesitar una capacidad de reconocimiento mediana, por lo menos durante otro siglo de tiempo real. No puedo permitirme una red de observación de aquella que «ni un sólo gorrión puede caer que no…». Se me terminarían los materiales perecederos en unos pocos meses. He mantenido una fuerte vigilancia sobre Robinson, pero si su familia guardó escondidos algunos autones antes de marcharse, no le resultaría difícil a Tammy mantenerse en comunicación con ellos. No tendría que hacer más que regalar algunas chucherías, hacer que los tecno-min se sintieran algo más descontentos. Apuesto a que cerca del Mar Interior tiene escondidos algunos burbujeadores de alto rendimiento. Si consigue ponerse a la cabeza de sus amiguitos de la colonia, ya podemos prepararnos para ver muchas burbujas a largo plazo, y el fin del plan.

Si los Robinson habían preparado su partida con tanto cuidado, probablemente serían los responsables del asesinato de Marta.

—¿Y qué os parecería una solución intermedia? Quitadla de circulación sólo por algunos meses.

—Se lo prometí, Wil.

—Lo sé. Pero esto podría ser voluntario. Explícale la situación. Si es inocente, estará tan afectada por todo esto como todos nosotros. Una ausencia de tres meses no puede perjudicar a sus proyectos, y es muy verosímil que ayude a probar su inocencia. Y si acepta, luego va a tener mucha más libertad.

—¿Y si no lo acepta?

—Estoy seguro de que lo va a aceptar, Della —Y si no, veremos si mi integridad puede enfrentarse a Yelén, tal como lo hace la tuya.

Yelén dijo:

—Estoy de acuerdo con un emburbujamiento de tres meses, aunque deberemos volver a tratar este asunto cuando hayan transcurrido.

—Está bien. Hablaré con Tammy.

Della miró los volantes de sus pantalones, y una rara expresión apareció en su cara. ¿Azoramiento?

—Vuelvo enseguida con vosotros.

Su imagen se desvaneció.

Wil miró hacia el holo que quedaba. Yelén estaba en su biblioteca. La luz del sol entraba por sus falsas ventanas. El día y la noche debían casi carecer de significado para Yelén, lo que hacía que Wil todavía se sintiera más cansado.

Korolev manipuló algo que tenía sobre la mesa, y después volvió a mirar a Wil.

—Gracias por haber propuesto el compromiso. Estaba a punto de hacer algo… precipitado.

—De nada.

Wil cerró los ojos, casi cediendo a la somnolencia producida por el arma paralizadora.

—Ahora ya sabemos que lo que más temíamos ha resultado ser verdad, inspector. Pelotas luminosas antigravedad, pintura punteada. Esto son cosas sin importancia, comparadas con las que ya les hemos dado. Pero no están incluidas en el inventario de los regalos. Es lo que ha dicho Phil. El asesinato de Marta no ha cerrado el asunto. Alguien, o algo, anda por ahí captando a los tecno-min.

—No me parece que estés demasiado segura de que sean los Robinson los que estén detrás de todo esto.

—… No, esto, en parte, eran ilusiones. Tienen los motivos más evidentes. Tammy es la más fácil de manejar… No. Podría tratarse de cualquiera de los tecno-max.

Brierson estaba demasiado cansado para mantenerse callado.

—¿Llegaremos a saber de quiénes se trata? —¿Qué quieres decir?

—¿Qué pasaría si el asesino se disfraza de tecno-min? Tal vez podría tratarse de un salteador de tumbas que haya sobrevivido.

—Esto es absurdo —pero sus ojos se abrieron más y permaneció callada durante unos quince segundos—. Sí, esto es absurdo —repitió con algo menos de seguridad—. Tengo fichas de todos los rescates; nosotras efectuamos la mayoría de ellos. Nunca pudimos ver algún equipo no usual. Alguien disfrazado podría haber tenido su equipo de alta tecnología en un almacén separado, pero lo hubiésemos sabido si hubiera trasladado una parte importante de él… No sé si podrás comprenderlo, Brierson: hemos tenido un control completo de su estasis desde el principio. Un viajero avanzado no podría tolerar tal dependencia.

—Está bien —dijo, pero se preguntaba si la reacción de Lu habría sido la misma.

—Bueno. Ahora quiero que me des tu opinión sobre lo que has visto hoy. Lo estuve vigilando todo, yo personalmente, pero…

Wil levantó una mano.

—¿Por qué no esperamos hasta mañana, Yelén? Así podría tener las cosas más ordenadas.

—No.

La reina de la montaña no se había enfadado, pero estaba decidida a hacer las cosas a su manera.

—Hay algunas cosas que necesito saber. Por ejemplo: ¿Qué crees que fue lo que asustó a Kim Tioulang?

—No tengo la menor idea. ¿Pudiste ver a quién estaba mirando cuando le entró el pánico?

