Capítulo 13

Como la bruja no le había dicho cómo encontrar a Charles, Asil los condujo a la cabaña. Le había explicado cuidadosamente a Mariposa que había percibido la presencia de Charles en aquel lugar y que este podría haber decidido esperarlos donde creía que regresarían.

Entraba dentro de lo posible que Charles hubiera hecho algo así, de modo que no le estaba mintiendo. Bran había desconectado los vínculos de la manada, por lo que Asil no podía comprobarlo, pero estaba bastante seguro de que Charles no se acercaría a la cabaña. El chico era prudente, y estaba con su nueva y frágil pareja. Sé habría marchado de allí a toda prisa para contactar con Bran antes de que el fuego provocado por la explosión se hubiera extinguido. La bruja y el lobo de Sarai eran una cosa, pero el chico sabría que no tenía ninguna opción frente a Asil.

Charles ya debía de estar cerca de los coches. Aunque Asil no conocía muy bien aquellas montañas, tenía un buen sentido del espacio. Tendría que rastrearle una vez llegaran a la cabaña -o a lo que quedaba de ella- pero si Charles tenía el buen juicio de huir de allí con el vehículo, la búsqueda de la bruja sería infructuosa.

Aunque, por supuesto, si descubría que su padre también estaba allí, el maldito loco probablemente regresaría a la boca del lobo: Charles era ese tipo de idiota heroico.

Aun así, tardarían bastante en llegar a la cabaña, de modo que Asil había conseguido darle la iniciativa. No sabía qué más hacer para ayudarle.

Además, no quería perderse la cara de Mariposa cuando viera los restos de la explosión. Volar por los aires la cabaña había sido una decisión inteligente, mucho más de lo que creía capaz a Charles. Tal vez no había sido del todo justo con el matón de Bran.

Confiaba en que Charles hubiese matado al pobre coyote atrapado entre la vida y la muerte mediante la voluntad y la magia de Mariposa. No quería volver a pasar otra noche escuchando los irregulares jadeos de la pobre criatura torturada y atrapada bajo el suelo. Había tardado toda la noche en averiguar qué era. Durante mucho rato llegó a creer que era el cazador desaparecido que todo el mundo andaba buscando.

Tampoco deseaba volver a ver cómo alguien despedazada a un animal vivo. Ni a su amada Sarai poseída por un extraño que observaba a la bruja como si esta fuera una diosa y accediendo a todos sus deseos. Su Sarai nunca le hubiera ofrecido a Mariposa un animal para que esta lo torturara. Nunca le hubiera ofrecido a Asil. Y, además, lo había hecho sin recibir ninguna orden. Mariposa no le esperaba.

Los guardianes debían ser obedientes, incapaces de pensar por sí mismos. Asil creía que el lobo de Mariposa era algo más que un simple guardián. La misma esperanza estúpida que los había conducido a aquella situación.

Si Anna no hubiese sido una Omega, pensó, su ira le habría impedido caer en las garras de la atracción que sentía por la forma de Sarai. Ahora sentía aquella rabia, un impotente pesar provocado por el hecho de que la bruja le arrebatara el lobo de su Sarai y lo convirtiera en… aquella cosa.

Si se hubiera quedado con Charles, podrían haber trazado un plan contra la bruja; tal vez hubiesen tenido una oportunidad. Pero la presencia de Anna había amortiguado su dolor, dejando tan solo el convencimiento de que, independientemente de lo que la bruja le hizo a Sarai, no había interrumpido el vínculo que le unía a ella. Cuando el lobo que se parecía a su Sarai se había marchado, no tuvo otra opción que seguir sus pasos.

No, era demasiado viejo para culpar a los demás de sus errores. No había sido culpa de Anua, sino suya. Era demasiado mayor para creer en finales felices. Lo mejor que podía hacer por Sarai era asegurarse de que esta vez su lobo moría delictivamente.

Cuando aquella mañana Mariposa había leído el futuro en el agua y descubrió que se acercaba otro lobo, Asil supo al instante de quién se trataba. Y también fue consciente del desastre que se desencadenaría si la bruja le ponía las manos encima a Bran. De modo que cuando le preguntó qué lobo enviaría Bran en busca de Charles, le mintió. Y mintió con la verdad. Si Bran no hubiera venido, la única opción que quedaba era Tag.

