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El lugar más seguro para esconderse, decido sobre la marcha, es algún sitio donde sé que ya han estado los soldados. Cambio de dirección y recorro la calle que va paralela con Calder Grove antes de cruzar un par de calles más y llegar finalmente a Marsh Way. Esta es el área donde vi patrullando a los soldados cuando miraba esta mañana por la ventana del piso superior.

La calle está vacía. No hay ningún signo de la presencia militar. Me oculto bajo la sombra de un árbol al final de la calle y miro a un lado y otro. En realidad no hay señales de ningún tipo de presencia. Todo está en un completo silencio. Nada se mueve. Nada, excepto yo.

Me doy cuenta de que la puerta de entrada de una de las casas al otro lado de la calle se ha abierto ligeramente. Corro hacia ella y me abro paso hacia el interior. Me encuentro con el propietario de la casa, que arrastra una bolsa de basura por el recibidor, a punto de tirarla a la calle. Levanta la mirada e inmediatamente sé que no es como yo. Tengo que matarlo.

– ¿Quién demonios es usted…? -empieza a decir.

Me lanzo sobre él, lo agarro por el pescuezo y lo empujo hacia el interior de la casa. Me sigo moviendo, sintiéndome fuerte y al mando, pero sin saber adónde voy o qué voy a hacer. Entramos en la sucia cocina y lo estampo contra un armario de pared. Su cuerpo rebota con el impacto. Lucha e intenta librarse pero sé que lo puedo matar. Tengo la fuerza, la velocidad y la sorpresa de mi parte. Pongo mi mano sobre su cara, la agarro con fuerza y estampo su cabeza contra la puerta el armario. Se resiste. Atraigo la cabeza y la vuelvo a golpear, esta vez más fuerte. Y una vez más. Una vez más y más fuerte, tanto que siento que algo se rompe; no estoy seguro si es la puerta o su cráneo. Otra vez y deja de debatirse. Otra vez y se desploma. Otra vez y ya está.

Arrastro el cuerpo por el suelo y lo dejo tendido en un rincón de la cocina, para que no estorbe. Después cierro la puerta con llave y finalmente me paro a tomar aliento y a planear mi siguiente movimiento.


Nunca me he sentido así antes. Una parte de mí sigue destrozada y vacía por lo que me ha ocurrido hoy. Otra parte se siente más fuerte y más viva de lo que me he sentido nunca. La forma en la que he matado al propietario de esta casa ha sido impropia de mí, y, sin embargo, me parece correcta y me siento bien. Me siento como si pudiera con cientos de miles de ellos si tuviera que hacerlo.

Yo soy un Hostil.

Sentado aquí, en uno de los dormitorios de esta sucia y sórdida casita, finalmente he conseguido aceptar que soy un Hostil. El nombre parece tan erróneo ahora… pero comprendo por qué nos lo han dado. Para esos en el exterior -esos que no han sentido lo que yo estoy sintiendo ahora- nuestras acciones se pueden malinterpretar con facilidad como consecuencia del odio. Pero no lo son. Todo lo que he hecho hoy ha sido en defensa propia. He matado para evitar que me matasen. Esa gente, esa gente «normal», es la que odia. No puedo explicarlo. Lo puedo ver en sus ojos y casi lo puedo oler en el aire a su alrededor. Es como un sexto sentido, un instinto. Sentí cómo manaba de Harry y por eso lo maté. Ha ocurrido lo mismo con el hombre de la planta baja y será lo mismo con el próximo que encuentre. Seguiré adelante y seguiré matando durante todo el tiempo que haga falta.

Y ahora puedo ver adónde lleva todo esto. Al fin empiezo a comprender por qué, desde fuera, toda esta crisis ha parecido tan interminable y errática. Somos nosotros contra ellos. No va a haber un empate o una tregua o ninguna negociación política para resolverlo. Esta lucha no tendrá fin hasta que una de las partes prevalezca y el enemigo esté muerto a sus pies.

Se trata de matar o morir.

Odiar o ser odiado.