—Miraba a la gente. No disponía de bastantes cámaras para poder ser más concreta. Supongo que había colocado vigilantes, y uno de ellos debe haberle hecho una señal de que el Señor Malo estaba por allí.

El Señor Malo. Phil Genet. La asociación fue instantánea y no necesitó ninguna clase de lógica que la apoyara.

—¿Para qué hacer tanto misterio sobre esto? Dale a Tioulang cierta protección y pregúntale cuáles son sus planes.

—Ya lo he hecho. Pero ahora no quiere hablar. —Estoy convencido de que tienes drogas de la verdad. No tienes más que traerle hasta aquí y… —Wil se detuvo, súbitamente avergonzado. Estaba hablando como un policía gubernamental—. Las necesidades del Estado son lo primero.

Podía racionalizarlo, desde luego. Aquél era un mundo sin contratos policiales ni sistemas legales. Mientras no estuvieran bien institucionalizados, la mera supervivencia podía justificar aquellos procedimientos. El razonamiento era resbaladizo, y Wil se preguntaba si habría que resbalar mucho hacia el salvajismo antes de poder asentar bien los pies en el suelo.

Cuando se dio cuenta de su turbación, Yelén sonrió, (aunque Wil no podía decir si era por simpatía o por que le resultaba divertido).

—Decidí no hacerlo. Por lo menos, todavía no. Los tecno-min ya me odian bastante. Y es perfectamente posible que Tioulang pudiera suicidarse durante el interrogatorio. Algunos de estos gobiernos del siglo veintiuno ponían en su gente unos bloqueos psicológicos. Si los Pacistas heredaron esta cochina costumbre… Además, es posible que no sepa más de lo que ya sabemos: que alguien está apoyando a la facción NM.

Wil recordó el pánico repentino de Tioulang; el hombre temía a alguien en particular.

—¿Lo tienes bajo protección?

—Sí. Casi tan buena como la tuya, aunque él no lo sabe. Por ahora no me quiero arriesgar a apoderarme de él.

—¿Quieres saber quién es mi candidato favorito para el papel del malo? Es Phil Genet.

Yelén se inclinó hacia adelante.

—¿Por qué?

—Se dejó ver por allí, sólo unos pocos minutos después de que Tioulang se fuera. Este hombre huele mal.

—¿Huele mal? ¿Esta es una opinión profesional, verdad?

Wil se frotó los ojos.

—¡Vaya! Tú querías que te explicara mis «impresiones», ¿recuerdas?

Pero ella tenía razón. No lo hubiera expresado de aquella manera, si hubiera razonado bien.

—Phil es un sádico. Hace años que lo sé. Y creo que ha empeorado ahora que hemos sacado del estasis a todos los tecno-min. Vosotros, pobrecitos, sois para él unas víctimas demasiado fáciles. Vi como te manejó a placer cuando te habló de Lindemann. Siento haber tenido que paralizarte, Wil, pero no puedo tolerar ninguno de los antiguos rencores.

Wil asintió, algo sorprendido. En la voz de ella había algo que parecía simpatía. La verdad era que le estaba agradecido porque le había paralizado.

—Genet es capaz de asesinar, Yelén.

—Hay mucha gente así. ¿Qué le hubieras hecho tú a Lindemann si no…? Mira, a ninguno de nosotros nos gusta Phil. Pero esto, estrictamente hablando, no es decir mucho: tú no me gustas especialmente, y sin embargo nos comportamos mutuamente bien. Phil nos ayudó mucho a Marta y a mí. Dudo mucho de que hubiésemos podido rescatar a los Pacistas sin sus equipos de construcción. Ha quedado suficientemente demostrado que quiere que la colonia resulte bien.

—Quizá. Pero ahora que ya está reunido todo el mundo, tal vez vuestro «interés común» haya desaparecido y lo que realmente quiera sea dirigir él solo la función.

—Hummm. Sabe que ninguno de nosotros tiene la menor posibilidad si nos liamos a tiros. ¿Crees que está tan loco?

—No lo sé, Yelén. Vuelve a mirar las grabaciones. Tuve la impresión de que no jugaba sólo conmigo. Sabía que tú estabas escuchando. Creo que también se reía de ti. Como si estuviera a punto de lograr algún triunfo, algo de lo que el sádico que hay en él no podía evitar dar alguna pista.

—Es decir, que tú opinas que lo del balón luminoso fue cosa suya, y que se estaba riendo de todos nosotros mientras iba dándote «pistas» —se pellizcó los labios—. No tiene sentido… pero supongo que te pago por tu intuición más que por cualquier otra cosa. Sacaré del estasis algunos autones más, y trataré de vigilar mejor a Phil.

Yelén se echó hacia atrás, y por un momento Wil creyó que ya había acabado con él.

