11

Della Lu llegó a primeras horas de la tarde. Wil salió de su casa para verla aterrizar. Los autones que Yelén y Della le habían prestado montaban guardia algunos centenares de metros por encima del edificio. Especulaba sobre cómo sería una batalla entre aquellas dos máquinas, y si él podría sobrevivir a ella. Antes, había estado agradecido a Lu por su protección frente a Yelén. Pero ahora era un arma de doble filo. Brierson conservó la placidez de su cara mientras la espacial se dirigía hacia él.

—Hola, Wil —a pesar de su recuerdo de la primitiva Della, era difícil poder creer que Chanson tuviera razón. Lu vestía una blusa rosa y unos pantalones acampanados. Llevaba el pelo cortado con un flequillo que oscilaba juvenilmente mientras andaba. Su sonrisa parecía natural y espontánea.

—Hola, Della —le devolvió la sonrisa, confiando en que la suya pareciera igualmente espontánea y natural. Ella entró en la casa, delante de él.

—Yelén y yo tenemos una discusión que queremos que tú… —dejó de hablar y su cuerpo se puso tenso. Se acercó cautelosamente a la mesa del cuarto de estar, sus ojos echaban chispas sobre su superficie. De pronto algo redondo y plateado empezó a brillar allí. Ella lo cogió.

—¿Sabías que te están espiando?

—¡No! —se acercó a la mesa. Alguien había cortado una muesca esférica de más o menos un centímetro de diámetro. La muesca estaba donde Chanson había dejado su aparato contra-escucha.

Sostuvo en alto la esfera plateada, que cabía exactamente dentro de la muesca, y dijo:

—Siento haber tenido que dejar una marca en tu mesa. He querido emburbujarlo antes de hacer otra cosa. Algunos de estos bichos suelen morder cuando se les descubre.

Wil miró su propia cara reflejada en la superficie de la pelotita. Podía contener cualquier cosa.

—¿Cómo lo has descubierto?

Se encogió de hombros.

—Era demasiado minúsculo para que mi autón pudiera verlo. Dentro de mí tengo algunos complementos implantados —se dio unos golpecitos en la cabeza—. Tengo algunas posibilidades más que los humanos corrientes. Puedo ver en el UV y el IR, por ejemplo… Muchos de los tecno-max no se preocupan por mejoras como éstas, pero a veces son útiles.

Hummm. Wil había vivido algunos años llevando electrónica médica implantada dentro de su cráneo, y no le había gustado lo más mínimo.

Della atravesó andando la habitación y se sentó en el brazo de un sillón. Colocó sus pies en el asiento y apoyó la mejilla en sus manos. Su comportamiento juvenil estaba en franco contraste con sus palabras.

—Mi autón me dice que Juan Chanson ha sido tu último visitante. ¿Se ha acercado a esta mesa?

—Sí, ahí es donde hemos estado sentados.

—Hummm. Es una treta burda, ha corrido un elevado riesgo de ser descubierto. ¿Qué quería, de todos modos?

Wil estaba preparado para esta pregunta. Su contestación fue pronta y casual.

—Divagaba, como de costumbre. Se había enterado de que hablo spañol-negro. Me temo que a partir de ahora seré su audiencia favorita.

—Creo que aquí ha de haber algo más que esto. No he podido lograr que nos dé una cita para que le entrevistemos. No dice que no, pero siempre pone excusas. Philippe Genet es el único que también quiere evitarnos. Tendremos que en cabeza de nuestras listas.

Ella estaba haciendo un trabajo mucho mejor para probar los alegatos de Juan que éste mismo.

—Ya lo pensaré… ¿Qué era lo que tú y Yelén queríais saber?

—Oh, eso. Yelén quiere dejar a Tammy emburbujada durante un siglo, más o menos hasta que los tecno-min «estén firmemente arraigados».

—Y tú no quieres.

