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La lluvia torrencial continúa y no da señales de parar. Las nubes grises sobre nosotros son más oscuras que nunca y la luz está desapareciendo con rapidez. No creo que pueda seguir de pie durante mucho tiempo más. Ya no puedo sentir los pies ni las manos. La piel de mi cara está en carne viva y estoy entumecido a causa del frío. No he bebido nada en todo el día, pero tengo la vejiga llena y el dolor es insoportable.

Estoy asustado. Cada vez que se mueve uno de los soldados cercanos aguanto la respiración, no porque tenga miedo de él, sino porque dentro de mí estoy gritando de frustración, desesperado por luchar y por matar a la chusma diabólica que nos mantiene aquí cautivos. Pero sé que no puedo. Son demasiados y están fuertemente armados. Si me atreviese a mostrar mis intenciones me liquidarían en segundos. No puedo dejar que eso ocurra pero cada vez es más difícil mantener esas emociones bajo control. Sé que en algunos sitios a lo largo de la fila otras personas han sido incapaces de controlarse y lo han pagado con la vida. Sólo hace unos minutos oí un grito de rabia seguido de una ráfaga en la penumbra que hay a mis espaldas. El silencio que nos rodea ahora es incluso más terrorífico que el ruido de lucha y muerte que lo han precedido.

A medida que el día se ha ido arrastrando se ha vuelto imposible ver el final de ambos extremos de la fila. En la luz menguante sólo puedo ver a unas treinta personas por delante de mí y a otras tantas por detrás. Estoy seguro de que la fila ha crecido en cientos de personas. Dos veces en aproximadamente la última hora han pasado a nuestro lado convoyes de camiones vacíos. La lógica dice que han traído más gente y que ahora han vuelto a las calles para buscar más.

La chica delante de mí se vuelve a mecer sobre los pies. No puedo dejar que caiga. Me deslizo ligeramente hacia delante y la cojo para sostenerla.

– Venga -susurro entre dientes-, ahora no. Intenta aguantar… -Ni siquiera sé si me puede oír por encima de la eterna lluvia.

Algo está ocurriendo por delante. No puedo ver nada y sin duda he oído algo. Escruto la penumbra, desesperado por ver qué ocurre. ¿Se empieza a mover por fin la gente? Durante unos pocos segundos no estoy seguro pero entonces un inesperado flujo de movimiento recorre la fila hasta un punto en el que finalmente puedo ver lo que está ocurriendo. Hemos empezado a movernos hacia delante. Una súbita oleada de movimiento, extraño y tambaleante, llega hasta mí y por primera vez en horas empiezo a caminar. Mis piernas están terriblemente agarrotadas y cada paso me cuesta un gran esfuerzo de coordinación. Durante un momento me siento estúpidamente aliviado cuando las punzadas en mis doloridas piernas empieza a remitir un poco, pero entonces empiezo a pensar hacia dónde estamos yendo y regresa el pánico. Sé que la huida está descartada por ahora. La sencilla tarea de poner un pie delante del otro ya es suficientemente complicada. No tengo ni fuerza ni energía para moverme con mayor rapidez.

Los soldados caminan a nuestro lado, manteniéndose a distancia la mayor parte del tiempo, pero golpeando y empujando de vez en cuando a los que se mueven demasiado despacio o a los que tropiezan y se salen de la fila. Un poco por delante de mí, uno de los hombres que vino en el mismo camión que yo ha caído al suelo. Es viejo y está cansado. Ahora se halla tendido en la calzada de grava, sollozando. Sigo andando -no tengo alternativa- y oigo que uno de los soldados le grita que se ponga en pie y siga adelante. Me gustaría hacer algo para ayudar. No me atrevo a mirar atrás. Oigo un disparo, muy cerca, a mis espaldas, y sé que sus sufrimientos han terminado. Ahora mi furia es más difícil de controlar que nunca. A pesar de que estoy exhausto el deseo por volverme contra estos soldados y luchar contra ellos -para matarlos- es cada vez mayor con cada minuto que pasa y es casi imposible de contener. Sólo la obviedad de que cualquier reacción será inevitablemente la última cosa que haga me mantiene en la fila.

Nos hemos parado de nuevo.

Casi con la misma rapidez con que empezó el movimiento, ha terminado. No tengo ni idea cuánto hemos recorrido. No sé cuánto me he acercado a lo que sea pero supongo que la gente al principio de la fila ha llegado hasta la entrada del edificio.


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