Asil se obligó a no mirar a Bran, quien caminaba a su lado con la ferocidad de un labrador: Bran era un cabrón embaucador; cordial y apacible hasta que te rebanaba el pescuezo. También tenía sus puntos buenos.

Asil estaba convencido de que, pese a lo debilitadas que le había dejado las defensas, el viejo lobo era capaz de salirse con la suya. ¿Tal vez si hubiese podido ponerlo en antecedentes? ¿Si le hubiese contado todo lo que sabía en cuanto llegó a Aspen Creck?

Demasiado tarde, demasiado tarde.

Asil no tenía problemas de modestia. Conocía perfectamente sus puntos fuertes, que eran muchos… y, pese a todo, no había podido hacer nada contra ella. Desconocía por qué se había convencido a sí mismo de que Bran podría resistir su influjo cuando él no había sido capaz.

Por lo menos la bruja no sabía que era Bran. Aún.

Habría preferido que fuera Samuel quien viniera a los bosques en lugar de Charles. Charles era un matón, un asesino. No hablaba mucho, simplemente se quedaba detrás de su padre infundiendo el terror que Bran debería provocar de no estar tan preocupado por aparentar ser un chico indefenso.

Asil había visto a Bran en acción una o dos veces y debía reconocer que resultaba impresionante. Charles era fuerte y rápido pero lo que ahora necesitaban era sutileza, no fuerza física Samuel era viejo y astuto. Culto. Charles era un asesino que estaría medio distraído por su nueva pareja, una hembra indefensa y frágil. No como Sarai, quien había sido una guerrera por méritos propios.

Algo le rozó la cadera.

Miró hacia abajo pero no vio nada, ni tampoco cuando volvió a rozarle. Discretamente, evitando atraer la atención de la bruja, alargó la mano y esta se sumergió en una espalda peluda; ninguno de sus otros sentidos lo había detectado. Pese a todo, supo lo que estaba tocando. Una vana esperanza creció en su corazón cuando sus dedos se cerraron sobre un pelaje sedoso que tiempo atrás le había resultado tan familiar.

¿La bruja puede cambiar de forma?

De nuevo Bran, obligándole a volver a la realidad. Por desgracia, Mariposa percibió su indecisión.

– ¿Ocurre algo? -preguntó.

– Muchas cosas -le dijo Asil.

Ella tenía razón, disfrutaba confundiéndola con la verdad tanto como podía. Aún no había desarrollado la habilidad de todo buen Alfa para hacer las preguntas adecuadas. Bran era mucho más difícil de engañar.

– Mi Sarai está muerta, y yo no. -Degustó el aire con cautela y se relajó a medida que el bosque le ofrecía una respuesta mejor-. Y algo se oculta entre los árboles… un formidable depredador que no es un oso. He oído que por esta zona hay lobos salvajes.

Mariposa hizo caso omiso del depredador y dejó de prestar atención a Asil. Este se preguntó si sería consciente de estar tarareando la canción favorita de Sarai. ¿Lo hacía para atormentarle con el recuerdo de su pérdida o porque le ofrecía consuelo?

Bran esperó a que Mariposa volviera a centrarse en sus propios pensamientos para continuar hablando con Asil.

La bruja dispone de la inmortalidad, la fuerza y la velocidad de un hombre lobo. ¿También puede cambiar de forma? ¿Es realmente una mujer lobo? ¿Enmascara de algún modo su olor para oler a humana y a bruja pero no a lobo? ¿O simplemente lo obtiene de su creación?

Asil se encogió de hombros. Nunca la había visto transformarse. Sus ojos viajaron hasta su mano, enterrada en el pelaje invisible. Tal vez existía un modo de saber mis cosas sobre Mariposa.

Durante casi dos siglos, en cuanto se dio cuenta de que el vínculo de apareamiento le permitía a Mariposa acceder a él, Asil había bloqueado la conexión lo mejor que pudo. Sin embargo, sus peores pesadillas habían terminado materializándose, por tanto, ¿qué sentido tenía ya seguir haciéndolo?

Se deshizo de las barreras y solo un control de acero le permitió seguir caminando como si no hubiera sucedido nada a medida que el amor de Sarai le inundaba como una oleada. Durante un buen rato lo único que pudo hacer fue dar un paso después de otro.

Algunas parejas podían comunicarse telepáticamente, pero con Sarai siempre habían primado las emociones. Con el tiempo, y la práctica, lograron desarrollar algo no muy distinto a la comunicación mental.

