13

Es tarde cuando llegamos a casa. Esperábamos llegar a las cinco. Había retenciones de tráfico a la salida de la ciudad. Ahora son casi las ocho.

– Alguien tiene prisa -dice uno de los hombres del piso superior cuando nos cruzamos con él al salir del bloque de pisos. Creo que es Gary. Está con otro hombre que no he visto nunca.

– Lo siento -murmuro mientras intento pasar por la puerta de entrada con la sillita de Josh.

– ¿Están bien? -pregunta, aparentando interés.

– Estamos bien, gracias -contesto con rapidez y sin ganas de entablar conversación. Suavemente empujo a Lizzie hacia el piso. Los dos hombres salen.

– ¿Va todo bien? -pregunta Harry cuando abro la puerta. Ya estaba a la mitad de camino del pasillo cuando ha oído la llave en la cerradura-. Me he preocupado muchísimo por vosotros. Podríais haber llamado otra vez.

– Lo siento, papá -se excusa Lizzie.

– Ha habido problemas -le explico.

– ¿Qué tipo de problemas?

Liz se quita el abrigo y mueve la cabeza. Se limpia los ojos.

– No sé lo que está pasando ahí fuera -suspira en un tono bajo y emotivo-. Parece que como si todo el mundo se estuviera volviendo loco.

– ¿Qué ha ocurrido? -pregunta, mirando de Lizzie a mí, y de nuevo a ella para obtener una respuesta-. ¿Estáis bien los dos? ¿Os…?

– Estamos bien -responde ella con cansancio mientras lo empuja suavemente por el pasillo hacia la sala de estar. Josh sigue durmiendo. Con mucho cuidado suelto las correas, le quito el abrigo y lo levanto de la sillita.

– ¿Qué ha ocurrido? -vuelve a preguntar Harry cuando lo sigo a él y a Liz a la sala de estar. Me paro y echo una rápida mirada a los dormitorios de los niños. Ed está tendido en la cama, leyendo. La habitación de Ellis está vacía.

– Fuimos a pie hasta Pedmore Row para coger el autobús -le explico-. Un grupo de individuos salió de Dios sabe dónde y empezaron a darle una paliza a un tipo. Era un Hostil. ¿Dónde está Ellis?

Harry hace un gesto hacia la sala de estar. Echo una ojeada por encima del respaldo del sofá y siento un gran alivio al verla, encogida como una pelota, dormida con la cazadora de su abuelo echada sobre los hombros. Parece tranquila y relajada. La habitación está en silencio y a oscuras, y la única luz procede de la parpadeante tele.

– No quería irse a la cama -me explica, mirándola-. No dejaba de preguntar dónde estabais. La he dejado que se quedara conmigo durante un rato. Sabía que acabaría durmiéndose.

Liz se pone en cuclillas delante de Ellis y le aparta de la cara un mechón de cabello.

– La voy a llevar a la cama -susurra mientras desliza los brazos bajo su cuerpo y la levanta. Ellis murmura algo y se agita, pero no se despierta. Harry y yo contemplamos cómo se la lleva. Entonces Harry rodea el sofá y se sienta en el centro, probablemente donde ha estado sentado toda la tarde. Dejo a Josh tendido en mi regazo.

– Vuélvemelo a explicar -dice en voz baja-, ¿qué ha ocurrido exactamente?

Me siento a su lado y me quito los zapatos.

– No sé nada más que lo que te he contado. Un grupo de tipos la ha emprendido con un Hostil, eso es todo. El maldito cabrón probablemente se merecía todo lo que le ha pasado. Después el autobús tardó y había una carretera cortada y…

Harry asiente con la cabeza, suspira y se restriega los ojos. Parece cansado.

– No sé lo que está pasando ahí fuera. Tenía el presentimiento de que ibais a tener problemas esta noche. -Estoy a punto de preguntarle qué ha querido decir cuando coge el mando a distancia y sube el volumen de la tele-. He estado viendo las noticias desde que acabaron los programas infantiles.

Vuelvo la atención a la tele. Los disturbios están aumentado por todo el país. En las noticias están hablando de un «aumento exponencial de los incidentes». Las matemáticas nunca fueron mi fuerte en el colegio pero sé lo que quieren decir. Un incidente se convierte en dos, dos en cuatro, cuatro en ocho y así sigue y sigue hasta… Joder, ¿cuándo va a acabar?