—No. Y tengo varios motivos. Prometí a los Robinson que no le pasaría nada a Tammy. Por esto me niego a entregarla a Yelén. Pero además prometí que a Tammy se le daría una oportunidad para dejar en buen lugar el nombre de su familia. Ella asegura que esto significa que debe quedar libre para operar en el presente.

—Apostaría a que Robinson no se podría preocupar menos de su buen nombre. Las cosas se han puesto al rojo para su familia, pero todavía necesita seguidores. Con Tammy emburbujada, se habría acabado el proselitismo.

—Sí. Éstas son casi las mismas palabras de Yelén. —Della cambió de postura en el sillón y se quedó sentada como una persona adulta. Enlazó los dedos y los miró durante unos momentos—. Cuando yo era muy joven, incluso era más joven que tú, fui policía de los Pacistas. No sé si puedes comprender lo que esto significa. La Autoridad de la Paz era un gobierno, no importa lo que quisiera hacer creer. Como policía del gobierno, mi moralidad era muy diferente de la tuya. Los objetivos a largo plazo de la Autoridad eran la base de mi moralidad. Mis propios intereses y los de los demás, eran algo secundario. Yelén piensa que creo de verdad que la supervivencia depende de que se puedan lograr las metas de la Autoridad. Los libros de historia hablan principalmente de cómo impedí el Proyecto Renacimiento y de cómo hice caer a los Pacistas, pero además hice algunas cosas… brutales en nombre de la Autoridad; no tienes más que ver como dirigí la Campaña de Mongolia.

»Aquella remota y joven Della Lu no hubiera tenido el menor problema: si Tammy está libre, será un riesgo, un riesgo pequeño, para el objetivo del buen éxito de la colonia. Aquella Della Lu no habría vacilado en emburbujar a Tammy, tal vez hasta la habría ejecutado para evitar aquel riesgo.

»Pero ya he crecido y lo he superado —sus manos enlazadas se colapsaron y su expresión se suavizó—. Durante cien años viví en una civilización donde los individuos se proponían sus propias metas y se preocupaban de su propio bienestar. La Della Lu de ahora ve por lo que está pasando Tammy. Esta Della Lu cree que hay que mantener las promesas que se hacen.

Wil hizo esfuerzos para pensar en el asunto.

—Yo también creo en que hay que cumplir los contratos, aunque en este caso no estoy demasiado seguro de qué fue lo que se contrató. Me inclino a dejar libre a Tammy. Dejémosla prosetilizar, pero sin su cinta de cabeza. Dudo de que recuerde bastante tecnología para que esto le pueda servir de algo.

—Es posible que los Robinson hayan dejado equipo escondido por aquí, de donde lo pudieran coger Tammy y los que pueda reclutar.

—Si actuaran así, esto mismo podría ser una evidencia muy buena de que ya estaban enterados del asesinato de antemano. ¿Por qué no hemos de dejarla en libertad, pero llena de chivatos de todas clases, sin compasión? Si hace algo más que hablar, la emburbujamos. Tammy y su familia son los principales sospechosos, si la dejamos prisionera, es posible que jamás podamos resolver el asesinato… ¿Crees que Yelén se dejará convencer con esto?

—Sí. Este es más o menos el argumento que le he expuesto. Me contestó que estaba de acuerdo, si tú lo estabas también.

Las cejas de Wil se elevaron. Estaba tan sorprendido como halagado.

—En este caso, que sea como dices, queda acordado.

Miraba por la ventana, intentando pensar en cómo podía llevar la conversación al asunto que realmente le preocupaba.

—Tú ya sabes Della, que yo tenía una familia. Por lo que encuentro en Greenlnc, vivieron hasta la Extinción. Me horroriza pensar que Mónica pueda tener razón y que la humanidad no hizo otra cosa que suicidarse. Y las teorías de Juan son igualmente repugnantes. ¿Cómo crees tú que acabó todo aquello?

