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Como era habitual en él, tuvo un sueño matinal, pero aquella voz no fue el sueño azul, no fue la pesadilla de la separación con suspiros entrecortados que vaciaban sus pulmones. Era el sueño de las varias casas. Se despertaba una y otra vez, siempre en una casa que debería serle familiar, pero que no lo era. Había patios y vecinos que nunca llegaba a reconocer. Algunas veces estaba casado, pero generalmente estaba solo; Virginia se acababa de ir o estaba en alguna otra casa. Algunas veces podía verles, (a Virginia, Anne, Bill) y entonces era peor. Sus conversaciones eran lacónicas, relacionadas con hacer el equipaje, iban a salir de viaje. Y después se habían ido dejando a Wil para que descubriera el objeto de las habitaciones secretas y de las puertas que no se querían abrir.

Cuando Wil se despertó de verdad, lo hizo con un sobresalto desesperado, y no con la sollozante asfixia del sueño azul. Sintió una sensación de alivio, pero con cierto resentimiento al ver los rayos de sol que llegaban a su dormitorio atravesando las pseudojacarandas. Aquella era una casa que no cambiaba de día en día, una casa que casi había aceptado, aun a pesar de ser el origen de algunos de sus sueños. Estuvo tumbado unos segundos más; algunas veces también había reconocido las otras casas: una era una mezcla de aquel lugar y la casa de invierno que habían comprado en California, algo antes del… asunto Lindemann. Wil sonrió débilmente para sí mismo. Aquellas diversiones matinales tenía mayor intensidad que cualquier novela en la que hubiera podido aparecer él. Era una pena que no fuese un aficionado a los temas lacrimógenos.


Miró su correo. Había una breve nota de Lu: «Tammy está de acuerdo con un emburbujamiento de tres meses, siempre que haya una intermitencia cada diez horas». Bien. Los otros mensajes eran de Yelén: «Megabits de análisis sobre la reunión».

¡Ugh! Ella esperaba que él lo tuviera a punto para la próxima vez que hablaran. Se sentó y ojeó distraídamente las primeras entradas. Lo de Mudge por ejemplo.

Wil redactó el uniforme de la autopsia con el estilo de la Policía Estatal de Michigan. Estudió detenidamente los resultados del laboratorio; los impresos familiares le trajeron a la memoria recuerdos sorprendentemente agradables a pesar de que se referían al aspecto más repugnante de su trabajo. Cuando Jason Mudge murió, estaba tan borracho como había dicho Yelén. No había trazas de otras drogas. Tampoco había exagerado en lo referente a la caída. El pobre hombre había caído golpeando en primer lugar las piedras con la cabeza. Wil efectuó algunas simulaciones: un aterrizaje de cabeza estaba de acuerdo con la altura del despeñadero y con la estatura de Mudge, aceptando que había tropezado y que cayó sin hacer ningún esfuerzo para evitarlo. Todas las lesiones, todos los golpes en el cuerpo del pobre Mudge quedaron explicadas; hasta los arañazos que tenía en los brazos fueron comparados con las partículas de unos microgramos de carne que se encontraron en los arbustos que crecían junto al camino. Todo era muy razonable: se le había visto mientras bebía, y cuando abandonaba los terrenos del picnic en estado de absoluta embriaguez. Considerando la impaciencia que le dominaba por la tarde, Wil se imaginaba el posterior estado mental de Mudge. Se había paseado por el sendero compadeciéndose a sí mismo y exagerando todos los movimientos a causa de la bebida… Si hubiese habido alguien más, Mudge se habría detenido; pero acercarse a Jason Mudge era correr el riesgo de tener que soportar unos interminables sermones.

Y estaba muerto, como muchos otros semisuicidas relacionados con las drogas que Wil había visto. De todos modos, era interesante que la muerte hubiese sido tan perfectamente instantánea. Incluso suponiendo que los autones de Yelén hubieran descubierto a Mudge inmediatamente después de su caída, no podrían haberle salvado. Exceptuando algunas heridas a causa de balazos o explosiones, Wil nunca había visto tamaña destrucción de un cerebro.

Podría valer la pena volver sobre el pasado de aquel individuo una vez más, y en particular a la última conversación que Wil había sostenido con Mudge. Ahora ya se acordaba. Había efectuado un extraño comentario relacionado con Juan Chanson. Wil volvió a pasar el vídeo del autón de Yelén. Sí, había dado a entender que Juan había sido alguna vez un pagano.

Aquello era fácil de comprobar. Brierson interrogó al Greenlnc de Yelén sobre el arqueólogo… Había mucho sobre él, a pesar de su oscura especialidad. De muy joven había tenido relación con asuntos religiosos: sus padres habían sido Fieles Creyentes de Ndelante Alí. Pero cuando llegó al instituto, todas sus creencias eran superficiales y ecuménicas. Obtuvo el Doctorado en arqueología Maya en la Universidad Politécnica de Ceres. Wil sonrió para sí mismo. En su tiempo, Port Ceres había sido un campo minero, ¡Pensar que unas pocas décadas después podía haber allí una Universidad que podía dar títulos como el de Chanson!

Por ninguna parte aparecía evidencia de fanatismo religioso o de cualquier conexión con Jason Mudge. A decir verdad, tampoco había la menor alusión a su reciente preocupación por la invasión de los alienígenas. Chanson se emburbujó en el 2200, y su motivación no fue mucho más desatinada que la de otros muchos: estaba convencido de que un siglo o dos de progreso podrían proporcionarle los instrumentos para conseguir un estudio definitivo de la cultura Maya.

…Y en lugar de esto, se encontró con el mayor misterio arqueológico de todos los tiempos.

Wil suspiró. Había llegado a la conclusión de que a los defectos del difunto señor Mudge había que añadir el de propagar mentiras acerca de sus rivales.

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