Sarai no podía ocultar su felicidad por el hecho de por fin le permitiera beber de sus energías, recrearse a partir de él en lugar de Mariposa. Asil se abrió completamente a ella para que hiciera lo que deseara. Si la bruja hubiera estado tras ella, habría sido el final, pero Asil estaba convencido de que era su Sarai. Bebió de él a pequeños sorbos mientras le contaba todo lo que había ocurrido.

Sarai estaba muerta y jamás la recuperaría. Lo sabía porque era algo que aquella sombra medio viviente que tiempo atrás fue su pareja también lo sabía. Si lograba matar a Mariposa, la sombra desaparecería para siempre; si no lo conseguía, continuaría atrapada en aquel infierno, entre la vida y la muerte. Pese a ser consciente de todo aquello, no logró inquietarse por el dolor futuro cuando una parte de él seguía asimilando la alegría al descubrir que aún le quedaba algo de ella.

¿Qué?

Sentía la frustración de Bran y se preguntó si podría percibir algo de lo que Sarai y él estaban haciendo. ¿Era necesario que Bran lo supiera? Sarai pensaba que sí, por lo que intentó contárselo.

– Ahora sé que tu Guardián no es ella, aunque se parece mucho a Sarai. A veces me pregunto cómo sería volver a hablar con ella. Solo una vez más -dijo Asil, y obtuvo lo que buscaba cuando las uñas de Mariposa se clavaron en la manga de su chaqueta blanca.

– Ella está aquí. Es Sarai. Pero es mía -dijo Mariposa-. No puedes hablar con ella. No te quiere.

Pero Bran lo había entendido; lo percibió en la mirada pensativa que le devolvió su Alfa. Podría haberlo dejado ahí. Pero Mariposa había reclamado su autoridad sobre alguien que le pertenecía a él.

– Aún me ama -le conteste» Asil, consciente de que con aquello solo conseguiría más hostilidad por parte de Mariposa-. Al menos una parte de ella. Lo vi en sus ojos cuando vino a buscarme. -Y ahora se daba cuenta de que lo que vio había sido real. Hizo un gran esfuerzo por guardase para sí mismo aquel pensamiento-. Vino a buscarme sin que tú se lo pidieras.

– Ella me pertenece. -La bruja parecía nerviosa-. Igual que tú. -Se detuvo mientras reflexionaba sobre sus palabras. Encontró algo que la satisfizo y se dio la vuelta para mirarlo con una sonrisa seductora-. Tú también me quieres.

Asil sintió cómo le alcanzaba a través del vínculo que compartía con el lobo de Sarai, y también el pánico de esta porque la bruja no descubriera lo que estaban haciendo. Sarai estaba aterrorizada, y él no pudo soportarlo.

Decidió distraer a Mariposa, y le resultó más sencillo de lo que había supuesto en un principio.

Se inclinó hacia delante y tomó su boca en un ataque carnal. Tras un instante de vacilación, Mariposa le correspondió. Durante todos aquellos años había sido consciente de la auténtica naturaleza de su obsesión por Sarai. Asil había intentado contárselo cuando se dio cuenta por primera vez, pero Sarai siempre se quedaba con el lado bueno de las personas. Le había dicho que era demasiado desconfiado, y vanidoso, lo que era cierto, y que eso le nublaba el juicio, lo que no era cierto.

Sarai no le creyó cuando le dijo que Mariposa estaba obsesionada con él, hasta la noche en que la envenenó por segunda vez. La chica se hizo pasar por su pareja. Fue inútil, por supuesto. Puede que su aspecto físico fuera el mismo, pero el olor era inequívoco. Si Sarai hubiese sido solo humana, habría muerto envenenada; en lugar de eso, se pasó tres días enferma. La intención de Mariposa era matarla,

Solo entonces Sarai accedió a reconocer que a la chica le ocurría algo raro que ella no podía arreglar. Solo entonces accedió a enviar a Mariposa a otro lagar.

Asil besó a Mariposa hasta dejarla sin aliento, jadeante, hasta que la fragancia de su excitación se extendió en cálidas oleadas. Entonces la soltó, se limpió la boca con el dorso de la mano y le dijo la verdad:

– No te quiero. Nunca te he querido.