—Está bien. Quiero que repasemos tus otras conversaciones —observó la expresión de Wil—. Mira, inspector. Yo no te había pedido que alternaras con la gente para tu conveniencia. Aquí tenemos un asesinato, una incipiente guerra civil y el disgusto general que todos sienten por mí. Todo lo que hemos visto hoy puede tener una relación directa con otros asuntos. Quiero conocer tus reacciones mientras las tienes frescas.

Y así, revisaron el picnic. Literalmente. Yelén insistió en pasar casi todo el vídeo. Era verdad que necesitaba ayuda. Wil no sabía si se debía a los siglos que había vivido aislada, o a su punto de vista de tecno-max, pero había muchas cosas referentes al picnic que Yelén no entendía. No sentía la menor simpatía por el dilema de las mujeres. La primera vez que pasaron la reunión de las mujeres, hizo un oscuro comentario sobre el asunto de «la gente que debía pagar por los errores de los demás» ¿Se estaría refiriendo al error de las Korolevs de no haber traído tanques-matriz?

Wil dejó que ella pasara de nuevo la escena, y luego intentó explicárselo. Al final, ella se enfadó un poco.

—Claro que tendrán que hacer sacrificios. ¿Pero es que no se dan cuenta de que es la supervivencia de la especie humana lo que está en juego? —agitó su mano—. No puedo creer que su naturaleza sea tan diferente de la de los siglos anteriores. Cuando llegue la crisis, deberán cumplir con su deber. —¿Cumpliría también la reina de la montaña con su deber de hembra? ¿Tendría seis críos… o doce? Brierson se abstuvo de formular estas preguntas en voz alta. Podía prescindir de una explosión de la Korolev.

La luz matutina del sol que entraba por las ventanas de Yelén fue cambiando lentamente a una claridad vespertina. El reloj del registrador de datos de Wil indicaba que ya había transcurrido la Hora de las Brujas. Si continuaban de aquella manera, pronto estaría viendo una salida de sol real a través de sus propias ventanas. Por fin el análisis volvió a la conversación que Wil había mantenido con Jason Mudge. Korolev le detuvo.

—Puedes borrar a Mudge de tu lista de sospechosos, inspector.

Wil había estado a punto de decir lo mismo. Simuló curiosidad y preguntó:

—¿Por qué?

—El majadero cayó por el acantilado esta última noche. Se dio de cabeza.

Brierson hacía esfuerzos para permanecer despierto.

—¿Quieres decir, que está muerto?

—Muerto más allá de cualquier intento de resucitarle, inspector. Mucho hablar de Dios, pero no era ningún abstemio. La autopsia encontró un 0.22 por ciento de alcohol en su sangre. Había abandonado la reunión un poco antes de que descubrieras a Lindemann. Al parecer, no pudo encontrar a nadie que por lo menos fingiera escucharle. La última vez que le vi iba tambaleándose por las laderas escarpadas del lado oeste. Anduvo unos mil quinientos metros por el sendero que baja hasta el acantilado y debió resbalar cuando estaba cerca del borde. Una de mis patrullas de rutina encontró su cuerpo poco después de que regresaras aquí. Llevaba en el agua un par de horas.

Wil apoyó las mejillas en las manos y movió lentamente la cabeza. Yelén, Yelén, llevamos hablando toda la noche, y durante todo este tiempo tus autones han estado investigando y haciendo la autopsia… y tú no has sido capaz de decirme ni una palabra sobre que había muerto un hombre.

—Te pedí que no le perdieras de vista.

—Bueno. Decidí no seguir tú consejo, porque él no era tan importante —calló durante unos momentos, era posible que algo de la actitud de él la hubiera afectado—. Mira, Brierson, no me gusta que haya muerto. Eventualmente, podría haber olvidado toda esa basura de la Tercera Venida, y haber sido útil para algo. Pero considéralo así: ese hombre era un parásito, y si está fuera del paso es un sospechoso menos que tenemos, por más rebuscada que fuera la sospecha.

—Está bien, Yelén. Estoy de acuerdo.

Podría haber previsto el efecto de su acierto. Yelén se inclinó hacia adelante.

—¿De verdad eres tan paranoico, Brierson? ¿Piensas que Mudge también fue asesinado?

Quizá sí. ¿Qué podría saber Mudge que valiera la pena hacerle callar para siempre? Poseía muy poco equipo de alta tecnología, pero conocía los sistemas. Tal ve/ había sido el vandálico ayudante del asesino, y se había convertido en un peligro. Wil trató de recordar de qué habían hablado, pero no conseguía más que ver la expresión de determinación del hombrecito. Desde luego, Yelén querría reproducir la conversación una y otra vez. Esto era lo último que deseaba Wil.

—Dejemos que nuestras paranoias vayan cada cual por su camino, Yelén. Si se me ocurre algo, ya te lo diré.

Por alguna razón, Yelén no insistió. Quince minutos después desaparecía del aparato de comunicaciones.

Wil se arrastró hasta su dormitorio, aliviado pero decepcionado de haberse quedado solo.

Загрузка...