La luz ha empezado a desvanecerse y estoy preparado para seguir adelante. He esperado hasta ahora con la esperanza de obtener de la oscuridad un poco de cobertura y protección. Tomo un poco de comida de la cocina (casi no hay nada aprovechable) y ya estoy dispuesto para volver al exterior.

Durante el corto espacio de tiempo que he pasado en esta casa mi estado de ánimo y mis emociones han oscilado y cambiado de forma constante. La mitad de mí se siente excitado y muy vivo como consecuencia de en qué me he convertido. Una parte de mí se siente libre y sin ataduras por primera vez desde que puedo recordar y me siento aliviado de haberme apartado por fin de las partes de mi vida que detestaba. Me siento fuerte, decidido y lleno de energía y, sin embargo, todo eso no cuenta para nada en los momentos en los que pienso en el pasado. Lizzie y yo llevaríamos juntos diez años el próximo año. Hemos educado juntos a nuestros hijos y, aunque hemos tenido nuestros malos ratos, siempre hemos estado muy unidos. Ahora todo eso ha desaparecido y duele. Quizá sea un Hostil, pero sigo sintiendo el dolor. Me gustaría que Liz, Edward y Josh también hubieran cambiado. Tengo que dejar de pensar en ellos. Estoy tratando de encontrar algún sentido a mis emociones. Aún los sigo queriendo pero al mismo tiempo sé que, si tengo que hacerlo, los mataría en un instante.

Mientras atravieso la casa algo llama mi atención.

En la sala de estar, sobre una mesita redonda que está al lado de un sucio y raído sillón, se encuentra un folleto. Un folleto publicado por el gobierno. Parece limpio y nuevo, y a pesar de eso me parece vagamente familiar. Lo recojo y empiezo a hojear sus páginas. Recuerdo haber recibido algo parecido por debajo de la puerta hace unos meses, cuando hubo una amenaza terrorista. El folleto es bastante genérico y le explica al público qué debe hacer en caso de emergencia. Va de amenazas de bomba a desastres naturales, ese tipo de cosas. Le dice a la gente que permanezcan en casa y sintonicen la radio o la tele para nuevas instrucciones. También da información para administrar los primeros auxilios, qué suministros hay que conservar y los números de emergencia. Al final hay un montón de páginas de propaganda y basura: que el país está preparado para cualquier eventualidad y que los servicios de emergencia entrarán en acción de forma inmediata, ese tipo de mierda. Hay algunas páginas sueltas que se han añadido a la guía, y cuando las hojeo me doy cuenta de que lo más probable es que al propietario de la casa se lo dieran los militares después de su visita/inspección/operación de limpieza de hoy. No me sorprende la ausencia de todo dato real y tiene todo el tufillo de la basura política. Aun así, es interesante leer lo que le están contando a la población sobre la gente como yo.

El texto habla de lo que nos ha pasado como si fuera una enfermedad. Lo que implica que se trata de algún tipo de infección o mal que causa una forma de demencia, pero pasa por encima del tema y no utiliza un lenguaje directo u ofrece datos concretos. Dice que una pequeña proporción de la población -sugieren que no más de un uno por cien- es susceptible a ese «trastorno». Habla de síntomas, diciendo que la gente afectada sufre delirios y, al azar, atacará violenta e irracionalmente a otras personas. Jodidos idiotas. No hay nada aleatorio o irracional en lo que he hecho hoy.

Lo que más me preocupa es lo que leo en las últimas páginas adicionales. El folleto explica que la gente afectada está siendo recogida, aislada y «tratada». No hay que ser un genio para deducir que ésa es la razón de los camiones y de los soldados atravesando la ciudad. Pero ¿qué implica ese supuesto tratamiento? Por lo que he visto se limita a una bala en la nuca.

Estoy perdiendo el tiempo. No quiero seguir leyendo. Meto el folleto en mi bolsa y, después de comprobar que la calle está desierta, abandono la casa y dejo atrás a su propietario muerto. Atravesaré la ciudad hasta la casa de la hermana de Liz y traeré a Ellis de vuelta a casa.

Me siento fuerte. Superior a toda la gente que no ha cambiado. Estoy contento de ser uno entre un centenar. Prefiero ser así que ser como ellos.


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