Ella lo percibió en su voz, lo sintió en su cuerpo impasible. Durante unos instantes su rostro mostró la palidez producida por la conmoción, y él estuvo a punto de sentir lástima por ella. A punto. Pero entonces pensó en Sarai, en el pobre coyote bajo el suelo de la cabaña, en el mapache que había desmembrado y aprisionado mientras aún vivía, no porque lo necesitara con vida para su hechizo sino por el placer que le proporcionaba.

La conmoción inicial no tardó en evaporarse. Mariposa le miró con una sonrisa cínica, la sonrisa de una puta.

– Tal vez no, pero me deseabas. Lo vi en tus ojos. Lo veo ahora. Soy joven, hermosa, y ella era vieja y gorda como una vaca. Me deseabas, y ella lo sabía. Se deshizo de mí porque estaba celosa.

Asil enarcó una ceja.

– Estás mezclando las historias. Creía que era yo quien estaba celoso del gran amor que te profesaba Sarai. Creía que era yo quien me deshice de ti porque Sarai te amaba. ¿No es eso lo que dijiste?

– ¡Cabrón! -Mariposa golpeó el suelo con los pies-. Hijo de puta.

Resultaba difícil creer que fuera una bruja de doscientos años en lugar de la chica que aparentaba ser. Como Peter Pan, había dejado de crecer.

– Ella me quería. Me escogió a mí. Por eso está conmigo y no contigo. Pero -y le señaló con un dedo- me querías. Por eso me apartó de su lado. Tú me querías y eso le ponía de los nervios. Era joven e inocente, una niña a tu cuidado, y me deseabas.

– ¿Por qué iba a desearte? -le preguntó Asil con frialdad-. Tenía a Sarai, quien era más mujer de lo que tú podrás llegar a ser jamás. Amaba a Sarai, por ella viví y por ella morí. Nunca fuiste más que un perro abandonado al que Sarai quiso proteger.

Asil permitió que la verdad resonara en los oídos de la bruja, y cuando esta alzó las manos cargadas con su magia, no hizo ademán alguno por defenderse. Sabía que no le mataría, al menos no antes de convencerle de que ella tenía razón. O cuando consiguiera provocarla lo suficiente.

El honor le obligaba a enfrentarse a ella hasta el último aliento, para intentar detener la amenaza que por su culpa había caído sobre el Marrok. Asil podía soportar cualquier cosa menos la muerte. Y mientras la bruja estaba concentrada en él, no reparaba en lo que él y Sarai tenían entre manos. Y, lo que es más importante, no prestaba atención a Bran.

No obstante, el lobo de Sarai no era tan calculador. En los instantes previos a que el poder de la bruja le alcanzara, bombardeó a Asil con imágenes de cosas que había presenciado hacer a la bruja. Cosas que le obligaron a reconsiderar su valoración anterior: la muerte no era la peor de las opciones.

Si hubiera necesitado alguna otra prueba de que aquella no era más que la sombra de su pareja, con aquello se habría convencido. Sarai hubiera sabido que era inútil asustarle con lo que se avecinaba. Como mínimo sirvió para recordarle que si no cortaba su vínculo con ella, también sentiría su dolor. Y pese a ser solo una sombra, no quería verla sufrir. Levantó las barreras para bloquear a Sarai justo antes de que la bruja le golpeara con más furia que delicadeza.

Gritó porque no se sentía acompañado, porque le dolió más de lo que creía posible y porque su lobo decidió que no iba a permitir que se acobardara y aceptara su castigo.

Transformarse en aquel momento era tan urgente como estupido. El dolor se cuadruplicó, haciendo chisporrotear las terminaciones nerviosas que ni siquiera sabía que tenía. EI tiempo adquirió una nueva forma: los segundos se transformaron en horas hasta que solo existió en un limbo de agonía. Entonces se detuvo. Todo su cuerpo se quedó insensible mientras se enfrentaba a la última fase de la transformación. Fue solo un instante, un espacio de libertad que le proporcionó Sarai liberándolo de todo dolor y que lo dejó en forma de lobo a medio metro de Mariposa y con el control total de su cuerpo.

Por primera vez, Mariposa parecía asustada, y Asil degustó aquel miedo como si fuera carne fresca y jugosa. Tras recrearse en su sabor, se lanzó sobre la bruja. Sin embargo, aquello le dio el tiempo necesario a la bruja para gritar el nombre de su pareja.

– ¡Sarai!

Y sus mandíbulas abiertas encontraron pelo en lugar de carne, la sangre de Sarai en lugar de la de Mariposa. A medida que sus colmillos se clavaban con más fuerza, el dolor producido por la magia de Mariposa volvió a desgarrarle por dentro y solo se detuvo cuando Bran decidió que había llegado el momento de intervenir.