Confiaba en que su verdadero interés quedaría enmascarado. Y lo que acababa de decir no era simplemente una excusa: estaría muy agradecido si recibía una explicación no violenta del fin de la humanidad.

Della sonrió al oír la pregunta. No parecía sospechar nada.

—Siempre es más fácil hacerse el sabio, si lo que explicas es de carácter pesimista. Esto hace aparecer a Juan y Ménica más listos de lo que son en realidad. La verdad es que… no hubo Extinción.

—¿Qué?

—Algo ocurrió, pero no tenemos más que una evidencia circunstancial de lo que pasó.

—De acuerdo, pero este «algo» mató a cada uno de los humanos que no estaba en estasis —no pudo esconder su sarcasmo.

Della se encogió de hombros.

—No lo creo así. Deja que te explique mi interpretación de la evidencia circunstancial:

«Durante los últimos dos mil años de la civilización, casi cualquier área de progreso presentó un crecimiento exponencial. A partir del siglo diecinueve esto ya resultaba evidente. La gente empezó a extrapolar las tendencias. Los resultados fueron absurdos: vehículos que viajaban más aprisa que el sonido a mediados del siglo veinte, los hombres en la luna un poco después. Todo esto fueron logros, pero el progreso continuaba. Algunas extrapolaciones no demasiado inteligentes de la producción energética, unido al poder de los ordenadores y a la velocidad de los vehículos llevaron a resultados demasiado largos y sin sentido en los últimos años del siglo veintiuno. Los más sofisticados pronosticadores hicieron resaltar el hecho de que el crecimiento real podría llegar a saturarse; los números que obtenían eran demasiado crecidos para podérselos creer.

—Humm. Me parece que tenían razón. En realidad, no creo que el 2100 fuera más diferente que el 2000, que el 2000 lo había sido del 1900. Tuvimos la longevidad y el viaje espacial económico, pero ambos estaban dentro del margen de las predicciones moderadas del siglo veinte.

—Sí, pero no te olvides de la guerra del 1997. Faltó muy poco para que acabara con la raza humana. Costó más de cincuenta años volver a salir a flote. Después del 2100 ya volvíamos a estar en un desarrollo exponencial. En 2200, los que no fuesen ciegos podían ver que algo realmente fantástico nos esperaba en un futuro inmediato. Teníamos prácticamente la inmortalidad. Teníamos los principios de los viajes interestelares. Teníamos redes de conexiones que efectivamente hacían incrementar la inteligencia humana, con mayores incrementos en camino.

Ella se detuvo, y pareció que cambiaba de tema:

—Wil, ¿alguna vez te has preguntado lo que fue de tu homónimo?

—¿El original W. W.? Dime —dijo con un repentino caer en la cuenta— ¿le conociste en persona, verdad?

Ella sonrió brevemente.

—Me encontré con Wil Wáchendon en un par de ocasiones. Era un joven enfermizo y estábamos en bandos distintos de una guerra. ¿Pero sabes lo que fue de él después de la caída de los Pacistas?

—Bien, inventó muchas cosas, demasiadas para que yo las pueda recordar. Pasó mucho tiempo en el espacio. En los años 2090 no se oía hablar mucho de él.

—Eso es. Y si le sigues en el Greenlnc podrás ver que la tendencia continuó. Wil era un genio de primera clase. Incluso entonces podía usar una cinta de interfaz mucho mejor de lo que puedo hacerlo yo ahora. Supongo que, a medida que pasó el tiempo, cada vez tenía menos en común con la gente como nosotros. Su mente estaba en algún otro lugar.

—¿Y crees tu que esto mismo es lo que pasó con todo el género humano?

Della asintió.

—En 2200 podíamos incrementar la misma inteligencia humana. Y la inteligencia es la base de cualquier progreso. Mi suposición es que a mediados de aquel siglo, cualquier meta, (cualquier meta que pudiera establecerse objetivamente, sin contradicciones internas), podía alcanzarse. ¿Y cómo serían las cosas cincuenta años después? Todavía podía haber metas y podía haber afanes, pero no los que nosotros podemos comprender.