Hay un cambio evidente en la forma en que los periodistas de la tele hablan de lo que está pasando esta noche. Se están concentrando en la gente -los llamados Hostiles- que parecen estar en la raíz de todos los problemas. Están remarcando que sólo está afectada una pequeña minoría, pero advierten al público que se mantengan alejados de cualquiera que parezca tener un comportamiento errático. Maldita sea, eso puede ser la mitad de los habitantes de esta ciudad en un buen día.

– Es como si fuera una enfermedad -dice Harry-. Una locura, ¿no te parece? Se está extendiendo como una enfermedad.

– Sería bueno que alguien se diera prisa y encontrara una cura -murmuro entre dientes mientras sigo contemplando la pantalla.

– Siguen diciendo que todo es obra de unos pocos, ¿sabes? -prosigue, repitiendo lo que ya he escuchado-. Cuando eso los asalta, sea lo que sea, los vuelve locos. Hace un rato ha hablado un médico. Hay que estar atento a los primeros instantes.

– ¿Qué? -murmuro, escuchándolo sólo a medias.

– Cuando están a punto de perder el control, como ese tío que has visto esta tarde, supongo. Sencillamente atacan a cualquier persona o cosa que tengan alrededor. Después, dicen, empiezan a calmarse. Siguen siendo capaces de hacer cosas así, pero no son tan imprevisibles. ¿De qué está hablando?

– ¿Qué quiere decir, no tan imprevisibles? -le pregunto-. ¿Quieres decir que sólo hacen lo suficiente para hospitalizarte pero no te matan?

– Sólo te estoy contando lo que he escuchado -suspira-. No seguiré si te vas a poner así.

Muevo la cabeza y vuelvo a mirar la pantalla, en la que se suceden imágenes de convoyes de tropas que circulan por el centro de una ciudad. No estoy seguro dónde es pero no se trata de un sitio que reconozca. Los periodistas están hablando de que la policía y las fuerzas armadas van a emplear todos sus efectivos, y vuelvo a pensar en el debate que vimos anoche en la tele. ¿Hemos llegado ya al punto de saturación sobre el que estuvieron hablando? Las voces en la tele se toman mucho interés en subrayar que, aunque hay dificultades, las autoridades siguen teniendo el control. Sólo eso. Joder, no imagino qué ocurrirá si todo esto va a peor y pierden el control. Maldita sea, no vale la pena pensar en ello.

La pantalla muestra una oleada de estadísticas gubernamentales y pierdo interés. No creo en las estadísticas. Son todas inventadas. Pueden hacer que las estadísticas digan lo que ellos quieran.

– El problema es -dice Harry- que han dejado que la cosa se descontrole. Eso es muy poco. Y llega demasiado tarde.

– ¿De qué hablas? -pregunto-. ¿De qué se supone que estás hablando?

Señala la pantalla.

– Me refiero a los disturbios… -contesta-, a la violencia… la gente.

Las estadísticas han desaparecido y ahora nos muestran unas imágenes de una fila de casas ardiendo. Personas desesperadas están gritando y la policía las mantiene alejadas con una barrera. Todo lo que pueden hacer es contemplar cómo su vida desaparece envuelta en llamas.

– Lo que ocurre -susurra- es que la gente se aterroriza y reacciona en exceso a causa de lo que están viendo y de lo que les están contado. Han permitido que la situación se salga de madre. La gente está viendo los muertos y la destrucción en la televisión, y eso hace que también quieran formar parte de ello. Es como esas malditas películas de terror que Lizzie y tú veis. Provocan que quieras hacer cosas. Ponen ideas en tu cabeza y hacen que pienses que está bien hacer eso mismo. Incluso le están dando a esa gente una etiqueta. Por Dios santo, los llaman «Hostiles». Los están haciendo atractivos. Casi parece un club al que te gustaría pertenecer, ¿no te parece?