* * *

– No está tan malo -le dijo Anna a Charles-. Si tuviera, pongamos, cinco años y me siguieran gustando las cosas dulces y pringosas, podría llegar a disfrutarlo.

Anna hablaba apenas en un susurro mientras mascaba helado deshidratado. Charles comprendió que había acabado convenciéndose de la importancia de ingerir calorías. El único problema es que también les obligaba a comer a Walter y a él. Aunque Walter parecía estar disfrutando.

Charles emitió un gruñido mientras observaba el valle desde su posición elevada y las pequeñas figuras que atravesaban la pradera. El viento traía de vez en cuando alguna palabra, pero soplaba en la dirección contraria, por lo que no podía alertar a los otros de que estaban siendo observados.

– Me pregunto por qué estará haciéndolo -dijo Anna cuando Asil empezó a transformarse.

Charles tenía la sensación de que no era deliberado; tal vez algún tipo de castigo estrambótico. Si era así, a la bruja le había salido el tiro por la culata. Asil se puso en pie con dificultades y, un instante después, sus movimientos se hicieron repentinamente gráciles y precisos al abalanzarse: sobre la bruja.

Charles, Anna y Walter se pusieron en pie. Estaban demasiado lejos para intervenir, pero…

La cosa que se parecía al lobo de la pareja de Asil apareció de la nada para interceptar su ataque. Y fue entonces cuando su padre decidió actuar. Casi sorprende a la bruja, la cual estaba distraída con el combate entre los dos lobos.

Casi.

Y Charles se encontraba demasiado lejos para poder evitar lo que ocurrió a continuación.


* * *

Asil sintió su frustración, pero Sarai no podía ignorar la primera directriz de su creación: proteger a Mariposa. Todavía no. No le había dado suficiente de sí mismo. De modo que se enfrentaron porque Sarai no se detendría hasta que él muriera o hasta que la bruja se lo ordenara.

En circunstancias normales, el combate habría sido corto. Pese a ser una guerrera, Asil le había enseñado todo lo que sabía, e incluso en forma de lobo le superaba en más de veinte kilos de músculo. Asil era más rápido y fuerte, pero ella luchaba para matarlo. Él luchaba para proteger su vida sin hacerle daño a ella.

Si le mataba, se arrepentiría de ello durante toda la eternidad, y Asil no podía permitirlo. Sintió cómo descendían las ataduras de la bruja y vio la duda en Sarai cuando ésta también las percibió.

Y aquel instante de libertad se evaporó.

– Asil, siéntate -dijo Mariposa con voz ronca, y el azote de su poder se asentó sobre él, obligándole a obedecerle, sujetándole e inmovilizándole con fuerzas renovadas.

– Sarai, detente.

No se había dado cuenta de que Sarai no había hecho ademán de continuar la pelea. Porque no estaba mirando a Sarai; seguía con la vista clavada en Bran.

Asil siguió su mirada.

Al principio creyó que Bran estaba muerto. Pero Mariposa avanzó tambaleándose hasta la inmóvil figura y le propinó una patada.

– Arriba. Levanta.

Bran se puso en pie con rigidez. El cuerpo seguía siendo el de Bran, un lobo gris con una ridícula mancha blanca en el extremo de la cola, pero cuando levantó la cabeza para mirar a la bruja, no había vida tras sus ojos.

Asil había conocido a zombis con más personalidad. Y si no hubiese sido un lobo, habría recurrido al gesto que le enseñara su madre para alejar a los malos espíritus. Aunque hubiera sido inútil. No habría funcionado a menos que lo hiciera una auténtica bruja, y si Mariposa no lo sabía, no iba a ser él quien le informara.

Incluso el Guardián, una sombra de lo que una vez fue su pareja, tenía más vida en su interior de la que animaba al Marrok.

Satisfecha de que Bran volviera a obedecerle, la bruja dirigió su atención a Asil.

– Hussan, vuelve a transformarte en humano.

Por Alá, otra vez aquel dolor. Demasiadas transformaciones en tan pocas horas, pero sus órdenes eran implacables. Se puso en pie como pudo y notó el beso cortante de los cristales de hielo sobre la nieve. El frío no solía afectarle; menos incluso que a la mayoría de hombres lobo. Pero en aquel momento lo sintió.