»Llamar a aquel tiempo «La Extinción» es algo absurdo. Fue una Singularidad, un lugar donde se rompe la extrapolación y hay que aplicar unos nuevos modelos. Y estos nuevos modelos están más allá de nuestra inteligencia.

La cara de Della estaba radiante. Le resultaba muy difícil a Wil creer que todo aquello era una invención de una «exterminadora». Por lo menos en su origen, aquello habían sido ideas y sueños humanos.

—Es una cosa divertida, Wil. Abandoné la civilización en 2202. Miguel había muerto unos pocos años antes. Aquello representó más para mí que cualquier Gran Obra. Quería estar sola algún tiempo, y la misión Estrella de Gatewood me pareció ideal. Pasé allí cuarenta años, y después fui emburbujada durante por lo menos mil doscientos años. Esperaba que cuando regresara, la civilización sería ininteligible para mí —su sonrisa se torció—. Me sorprendió mucho encontrar la Tierra vacía. Pero, ¿qué podía ser menos inteligente que una ausencia total de inteligencia? Desde el siglo diecinueve en adelante, los futuristas se preguntaban el destino de la ciencia. Y ahora, desde el otro lado de la Singularidad, el misterio es igualmente inescrutable.

»No hubo Extinción, Wil. La humanidad, sencillamente, se promocionó, y tú, yo y los demás no estábamos presentes el día de la graduación.

—Y así, sin más, tres mil millones de personas ascendieron a un plano superior. Esto empieza a sonar como algo parecido a la religión, Della.

Se encogió de hombros.

—Si empezamos a hablar de la inteligencia sobrehumana ya entramos en algo parecido a la religión —se sonrió—. Si realmente quieres la explicación religiosa… ¿Conoces a Jason Mudge? Asegura que la Segunda Venida de Cristo ocurrió en alguna parte del siglo veintitrés. Los creyentes se salvaron y los descreídos fueron destruidos… y el resto de nosotros somos prófugos.

Entonces fue Wil quien sonrió: había oído hablar de Mudge. Su teoría de la Segunda Venida también podía explicar las cosas (en uno de los aspectos, mejor que la teoría de Lu).

—Prefiero tus ideas. Pero, ¿qué explicación das a la destrucción física? Chanson no es la única persona que cree que las armas nucleares y biológicas fueron utilizados hacia finales del veintitrés.

Della dudó.

—Esto es algo que no encaja. Cuando regresé a la Tierra en 3400, hallé muchísimas evidencias de guerra. Los cráteres ya se habían llenado de vegetación, pero desde mi órbita pude ver que las áreas metropolitanas habían sido alcanzadas. Chanson y las Korolevs tienen información mejor que la mía, ya que estuvieron activos durante el cuarto milenio tratando de imaginarse lo que había sucedido e intentando rescatar a los tecno-min que estaban en estasis a corto plazo. Parece como si se tratara de una guerra nuclear clásica, en la que se hubiera luchado sin burbujas. La evidencia de guerra biológica es mucho más débil.

No lo sé, Wil. Debe haber alguna explicación. Las aspiraciones eran tan elevadas en el siglo veintidós que no puedo creer que la raza cometiera un suicidio. Tal vez fueron unas tracas para celebrar algo. O tal vez… ¿conoces el deporte de la supervivencia?

—Apareció después de mi época. He leído algo de esto en Greenlnc.