Está diciendo lo mismo que yo decía precisamente ayer. Pero yo ya he empezado a aceptar que estaba equivocado, y cuando contemplo esta noche la pantalla de la tele estoy aún más seguro de que he malinterpretado gravemente la situación cuando divagaba anoche. La misma escala de lo que está pasando está empezando a asustarme. Siguen hablando de pequeñas minorías pero miles, quizá decenas de miles de personas están implicadas en esta violencia. Cientos de vidas se han visto afectadas de alguna manera. Jóvenes, viejos, hombres, mujeres… personas de todas las clases sociales están implicadas. Esto es mucho más que una simple paranoia. Esto es mucho más que los medios magnificando los hechos.

– Yo no quiero unirme a ningún club -le digo-, y nadie me está metiendo ideas en la cabeza. Yo no he empezado ninguna pelea. No voy a salir a atacar a nadie, como tampoco lo vais a hacer tú o Lizzie.

– Lo sé. Tenemos la madurez y el sentido común de nuestra parte, ¿no? Conocemos la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto. Sabemos lo que es aceptable y lo que no.

– ¿Estás intentando decir que todos los afectados por esto son sólo inmaduros? Venga, Harry, realmente crees…

– Hay un montón de gente ahí fuera a los que les importa una mierda el bien o el mal -prosigue, ignorándome-. Hay gente a la que entusiasma causar problemas, y mostrarlo en televisión como han hecho sólo ha empeorado las cosas. Al mostrarlo les están diciendo que está bien, que es aceptable.

– ¡Y una mierda! No están diciendo eso en absoluto…

– Lo están insinuando porque ahora hay muchísima gente implicada, y todos los que por ahora se mantienen al margen pueden participar también.

– ¡Y una mierda! -repito.

– No hace falta que me hables así -me corta.

– Estás tan equivocado -intento explicarle-. Esto no tiene nada que ver con…

– Y eso es precisamente del tipo de cosas de las que estoy hablando -continúa, levantando la voz y sin escuchar nada de lo que estoy intentando decir-. Hace treinta años nunca habrías usado ese tipo de lenguaje en una conversación normal. Ahora cada palabra que oyes es un taco. Lo aceptable se ha modificado y eso es lo que está ocurriendo en las calles.

Por un instante no puedo responder. El anciano está de repente muy agitado. Su rostro está rojo de ira. Unos pensamientos terribles me pasan por la cabeza. ¿Es un Hostil? ¿Está a punto de cambiar? ¿Está a punto de transformarse como esa gente que hemos visto en la tele? ¿Está a punto de atacarme? ¿Debo atacarlo primero, antes de que tenga la oportunidad de alcanzarme? ¿Es así como empieza…?

– Nadie tiene ya ningún respeto por nada ni por nadie -prosigue-. Eso es una maldita desgracia. Ha estado ocurrido durante años. Antes de que te des cuenta tendremos una anarquía total y verás…

– Sé lo que intentas decir, papá -le interrumpe Lizzie, que vuelve a la habitación-, pero no estoy de acuerdo. Danny y yo tuvimos esta conversación anoche, ¿verdad? Nunca he visto nada como lo que hemos presenciado en los últimos días. He visto un montón de disturbios con anterioridad, pero nada como esto.

Me relajo. La súbita llegada de Liz parece que ha calmado la situación. La ira ha desaparecido del rostro de Harry.

– ¿Qué quieres decir? ¿Cuál es la diferencia? -pregunta.

Liz está en el quicio de la puerta y reflexiona durante unos segundos.

– Esta tarde, después de que apalizaran a aquel hombre, casi se podía palpar en el aire.

– ¿Palpar qué? -le pregunto.

– El miedo -contesta-. La gente está aterrorizada. La gente está empezando a esperar que haya problemas y están tensos para reaccionar ante ellos. Y cuando ocurre, reaccionan, la mayor parte de las veces de forma totalmente desproporcionada a causa de lo que han visto. No sé cuál es la causa de todo esto, papá, pero sé que tiene que haber una razón física bien definida. La gente está aterrorizada y la situación va cada día a peor.

– Las cosas empezarán a calmarse… -empieza a decir Harry instintivamente. Lizzie está negando con la cabeza.

– No, no lo harán -replica con voz temblorosa-. Esta tarde hemos visto que un grupo de hombres apalizaba a un Hostil. No sé lo que había hecho, pero no puede ser mucho peor que la venganza que se han cobrado en él. En ellos sí que había odio y rabia, a más no poder.

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