– Vístete -le ordenó.

Aunque la ropa estaba rasgada y manchada de sangre, era mejor que enfrentarse desnudo a aquel viento gélido. Le temblaban las manos, lo que le dificultó atarse las botas. Solo encontró un calcetín, y estaba tan empapado que decidió no ponérselo: las llagas serían el menor de sus problemas.

Asil estaba asustado, aterrorizado. Ninguna de las brujas que bahía conocido, y durante su larga vida había conocido a muchas, había sido capaz de hacerle algo semejante a un lobo con poco más que la magia a su disposición. A un humano sí; a un humano muerto. Se dio cuenta de que había cometido un error. La había estado viendo como la niña que había sido, quien, por muy poderosa que fuera, no podía compararse con la bruja que había dispuesto de doscientos años para adquirir poder y conocimientos.

Con precaución, sondeó los enlaces de la manada hacia su Alfa y… no sintió nada. ¿Le había hecho a Bran lo mismo que le hizo a Sarai? Dos siglos son mucho tiempo para estudiar y aprender. Tal vez había descubierto el modo de crear otro guardián, un modo de hacerlo en unos cuantos minutos en lugar de cuatro días de torturas.

Entonces comprendió que era Bran quien había bloqueado el enlace, que los vínculos de la manada seguían intactos. Aquello le dio esperanzas: volvió a mirar al Marrok, pero continuó viendo simplemente una tenue inteligencia que tenía muy poco que ver con el hombre que había sido… que era.

Para asegurarse, Asil volvió a comprobar los vínculos de la manada, pero alguien los mantenía sellados. Y la única persona que podía hacer algo semejante era el propio Bran.

Aunque no estaban perfectamente sellados.

Algo fluyó de Bran y le tocó con unos dedos fríos y negros, extendiéndose lentamente por su alma. Sarai gimió levemente al darse cuenta de lo que era antes que él; ella siempre había sido mejor con aquel tipo de cosas. Siempre había creído que la ira era algo caliente y afilado. Aquello era peor.

Berserker.

Estaba en el norte de África cuando ocurrió, hacía más de un siglo. Pero incluso hasta allí llegaron las historias. Dadores de Muerte. Pueblos enteros masacrados, desde ancianas hasta niños. Se compusieron historias y canciones, la mayoría de ellas perdidas hacía tiempo.

Una bruja había forzado la Transformación de su hijo y su nieto, por el mero hecho de jugar con ellos. Durante años los retuvo como mascotas que le proporcionaban todos sus deseos. Aquello la convirtió en la bruja más peligrosa de las islas británicas. Hasta que un día el hijo se liberó.

Mató a su madre y se la comió. Luego mató a todo ser vivo a varios kilómetros a la redonda. Encontró una casa en lo más recóndito de los bosques galeses y, durante años, nada creció a un día de distancia de su guarida.

Los grandes cazadores de su generación, humanos, hombres lobo y otros, pretendieron obtener honor o demostrar su coraje enfrentándose a él. Todos murieron. Algunos fueron a su encuentro para vengar a sus seres queridos. Todos murieron. También murieron los perturbados que no comprendían las advertencias y los desventurados que se aproximaban demasiado al monstruo.

Hasta que un día, o eso había oído, Bran salió del bosque con su hijo a su lado. Ya no era un berserker, sino simplemente un arpista, un contador de cuentos, y un lobo solitario.

Con el tiempo, incluso las historias más horripilantes se convierten en leyenda y, más adelante, desaparecen. Asil estaba prácticamente seguro de ser el único, con la excepción de Samuel, por supuesto, que sabía lo suficiente para entender lo que había hecho la bruja.

Mariposa creía tener al Marrok bajo su control. Pero Mariposa siempre había interpretado la realidad según sus deseos.

– … him of eagum stod ligge gelicost leoht unfaeger -citó Asil en voz baja.

– ¿Qué has dicho? -Mariposa estaba pálida y visiblemente agotada, pero su control seguía siendo poderoso e inexpugnable.

– Beowulf -le dijo Asil-. Creo que vendría a ser algo así como… «sus ojos desprendían una luz llameante y maléfica». No puedo traducirlo en verso, no soy un poeta.

Mariposa observó con recelo a Bran, pero solo vio unos ojos apagados que parecían más marrones que ambarinos. Asil sabía porque no apartaba la mirada de él.