—El buen estado físico siempre ha sido una cosa muy importante en la civilización. En los últimos años del siglo veintidós, los cuidados médicos mantenían automáticamente la buena forma física, por lo que la gente se dedicaba a otras cosas. Muchos tipos de la clase media tenían posesiones en la Tierra de varios miles de hectáreas. Había fincas comunales mayores que algunas naciones del siglo veinte. Estar en forma llegó a significar la aptitud para sobrevivir sin la intervención de la tecnología. Los jugadores eran abandonados desnudos en un terreno salvaje: ártico, bosque lluvioso o del tipo que escogieran, previamente seleccionado en secreto por los jueces. No se permitía ninguna tecnología, aunque unos autones médicos seguían de cerca a los participantes; podía llegar a convertirse en una experiencia brutal. Hasta la gente que no entraba en la competición, con frecuencia pasaba algunas semanas cada año viviendo en condiciones que habrían resultado mortales para los ciudadanos del siglo veinte. En el 2200, los individuos eran probablemente mucho más resistentes que en cualquier otro tiempo. Todo lo que les faltaba era las malas intenciones de los tiempos primitivos.

Wil asintió. Marta había demostrado lo que Lu decía.

—¿Cómo se puede explicar la guerra nuclear a partir de esto?

—Está cogido por los pelos, pero… imagínate cómo estaban las cosas un poco antes de que la raza incidiera en la Singularidad. Los individuos podían ser sólo «ligeramente» sobrehumanos y al mismo tiempo estar interesados en los primitivos. Para ellos, la guerra nuclear podía no ser más que un juego para demostrar su fuerza y su buen estado físico.

—Tienes razón; esto me parece cogido muy por los pelos.

Della se encogió de hombros.

—¿Dirías pues que Juan está entre la minoría, cuando piensa que la humanidad fue exterminada? —continuó Wil.

—Así es; sé que Yelén está de acuerdo conmigo. Pero recuerda que, hasta muy recientemente, no he tenido demasiadas ocasiones de hablar con la gente. Regresé al Sistema Solar durante unos pocos años, alrededor del 3400. En aquella época, nadie estaba fuera del estasis. Pero habían dejado muchos mensajes. Las Korolevs ya estaban hablando de citas al cabo de cincuenta megaaños. Juan Chanson tenía un autón en L4 que explicaba sus teorías a todo aquél que pudiera oírlas. Para mí estaba muy claro que, con la evidencia de que disponían, podían estar discutiendo eternamente sin llegar a probar nada en un sentido u otro. Quise tener la certeza. Y creí hallarla —volvió a asomar aquella sonrisa torcida.

—¿Por esto volviste al espacio?

—Sí. Lo que nos había pasado a nosotros, podía volver a ocurrir (o podía estar ocurriendo) una y otra vez por todo el universo. A partir del siglo veinte, los astrónomos estaban pendientes de si había inteligencia más allá del Sistema Solar. Jamás pudieron encontrarla. Nos extraña el gran silencio de la Tierra, después del 2300. Ellos se extrañaban del silencio de las estrellas. Su misterio es ni más ni menos que nuestra interpretación del espacio.

»Pero hay una diferencia. En el espacio, puedo viajar en cualquier dirección que yo elija. Estaba segura de que eventualmente podría encontrar una raza que estuviera al borde de la Singularidad.

Al oírla hablar, Wil sentía una extraña mezcla de miedo y de frustración. De una manera u otra, aquella persona sabía aquello sobre lo que los demás sólo podían especular. Pero lo que ella le contara y la verdad, podían ser dos cosas muy diferentes. Y las preguntas que iban a permitirle distinguir la verdad de la mentira podían provocar una respuesta mortal.

—He intentado utilizar tus bases de datos, Della. Me resultan muy difíciles de entender.

—Esto no ha de sorprenderte. Al correr de los años, han sufrido algunos daños irreparables, algunas partes de mi Greenlnc son tan ininterpretables que no las uso nunca. Y mis bases de datos personales… bien, las he adaptado un poco a mi manera de ser.

—¿Estás segura de que realmente quieres que la gente sepa lo que has visto?

Pero Della había permanecido siempre muy callada cuando se trataba del tiempo que había pasado Allá Fuera. Dudó.