Sus ojos desprendían una luz llameante y maléfica. El tiempo de Bran como Berserker le debía bastante a Grendel, como también otras historias trasmitidas a lo largo de los siglos. Pero la falta de inteligencia en los ojos del Alfa y la fría y negra ira que fluía lentamente de Bran y se extendía a todos los hombres lobo conectados a él resultaba mucho más aterradora que Grendel o la madre de Grendel, los dos monstruos del poema épico. Asil confiaba en que solo estuviera propagándola a su manada aunque temía que pudiera extenderse más allá de esta.

La muerte se extendería por el mundo como no lo había hecho desde la Peste Negra, cuando una tercera parte de Europa había sucumbido ante ella. No volvería a haber un instante de paz en este mundo para los hombres lobo.

– Tienes miedo -le dijo Mariposa-. Es comprensible. Por ahora te permito que seas tú mismo, pero si continúas molestándome, te convertiré en mi mascota, corno he hecho con él. Las mascotas no son tan útiles como Sarai, ya que solo responden a órdenes directas. Tenía planeado convertirte en un guardián, como Sarai. Será mejor que no me hagas cambiar de idea.

Mariposa creía que tenía miedo de ella. Y lo había tenido, hasta que el monstruo que había creado la superó. No tenía ni idea.

Mariposa avanzó un par de pasos hacia Asil y lo abofeteó con fuerza. Asil no hizo ademán de defenderse. Su escasa altura le dificultó el golpe, pero lo hizo con todas sus fuerzas, las fuerzas de Sarai. Asil se lamió la sangre del labio de forma refleja.

– Eso es por mentirme sobre quién era realmente el hombre lobo. Es el Marrok, no un estúpido lobo menor. Lo sabías, lo sabías, y me has hecho creer que era otra persona. Podría haberme hecho daño. Y se supone que debes defenderme, ¿lo recuerdas? Te dieron mi tutela para que me mantuvieras a salvo.

Con el tiempo, los lobos pierden contacto con la realidad. La primera crisis se produce cuando muere toda la gente que conocen y no queda nadie que recuerde cuando eran humanos. La segunda varía según el lobo, cuando los cambios en el mundo les dejan sin un lugar donde sentirse seguros.

Y Mariposa nunca había sido precisamente estable, ni siquiera antes de matar a Sarai. Sin embargo, si creía que deseaba protegerlasignificaba que había perdido la cabeza definitivamente.

– Aunque tu traición no tiene importancia -le dijo con un movimiento infantil de la cabeza-. Sé cómo protegerme a mí misma. Ese lobo me pertenece. -Contempló a Bran-. Transfórmate. Quiero verte la cara. Nunca he podido encontrar una foto tuya, Bran Cornick.

Asil se dio cuenta de que estaba conteniendo el alíenlo mientras su Alfa obedecía las órdenes de la bruja. ¿El dolor de la transformación liberaría al monstruo de sus cadenas?

Asil, la sombra que había sido su pareja y la bruja contemplaron la transformación en el frío invernal. Sus alientos se elevaban como una cortina de vapor, recordándole a Asil, por alguna extraña razón, el día en que Bran llevó a la manada del Marrok, a todos los lobos que le pertenecían, en un autobús alquilado al gran hotel del Parque de Yellowstone en lo más crudo del invierno. Había alquilado todas las habitaciones para que la manada pudiera correr y aullar toda la noche por la llanura del geiser sin nadie que les viera salvo unos cuantos búfalos y alces.

– No puedes ocultarte eternamente en tu invernadero -le había dicho cuando Asil le pidió amablemente que le dejara quedarse en Aspen Creek-. Algún día deberás crear nuevos recuerdos.

Asil cerró los ojos y rezó por primera vez desde el día que perdió a Sarai. Tiempo atrás había sido un hombre muy devoto. Rezó a Alá para que Bran no se convirtiera en un monstruo y destruyera su creación: el hogar, el refugio que había construido para sus lobos.

Cuando Asil volvió a abrir los ojos, Bran estaba completamente desnudo sobre la nieve. Aunque estaban a pocos grados sobre cero, no temblaba. Tenía la piel blanca y demacrada, y a través de ella se veían las venas azules que llevaban la sangre a su corazón. Tenía unas cuantas cicatrices, una que le cruzaba las costillas y otra bajo el brazo derecho.