—En otro tiempo, lo quería. Pero ahora no estoy segura. Hay gente que no quiere saber la verdad… Wil, alguien disparó contra mí cuando regresé al Sistema Solar.

—¿Qué? —Confiaba que su sorpresa pareciera real—. ¿Quién fue?

—No lo sé. Yo estaba a mil Unidades Astronómicas, y los cañones eran automáticos. Supongo que era Juan Chanson, que es el que me parece más paranoico en relación a los de fuera; yo llegaba claramente hiperbólica.

Wil, de repente se puso a pensar en los «alienígenas» que Juan decía que había destruido. ¿Cuántos de ellos habían sido espaciales que regresaban? Algunas de las teorías de Juan podían comprobarse por sí solas.

—Tuviste suerte —dije interviniendo con cautela— de salir bien de la emboscada.

—No fue cosa de suerte. Ya me habían disparado otras veces. Siempre que me acerco a una estrella, a menos de medio año luz, estoy preparada para luchar (y por lo general, también dispuesta a huir.) —¡Esto quiere decir que hay otras civilizaciones!

Durante un rato, Della no contestó. Su personalidad volvió a transformarse. Su cara se quedó inexpresiva, y parecía ser tan fría como en sus primeros encuentros.

—La vida inteligente es un desarrollo muy excepcional. Pasé nueve mil años investigando esto, repartidos a lo largo de cincuenta millones de años de tiempo real. Mi promedio de velocidad no alcanzó una vigésima parte de la velocidad de la luz. Pero esto ya era bastante rápido. Tuve tiempo para visitar La Nube Larga de Magallanes y el Sistema Fórnax, además de nuestra propia galaxia. Tuve ocasión de detenerme en decenas de millares de sitios, en monstruosidades astronómicas y en estrellas normales. Pude ver cosas muy raras, principalmente cerca de los pozos de gravedad. Tal vez fuesen fruto de la ingeniería, pero no tengo pruebas ni para mí misma.

»Descubrí que muchas de las estrellas de giro lento tienen planetas. Cerca de un diez por ciento de ellas tienen algún planeta del tipo de la Tierra. Y casi todos estos planetas tienen vida.

»Si Ménica Raines adora la pureza de la vida sin inteligencia, admira una de las cosas más comunes del universo… En todos mis nueve mil años, encontré dos razas inteligentes —sus ojos permanecían fijos en Wil—. En ambos casos llegué demasiado tarde. El primero fue en Fórnax, llegué con un retraso de algunos miles de millones de años; hasta las colonias de sus asteroides se habían convertido en polvo. Allí no había burbujas, y era imposible saber si su final había sido brusco.

»El otro caso fue más próximo, tanto en el espacio como en el tiempo: una estrella G2, a aproximadamente un tercio del recorrido de la Galaxia, a partir de aquí. Era un mundo precioso, mayor que la Tierra, su atmósfera era tan densa que muchas plantas flotaban en el aire. La raza era parecida a los centauros; esto es todo lo que pude saber. Se me escaparon por un par de centenares de megaaños. Sus bases de datos se habían evaporado, pero sus colonias en el espacio estaban casi indemnes.

»Se habían desvanecido tan de repente como la humanidad había desaparecido de la Tierra. Un siglo estaban allí, y al siglo siguiente ya no estaban. Pero aquello era distinto. En primer lugar, no había indicios de guerra nuclear; y en segundo lugar, aquellos centauros habían fundado un par de colonias interestelares. Las visité. Encontré evidencias de una población creciente, de progreso tecnológico independiente, y además de… sus propias Singularidades. Viví dos mil años en aquellos sistemas, que se repartieron por un megaaño. Los estudié tan cuidadosamente como Chanson y Sánchez han hecho con nuestro Sistema Solar.

»En los sistemas de los centauros, había burbujas. No tantas como había en la Tierra, pero allí ya era mucho después de su Singularidad. Sabía que si me quedaba por allí, podría encontrarme con alguien. —¿Y lo encontraste? Della asintió.