– Un cuerpo muy bonito -dijo Mariposa-. Pero todos los lobos lo tenéis. Demasiado delicado para mí gusto. -Se mordió los labios y agitó la cabeza-. Esperaba algo… un poco más impresionante. Un Marrok debería ser… -Giró la cabeza pura mirar a Asil-. Como Hussan. Un hombre que atrae las miradas de la gente. Un hombre que hace que la gente camine con cautela cuando está cerca. No alguien que necesita que su hijo impresione a los visitantes y ejecute sus órdenes. Sí, he hecho los deberes. Cuando me enteré, supe que eras demasiado débil para controlar a todas las manadas.

Mariposa intentaba provocar a Bran, pensó Asil incrédulo. Comprobaba su control sobre él para asegurarse de que su esclavo había perdido toda independencia. Respirar profundamente no servirá de mucho, pensó Asil exasperado. ¿La bruja no veía al monstruo interior bajo aquella aparente inmovilidad?

Lo único que le tranquilizaba era saber que probablemente la valoración de la bruja provocara en Bran más diversión que ira. Aunque, por supuesto, Bran ya no era el mismo de antes.

– ¿Puedes transformarte otra vez? -le preguntó a Bran cuando este no respondió a su comentario-. No tengo zapatos para ti, y prefiero no tener que cortarte los pies cuando se te congelen.

– Sí. -Bran arrastró la palabra, deshaciéndose de ella como si estuviera borracho.

Mariposa esperó a que empezara a hacerlo, pero finalmente emitió un sonido de impaciencia y le dijo:

– Hazlo.

Antes de que completara la transformación, la bruja llamó a Sarai y se subió a su lomo como si su guardiana fuera una mula. Asil se tragó la ira; una ira que no guardaba relación con el insignificante ataque a la dignidad de una Sarai que ya no era su Sarai. Miró nerviosamente a Bran e intentó calmarse con todas sus fuerzas.

– Cuando termine, seguidnos.

Sarai se frotó contra él, dejando una estela de afecto e inquietud. En cuanto se perdieron de vista, Asil sintió aumentar en su interior aquella ira insidiosa, como si la presencia de Sarai le hubiera ayudado a permanecer en calma, como si aún fuese la Omega que había sido… ¿y por qué no?

Clavó una rodilla en la nieve e inclinó la cabeza con la vaga esperanza de que cuando el otro hombre lobo se levantara, continuara disponiendo de un vínculo, ya fuera con la bruja o con su propia voluntad.

Aunque no se atrevió a ejecutar el movimiento, completo, pues hacía mucho tiempo que había dejado de ser un buen musulmán, no pudo resistir el impulso de rezar:

– Allaahu Akbar…


* * *

La bruja extendió las manos. Aunque Charles estaba muy lejos, pudo percibir el hedor de su magia; una magia corrupta y podrida, pero poderosa. Muy poderosa.

Charles vio caerá su padre, y después vio cómo desaparecía.

Todo ocurrió de una forma tan repentina que se quedó petrificado, sin aliento. La tranquilizadora presencia que le había acompañado durante tanto tiempo dejó un silencio vacuo, difícil de asumir. Sus pulmones se negaban a seguir insuflando aire, pero, repentinamente, cuando logró aspirar una bocanada, el Hermano Lobo le apremió a aullar a los cielos.

Charles se esforzó por controlarlo, aunque sentía una extraña inclinación salvaje completamente nueva, mucho más oscura y profunda que sus habituales impulsos violentos. Y comprendía el motivo, o al menos creía comprenderlo.

Bran no había desaparecido. Se había Transformado.

Su padre casi siempre hablaba del presente o del pasado reciente. Diez años, veinte, pero nunca de cien o más. Era algo que él mismo había aprendido a agradecer a medida que se hacía mayor.

Pero a veces había logrado convencer a Samuel para que le contara algunas historias. Y la de Bran como berserker era una de sus favoritas, hasta que creció lo suficiente para comprender que no era una simple historia. Si no hubiese sido por eso, habría sentido la tentación de pasar por alto la oscuridad que crecía en su interior, podría haber pensado que Bran había sido derrotado.

Utilizó aquella esperanza para calmar al Hermano Lobo, y juntos recorrieron la magia de la manada que los amparaba bajo la protección del Alfa. Buscaron y buscaron hasta encontrarlo, transformado, casi completamente aislado, hasta que Una pequeña parte de su ira envenenada se filtró en él. Bran aun vivía.

Pero ¿con qué forma?

Загрузка...