—¿Pero qué clase de persona crees que se podía esperar doscientos megaaños después de la civilización?… El centauro apareció disparando. Salí de allí a base de explosiones nucleares. Recorrí cincuenta años luz, más allá de donde el centauro tenía intereses. Y después, durante el siguiente millón de años, regresé sin dejarme ver. Tal como suponía, estaba otra vez en estasis, confiando en observaciones de vez en cuando y en la protección de sus autones. Dejé una gran cantidad de robots de transmisiones, algunos con autones. Si les daba solo media oportunidad, le podrían enseñar mi idioma y convencerle de que era pacífica…

»En el tiempo real, sus fuerzas atacaron en el mismo minuto en que oyeron mis transmisiones. Perdí la mitad de mis autones de defensa para mantenerme a salvo. Casi perdí la vida: fue entonces cuando se dañaron mis bases de datos. Mil años después, el propio centauro salió del estasis. Entonces me atacó con todas sus fuerzas. Nuestras máquinas lucharon durante otros mil años, tiempo durante el cual el centauro permaneció fuera del estasis.

Aprendí muchas cosas. Estaba decidido a hablar, aunque había olvidado como se escucha.

«Estaba sólo, lo había estado durante los últimos veinte mil años de su vida. Alguna vez, mucho tiempo antes, no había estado mucho más loco que muchos de nosotros, pero aquellos veinte mil años de soledad habían quemado su alma —ella se calló durante unos momentos (¿Tal vez pensaba lo que podían representar nueve mil años?)—. Estaba atrapado en líneas de conducta que ya nunca podría (ni querría) romper. Creía que su sistema solar era una especie de mausoleo, que debía ser protegido contra la profanación. Uno a uno, había destruido a los últimos centauros a medida que iban saliendo del estasis. Había luchado, al menos, con cuatro viajeros procedentes de fuera dé su sistema. Dios sabe quiénes eran: tal vez eran centauros espaciales o «Dellas Lus» de otras razas.

»Pero, lo mismo que nosotros, no podía sustituir a sus autones. Ya había perdido muchos de ellos cuando le encontré. Yo no hubiera tenido la menor oportunidad si hubiera llegado algunos megaaños antes. Supongo que si me hubiera quedado más tiempo allí, le habría derrotado. Pero hubiera sido a costa de vivir mil años más; y el precio habría sido mi alma. Por fin, decidí dejarlo tranquilo.

Estuvo callada mucho tiempo, aquella frialdad fue desapareciendo lentamente de su cara y fue sustituida por… ¿eran lágrimas? ¿Las vertía por el último centauro o era por los mil años que había consumido, para no encontrar más que el mismo misterio con que había empezado?

—Nueve mil años… no son suficientes. Los artefactos de después de la Singularidad eran tan inmensos que los que dudaban de su existencia los podían negar fácilmente. Cualquier esquema de progreso que fuera seguido de una desaparición podía adaptarse a cualquier explicación, especialmente en la Tierra, donde había señales de guerra.

Wil se dio cuenta de que había una diferencia entre la propaganda de Della y la de los demás. Ella era la única que parecía estar castigada con la incertidumbre, tenía una permanente necesidad de pruebas. Era muy difícil de creer que una historia tan ambigua y llena de dudas, pudiera ser una tapadera alienígena. ¡Demonio! Della parecía ser más humana que Chanson.

Della sonrió pero no se sacudió la humedad de las pestañas.

—Al final, sólo hay una manera de saber realmente lo que es la Singularidad. Has de estar allí, cuando ocurre… Las Korolevs han reunido a todos los que quedamos. Creo que somos bastante gente. Puede tardar un par de siglos, pero si podemos restablecer la civilización, podremos construir nuestra propia Singularidad.

»Y esta vez, no me voy a perder la fiesta de graduación.

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